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Número 5 - Junio 2002
Momentos instituyentes en la cura psicoanalítica
(de la sorpresa como estrategia)
Diego Soubiate

Este es un trabajo que he escrito hace algunos años atrás. Estaba haciendo mis primeras armas como analista en el glorioso Equipo de Niños del Hospital EVITA de Lanús, Argentina. Me encontraba en un momento de ebullición, embriagado por la abundante práctica clínica cotidiana, intentando luego conceptualizar algo de esa riqueza que la clínica ofrece a raudales. Por lo cual éste escrito conserva el candor de aquellos días primeros y ustedes sabrán disculpar quizás la falta de profundidad conceptual, pero me interesa compartirlo con ustedes porque aborda la temática de las patologías graves, la posición del analista y la lógica del psicoanálisis de una manera que algunos años después me sigue provocando la sensación que aún hoy representa mi forma de pensar y de posicionarme frente a los pacientes y que justamente, es la posición del analista frente a su clínica, la que es la genuina provocadora de cambios en un sujeto que sufre. Vaya también como un tardío homenaje al desaparecido y legendario equipo y a mis maestros y compañeros que dejaron en mí su marca indeleble enseñándome no solo casi todo lo que se, sino también el respeto por el dolor humano.

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Dice Juan David Nasio refiriéndose a la actitud del analista frente a la cura: "El analista debe disponerse al asombro, debe esperar que la experiencia advenga, que sobrevenga un acontecimiento inesperado en el análisis. Lo mejor que puede esperar el analista es que su paciente lo sorprenda. La sorpresa debe impactar simultáneamente al paciente y al analista. Mi recomendación al analista puede resumiese así: si quieren desembarazar a su paciente de su sufrimiento, permanezcan abiertos a la sorpresa".

Mi deseo es compartir con Uds. el material de un chiquito al cual podríamos ubicar dentro de la franja de "niños de difícil diagnostico", "niños con fallas en la constitución de su psiquismo" o "niños con patologías graves"; y ciertas reflexiones que este material me inspiraron, a partir de las cuales me sorprendo conceptualizando mi practica, que aunque incipiente, va señalando un derrotero y una posición en la clínica.

El material es el siguiente:

Leonardo me llega casi de sorpresa. Había pasado ya por una admisión en hospital de día, y, con buen criterio, fue derivado a niños. En nuestro equipo es admitido por una colega que estaba haciendo una pasantía por un año. Ante la dificultad del caso y dado que este podría exceder el tiempo de la pasantía, resolvemos en el equipo que continúe yo atendiendo a este chiquito y su familia.

Esta persona me hace llegar la transcripción de las entrevistas a padres, conteniendo datos valiosísimos que detallaré a continuación:

Leonardo viene derivado del jardín alegando que "no se quedaba (en el jardín), hacia cosas raras, se iba a los juegos, no se adaptaba", dice Lidia, su mamá. "se la pasa tirado en el piso. En el jardín dicen que es para una escuela diferencial". De chico hizo estimulación temprana. Actualmente va a un jardín del estado dos horas por la mañana y por la tarde a uno privado "para que avance mas. Me preocupa que lo discriminen, que sea diferente".

"Orgánicamente está bien, todos los estudios dan bien". El psicodiagnóstico dice que tiene " una edad mental de 3 años y medio" (su edad cronológica es de 4 años y 10 meses). "De bebé tuvo un paro cardíaco y estuvo 20 días internado, no le llegó mucho oxígeno al cerebro"; "tenía 20 días, tuvo bronqueolitis"; "estuvo muy grave, se le tapo la respiración"; "me dejaron sola, lo revivieron con los golpes, un susto"; "de bebe se cayó mucho, se golpeaba la cabeza".

"No estaba preparada, tres hijos es muy duro"(Tiene hermanas de 11 y 8 años); "No lo esperábamos, me había quedado sin ropita de bebé, la había regalado toda". El abuelo materno murió unos meses antes de que Lidia quedara embarazada de L., debido a este embarazo decide dejar su trabajo como docente primaria.

