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Número 5 - Junio 2002
Entre lo real y lo ideal: una clínica de lo posible
Ana Kokkinis

 

Freud en su artículo "Más allá del Principio del Placer", define el concepto de trauma como "aquellas excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestímulo. Un suceso como el trauma externo provocará sin ninguna duda, una perturbación enorme en la economía energética del organismo y pondrá en acción todos los medios de defensa. Pero en un primer momento el principio del placer quedará abolido. Ya no podrá impedirse que el aparato anímico resulte anegado por grandes volúmenes de estímulo; entonces, la tarea planteada es más bien: dominar el estímulo, ligar psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron violentamente, a fin de reconducirlos después a su tramitación".

Llega Laura con las fotocopias de la Historia Clínica de su hijo Claudio, de 4 años, enunciando: "Acá traje los papeles del problema".

Se la invita a hablar de la historia de Claudio.

"Fue una historia muy.... La ginecóloga me decía que tenía que ir a cesárea. La panza iba para allá, para acá. Estaba desesperado."

"Todos los médicos venían y me tocaban, me tocaban. Uno gordo, alto ordenó la cesárea. Otro me pinchó. Mi suegra apura al médico."

Preguntada sobre el papá de Claudio dice: "Estaba ahí, pero él también es un poquito retrasado de mente".

Respecto de los datos formales de la Historia Clínica, se lee que fue un bebé posmaduro, que nació con neumotórax y encefalopatía. Sufriendo de hipoxia perinatal, tiene convulsiones por lo que es medicado con barbitúricos, entrando en coma.

Permanece en terapia intensiva neonatal.

A los 11 meses le detectan un Retinoblastoma en ojo derecho (estadio V), provocando ésto la extirpación.

 

Sigue la mamá: "Casi no habla, está muy nervioso, cabecea y se golpea la cabeza contra la pared. No puede ir al colegio común porque todavía usa pañales."

"Claudio miraba de una forma diferente, de costado. Lo operaron y después le hicieron las quimioterapias. Se le cayó el pelo. Fue una lucha, un dolor."

Lucha, dolor que queda eternizado en el rostro del niño que veo en unas fotos que traen a la sesión. Una sonrisa que se desdibuja en una mueca de horror.

"Yo no le desearía la muerte a mi hijo. Tuve momentos de desesperación. Prefiero que pierda el ojo y no la vida. Yo lloré y ahora mi hijo no me puede ver llorar, llora a gritos. Cuando yo pienso algo por adentro mío, él se pone mal."

"Mi hermana dijo que era mejor que Claudio muriera. No hay que matar a otra gente, hay que luchar por la vida, como Dios me ayudó a mí. Yo me confesé para que Dios me ayudara."

Analista: ¿En qué la tuvo que ayudar Dios?

Laura: "Eso no se lo puedo decir. Usted me entiende."

Analista: No. Para entenderse hay que hablar.

Laura: "En algún momento pensé que sería mejor que Claudio muriera."

Yo me desespero, yo lloro, yo oro. Así va bordeando su propia historia al tiempo que cuenta que a los 11 años cae de una terraza, permaneciendo en coma por 40 días. "Después un novio de mi mamá me violó. Ella me echó. Anduve de una casa a la otra. A los 13 años fui a vivir a la casa de mi suegra, trabajé allí y a los 26 años me casé con Ismael".

Ismael el papá de Claudio, es hijo de la patrona - madre de Laura.

Este enferma de meningitis a los 5 meses restando como secuela un retraso mental y una hipoacusia. Debiera usar audífono pero se niega. Mientras dice que es porque le molesta el ruido de los chicos, no responde al llamado de Claudio que dice: "Papá, papá."

La abuela paterna agrega: "No me gusta que lo vean a Claudio sin el ojo. No quiero que él se vea sin el ojo. Cuando me pide un espejo no se lo doy."

Sentencia: "Yo me hago cargo del chico. De los tres.", aclarando que duda de la idoneidad de su nuera como madre.

