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Número 9 - Diciembre 2006
Psicoanálisis con niños que
presentan discapacidad intelectual
Betsy Soto Pérez

Maud Mannoni (1997) plantea que el psicoanálisis con niños es psicoanálisis, y que la adaptación de la técnica a la situación particular que representa para el adulto el aproximarse a un niño, no altera el campo sobre el cual opera el analista, que es el del lenguaje. Esta práctica clínica entonces, se centra "en el niño y su padecimiento psíquico planteado desde la dimensión inconsciente, la cual está, por definición, en amplia, íntima y constante relación con el medio familiar y social. El concepto básico sobre el que se apoya esta postura es la intersubjetividad fundante del sujeto, es decir, la relación con el "otro", como condición de humanización "(Pérez de Plá, 1999: 12).

El dispositivo clínico con niños diagnosticados con alguna discapacidad intelectual, como toda práctica psicoanalítica, opera desde el campo del lenguaje y con la indagación del sujeto frente a su deseo, pero, ya que se trata de sujetos cuya constitución subjetiva está en ciernes y que además manifiestan una discapacidad intelectual en la que se juega lo Real del cuerpo, que es un irreductible al que hay que tener en cuenta, han de realizarse algunas precisiones en cuanto su dispositivo y encuadre. El presente texto busca dilucidar estas cuestiones desde el análisis del caso en particular de un chico llamado Luria. 1

Constitución subjetiva y Discapacidad intelectual

Luria, se le nombró así. Se llama como el abuelo paterno, curioso nombre porque también se utiliza como adjetivo para llamar a alguien tonto, loco, vaya "coincidencia" con este pequeño de 9 años, que desde su nombre y su ser cohabita con la locura. Desde sus comienzos hay varios tropiezos , se trata de un hijo no deseado que llega en un momento en que la familia atraviesa una grave crisis económica, el padre, el señor J., propone que no lo tengan, no obstante la madre de Luria, la señora E., se hace responsable en sus palabras y el embarazo no es interrumpido. A los 5 meses ocurre una grave amenaza de aborto, y entre otros antecedentes prenatales se cuenta con que a la señora E. no le creció mucho el vientre y que tuvo bajo peso durante el embarazo, además de problemas de hipertensión

Luria nace prematuramente a los 8 meses, en un parto prolongado, se presume sufrimiento fetal, finalmente nace por cesárea. Esta mamá poco puede nombrar al respecto de lo que pasó con su bebé, la historia clínica con la que se cuenta en la escuela de educación especial tiene datos, información, pero no dice nada sobre cómo los padres de Luria viven la condición de su hijo, sobre sus explicaciones de lo que sucede con su pequeño. Así pues, al volver a estos comienzos, la madre que es quien acude a las entrevistas, dice que ya todo está ahí en su expediente, que ya dio los datos, que no se encuentra muy segura de poder recordar, que pasó hace tanto tiempo ya….Comenta a tropezones, como si fuera un rumor, algo que circula, pero de lo que no se esta seguro, que a su hijo Luria, "le faltó aire al nacer", que tuvo un peso bajo (2.5 kg. ) y una talla de 30 cm., por todo esto, en su primera semana de nacido, su hijo permaneció en la incubadora siendo alimentado por sonda pues no tenía el reflejo de succión.

La señora E. comenta que Luria era un bebé muy quieto, que a dónde lo ponía, ahí se quedaba, que lloraba poco, y dormía mucho, que apenas y se quejaba, salvo cuando tenía hambre. Cabe mencionar que cuando Luria contaba con un año y medio, nace la tercera y última hija del matrimonio. Por lo que se refiere a este periodo la señora E. se vio desbordada por la situación de la llegada de un nuevo bebé a la familia, habiendo dos niños más a quien cuidar: un pequeño que de tan quieto empieza a inquietar y una pequeña de casi 5 años. Aquí ella comenta que por el parto se tuvo que separar de Luria dos días y que cuando regresó lo encontró cambiado, como más despierto, que se preocupo mucho al dejarlo solo, pero que se dio cuenta que nada malo le pasó con su ausencia, comentando esto con cierto dolor.

