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Número 6 - Junio 2003
Mas allá de las pruebas psicológicas
Reflexiones acerca de una experiencia
de orientación psicoanalítica en la institución
Astrid Álvarez de la Roche

"Querer instituciones particulares no es querer un área reservada más, una nueva segregación, es querer que en cada espacio constituido por una determinación institucional nos orientemos, en lo que respecta al sufrimiento psíquico, hacia la existencia de la cadena inconsciente, huella del fracaso propio de cada uno, y no hacia la identificación común" 1.

A partir de esta breve reflexión pretendo introducir el problema que implica la evaluación psicológica en el marco de una práctica psicoanalítica de orientación lacaniana, en su vertiente aplicada. Se trata de un esfuerzo por pensar y poner a prueba las respuestas que desde este discurso se han ido construyendo dentro de un marco institucional, sus aciertos así como el vacío que insiste y que se busca explicitar.

Condiciones de la Institución.

Se trata de una IPS cuyo oficio es la "habilitación integral de niños y adolescentes con alteraciones emocionales, de conducta y/o comportamiento, retraso psicomotor, dificultades en comunicación y alteraciones en el aprendizaje". Recibe a la mayoría de sus pacientes por remisión del médico, casi siempre pediatras.

Llegué allí hace tres años para ocupar el puesto de psicóloga. La orientación general del trabajo que se realizaba era cognitiva-comportamental, con un énfasis sobre el aprendizaje y el rendimiento académico de los pacientes. Había fuerte orientación hacia el manejo de reforzadores para lograr comportamientos deseados por los maestros y padres, así como la distribución de pautas y estrategias estandarizadas de crianza, las cuales se proporcionaban de manera uniforme a la familia.

La demanda de la institución hacia mí no era otra que continuar con lo que se venía haciendo, cuestión que incluía la valoración psicológica de los casos utilizando sólo pruebas, a partir de lo cual se tenía que trazar un programa con variables a reforzar, sesiones en las que se iba a trabajar cada una de las temáticas, así como la duración del tratamiento en términos de número de sesiones, de 45 minutos cada una.

La psicóloga es allí una figura central en la medida en que recibe los casos y evalúa, según el motivo de consulta y los datos recopilados, la necesidad de que el paciente pase por los demás servicios que se ofrecen, entre los que se incluyen terapia ocupacional y del lenguaje (Fonoaudiología). Adicionalmente debe dar, en circunstancias específicas, indicaciones a las terapeutas, siempre que el caso lo amerite, y manejar las relaciones con los departamentos de Psicología de los colegios, o las mismas profesoras.

En estas condiciones, y con un deseo por orientar mi trabajo clínico desde el modelo psicoanalítico, he intentado introducir de diversas maneras esta vertiente, lo que ha tenido efectos en el sentido de un reconocimiento y respeto a la intervención que desde allí se propone. Lo anterior puede verse en distintos modos, desde la inclusión de la "Terapia Psicoanalítica" dentro del programa de servicios que se ofrecen hasta el ajuste del material y espacio físico de la consulta para hacer posible actividades mucho más "libres" (juego, pintura, etc). Estos cambios, logrados paulatinamente, demuestran que es posible abrirse un espacio como psicoanalista en una institución a pesar de que en ella no hubiese de entrada un espacio constituido.

Esta inserción en el aparato institucional no debe sin embargo opacar la presencia de inconsistencias y problemas en la acción de los individuos que allí operan. Acomodarse plácidamente en el lugar abierto, dormirse allí, constituiría un acto contrario a lo que se espera de un analista: la orientación hacia lo real, el discernimiento de las condiciones en las que el goce se escabulle y quiere anclarse, mortificando y gratificando a aquellos que lo experimentan. Es así como la presente consideración es un intento más por reflexionar sobre la práctica.

