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Número 9 - Diciembre 2006
Versiones del padre en la clínica
Marité Ferrari

Escuchando el decir de los pacientes en los tiempos de un análisis nos es dado poder localizar diferentes versiones del Padre, con las que el sujeto construye sus posiciones de goce ,organiza sus identificaciones y orienta su deseo.

Lacan comienza introduciendo el nombre del padre a propósito de las Psicosis en su seminario tres, para pasar luego a introducir diferentes nominaciones para un padre partir de ubicar diferentes versiones de la falta de objeto- en el seminario cuatro- , y a establecer el lugar del padre en los tres tiempos del Edipo, en el seminario número cinco sobre las Formaciones del Inconciente. Es importante, como marca Eric Porge en su trabajo , este pasaje desde el Nombre del Padre a la función del padre, función que se establece una relación entre este Nombre del padre y el deseo de la Madre, en cuya sustitución – metafórica-se produce un corte y una producción. Esta sería una lectura posible de lo que se formaliza en este Seminario de "Las formaciones del inconciente" , y que después tendrá su apres coup teórico en los desarrollos del seminario de los "Cuatro conceptos", donde esta operación metafórica del padre es retomada al desplegar el concepto de inconciente. . El concepto mismo de Inconciente es posible desde la operatividad de este Padre simbólico, el padre muerto, aquél del que sabemos que ha funcionado metafóricamente - si y sólo si el sujeto ha podido escriturarse como intervalo entre el primer par significante, habiéndose entonces operado la escritura del rasgo unario, la construcción del fort da como primera oposición significante , de donde un sujeto habrá de hacerse representar por un significante, para otro significante. Terceridad operante en el deseo de la madre, que introduce ya desde su discurso la interdicción que le está dirigida :" no reintegrarás tu producto", es decir, se la privará de ese goce devorador que recaerá sobre ese hijo. Terceridad , que estará incluso mucho más allá de la impotencia del padre re al para sostener este trabajo.

Ahora bien, también en los primeros tiempos tiempos de la enseñanza, específicamente en el seminario "Las relaciones de objeto", Lacan introducirá la escritura de las tres dimensiones del falta de objeto- falta estructural y estructurante que dice de lo necesariamente horadable de la Cosa para advenir objeto deseable y producir sujeto. Entonces escribe: castración, frustración, privación. Y acota un agente y una operación específica para cada modalidad. Esta construcción es interesante desde la perspectiva de los tiempos instituyentes de una subjetividad: pensar por ejemplo de qué modo si la privación recae sobre la madre, cómo entonces la castración podrá organizar el deseo del sujeto, no sin la necesaria donación –o al menos su promesa- del lado del Padre. Pero también lo son para poder establecer de qué modo esas modalidades se van armando en el decir de un sujeto, en el armado mismo de la dimensión transferencial, y de qué modo, requerirán de operaciones del lado del analista para acotar goce y lograr que lo que Lacan escribe como la operación verdad-castración , tanto en el Seminario del Acto, como en el de la Lögica del fantasma- comande la dirección de la cura.

A la primera versión paterna,esta del padre simbólico la localizamos siempre cuando intentamos apelar a la estructura al modo en que pudo o no anudarse la estructura, esa del padre en tanto que simbólico, muerto, cuya intervención opera sobre un objeto imaginario, el falo. La castración es un modo de decir no hay, que supone incluir la dimensión del falo en tanto que imaginario, porque sólo imaginariamente es posible- por el espejismo especular-pensar que lo hay, que la imagen cierra, que el falo recubre la falta. Esta versión permite la metáfora, el don, la insripción del rasgo unario, la posibilidad de existencia del parletre. Y sólo es constatable en la conjetura del "habrá sido" .

Ahora bien , hay otra versión, la del padre real, ese que siempre fallidamente pretende dar semblant de carne y hueso a esa función, que debe sostener la impostura de tenerlo, para lograr así privar a la madre de su goce, para hacerse preferir por el niño en tanto que portador del falo. Privar a la madre de algo que en lo real ella no tiene- el falo, para semblantear la impostura de que se lo tiene. Pero es en esta impostura que pueden armarse las dos posiciones sexuadas, que al cabo deben siempre localizar el falo, específicamente en su dimensión faltante- como menos fi- para organizar su deseo. Esta versión empuja desde la metáfora hacia la metonimia deseante, hacia la construcción sexuada, que será sintomática. Sin la encarnadura en lo real del padre- en su propia sexuación, en su propia falta, la versión mortífera del Padre simbólico en tanto "hacedor de la ley" conduciría a un exceso de goce: las psicosis.

Finalmente la versión del padre imaginario , ese Padre de la excepción- magistralmente descripto en Freud como Padre de la Horda- aquel que goza de todas las mujeres. Ese "Al menos uno, que"- en los Matemas de la sexuación- dice que no a la castración, y con esto funda el conjunto de los hombres. Aquellos que, según el Mito, habiendo asesinado al padre deben imponerse la falta para hacer posible el lazo social.