En las primeras entrevistas poco se habla de los primeros meses de Luria, la señora E., no logra recordar nada más y de sus primeros días se da un salto en el tiempo para comentar, -cómo solicitando que yo le dé una respuesta-, y preguntarse qué fue lo que pasó con este bebote, qué sucedió que hasta el año y medio pudo sostener su cabeza, que se pudo sentar por sí solo hasta los dos años, edad en la que además comenzó a emitir sus primeras palabras y a gatear. A partir de aquí, ocurre un cambio, lo que eran "sospechas" de que algo andaba mal, refiere la señora E., se les confirmó al llevar a Luria a un chequeo médico cuando tenía dos años. Ellos, sus padres, se preguntaban que pasaba con este chico que no caminaba. Nos preguntamos aquí, ¿qué es lo no andaba, caminaba con Luria? ¿Por qué cuestionarse en este momento? ¿Por qué hasta los dos años de edad? ¿Tendrá esto que ver con que es tiempo para un chico de caminar, de andar por sí mismo, de separarse?

Cabe en este punto hacer otra reflexión: ¿qué avatares en la constitución de Luria devinieron, cuando desde lo Real del cuerpo existió un límite, cuando se dio cierta imposibilidad en que las marcas simbólicas atravesara su cuerpo dañado? Dejando en suspenso esta pregunta, y ya que las respuestas no se agotan, como punto de partida para dilucidar esta cuestión, se retoma el concepto de "permeabilidad biológica del significante", término empleado por Alfredo Jerusalinsky (1995), que hace referencia a cómo en el ingreso al mundo simbólico de un sujeto se tropieza con un cuerpo que le opone la resistencia de su inmadurez o de su déficit, y así le impone los límites de su inscripción. Habría entonces que pensar en las vicisitudes de los pasajes fundantes en la constitución subjetiva, cuando los significantes ofrecidos por la función materna encuentran dificultades en su inscripción en un sujeto con un sistema nervioso dañado.

Pensar en la constitución subjetiva de Luria y sus avatares es remontarse a su prehistoria, aún antes de nacer, al momento de ser concebido en el imaginario del deseo materno. Como se había estado desarrollando los comienzos de Luria son complicados, se trata de un bebé no deseado, para el que no hay lugar en el cuerpo de su madre ni en su psiquismo. Pensemos que la cuestión de la amenaza de aborto, el bajo peso, el vientre que no creció mucho, y el nacimiento prematuro, hablan de una expulsión desde lo corpóreo de la madre y evidencia su deseo, que como se muestra no es de lo más benigno para este bebé.

Hablemos un poco más de este asunto, el deseo de la madre. Desde una mirada psicoanalítica se concibe que para que un bebé devenga sujeto, ha sido deseado para algo y que eso se inscribe en su inconsciente. Tal como lo expresara Winnicott (1993) "Los bebés no existen", ya que en un principio sólo está la función materna, y siguiendo a Auglanier (1977), se dice esto porque el deseo de hijo se instala mucho antes de tenerlo: la madre –cuando está en condiciones de hacerlo- elabora una relación con el hijo que lleva en su vientre, lo crea psicológicamente, el imaginarle un cuerpo corresponde a la primera representación que de él se tiene como ser unificado y sexuado. Al nacer, el hijo completa a la madre en este imaginario. Esto nos da elementos para pensar el encuentro fallido que hubo entre Luria y su madre desde antes de nacer y cuando al fin nació.

El bebé como ser altricial llega al mundo dependiendo de un otro jerarquizado (en adelante Otro) que codifique y decodifique su demanda. La cría humana mediante el llanto, producido por una gran excitación visceral, va dando cuenta de un Otro al que es dirigida una demanda: la cancelación a esa sensación, pide una "acción específica": comida, mimos, baños, canciones, etc. En el ser viviente hay entonces todo un movimiento pulsional que arranca y depende del campo del otro, dice Lacan (1978); es el Otro que frente al llanto coloca nombres: "es por hambre, es por frío, es por gases". Erogeniza así cada uno de los bordes pulsionales. Un bebé tiene una superficie de inscripción donde todos los estímulos exteriores dejan su marca: su piel. Amamantar al bebé, acariciarlo, hablarle y sostenerlo con la mirada genera una escena inolvidable: un plus de placer, una primera experiencia de satisfacción que deja una huella mnémica, dirá Freud.

