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Número 5 - Junio 2002
Del silencio al decir
Raquel Gerber

Este trabajo intenta dar cuenta de algunas conclusiones a las que arribé respecto de la clínica con pacientes afectados por los llamados trastornos psicosomáticos.

Hace ya algunos años comencé a interrogarme por el estatuto de estos fenómenos y por la pertinencia e incidencia de nuestra práctica en ellos.

Si nuestro campo es el lenguaje y nuestra función compete a la palabra, qué hace que podamos intervenir allí, que es un campo desierto de palabras ?

Abrir estas preguntas motivó una investigación que a su vez produjo que fuera invitada a formar parte de la sección de psicodermatología del Hospital de Clínicas, dependiente del Servicio de Dermatología que me permitió una clínica fluida, el despliegue de mis preguntas, la confrontación de las hipótesis de mi investigación y el arribo a algunas conclusiones.

Presentaré un recorte clínico a través del cual graficaré algo de esta experiencia y la articulación que pude hacer, efecto del "encuentro" con el pensamiento de Ludwig Wittgenstein y Francoise Davoine a través de su texto "La locura Wittgenstein".

G, un joven de 14 años llega con R, su mamá, a la consulta.

G padecía una alopecia areata universal, esto es la pérdida del pelo de todo el cuerpo. Este era el diagnóstico médico con el que los dermatólogos "volvían" a derivar a G. El pronóstico era absolutamente desalentador, decían que el carácter universal de la presentación era de aquellas psicosomáticas cuya remisión era altamente improbable. Hacía más o menos dos años que lo trataban en el Servicio probando diferentes procedimientos, sin obtener variaciones. También ya lo habían derivado al Servicio de Psicopatología, al que G había ido alguna vez pero sin querer volver.

Lo psicosomático es un concepto que pertenece al discurso médico. Su transferencia es a la medicina.

El cuerpo para el psicoanálisis no coincide con el organismo, sino que es una construcción. El organismo en el encuentro con las palabras se corporiza, toma cuerpo vía el deseo del Otro.

La incorporación de la estructura del lenguaje en el organismo tiene el preciso efecto de separar el cuerpo del goce.

Qué economía de goce particular podemos ubicar en estos pacientes que presentan estos trastornos corporales ?

Cuál sería la posibilidad de que ese goce único, no intercambiable, pase del campo del cuerpo al campo del lenguaje ?

Cómo pensar esta torsión de producirse y la modalidad transferencial en la especificidad de su presentación?

Lo psicosomático como fenómeno (lo que aparece) irrumpe y muestra lo que no encuentra lugar en la trama discursiva, la palabra no alcanzó para decir y se impactó el cuerpo real. Se lesiona el cuerpo real, no el fantasmático, quedando una letra retenida, que no se da a leer, a diferencia del síntoma, que es la lengua de lo inconsciente y que se ofrece al desciframiento.

1er. Encuentro:

Hago pasar a G con R (la mamá). Vestido con un buzo con capucha, que al decir de R y al mostrar de G, siempre llevaba puesto.

G se sienta de costado, y se mantiene en silencio y con la cabeza a gachas. R es la que habla, la escucho. Cuenta de "su" padecimiento, que estuvieron yendo a distintos lugares (otros Hospitales, curanderas, brujas), que no sabe qué le pasó a su hijo y que ya no sabe más qué hacer.

Le pido a R que salga, que espere afuera a G y cierre la puerta.

Le pregunto a G si quiere él contar algo, me dice que no. Le hago algunas preguntas que contesta muy acotadamente. Hasta que se me ocurre preguntarle si conocía los flippers (jueguitos que dan créditos) y me dice que sí; le propongo entonces darle algunos créditos a estos encuentros, que no estaba obligado a hablar si no quería, pero de venir, ya que igualmente estaba citado por los médicos con alguna frecuencia, le ofrecía el espacio tanto para jugar a algo, para conversar ó para estar callado, que yo lo iba a esperar, que me gustaba jugar, que lo quería escuchar, pero que no me molestaba su silencio. Acepta.

