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Número 8 - Septiembre 2005
Inventar el inconsciente
Patricia Leyack

El Nudo Borromeo no es un modelo, dice Lacan, eso es imaginario. Es soporte de una escritura que da cuenta de la experiencia analítica. Y en eso está su valor.

Mi pretensión, en esta primera vuelta sobre RSI, es tratar de hacer lectura de una experiencia clínica, a posteriori, con el Nudo Borromeo.

Se trata de un caso de neurosis con un fenómeno psicosomático que ya presenté en la Reunión Lacanoamericana de Recife y que me interesa volver a pensar a partir del Nudo. Me ocuparé en esta oportunidad de la presencia en la clínica de un fenómeno psicosomático que, en el punto de la lesión, saltea al inconsciente. Se trata, entonces, de inventarlo – como dice Lacan-.

Es el caso de una hermosa muchacha de quince años que consulta, derivada por el equipo dermatológico que la está tratando por un incipiente vitiligo en su rostro.

La niña tenía un ánimo levemente depresivo. Un novio, que vivía en el campo y con el cual se podía encontrar muy esporádicamente. Eso –decía- era lo que la tenía entristecida.

Su única hermana, personaje inquietante para ella y que había sido criada en el campo por los abuelos maternos, había venido a vivir con la familia desde hacía pocos meses. El por qué de la crianza separada de las hermanas era una pregunta que ella no terminaba de formularse. Es a posteriori de la instalación de la hermana en la casa familiar que se desencadena la lesión. Lo que antes estaba contenido por la distancia geográfica precipita en la niña una situación inasimilable.

Fue la lectura en transferencia del nombre familiar de la afección, "las manchas", lo que pienso que produjo la apertura de la cuerda de lo Simbólico. Es lo que Lacan, en la C onferencia de Ginebra, menciona para las psicosomáticas como "invención del inconsciente".

No se trata del cuerpo que Lacan ubica en lo Imaginario, sino de lo real del cuerpo, de un trozo de soma que no pudo perderse para constituirse en cuerpo erógeno, lo que sirve de superficie de inscripción de un goce del Otro en las psicosomáticas.

En este caso, la denominación que la madre hacía de la afección, habría sido una implantación literal de ese goce del Otro en la piel de la niña, goce vehiculizado por una mirada, la materna, que la congelaba como "manchable" , a la par que imponía silencio sobre hechos significativos de la historia familiar, prohibición que queda desbordada por la presencia real de la hermana.

La madre controlaba excesivamente las salidas y el contacto heterosexual de la niña. El padre, en una posición casi de apéndice materno, era el encargado de llevarla y traerla en todas las salidas.

Cuando digo "implantación literal de un goce del Otro", quiero decir que no sólo había impacto en la piel de la niña como superficie de inscripción de ese goce, sino que esta denominación familiar de la afección: "las manchas", circulaba en su discurso "transportando" lo que venía del Otro pero sin lectura del sujeto.

Mi intervención consistió en interrogar con subrayada sorpresa: "¿las manchas?, ¿quién está manchada?". Esta intervención, creo yo, empujó esta denominación materna de su dimensión sígnica a su valencia significante.

"Manchas", entonces, no sólo señala para su madre lo que se produce en la piel de la niña, sino que queda, a partir de ese momento, como una letra a disposición del sujeto, letra con la cual se comienza a perforar el velo de un secreto familiar,

¿"Mancha" materna entonces en relación al origen de la hermana?

La intervención permitió recuperar el valor simbólico del significante "manchas", que hasta ese momento circulaba holofraseado1. Esto permitió que la respuesta de la niña a la orden superyoica traducible como: "no averigües, no sepas lo que sabés", comenzara a conmoverse.

Mi hipótesis es que lo paradojal de esta orden dejaba a este sujeto sin salida. Producía en la niña perplejidad orgánica 2.

