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Número 9 - Diciembre 2006
De niño a paciente
Autocrítica
María Bettina Galeano

A raíz del caso que llegó a mi conocimiento, se reanuda mi pregunta acerca de cuándo un niño necesita análisis, o dicho de otro modo, cuándo un niño se constituye en paciente. Hasta dónde nuestro accionar es terapéutico y hasta dónde puede ser iatrogénico, cuando, como en el caso que expongo a continuación, se lo deriva a tratamiento bajo el supuesto de que la situación traumática que vivió, traerá irremediablemente consecuencias en su psiquis.

Este es el caso de una mujer que atendí hace varios meses en Casa Descentralizada de Justicia, dependencia de la Defensoría que atiende problemáticas de familia. La señora se acerco para hacer el trámite por la cuota alimentaria correspondiente a sus ocho hijos tras la separación de su marido. Charlando conmigo dijo al pasar que uno de sus hijos tenía un "problemita", término que a mi entender minimiza la situación que más tarde me contaría. Su hijo de nueve años había sido abusado sexualmente a sus tres años de edad por su padrino de 25 años, durante una de las tantas veces que el pequeño se quedaba a dormir en su casa. El niño fue intervenido quirúrgicamente por la lesión ocasionada. El abusador fue detenido dos años más tarde y aún continúa preso con una sentencia de quince años.

Quizás, impactada por lo que acababa de escuchar y por el presupuesto de que aquel abuso traería consecuencias psicológicas, me precipité preguntando si había realizado alguna vez alguna consulta psicológica a raíz de lo ocurrido, a lo que la madre me respondió que no.

Luego de haber conjeturado demasiado, pregunté por como estaba el niño hoy con el fin de saber si había indicadores de que el suceso traumático había tenido sus consecuencias. La mamá contó que le pega mucho a sus hermanos, que saca la cuenta de la edad que tendrá cuando el agresor salga de la cárcel y que durante mucho tiempo se miró la "herida" y preguntaba qué le había pasado. Resalto este término en tanto ya no existe tal herida en el cuerpo del niño, la mamá se estaría refiriendo la una cicatriz de la operación que sería por la que él se preguntaba, sin embargo el término que la madre trae figura, lo que yo presupuse y me levó a pensar que necesitaría un tratamiento psicológico: Habría en este niño una herida (psíquica) que nunca cerró porque no hubo posibilidad de simbolizar lo traumático del hecho. Pensándolo desde otra perspectiva, quién podría asegur ar tal cosa. ¿Es la terapia condición indispensable para tal labor y como el niño no transitó por ella estará condenado a padecer las consecuencias d e aquella situación de la que fue víctima? 1¿Somos acaso misioneros del psicoanálisis para quienes éste es la única vía de salvación?

Tuve la convicción que estaba ante algo grave y que a ese niño había que evaluarlo. Fue así como le manifesté la necesidad de hacer ella una consulta con un psicólogo infantil, para lo que la derivé a un centro de salud cercano a su domicilio, pidiendo además (al modo de un tratamiento compulsivo) que el día que tuviera que venir a la audiencia de conciliación por alimentos, trajera un certificado que diera cuenta que había realizado la consulta. Si bien lo solicité en los más cordiales términos y tratando de explicar a la madre de la necesidad de hacer una consulta, no dejó por eso de ser una indicación de lo más arbitraria.

Hoy pienso que sólo evaluando al niño podemos saber algo de su realidad psíquica, una realidad que quizás en nada coincide con lo que pensé cuando valoré la gravedad de lo ocurrido y el inminente impacto que tendría en su subjetividad. Con tal valoración y derivación, transformé así a un niño de quien poco sabía, en un paciente lleno de supuestos traumas.