Desde el inicio de la consulta escuché que si bien G traía su padecimiento en el cuerpo, no era sin R, es más hoy puedo decir; era R quien traía "su" padecimiento.

La modalidad de los encuentros era que entraban ambos, R era la que hablaba, contaba de ella, de su marido, de su familia. Yo le preguntaba cosas de G, así apareció que era buen hijo, muy colaborador, callado, buen compañero y que había dejado de estudiar porque le daba vergüenza mostrarse así.

Luego yo la invitaba a que saliera. Me quedaba con G en silencio, ó abriendo alguna pregunta que me servía de brújula del cómo seguir. Entre las cosas que G me fue contando era que jugaba con los animales que había en su casa, se criaban chanchitos, cerdos, tenían conejos, gallinas, gatos y perros. Me encontré pensando si éste había sido su juego de pares.

De la frecuencia y ritmo instalados se fueron produciendo modificaciones en tiempo, espacio y modos de estar. R cada vez estaba menos pero siempre teniendo un lugar. G estaba cada vez más ocupando un lugar. G se sentaba de frente, alzaba la vista, se "mostraba"menos tapado. R se mostraba confiada y registrando un modo de "chistecito" que me encontré produciendo del tipo de: "pero cállese la boca, no escuchó que le pregunté a G, cómo le gusta meterse a Ud.", intervención que la hizo callar y reír y que G vio y escuchó.

En una sesión R me dice que quiere contarme algo que no lo sabe "nadie", sólo G y ella. La escucho. Dice que J, su marido, papá de G, había tenido relaciones sexuales con M, hermana de R, que vivía en la casilla de al lado, mientras ella trabajaba afuera; que esto había pasado hacía tres años y que había sido terrible para ella. Doloroso y vergonzoso.

Cuando R salió le pregunté a G si quería decir algo de esto; me dijo que no, sin embargo, contó que se había enojado muchísimo con el padre, que se había peleado y que casi no le hablaba, sólo lo necesario, pero que ya no se ocupaba más de eso. Tres semanas después irrumpen en mi consultorio los dermatólogos que atendían a G, llamándome ya que estaba G y le empezaba a crecer el pelo. Ellos estaban impactados, yo también. Qué había pasado?

Como el campo del psicoanálisis no es el País de las Maravillas (Alicia en...), somos responsables de intentar dar cuenta de lo que hacemos.

Creo que cuando R me cuenta "eso" secreto que había entre ellos dos (G y R) rompe algo de "eso" mismo, se instala un lugar 3ero. que encarno y efecto de este movimiento, se libera una letra congelada y comienza a circular, produciendo una escritura que entonces sí, podrá ser leída.

Lacan en la Conferencia de Ginebra nos dice: "es por ese sesgo, por la revelación del goce específico que hay en su fijación, como siempre debe tenderse a abordar al psicosomático. En esto podemos esperar que el inconsciente, la invención del inconsciente pueda servir para algo. Lo que esperamos es darle el sentido de aquello de lo que se trata." 1

Ubico en "eso" secreto entre R y G, antes de que pase al decir, ese goce específico al que se refiere Lacan.

F. Davoine en el libro antes mencionado nos plantea su idea acerca de lo que llama "transferencia psicótica" que no refiere a diagnósticos sino a un modo particular de la transferencia, entendiendo a esta como el lazo al analista. Se muestra en transferencia lo que no pudo ser dicho, siguiendo y articulando el pensamiento del filósofo L. Wittgenstein, que es quien hace esta formulación en tanto algo que queda por fuera del juego de lenguaje, donde la herramienta de los nombres se ha roto

Se muestra lo que no pudo ser dicho, en tanto la categoría de lo imposible, como lo que no cesa de no escribirse.

"El análisis tiene que ver entonces con lo indecible, con lo inimaginable imposible de reprimir". 2

Me he servido de estas formulaciones, a las que adhiero, para avanzar en la clínica con los pacientes que padecen estos trastornos, pensando la modalidad transferencial en estos términos.