En la actualidad los médicos remiten a los pacientes para una de las siguientes: valoración por Psicología, valoración integral, y en ocasiones se autoriza un número de sesiones junto a la evaluación. La primera se realiza solo desde Psicología, es la segunda en donde el niño podrá acceder por ejemplo al servicio de Fonoaudiología (visión integral del problema, inspirada por la mirada interdisciplinaria actual...).

La valoración que me compete incluye dos o tres citas en las que se deben recopilar antecedentes y elementos que permitan establecer hipótesis explicativas y descriptivas acerca del motivo de consulta. Para lo anterior realizo entrevistas con los niños y los padres, una sesión "libre" con el paciente (de "observación clínica"), y por último la aplicación de una serie de pruebas psicológicas, cuyos resultados deben darse en un informe por escrito. En un tiempo de mi práctica, cuando podía haber dos psicólogas en la institución, había podido centrar mi intervención en la primera parte de la evaluación, y el tratamiento como tal, pudiendo evadir un poco el empleo de los test. Ahora las condiciones son otras.

Aspectos generales de la valoración Psicológica.

La evaluación por medio de pruebas se propone en Psicología, como una ayuda para penetrar en el detalle del funcionamiento psíquico anormal, o levantar un inventario exacto y analítico de las insuficiencias mentales. Está regida por principios como la consistencia, validez, y estandarización. Existen test de inteligencia, de personalidad (objetivos o proyectivos), neuropsicológicos y de daño orgánico, vocacionales y de actitud, y de evaluación de la conducta 2.

Hay en éstos una idea de separación entre lo normal (salud) y lo anormal (enfermedad), cuestión que tiene su origen en el espíritu emanado de las medidas nacidas a partir de 1880 cuando se instaura en Francia la escolaridad obligatoria, movimiento enmarcado en la revolución industrial y la creciente necesidad que experimentó la sociedad de comenzar a capacitarse para competir dentro de un mundo laboral cada vez más exigente3. Lo anterior fue apoyado por Alfred Binet y Theodore Simon, quienes inventaron el primer test psicológico para calcular la edad mental, sacando de allí el Coeficiente Intelectual (CI). Esta medida, según los autores, permitía calcular el nivel de inteligencia de los niños que estaban estudiando, con el fin de encontrar la razón por la cual no todos respondían de igual forma ante los programas educativos implementados. Así, se obtuvo como resultado que los pequeños que no alcanzaban las demandas del sistema escolar, es decir, aquellos niños cuyos resultados académicos no eran satisfactorios, presentaban dificultades en su nivel de inteligencia y deberían ser atendidos dentro de programas especiales. Se decía que de esta forma las diferencias individuales eran reconocidas de manera adecuada 4.

El psicoanálisis tiene ante este tipo de evaluación una posición clara. Considera que se trata de una práctica que produce segregación. Es sobre la lógica evolucionista diacrónica (fuertemente relacionada con el ideal moderno de progreso)que se establece el déficit y la incapacidad, lo que amerita la existencia de apoyos, que en el fondo fortalecen la idea subjetiva de invalidez y contribuyen a evadir la pregunta por la responsabilidad de cada uno en el malestar que se padece. Lo anterior obstaculiza la construcción de salidas ante los límites reales subjetivos.

Jacques-Alain Miller enumera seis aspectos que resumen lo esencial sobre el modelo señalado 5:

"Primero, implica un progreso finalizado; es decir, tiene la idea de que el tiempo pasa y que el individuo debe llegar a un fin único. Segundo, supone una trayectoria normalizada, típica; es decir, una predeterminación, o lo que podríamos llamar, en términos más contemporáneos, una programación. Tercero, supone una ampliación del menos al más. De tal manera que, cuarto, nos hace pensar en términos de paradas [des arrêts] y déficit. Quinto, supone la existencia o está llevada a suponer la existencia, de estadios. Y, sexto, se traduce siempre en el dominio de un ideal".

Distinto a lo anterior, el psicoanálisis revela la existencia de una lógica particular para el sujeto del inconsciente. El significado se construye de manera retroactiva y no sigue la orientación cronológica. Las formaciones del inconscientes lo revelan así, los modos de goce y la irrupción del trauma, que se aleja de la necesidad de corroborar el hecho traumático como tal.