Por supuesto que la alienación del sujeto a esta orden es máxima: queda –en su respuesta- como objeto al servicio del goce superyoico del Otro, renegando lo que sabe, sin terminar de enterarse que sabe y –en el límite- responde su organismo. Equivocar, vía la interpretación, la demanda del Otro, abre una vía para el sujeto.

Lo situaría en el Nudo como hacer agujero simbólico en el paño del registro Imaginario a través de la lectura3.

En las siguientes entrevistas, la niña fue trayendo una serie de dibujos que había hecho en el rincón que se había armado para ella, en una zona del sótano de su casa. Rincón y sótano pueden ser incómodos pero son lugares aptos para sustraerse a la mirada. Se trataba de cuerpos femeninos marcadamente sensuales. Sus formas, sumamente acentuadas. Otra era la superficie de inscripción cuando de su deseo, aún clandestino, se trataba. Hojas de papel, ya no cuerpo. La conmoción del objeto mirada, que la fijaba en el lugar de "la manchada", permitió que basculara un fantasma que estaba congelado y en el cual el objeto solo mostraba su señuelo como signo en el fenómeno psicosomático. Esta conmoción del objeto mirada reinscribe un vacío. Opera ahora como causa: la niña da a ver el hilo con que se teje su deseo, cuerpo femenino a ser mirado como causa de deseo masculino y, al mismo tiempo, recupera su propia mirada para investigar la historia familiar.

Descongelar el fantasma y descargar al objeto de su valencia de plus de goce, lo deja disponible como vacío. ¿De qué objeto se trata en este caso?. ¿Es ella ofrecida como objeto mirada a la madre, como "mancha" para la angustia materna? ¿Mirada que la niña no podía interrogar, que la petrificaba subjetivamente, haciendo de la piel de su rostro, de su hermoso rostro, la superficie de inscripción de ese goce del Otro, de ese exceso al que no le podía dar una respuesta fantasmática?.

¿O se trata del objeto voz que ordena, casi sin palabras: "¡No averigües!"? Tal vez no haya que optar por uno, sino dar cuenta de cómo se acoplan todos los objetos a la pulsión invocante porque es la voz la portadora de la demanda del Otro4.

Lacan deja para los analistas la investigación clínica del Nudo Borromeo. Que los analistas decidan si el Nudo aclara la práctica del discurso analítico.

¿Qué agrega el Nudo para pensar la clínica?.

Hay una primera respuesta que es inmediata: con el Nudo queda clara la equivalencia de los tres registros. Lo que sucede en un registro tiene consecuencias en los otros y en la articulación de los tres.

Por otra parte, el Real del que se trata en el parlêtre es un Real anudado.

Esto se muestra claramente en el Nudo Borromeo.

¿Dónde situar en este caso, en el Nudo, la operatoria analítica?.

La invención del inconsciente se produjo por poner en duda el saber del Otro, saber sin palabras, que la congelaba con solo mirarla. Poner en duda ese saber (¡no hay que investigar de dónde proviene la mancha!) permitió que la niña aligerara el peso de esa mirada materna.

La "mancha" se podía ubicar ahora en la historia de la madre.

"Manchas" queda como trazo del sujeto al ser leído por la analista.

Es lo Simbólico de lo Imaginario. Es el agujero que le faltaba a lo Imaginario y a lo Real, que estaban anudados en falso.

Se reordena el anudamiento y la operatoria del F . Que opere el F implica que el falo ecuacione simbólicamente ese goce del Otro. Que lo real del goce quede agujereado. De hecho, en este Seminario Lacan dice que el inconsciente es lo Real agujereado, lo Real en tanto –cito: "...Afligido por la única cosa que nos asegura del agujero, lo Simbólico, encarnado en el significante".

La respuesta de la niña, esas formas femeninas dibujadas, ¿no son acaso leíbles como un S1, trazo del sujeto, justamente la letra con la que Lacan anota la apertura levógira de la cuerda de lo Simbólico? El trazo del sujeto se agujerea con la cuerda simbólica y su efecto es real5.