Si bien hay un niño que capta tonos de voz y no contenidos, esta escucha diferenciada posibilita el lenguaje y de la respuesta del Otro no solo depende su vida sino su devenir sujeto. Desde la función materna, quien ejerce esta función, en sus praxis, sus actos, que son actos significantes, que establecen una relación entre esta cría humana y el Otro. Se retoma una cita de Wittenberq: "una madre le transmite al hijo por la forma de tratarlo, de sostenerlo de mirarlo o de no hacerlo, por la forma en que le habla, si éste le despierta amor, odio, persecución, envidia, gratitud, desesperación o comprensión, si lo ve como una "cosa" o como una persona". (2001: 23).

La madre, o quien cumpla su función, lee anticipadamente lo que ella cree que es una demanda y algo brinda que no es del hijo sino que le es propio: se habla del deseo materno, lee lo suyo en el rostro del bebé. Este Otro primordial aparte de tener su presencia real como soporte, aporta cuidados, satisface necesidades, y en estos actos que devienen significantes transmite el lugar que tiene este pequeño en la cadena generacional. El sujeto psíquico se constituye en la alteridad, es decir a partir de un Otro, Silvia Casado (2000) comenta que a partir de este Otro, el niño tiene posibilidades o no de constituir un mundo representable y comunicable, mundo que puede ser reconocido o no como exterior a él y capaz de ser significado; por decirlo de manera escueta, el objetivo final de la función materna y paterna será la de permitir al niño el acceso a la subjetividad, y cualquier falla a nivel significante en estos tiempos fundantes implica trastornos serios del desarrollo, llevando al no armado de un cuerpo libidinizado que pueda romper con el lazo pasivo que lo une al Otro, existe un cuerpo biológico debe caer para acceder al orden simbólico, para apropiarse de la palabra. Según Sara Paín (1985) la dramática de este sujeto, que asume el deseo del otro como mandato inconsciente de ser, es que debe diferenciarse y que esta diferenciación no se instaura simplemente por la marca anatómica, sino que resulta de un complicado juego de significantes que proponen la ausencia y la presencia, como condición para la instauración de lo simbólico.

Desde lo anteriormente expuesto respecto a la función materna y a los pasajes fundantes de la subjetividad que apuntan al advenimiento simbólico de un sujeto, se continúa con el análisis del devenir sujeto en el caso de Luria. A partir del discurso de su madre, que nos dice que fue un bebé que "dónde lo ponía se quedaba ", se piensa en lo petrificante del deseo materno, además de la insuficiencia de este bebé para armar una primera representación de él, representación que atraviesa su cuerpo y que se sostiene desde el deseo materno. Cuando se piensa en que este bebé "lloraba poco, y dormía mucho, que apenas y se quejaba, salvo cuando tenía hambre", se piensa más en un organismo, un cuerpo sin alma, que de un sujeto. Se dice todo esto sin soslayar que de por sí había un irreducible en lo real del cuerpo de Luria, desde su sistema nervioso dañado y en proceso de maduración que requería más estimulación, mas experiencias sensoriales, más actos significantes que hablaran del deseo materno diría yo, para que este cuerpo se erogeneizara. Desde aquí es que se puede leer entonces cómo la constitución subjetiva de Luria impactó su desarrollo, jugándose de por si un déficit corporal, y pensando que a esto se remite Jerusalinsky con el concepto de permeabilidad biológica del significante.

En el caso particular de los niños que presentan discapacidad intelectual, hay pues una cuestión en lo Real del cuerpo que no debe soslayarse, misma que es irreductible como todo lo que compete al terreno de lo Real, y sin embargo hay que señalar que dicha deficiencia es solamente una condición de posibilidad para que se den graves fracturas en su constitución subjetiva, misma que tendrá efectos en la organización psíquica de las funciones instrumentales y del desarrollo en la infancia. Centrándonos en este último planteamiento, se explicitan diferencias fundamentales en el campo de estudio y acción del psicoanálisis con niños y lo que corresponde propiamente al campo de la psicología y a las diversas teorías del desarrollo. Así, por un lado se encuentra la noción de subjetividad desde una mirada lacaniana, pues desde esta particular lectura se tiene que lo que se desarrolla son las funciones instrumentales del sujeto (por ej. motricidad, lenguaje, pensamiento, etc.) y no el sujeto como tal, ya que la constitución de éste no tiene cronología, ni una progresión evolutiva, sino que el sujeto es el "efecto de la obra del lenguaje; como tal está anticipado en el discurso parental. Lo que se desarrolla es la capacidad del niño de apropiarse de estas instancias y, consecuentemente, del uso de los sistemas simbólicos que organizan sus relaciones de objeto en el campo fantasmático y, por efecto de éste, en el campo de la realidad (Jerusalinsky, 1995:32).