Otro punto en cuestión es si fue pertinente hacer la derivación, puesto que no hay por parte de la madre, ni preocupación por la situación, ni pregunta, ni mucho menos demanda de una cura para su hijo. Por el contrario fui yo la que arbitrariamente decidí que el niño tenía un problema y que tenía que consultar a un psicólogo. Ortigués sostiene a este respecto que aún habiendo demanda por parte de los padres, estos tienen que contar con nuestro total respeto a lo que decidan. Cuestión que no pude sostener y en cambio impuse una consulta y exigí de algún modo, una garantía de ello mediante el certificado. Por otro lado como sugiere el autor, la decisión de los padres no puede ser tomada en una o dos sesiones. Se necesita más tiempo y es en este punto en que la labor del psicólogo forense se complica, haciéndose difícil y a veces imposible el acompañamiento de los padres en ese tiempo. En nuestra escucha nos enteramos de mucho y algo queremos y tenemos que hacer con eso. Sabemos que lo más probable es que a esa persona no la volvamos a ver una segunda vez, por lo cual no contamos con tiempo para realizar un mayor análisis de la situación ni de las decisiones que tomamos. No son nuestros pacientes, ni nuestros consultantes. Son personas que detrás de sus pedidos de cuota alimentaria, divorcio, visitas para los hijos traen un complejo y particular modo en el que se conjuga lo social, lo familiar y lo intrapsíqui co y que no vienen en general con una demanda de análisis, ni si quiera con una localización del conflicto del que son parte.

Sería ideal que sea la misma persona quien al escuchar su propia palabra frente a un interlocutor pudiera comprender su necesidad o la de sus hijos y que de allí surgiera una auténtica demanda. No es tarea fácil y en algunos casos parece imposible, por lo menos contando con una o dos entrevistas.

El autor mencionado, sostiene que la calidad de nuestra escucha y el inicio de una transferencia abren a los consultantes la posibilidad de modificar su demanda inicial –pienso que hasta de instalarla-. Nuestra manera de escuchar a una persona incide directamente en la manera en que ésta oye sus propias palabras, en que percibe sus emociones o se sitúa respecto de ellas.

Un dato interesante es que la mujer a la que me refiero, nunca volvió a Casa de Justicia, ni se presentó a la audiencia, ni mucho menos se acercó a traer el certificado en cuestión. ¿Qué sucedió allí?, probablemente, como explica el autor mencionado, la imprudencia de no respetar el tiempo para que se instale la demanda prescribiéndole en cambio, una consulta y el hecho de quitarle con mi consejo, la posibilidad de querer una consulta con un profesional por su propia cuenta, provocó la reacción de huída de esa madre. 2 Empeñarse en modificar las reacciones de los padres con consejos, es un engaño y un peligro. Lo ocurrido da cuenta de esto. En el mejor de los casos no será un peligro porque todo seguirá igual, pero sí es un engaño, por suponer que por simple prescripción, algo en la vida de ese niño y de la dinámica familiar se modificaría. Pensándolo bien, mi actuar está más del lado de la sugestión que de una intervención analítica, aunque reitero, no es el lugar del analista el que en mi práctica en la defensoría sostengo.

Si pensamos en una práctica analítica ortodoxa, no habría lugar para tal intervención ya que convertiríamos nuestra práctica en simple sugestión. Sin embargo se presentan, consulta tras consulta, situaciones similares donde la única intervención posible pareciera tener que ver más con la psicoprofilaxis y por ende con la orientación, el consejo y la recomendación. Freud mismo sostiene que en oportunidades se nos planteará la labor de adaptar nuestra técnica a las diversas condiciones. Que en la aplicación popular de nuestros métodos habremos de mezclar quizá el oro puro del análisis al cobre de la sugestión directa, y también el influjo hipnótico. Siempre conservando los elementos más importantes del psicoanálisis propiamente dicho, riguroso y libre de toda tendencia. Creo que lo que no puede faltar es nuestra escucha analítica, la técnica en cambio debería contemplarse caso a caso y de acuerdo al espacio en el que nos encontremos. De todos modos cabe reconocer que en este caso en particular fueron mayores mis buenas intenciones que las reales posibilidades de intervenir para lograr un viraje en la vida de ese niño, claro, si es que realmente, algo en esa vida y en esa psiquis tuviese que modificarse.

Pensando en estos aciertos y desaciertos que se nos presentan en nuestra práctica y nos hacen cuestionarla, me resultó alentador y vigente al releerlo, un texto antiguo cuya letra habla de un poco de algunas cuestiones que sería bueno tener presentes, quienes estamos implicados en este arte de curar:

"Aleja de mí la pretensión de saber y de poderlo todo. Dame fuerza, voluntad y ocasión para acrecentar incesantemente mis conocimientos y descubrir en mi saber los errores ayer no sospechados, pues es grande el arte y en el puede penetrar más y más el espíritu del hombre." 3

Notas

1 Ortigués. (Pag 25)

2 Ortigués (Pag 34 )

3 Plegaria a Maimonides

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