Dadas así las cosas el paradigma que sostiene la existencia de las pruebas psicológicas se aparta de la estructura propia del acto analítico, y de la concepción de sujeto que desde allí se tiene. Sin embargo habría una forma de saber hacer con el requerimiento institucional asociado a los test y su propuesta, en una intervención que posibilite la emergencia de una dimensión distinta, intervención orientada por los principios analíticos. Lo anterior es fundamental dado que a partir del modelo de desarrollo enunciado se implementan toda suerte de políticas y organizaciones, que ofrecen servicios y productos en la sociedad. Se trata entonces de un reto para el psicoanálisis, el de causar y hacer evidente algo de lo sorpresivo del inconsciente en medio de un contexto que por principio busca fortalecer su silencio.

Orientación analítica - psicoanálisis aplicado.

Los cuadros clínicos sobre los que se basan las pruebas psicológicas tradicionales, en lo referente por ejemplo a elementos de personalidad, tendrían su base en el saber psiquiátrico que existía aún antes de su creación. Las formas de evaluación contemporáneas estarán seguro influidas por los estilos modernos de concebir la salud mental, y los manuales de clasificación de las enfermedades (DSM). Es decir que en su origen el psicoanálisis y los test tendrían en la psiquiatría clásica un saber clínico inicial. Sin embargo, las aguas se parten: por un lado psicoterapia y pruebas psicológicas (una de las muchas formas de manejar el sufrimiento de las personas), por el otro psicoanálisis, aplicado, en este caso a la terapia.

Las psicoterapias irían dirigidas fundamentalmente a acallar el síntoma, promoviendo un estado de bienestar y calidad de vida específico. Hay ideales y buenos modos de estar en la sociedad. Las pruebas permitirían evaluar qué tan bien acomodado está cada sujeto según los parámetros del contexto, lo que da pautas para programar todo tipo de intervenciones, siempre con la mira puesta en el horizonte de la felicidad generalizada. En este sentido lo que impera es el amo, quien dictamina comportamientos, afectos y pensamientos. El malestar se entiende acá como un desajuste referido a la norma, o tener mucho o tener muy poco, de eso que el otro dice que hay que tener. El problema se reduce entonces a una medida.

El psicoanálisis reconoce que el ser humano tiene posibilidad de ser feliz, de obtener cierto monto de satisfacción en la vida. Sin embargo hace evidente la paradoja implícita en el síntoma, y es que justo lo que hace sufrir al sujeto comporta una ganancia que Freud llamó secundaria. En este sentido el padecimiento humano, el impasse vital no responde siempre a intervenciones vía la sugestión, o indicaciones técnicas de qué hacer, cuándo y dónde (hay que decir que en ocasiones esto funcionan para ciertas personas). Si el sujeto goza con lo que sufre, ¿cómo lidiar con este impasse? Lo que se busca es el acotamiento simbólico de lo real de cada uno, logrado sólo en la medida en que el sujeto encuentra la forma en la que él mismo sostiene eso de lo que se queja y desde lo que demanda ayuda, lo que le permitirá construir una buena manera de satisfacerse, un mejor síntoma. Esto no lo construye nadie más que el mismo sujeto, acompañado sí por el analista, quien en su función ha de alejarse del lugar del amo terapéutico.

"Lo que nos diferencia de los psicoterapeutas es nuestra referencia al síntoma como modalidad de goce imposible de reabsorberse en lo simbólico. El síntoma como la forma en que cada sujeto construye su relación con el Otro. Es por este motivo que debemos saber hacer con este lazo sintomático que nos permite alojarnos en las instituciones públicas. Eso si queremos tratar lo "que no anda" en quienes nos consultan sin aplastarlo por el sentido y el poder hipnótico de la palabra"6.