El sujeto en ciernes y sus funciones se encuentran muy relacionados, pero es importante distinguir que sólo desde el armado de un cuerpo en una posición imaginaria a partir de un ordenamiento simbólico operado por un Otro, es que las funciones instrumentales se desarrollan; así, aunque un cachorro de la especie humana nazca sano -y con integridad neurológica- no es suficiente para garantizar la constitución en él de un sujeto psíquico, y por ende el desarrollo de sus funciones. Siguiendo a Jerusalinsky (1995), las funciones instrumentales del sujeto, si bien tienen un correlato físico y madurativo, sus características y organización están dadas a partir de sistemas representantes del cuerpo, -dimensión propiamente psíquica-, y el funcionamiento de éstos en relación al medio. Se dice entonces que el desarrollo del bebé humano no opera por un simple automatismo biológico, o por considerar a los estímulos externos como su motor, sino que el primer esbozo de sujeto encarnado en un cuerpo se organiza por las marcas simbólicas que lo atraviesan y lo que marca el ritmo del desarrollo es el deseo del Otro que opera sobre el niño a través de su discurso; lo madurativo se mantiene simplemente como límite, pero no como causa (ibidem).

 

La cura de lo que no se cura

Si el desarrollo tiene que ver con un proceso madurativo, la constitución subjetiva no depende de ello, aunque ciertamente le hace un límite. Como se había visto en el apartado anterior, si bien los accidentes del desarrollo plantean una serie de obstáculos a la constituci ón subjetiva, y en sus efectos traumáticos, la pueden comprometer seriamente, habría que pensar que no es en lo real del cuerpo sino de la simbolización que de él se opere, incluyendo sus fallas, que depende la constitución de un sujeto deseante. Al respecto Jerusalinsky nos dice que "Este proceso de simbolización depende del Otro que, deseante del niño, lo engendró o adopt4ó para ocupar un lugar en su cadena significante. Ese niño es tenido, buscado para soportar en su cuerpo las marcas que eso padres precisan trazar, para sostenerse ellos mismos como sujetos. Cuando algo en el cuerpo del niño ofrece una imagen que impide o dificulta el trazado (que se paraboliza, en el futuro del niño, como destino), los padres en la imposibilidad de sostener la cadena significante en la que se simboliza su relación con ese niño s enfrentan a la emergencia de un real: el cuerpo mutilado del hijo que, imaginariamente cae sobre el cuerpo de ellos mismos" (1995:53). Sobre esta cuestión, la simbolización de un real, expresado en la deficiencia intelectual de un hijo, Jerusalinsky comenta que es común que por parte de los padres hay un refugio en un discurso técnico, en donde se les da la información, diagnósticos precisos, infalibles, y se les dice que hacer con eso ominoso que no saben como tratar. Los efectos de esto irían en el sentido de clausurar un enigma, de no hacer una elaboración de aquello que no saben, que tendría que ver con "cómo relacionarse con este niño. El lugar de esa pregunta fue rellenado por un saber que no supo reconocer su límite. Si en la antigüedad griega los niños discapacitados eran lanzados desde las alturas del monte Taigeto, en nuestra civilización suelen ser igualmente arrojados a un vacío de significancia desde las alturas de la ciencia."(ibidem)

Sobre esta cuestión, se señala que la señora E. se sorprendió cuando en las sesiones a las que empezó a asistir únicamente se plática (según sus palabras), esperando que sea la terapeuta quien le diga "lo que pasa" con Luria, lo que "se va a hacer con él", además parece molestarse un poco por tener que referirse de nuevo a los comienzos de Luria, al relato de una historia que parece ser de terror, fantástica y tan cotidiana en la clínica con chicos que presentan alguna discapacidad intelectual.

Como se veía anteriormente, hay todo una imposibilidad de simbolizar lo que sucede con su hijo, con sus comienzos, con su condición de discapacitado intelectual, con saber como relacionarse, necesitando un saber que obture preguntes, "que se va a hacer con él".Una enfermedad, aun cuando sea orgánica, puede cumplir en el otro -ya se trate del progenitor, educador o terapeuta- una función, otorgar un status, produciendo una alienación suplementaria en el llamado "disminuido". Se crea así una situación en la que padres, educadores y médicos tratan a chicos con discapacidad intelectual como objeto de cura, ofreciéndole diversos métodos de recuperación que terminan des-subjetivándolo.