Es así que Laura se posiciona en una rivalidad con su patrona-madre, tratando de demostrar que nadie mejor que ella podrá velar por ese niño.

Al decir de Mannoni en su libro "El niño retardado y su madre": "La relación

amorosa madre-hijo tendrá siempre un trasfondo de muerte, de muerte negada, disfrazada la mayor parte del tiempo de amor sublime.", "El niño está alienado como sujeto autónomo para devenir objeto a cuidar."

Claudio no quiere pasar al consultorio sin la mamá. Toma objetos de la canasta pero no juega. Pido que traigan una pelota. Se arma así el primer atisbo de juego: la pelota va y viene entre Claudio y yo. Acepta que la mamá no entre, pero sale él: ¿para ver si está o para que lo vean?.

Recorremos los pasillos del Servicio, transformando una huida en un paseo. Le voy contando donde estamos, qué es cada lugar, dónde podemos entrar y dónde no.

Puede perder de vista a su madre, no se angustia. La abuela comenta: "Está cambiando mucho. Hace dos noches que se despierta y nos llama."

Hasta aquí Claudio dormía con los papás, o mejor, entre ellos.

Analista: ¿Llama?

Abuela: "Pidió dormir con el primo. Ahora duerme en su cama".

Pido que armen una caja de juegos de Claudio para que quede en el Hospital. Aparecen entonces un auto sin ruedas, un anotador escrito, una birome y un Robocop.

Se aproxima una nueva intervención quirúrgica con el objeto de colocarle una prótesis. Introduzco el juego del doctor.

Ahora es el bebé-Robocop el operado sádicamente. Con una habilidad motora insospechada, Claudio utiliza el termómetro, el estetoscopio o el bisturí.

Nos explica Freud: "Se advierte que los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan, por así decir de la situación. El carácter displacentero de la vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego. En cuanto el niño trueca la pasividad del vivenciar por la actividad del jugar inflige a un compañero de juegos lo desagradable que a él mismo le ocurrió. Bajo el imperio del Principio de Placer, existen suficientes medios y vías para convertir en objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo es diplancentero."

Comienza a metaforizarse en múltiples escenas lúdicas el interjuego presencia/ausencia. Va logrando sostener la espera, respeta tiempos y espacios.

Jugamos a tirar bolitas de papel por la ventana del consultorio y después vamos a buscarlas. Luego soy yo la que sale, mandada a llevar al bebé -Robocop "al doctor del 3° piso". A medida que avanza la posibilidad de Claudio de restarse o restarme de la escena, se dan avances en la adquisición del habla.

Mientras Laura dice: "Yo cierro los ojos para que Claudio no me vea"., Claudio puede dejar de verme para recuperarme más tarde.

Laura comenta al pasar:"Vió que bien está el nene?"

Analista: Está cambiando.

Laura: "Sí, demasiado."

Mannoní escribe: "Si el niño se manifiesta como sujeto deseoso, es su cuerpo el que no le pertenece ya (a la madre) y que está como alienado. La madre reacciona con la actitud imperativa que enmascara la angustia ante el ser humano que ya no reconoce. Aún en los casos en los que se halla en juego un factor orgánico, ese niño no tiene que afrontar tan solo una dificultad innata, sino también la forma en que su madre utiliza ese defecto en un mundo fantasmático que termina por ser común a ambos."

Comienzan a discontinuarse las sesiones. Claudio falta, Laura no lo trae, no llega o viene para no venir.

A pesar de ésto, el niño sigue su camino. Habla, se despide diciendo: "Chau, el martes nos vemos. Saludos a tu mamá."

Luego de 4 años de tratamiento, ahora soy yo la que se despide del Hospital, mi trabajo llega a su fin. Jugamos a cuánto falta para despedirnos.

Claudio saluda: "¿Hoy es Lunes?. Chau el Martes no nos vemos."

Noviembre de 1998

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