La operación que introduce esta versión paterna, en el lugar de la excepcionalidad- antagónica con la impotencia del padre real y lo muerto del padre simbólico, es la frustración, que tiene como condición lógica la suposición de existencia, lo Hay, Hay Goce, encarnado en este Padre excepcional que goza, y que discrecionalmente lo otorga o no. Esta versión condena al sujeto a la impotencia, a la inhibición o a la angustia. Padre gozador, dispuesto a hacer del hijo objeto de su goce. En la clase inédita del Seminario "Los nombres del Padre" Lacan trabaja dos versiones de nominación del Padre, una que refiere a la del padre terrible, que le impone al hijo el sacrificio del hijo , y otra segunda, que produce un viraje hacia la sustitución del hijo por el cordero, que es la que finalmente se conmemora en la ceremonia del Día del Perdón, cuando se hace sonar el shofar en el rito de la sinagoga. Pasaje del Padre excepcional, el que accede a todos los goces y condena a la frustración a los hijos, al Padre deseante, al que se le destina una ofrenda porque en algún lugar se le supone una falta- algo se ha perforado de este lugar mítico de goce logrado para que despunte la dimensión del deseo, del objeto causa. Perforación de la Cosa y del Otro, instauración de la escritura del No hay.

En el decir de un sujeto en análisis, hay un tiempo donde el síntoma revela esta tenacidad en sostener la versión de este Padre excepcional, que obviamente está en relación a la captura en el deseo de la Madre. Poder acceder a la dimensión de la posición sexuada no es sin haber producido este viraje hacia el padre real, ese que encarna la dimensión de la falta y del deseo, ese que ha hecho de una mujer su síntoma. Sólo este Padre real, impotente en tanto esquiciado por la mujer que soporta su síntoma, es quien puede lograr que la interdicción no opere como privadora para el sujeto, sino para la madre. Este padre porta la Ley en su discurso, pero desde su falta. Si en cambio, fuera la Ley, sería la voz del superyo materno, a la manera de la pedagogía del Padre Scheberiano, produciendo el arrasamiento subjetivo en esta dimensión de un goce pleno, inhoradable, el del Padre de la Excepción.

Tomo una viñeta de un sujeto que transita la segunda vuelta de la pubertad, aquella donde debe tomar posición en relación al Otro sexo. Las dificultades en poder separarse de su madre, para poder acceder a alguna mujer en el campo de la exogamia, se revelan en el modo en que todo el tiempo construye en su discurso un lugar de Padre excepcional: Hay un destino que juega con él, que lo condena a una mala suerte excepcional. En las disputas sociales no hay azar, porque ya todo ha sido arreglado por los poderosos para la previsión del resultado. Sus fallas corporales son irremediables, lo vuelven indeseable para la mirada de las mujeres, al menos de aquellas que desea, que no coinciden con aquellas que lo desearían a él. Discurso laberíntico donde todo va a parar al Otro inhoradable, a lo imposible de un deseo, al poder interrogar qué se podría hacer en nombre propio allí. . El resultado: la inhibición ,concomitante con esta proliferación de la versión imaginaria del padre. A la potencia plena, esférica, del Otro, se corresponde la impotencia absoluta del sujeto , que lo vuelve cómplice y soporte de ese Goce del Otro, que le impide ponerse a trabajar con lo que no se tiene. Hallazgo freudiano del "beneficio secundario del síntoma", que lo lleva a gozar de la comodidad de la queja por esos padres terribles que no lo dejan vivir, o lo condenan a sentir que la vida es una mierda.

Fuga entonces hacia la marihuana, como retorno sedante a la boca del cocodrilo-¿quién fuma a quién?- , que paradojalmente lo lleva al acting violento contra la madre real, a la que ataca, en un intento fallido de corte. Por otra parte nada puede ser dicho del padre – personaje perdido después de una separac ión tormentosa, que sin embargo aporta dinero. Dinero que se le retacea para que no lo invierta en consumir todavía más droga. Con lo cual un circuito posible de donación paterno queda obturado, de modo tal que entonces, nada se recibe de este padre, nada se le demanda, nada se interroga respecto de su goce. Las " faltas " del padre, entonces, no producen síntoma , como en el caso de la tos de Dora enunciando la impotencia del padre, o la s cavilaciones obsesivas del hombre de las ratas enunciando la verdad de la ambivalencia paterna hacia la mujer con quien se había casado.,En algún lugar podríamos hipotetizar que, los síntomas, esa forma de retorno de lo reprimido, esa producción privilegiada del inconciente es de alguna manera respuesta a lo enigmático del goce del padre real y de su falta. En el caso de este paciente no hay producción de síntomas, menos aún de síntomas desplegados en transferencia . Todo se despliega en el territorio del acting out, de un hacer mostrativo de la necesidad y a la vez de la imposibilidad del corte con el deseo de la madre. La dificultad en el armado sintomático revela a la vez lo precario de la operación del padre en tanto que simbólico, .muerto. Esto hay que anotarlo del lado de la madre, donde podremos conjeturar cierta dificultad en haber renunciado a esta voracidad hacia el hijo por amor al padre, al propio padre. En este sentido, la versión de excepcionalidad denota el imperio de un goce no mordido por la castración, un goce donde el amor al padre no ha producido falta. No hay entonces en esta madre en tanto que mujer, deseo por un hombre, el padre del paciente o cualquier otro .En tiempos de eclosión puberal el joven se siente de algún modo objeto de ese apetito materno, que ahora en tanto que sexualizado, se vuelve aún más insoportable. La angustia se tramita por el lado del hacer, del acting, y revela lo imperioso de sostener el palo en la boca del cocodrilo.

Apuesta del analista a perforar ese Otro, introduciendo faltas allí donde el libreto no se cumple, remarcando esos golpes de suerte que ponen en crisis el destino maldito, tanto en lo personal como en lo colectivo. Intento de conducirlo desde la locura a la responsabilidad subjetiva, efecto sujeto que ya indicaría un progreso en la dirección de la cura, en tanto pasaje de la posición quejosa a la construcción del síntoma.

Marité Ferrari

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