En la clínica con chicos que presentan alguna discapacidad intelectual, lo Real tiende a aparecer como tal, impidiendo que la simbolización del destino del niño se mantenga, y como señala Jerusalinsky (1995) los terapeutas, fácilmente arrastrados por la fuerza de este agujero, este vacío que irrumpe, podríamos caer en atender la demanda de los padres tal cual se presenta en su apariencia, "o sea, como demanda de arreglar un cuerpo roto, a nivel de lo imaginario, abriendo así el espacio de la constante reemergencia de lo imposible" (p. 18). Ahora bien, desde una escucha analítica, las intervenciones con respecto a la demanda de los padres podrían ir en el sentido de abrir un espacio para la incertidumbre, un espacio de lo que se ignora en el destino de un niño, más allá de la enfermedad que lo afecte o del límite que su déficit le trace.

Siguiendo con el caso de Luria, y llegando al punto en que a los dos años es llevado a un chequeo médico, se tiene que al llegar a la consulta, con un médico general del centro de salud de su colonia, éste le comunica a la sra. E. que su hijo tiene un severo retraso mental, y un atraso psicomotor grave, "que no va a caminar", dando el peor de los pronósticos. Jerusalinsky (1995) nos señala que estos diagnósticos al funcionar como oráculos del destino, puede desubjetivar a un niño, costando con ello un sujeto.

Este momento en particular fue un parteaguas para el devenir de Luria ¿Qué destino es ese? El de un niño que no caminará solo, en un sentido metafórico, es una prolongación de su madre de la que no se separará amparado bajo la etiqueta de tonto y loco. Al menos es el mandato en el que Luria quedo atrapado, que el doctor vino a confirmar.

La señora E. refiere cómo es que dio la noticia a su esposo, y que no lo quiso preocupar por lo que no le contó todo, ella refiere que el señor J. es una persona callada y que poco muestra de sus sentimientos, pero que a partir de entonces se aisló un poco más de la vida en familia. Se puede pensar aquí en un borramiento del padre al que nada concierne lo que pasa con su hijo, borramiento desde el mismo discurso de la madre y desde el sostén que él mismo puede dar a su función pues no solamente es relegado sino que no busca un lugar en que asumirse padre para este chico.

Desde aquel primer diagnóstico, Luria y su madre no han parado en la cura de lo que no se cura, ella comenta con dolor cómo es que de esta clínica general fue remitido al CREE (Centro de Rehabilitación y Educación Especial) de la ciudad. "estando a cargo de un neurólogo" que al realizar los estudios le diagnosticó un retraso mental severo debido a microcefalia y que además tenía un retraso considerable en su desarrollo. Este doctor, comenta la señora E., "la tranquilizo" y le anticipó que Luria si iba a poder caminar, que necesitaría mucho apoyo y terapias pero que si lo iba a conseguir. Así desde los dos hasta los 8 años, edad en que llega al consultorio, Luria es atendido meticulosamente en este centro pasando por estimulación temprana en sus primeros años, para después ser dado de alto siendo canalizado a estimulación física y terapia de lenguaje. Actualmente sigue con sus chequeos médicos.

No obstante de toda esta atención médica y psicológica, Luria muestra claros signos de desconexión con el mundo, signos identificados dentro del espectro autista por usar una jerga psicológica. Ya en sesiones de juego, actúa una y otra vez con su juego su captura en el deseo materno, "a-tapado", dice en una ocasión mientras un muñequito es encerrado dentro de unas tazas, otras pone a este muñequito dentro de un camión que choca con otro, volteándose el que lleva a éste, convirtiéndose la batea del camión en una jaula, "chocaron", "a-tapado" dice. Esta escena en las que dos coches chocan, y uno se voltea quedando un muñequito, atrapado, aplastado, se repite en las sesiones, tras una serie de intervenciones el sentido que se da es la de papá, penetrando a mamá, al decírselo el lo afirma, exclama si! y con una mano encima de la otra, chocando, muestra esta escena de nuevo, -¿y tú donde estás cuando mamá es penetrada?- "en la pa-fa", y cuando lo dice señala su estómago,- le contesto, en la panza de mamá?- el exclama que si. En otro momento agrega a esto de estar en la panza de mamá, "mor-to", -¿muerto? le pregunto-, el responde que sí. Retomando lo que se dijo al principio, y para dar un cierre a esta viñeta clínica, se tiene que Luria, le hace honor a su nombre, a cómo lo han nombrado, al lugar en que ha sido puesto, niño que aún no nace, que está muerto, petrificado sin ser sujeto de su deseo. En esta condición se habla aquí de psicosis, de una captura en el deseo materno cuyo mandato es "no andarás, no caminarás, no te separarás". En esto, la discapacidad intelectual, los avatares en el desarrollo, tienen un papel decisivo, no por su condición en si, sino por la imaginarización que de ello se hace en el discurso parental, y además por sus efectos en lo real del cuerpo del niño que hace límites al significante.