Ahora bien, el trabajo clínico psicoanalítico que se puede ofrecer en la institución podría inscribirse dentro de los lineamientos que se encuentran para las entrevistas preliminares.7 En este contexto el establecimiento de un diagnóstico es fundamental. Sin embargo aquello que permite la clasificación de los cuadros clínicos se aleja de la dimensión objetivable, técnica y de estándares que anima las pruebas. En este sentido hay que ser enfáticos: no hay prueba que arroje como resultado la posición subjetiva de goce, lo real no se mide, por lo menos no así8.

Miller habla de la avaluación clínica como uno de los tres niveles presentes en las entrevistas preliminares 9, los que han de entenderse como momentos lógicos que pueden existir de manera simultánea y que no corresponden a etapas consecutivas en el tiempo cronológico. De entrada, el término avaluación deja ver un cambio en el abordaje. Se trata de un vocablo que uniría avalar y evaluación, uno al lado del otro, en términos de necesariedad, una indicación clínica fundamental. La pregunta sería qué se avala y qué se diagnostica en estas entrevistas.

Avalar significa confirmar, proteger, firmar, referido al acto que realiza el analista cuando acepta la demanda de saber que un sujeto hace, referida a la propia determinación. El analista se compromete a acompañar a este sujeto en su búsqueda. Por lo anterior, tanto analista como paciente han de tomarse un tiempo para considerar el cruce del umbral. Es decir que el pedido inicial, explícito o no, puede ser rechazado o confirmado, modificado o transformado.

En lo referido al diagnóstico en psicoanálisis, se trata de ubicar con detalle, a partir de los dichos del paciente, la posición subjetiva. Allí no hay objetividad, normalidad en las respuestas. Se trata de la lógica modal, no aquella del bien y el mal, de lo verdadero y lo falso.

Obsérvese que no se usa el término valoración dado que éste se asocia a hechos como atribuir valor a una cosa, tasar, dar precio, y esto siempre se hace con relación a patrones. El diagnóstico, constituido desde el sujeto, será posible siempre que el analista se ubique convenientemente a partir de una posición de desconocimiento, de no comprensión. No se trata de que ignore efectivamente cuestiones sobre la teoría y el saber clínico, se trata de un semblante necesario.

Entonces, el diagnóstico indaga acerca de la estructura subjetiva, la posición de cada sujeto en relación con el deseo del Otro, los modos de respuesta ante lo imposible. Esto es distinto en la psicosis, en la neurosis y en la perversión, y ha de establecerse a partir del discurso, lo que no se atrapa mediante evaluaciones psicológicas. Ciertas respuestas dadas por los sujetos en los test podrán ser asociadas a rasgos o formas de proceder propias de cada cuadro, por ejemplo, los modos en que un paciente esquizofrénico pueda dibujar un cuerpo, lo que probablemente será distinto a aquello que haga un neurótico. Sin embargo no todos los sujetos psicóticos harán una reproducción gráfica corporal igual.

Algunas verbalizaciones hechas mientras el sujeto realiza una prueba pueden ser importantes cuando se asocian a un discurso en el que se ha apreciado algo de la posición subjetiva, o del malestar del cual se queja. Es decir que algo de lo que el paciente dice mientras hace una prueba puede ser valioso para el diagnóstico diferencial, habrá que ver en qué caso y circunstancia, dado que se trata de la respuesta que cada quien puede dar, lo que se enlaza con su propio inconsciente. Sin embargo hay que considerar que hay un estímulo particular en medio, lo que no deja de ser problemático.

Ahora bien, cuando Miller habla de la avaluación lo hace en relación con una forma de pedido particular, cosa que no suele ocurrir como tal en la institución. Sin embargo esto se asemeja en cierta medida a lo que pueda ocurrir en la consulta particular, cuando llega un sujeto solicitando un concepto para un juicio, o una autorización para suspender un medicamento. La responsabilidad está del lado del analista, quien desde estas entrevistas ha de decidir si acepta o no a un paciente. Si bien hay dificultad en el sentido del estándar de los procedimientos institucionales (se "debe" recibir a todo el que llegue, hay que aplicar la batería de pruebas a todos, hay que trabajar con todos los padres, etc.), ésto no exime al analista de velar por la vigencia de la ética que rige su acción. Siempre habrá alguna manera de darle al sujeto su estatuto.