Esto que al sujeto le llega como goce del Otro es inductor de fijaciones del objeto fuera de la palabra. En este caso, afecta al cuerpo, a lo real del cuerpo: interfiere la función biológica que, como función compuesta, puede dejarse afectar por lo que viene del Otro.

Cito de « La Tercera » : « En ese goce del Otro se produce lo que muestra que, así como el goce fálico está fuera –de– cuerpo, en esa misma medida, el goce del Otro está fuera –de– lenguaje, fuera de Simbólico. A partir del momento en que se pesca aquello que en el lenguaje hay de más vivo o de más muerto, a saber, la letra, únicamente a partir de allí tenemos acceso a lo Real ».

Lacan acuña para las psicosomáticas la idea de un « goce específico ».

Creo que es « ...el que ancla en el cuerpo, se instala en la carne y escribe con la ortografía, ya sin veladuras, lo que le es ajeno: el goce del Otro ». Esta es otra cita, esta vez del libro de Clara Cruglak : « La identificación ».

La letra leída en transferencia, conjeturo, si algo implicó, fue una histerización de la posición del sujeto.

El eslabón del deseo está conservado en las afecciones psicosomáticas, nos recuerda Lacan. La hipótesis del trabajo anterior era que estaba conservado como una letra congelada. Poner a disposición del sujeto esa letra que –como «leña seca» 6 - circulaba en su discurso, permitió, es mi hipótesis, anudarlo.

Por su parte, inventar el inconsciente, es para Eva Lerner una operatoria a situar como la apertura de la cuerda de lo Imaginario para que la Inhibición que estaba operando en la inmixión del registro Imaginario sobre el Simbólico, deje de operar. Ella piensa aquí Inhibición como efecto congelado de lo inconsciente.

Para finalizar, Lacan dice que la psicosomática es algo profundamente enraizado en lo Imaginario. Entiendo que alude a la incapacidad –que considero transitoria en este caso- del sujeto, para interrogar, para que lo Simbólico haga agujero en ese goce del Otro.

El plus de gozar, nos recuerda Lacan en este Seminario, es efecto de la père – versión, de la versión a–pèr–itiva del gozar. Con lo cual señala hacia los excesos del padre en este a que funciona como plus.

Post scriptum: lo breve de la experiencia clínica sostenida hace muchos años en un servicio hospitalario y que consistió solamente en una serie de entrevistas, no me permite aportar más datos para ajustar la discusión en torno a si efectivamente se trató de un fenómeno psicosomático o de una conversión histérica, interrogación que surgió en ocasión de la presentación de este material en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Para hablar de fenómeno psicosomático es exigible la presencia de lesión, no así para la conversión histérica. Los síntomas histéricos para Freud comprometen en general funciones motrices (parálisis) o sensitivas (dolores, anestesias), funciones del cuerpo que quedan alteradas por algún fantasma atrapado que se escribe en ellas.

Quizá lo que dirima la cuestión es –tal como lo ubica Haydée Heinrich en su libro "Cuando la neurosis no es de transferencia"- que se trató de un fenómeno psicosomático puntual, que con la interrogación de la demanda del Otro propiciada por el encuentro con un analista, se histerizó.

Ella diferencia, siguiendo a Lacan, entre un fenómeno psicosomático y un enfermo psicosomático. El jeroglífico escrito en el cuerpo no es para leer, dice Lacan. Esta aseveración se sostiene, para el enfermo psicosomático. No para casos como este en que la respuesta psicosomática fue algo puntual, y en donde la interrogación analítica restableció la función del sujeto.

Patricia Leyack

Notas

* Producto propio a partir del trabajo en el Cartel: "El nudo en la clínica"

1 Jacques Lacan. Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

2 Jacques Lacan. Seminario X: La angustia.

3 Lerner Eva, Presentación Clínica. Espacio de Miembros 2005. EFBA.

4 Op. Cit.

5 Lerner Eva, Los tres registros de la clínica. Biblioteca EFBA.

6- La tercera

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