 

Conclusiones

La discapacidad intelectual no es sinónimo de graves fracturas en la constitución subjetiva sino que tal déficit, es condición de posibilidad para lo que la Dra. Esperanza Pérez de Plá (2000) denomina "trastornos severos en la constitución subjetiva" dichos trastornos como el autismo y las psicosis infantiles son algo común entre los chicos con psicopatología de expresión retardataria, según señalan diversos estudiosos del tema (Maud Mannoni, Francois Doltó, Misés, Alfredo Jerusalinski, Elsa Coriat, etc.) sin que la naturaleza de su afección psíquica pueda explicarse a causa de su discapacidad intelectual. En el caso particular de estos chicos, hay pues una cuestión en lo Real del cuerpo que no debe soslayarse, misma que es irreductible como todo lo que compete al terreno de lo Real, y sin embargo hay que señalar que dicha deficiencia es solamente una condición de posibilidad para que se den graves fracturas en su constitución subjetiva, misma que tendrá efectos en la organización psíquica de las funciones instrumentales y del desarrollo en la infancia.

Para finalizar este escrito se dirá que no es posible explicar una patología en la personalidad de los niños con discapacidad intelectual a partir de una única causa, y menos reduciéndola a una explicación desde un déficit en lo orgánico, se trataría más bien de analizar en cada caso particular cómo se ha venido jugando lo Real del cuerpo, en la dialéctica del sujeto en ciernes y el Otro, dilucidando aquellos encuentros fallidos en que hubo fracturas en el devenir simbólico de un sujeto en ciernes. Aquí es conveniente resaltar que la dotación orgánico-biológica con la que un niño nace puede determinar discapacidad intelectual, por el contrario, la constitución de la subjetividad no está en relación directa con la biología sino que depende de la dialéctica que se desarrolla entre un bebé y el Otro originario, mismo que se hace presente mediante los actos significantes de los padres o cuidadores de este bebé y que serían identificados como correspondientes a la función materna.

Jerusalinsky señala que en la clínica con chicos que presentan alguna discapacidad intelectual, surge la emergencia de un real, tomado como lo que se opone como límite efectivo en el momento en que el significante pugna por imponer su movimiento. Este real, nos dice este autor, va desde la cuestión de lo real del cuerpo, es decir como lo madurativo da una permeabilidad biológica al significante, y por otro lado, a la fantasmática del discurso parental de viabilizar un sujeto con esta deficiencia

Notas

1 Nombre que es usado en México como adjetivo de tonto y loco en expresiones como "estas bien luria".

Referencias Bibliograficas

Alaugnier, P. (1977) "La violencia de la interpretación". Buenos Aires: Amorrortu

Casado, E. S. (2000) "Psicopedagogía clínica sobre el maltrato infantil" Seminario en psiconet en: www.edupsi/maltrato.htm

Jerusalinsky, A. (1995) "Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil" Bs As: Nueva Visión

Lacan, J. (1978) "La familia" Buenos Aires: Argonauta

Mannoni, M. (1997) "El niño, su enfermedad y los otros" Bs As: Nueva Visió

Paín, S. (1985) "Estructuras inconscientes del pensamiento. La función de la ignorancia I" Bueno Aires: Nueva Visión

Pérez de Plá, E, y Carizosa,S. comp. (2000) "Sujeto, inclusión y diferencia" México: UAM

Winnicott, D. (1993) "Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional" México: Paidós

Wittenberq, I. (2001) "¿Qué es lo psicoanalítico en la observación de lactantes según el método de la Tavistock Clinic? ¿Constituye un aporte para el conocimiento psicoanalítico? En: Observación de Lactantes: Revista Internacional de observación de lactantes y sus aplicaciones, vol II

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