Ahora bien, mientras algunas pruebas psicológicas se centran en hechos, en la conducta, en la tasa de aciertos o fallos cometidos a partir de estímulos específicos, enfatizando una clínica más de la mirada que de la palabra, el psicoanálisis busca hacer prevalecer el dicho del sujeto, la enunciación, es decir, "la posición que aquel que enuncia toma con relación al enunciado"10.

"De este modo, como principio del método, es imperativo para el analista distinguir siempre el enunciado de la enunciación y, paralelamente, el dicho del decir. Una cosa es el dicho, el dicho como hecho, y otra lo que el sujeto hace de lo que dice"11.

El malentendido, la contradicción entre estos ámbitos, cuando el sujeto se da cuenta de que en situaciones clave hace justo lo contrario a lo que dice desear, allí se hace posible una introducción de la dimensión inconsciente. Los casos en que las madres dicen pretender para sus hijos mayor independencia y seguridad, pero que se las arreglan siempre para acompañarlos en la realización de las tareas escolares, actividad que se convierte en el eje del malestar familiar y que se atribuye directamente a un déficit de los niños, permiten ilustrar la paradoja.

Lo anterior ha sido causa para que Andrés, un niño de 7 años, haya sido remitido para una "Valoración psicológica por dificultad académica", cuestión que recae enteramente en el infante, sus habilidades escolares y para el aprendizaje, que se suponen insuficientes. Entonces, hay inconsistencias que desde el psicoanálisis deben ser introducidas, más allá de los puntajes que este niño tenga en los test.

El goce aparejado a una posición fantasmática determinada, revelado en lo que dicen los padres y los niños, en los síntomas de dificultad de acceso al saber escolar, por ejemplo, puede verse modificado al construirse una nueva significación, producto de cierta movilización del sujeto. Lo anterior es posible a partir de entender que el sentido se construye retroactivamente, no está dado de antemano. Es decir, que si bien hay un punto de determinación para cada uno, la realidad puede ser modificada, la manera de gozar es transformable.

El comportamiento agresivo que Andrés muestra en el colegio, además de los malos resultados de las distintas evaluaciones escolares, una particular manera de hablar, y la apariencia cónica de su cabeza (causada por lentitud en el cierre de las fontanelas frontales, sin alteración neurológica), han generado la idea de que éste chiquito es incapaz de sostener su lugar en la institución educativa. Se piensa en un retardo mental. Luego de escuchar a la madre, en compañía del niño, acerca del motivo de la remisión (el cual se centra en los resultados académicos y agresividad), sostengo una entrevista con Andrés, dándole lugar a su decir y padecimiento particular. Lo anterior permite un distanciamiento del discurso de la madre y del colegio. Debo anotar que Andrés había acudido a la consulta obligado, no quería ir a donde una psicóloga. Su experiencia anterior con uno de estos profesionales le hacía pensar con convencimiento que "los psicólogos enloquecen". Este obstáculo en la relación fue superado en tanto se evitó hacer parte de la serie madre-psicóloga-maestra, quienes forcluían al sujeto desde su acción. Es así como se brindó un espacio para el despliegue de su posición en relación con eso que siempre lo había tomado como objeto de goce.

Posterior a esta entrevista se realizó la sesión de aplicación de pruebas psicológicas, introduciéndola como una actividad totalmente distinta al quehacer psicoanalítico, y que en adelante, si se iniciaba un tratamiento, no tendría que realizar conmigo. Lo que yo le ofrecía era un espacio para hablar. La inquietud que en el niño se pudiera generar acerca del manejo de los resultados fue manejada al comentársele que antes de entregar cualquier informe, él iba a ser el primero en saber qué dicen estas pruebas. Éste (el informe) se introduce como un requisito para pedir la autorización de las sesiones, y no contendrá nada que él o su familia no acepten incluir.