Transcribo un diálogo entre dos personajes, que son dos voces, la de La voz edulcorada y la de la autora del texto citado para dar testimonio

.

La Voz Edulcorada – Es que usted busca liberar a sus pacientes?

2da. Voz -- Sí, de una cosa fuera de discurso que se materializa por el bies del analista y que, en un segundo tiempo, puede enunciarse, ser olvidada, finalmente reprimida

La Voz Edulcorada – La conducta de la cura apuntaría a la represión? Pero eso es psicoanálisis al revés!

2da. Voz -- No se imagina usted hasta qué punto lo es. Todo ocurre, en efecto, como si el analista actuara como cera blanda, como plancha de grabado para las palabras salidas del lenguaje, y no como eco que refleja el lenguaje del inconsciente. 3

Creo que esta es la oferta, estar ahí, alojar la mostración, soportar esos agujeros de la trama que yo llamo locuras del cuerpo. Será la lectura que se produzca la que posibilitará una escritura de lo que habrá sido. Es allí que un saber podrá ser "inventado", vehiculizando que una letra congelada se escriba en el cuerpo, entramándose y al decir de Hugo Cardoso, con el que coincido, se integre a la historia; ya no como agujero sino como letra.

No será, valga la aclaración, que se halla el sentido del agujero, de la lesión, al modo que se descifra el texto de un síntoma, sino que se "inventa" un sentido que por tanto, puede entrar al juego del lenguaje.

Esta "invención" no es arbitraria, sólo se puede "inventar", ó establecer el texto, allí donde hay algo que lo permita; ese algo que permite que surja es la transferencia.

El término de "transferencia psicótica" introducido por F. Davoine no determina que se trate de una psicosis, lo que no impide presuponer que en cuestiones de psicosomáticas sólo una transferencia que pueda absolutizarse es capaz de producir el efecto de descongelar una letra. De este modo resaltar algo de la locura es una manera de salirse de las estructuras psiquiátricas.

Cuando R me entrega su decir, algo pasa, se produce un corte que no será sin consecuencias.

Si el decir nos implica el enunciado produce efectos, es un decir en acto. Esto que decimos es en referencia a Otro, a la lengua.

En los psicosomáticos algo queda elidido en relación al decir. No "sabemos" lo que está diciendo, muestra lo que no puede decir.

La vergüenza concentrada en G, se corre a otro lado, se desplaza a la vergüenza familiar.

Cuando hablamos, como lo que decimos produce efectos sobre nosotros, quedamos transformados, perdemos la ubicación que teníamos hasta ese momento

El decir de R produjo modificaciones en su ubicación y en la de G.

G y R vinieron a mi consultorio, sólo dos encuentros más.

R estaba aliviada y contenta

G, sin capucha, me fue contando las indicaciones que le habían dado los médicos para acelerar el crecimiento del pelo; arreglos que estaba haciendo en su casa; que se había anotado en el colegio para ya en marzo retomar el estudio y que quizás llegue a estudiar "para veterinario" y que por ahora no iba a venir. Nos despedimos.

Insisto, nuestro campo no es equiparable al País de las Maravillas (Alicia en...) ni al País de Nunca Jamás (Peter Pan), pero del silencio al querer decir, del estar entre animales al soñar curarlos hay una distancia que dice que algo es posible, no necesario, ni necesariamente imposible.

Escribiendo este testimonio evoqué una cita de Macbeth (Shakespeare) con la cual concluyo:

"Dad palabras al dolor. La desgracia que no habla murmura en el fondo del corazón, que no puede más, hasta que le quiebra". 4

Raquel Gerber

Notas

1 Jaques Lacan. Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. Intervenciones y Textos 2. Editorial Manantial. Buenos Aires. Argentina. 1988. Pag. 139.

2 Francoise Davoine. La locura Wittgenstein. Editorial Edelp. Buenos Aires.Argentina. 1992. Pag.10.

3 Francoise Davoine. Ibid., Pag. 11.

4 William Shakespeare. La tragedia de Macbeth. Obras completas. Tomo II. Editorial Aguilar. México. 1991. Pag. 534.

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