En la mayoría de casos se ha percibido que las pruebas no arrojan resultados distintos a elementos que el mismo paciente ha dicho sobre sí mismo, aunque en otros términos. En el caso de Andrés, una de las pruebas indicó dificultades en las relaciones interpersonales, una manera de hablar acerca de la agresividad mencionada por la madre, pero más importante, la rabia que el mismo niño dijo sentir cuando cierto grupo de compañeros lo saca de su lugar en la fila para almorzar, por lo que termina un día en la oficina del rector del colegio luego de romper las gafas de otro. Es así como se lo explico, el paciente acepta incluir este elemento en el informe, y se muestra de acuerdo para iniciar el trabajo conmigo.

De la misma manera ocurre con la prueba neuropsicológica y la intelectual. Los buenos resultados abren una posibilidad a este niño, baja la presión en casa, la madre da un espacio y el niño se calma. La idea de un retardo mental se elimina. Considero que en este caso la superación de los requerimientos de los test (preguntas estructuradas y tareas cerradas similares a ciertas actividades escolares que el paciente no lograba terminar adecuadamente) podría tomarse como efecto de haber otorgado a este sujeto su estatuto, saliéndome del lugar de saber que asume el que evalúa. De no ser así, tal vez el producto de las pruebas se habría sumado a la lista de desaciertos con los que el chiquito afirmaba una y otra vez su lugar de objeto pulsional.

Una pregunta resta, ¿cómo haber despejado la idea que se esbozaba acerca de este niño en tanto limitado intelectualmente, con las consecuencias que esto traería para él mismo, sin las pruebas psicológicas? En ciertas ocasiones creer en un sujeto, en su palabra, en la manera que toma para él el sufrimiento, distinto a lo que piensan los demás, esa apuesta que hace el analista al avalar la realidad psíquica del que consulta y la instalación de preguntas acerca del propio comportamiento, tiene consecuencias. La ansiedad disminuye, el ansia de saber se moviliza, lo que se ve poco a poco fuera de la consulta.

La intervención en el caso de Andrés (lo que se hizo en las sesiones de "Valoración") tiene efecto: un par de días después tengo noticia por la madre de que las peleas y comportamientos agresivos del niño con sus pares, en clase y en el hogar, habían disminuido de manera importante. Así mismo la capacidad para responder a algunos requerimientos escolares.

En una sesión posterior, y ya dentro del tratamiento, la madre encuentra sorprendida la manera en la que las actitudes de las que se queja y que ve en su hijo no son más que una reedición de las suyas en la infancia, lo que se enlaza a su propia subjetividad. El niño queda liberado del goce materno abrumador. Andrés habla de una queja particular, lo que se espera permita ubicar su responsabilidad en el sufrimiento propio, más allá de quejarse de los demás.

La aplicación de pruebas es algo propio del campo de la Psicología. Lo que un analista debe saber es que cada uno de los movimientos que se realicen, antes, durante y después de la aplicación de los test, tendrá consecuencias. Si se trata de un trabajo clínico que desde el psicoanálisis vele por el estatuto de la subjetividad y la particularidad, en sus formas de goce y en el tratamiento del síntoma, se hará posible la aparición de una dimensión que se ubique más allá de los ideales terapéuticos y culturales con los que se aplasta cualquier posibilidad de tramitar lo real. Las pruebas están, así como existen los indicadores de logros, los exámenes escolares, la constante medición del ser humano a partir de patrones exactos. Sin embargo hay algo que se escapa a ellos. Allí debe estar el analista, presto a develar lo intramitable y oscuro que la ciencia arroja, para lo cual no hay prueba psicológica que valga.

 

Para seguir pensando el tema, una viñeta clínica adicional:

Catalina llega con su madre para una evaluación psicológica requerida de manera especial por el colegio. Mientras la señora se sienta, la niña mira una ilustración que hay colgada en la pared, cerca de la puerta. Se ríe nerviosamente, y tapa sus ojos parcialmente con las manos. En el cuadro aparecen un niño y una niña dándose un beso en la boca. Al rato Catalina se sienta y escuchamos a la madre, quien se queja acerca de la imposibilidad de la niña para responder a las evaluaciones escolares. Esto la desconcierta dado que ha visto la capacidad de la niña cuando es ella quien la cuestiona luego de que las dos han estudiado las lecciones en la casa. Siempre la madre acompaña a la niña en las tareas, lo que justifica diciendo que si no es así la niña no hace nada. Adicionalmente Catalina se muestra inquieta en el salón.

Cuando la madre sale, lo primero que hace la niña es mostrarme una raspadura que tiene en la quijada, se ha caído y ha puesto la cara, lo que le ha producido gran dolor. Cuando la invito a hablar acerca de lo que ha dicho su madre dice: "me comienza a picar y no entiendo", referido a una sensación en el ojo que impide la percepción y comprensión de las palabras incluidas en las preguntas de las evaluaciones. "Siempre me rasca cuando estoy leyendo", dice. Esto le impide leer y entender las preguntas. Recuerda que el abuelo paterno la ponía a leer, así como la madre. Sobreviene entonces la piquiña, fastidiosa, luego dolor de barriga, de cabeza.

Las manifestaciones de Catalina revelan un lazo con lo imposible y traumático de la sexualidad, lo que al parecer se ha despertado en esta niña, tocando de manera importante el acceso al saber y el ámbito del cuerpo. Estos puntos resultan enigmáticos para la pequeña, quien se pregunta por qué es ella sede de este sufrimiento, cuestión que quiere seguir investigando conmigo, en futuras sesiones, y que constituye un intento por rodear lo imposible de decir, hacia donde debe orientarse un trabajo que se pretenda analítico.

Abril de 2003

Notas

1 Laurent, E. (2ooo) El psicoanalista, el ámbito de las Instituciones de Salud Mental y sus reglas, en Psicoanálisis y Salud Mental. Tres Haches:Buenos Aires.

2 Toro, R. y Yepes, E. (1998) Fundamentos de Medicina: Psiquiatría. Quebecor Impreandes: Medellín.

3 Cordié, citado en Ramírez, M. E. (inédito) Sexualidad y Aprendizaje.

4 Zimbrado, P. (1986) Psicología y Vida. Trillas: México.

5 Miller, J. A. (1998) Estructura, Desarrollo e Historia. Gelbo:Bogotá. p. 38

6 Millas, D. (2002) Psicoanalisis Aplicado En Las Instituciones Asistenciales. http://www.eol.org.ar/etextos/elpsicoaplica-millas.doc

7 Es un punto que merece ser debatido, reflexionando sobre las diferencias que se podrían establecer para el psicoanálisis puro. Tal vez esto pueda ser solo considerado a posteriori en términos de la intervención, y en cada caso específico. Es decir, preguntarse por lo que se ha producido en este tiempo, y si esto concuerda con lo que se espera de la intervención de un analista en esas primeras entrevistas.

8 Podría decirse que hay una buena manera de gozar, lo que refiere que existiría una mala manera de hacerlo. Sin embargo no se trata de patrones globales y generalizados. Cada sujeto debe encontrar la propia manera de lidiar con lo real particular.

9 (El segundo es la localización subjetiva, seguido por la introducción al inconsciente. La subjetivación vincula al primero con el segundo, y la rectificación relaciona a éste con el tercero.) Miller, J.A. (1997) Introducción al Método Psicoanalítico. Piados:Buenos Aires.

10 Miller, J.A. (1997) Introducción al Método Psicoanalítico. Piados:Buenos Aires. p. 39

11 Miller, J.A. (1997) Introducción al Método Psicoanalítico. Piados:Buenos Aires. p. 44

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