"L. no tiene amigos. Las hermanas juegan poco con el. El me pide a mi... pero yo no tengo ni tiempo ni ganas. Para mi es duro, prefiero ir a un psicólogo para que me lo traten".

Del papá de L. , la mamá refiere lo siguiente: "No se dedica mucho a el, esta muy preocupado por el trabajo, de recién nacido se iba a Zarate a trabajar una semana entera". "Está todo el tiempo con la computadora, siempre con los botoncitos 'cllck-click', el no cree en los psicólogos, dice que L. no tiene futuro, que es un caso perdido". "El es el negativo con L., dejó ingeniería cuando nos casamos. El soñaba con tener un hijo ingeniero, pero ...

 

Con este material decidí tener primero algunas entrevistas con los padres. A ellas siempre concurrió la madre sola. El papá aducía problemas de horarios por su trabajo. Lidia daba una impresión bizarra y su discurso muchas veces era contradictorio o poco claro. Estaba especialmente preocupada por la escolaridad de L. y por que no lo discriminen, me resultaba difícil tener entrevistas con ella. No conseguía despejar la demanda ni hacerla interrogarse por su hijo. Decido comenzar a trabajar con Leonardo.

Quisiera relatarles una entrevista de los comienzos:

Leonardo tiene una expresión entre boba y ausente. No me mira casi, se babea y esta sucio y desprolijo. Esta deambulando por la sala de espera, por fuera de la mirada de su madre, quien esta distraída conversando con otra mamá. L. se mueve atontadamente y utiliza expresiones ininteligibles, entrecortadas por una risa de nene bobo, casi no arma frases y las que arma carecen de sentido. Vacía toda la caja y desparrama los juguetes. Agarra dos autitos y los hace chocar violentamente. "Se rompió", uno cae de la mesa al precipicio mientras me mira y grita ¡Agh!";"¡nos caemos!";"¡se cayó del río!", después dice "¡Uy! ¡va por el agua!". Toma un avión y lo hace volar boca abajo " ¡Uy! " agarra una lancha y la hace volar. Yo presencio la escena no sin angustia. Toma una bolsa con animalitos y se la vacía encima. El avión secuestra a un animalito y mientras se lo lleva por el aire grita "¡Agh!", mirándome y sonriéndome con un gesto aparentemente perverso. Agarra animales y pregunta sin importarle la respuesta "¿vaca mala?" "¿caballo malo?". Al caballo lo hace saltar acompañándolo con movimientos de su propio cuerpo con algo parecido a un rocking mientras dice " ¡Uy!" " ¡Uy!".

En esta primera época podríamos resumir sus juegos en cuatro grupos:

1) Vaciar la caja completamente y desparramar todos los juguetes incluso fuera de sus bolsitas.

2) Vehículos que se desplazan fuera de su ámbito habitual (lanchas que vuelan, aviones al revés o por la calle, autos en el agua, etc.)

3) Agarrar un objeto y preguntar si es bueno o es malo (generalmente autitos y animales)

4) Cortar la plastilina en pedacitos, hacer alguna alusión a la comida o a los excrementos.

El psicoanálisis nos enseña a pensar en términos de tiempos lógicos y no cronológicos. La constitución de un sujeto esta signada por el atravesamiento de momentos lógicos instituyentes que debemos inferir por sus consecuencias y que no están ordenados sino lógicamente. Es decir que todo paso necesita lógicamente de uno previo.

Privilegiando por sobre la sucesión temporal los momentos lógicos es que decidí ordenar de la misma manera el material de L. siguiendo los momentos instituyentes lógicos que fueron aconteciendo en el tratamiento de éste chiquito.

 

LA MIRADA : sabemos que un momento fundante del psiquismo de un sujeto es lo que Lacan

conceptualizó como "estadío del espejo" que podríamos relacionar con lo que Freud llama "un nuevo acto psíquico" donde las pulsiones parciales se unifican en tomo de un nuevo objeto que es el yo del narcisismo. Este momento de constitución subjetiva no es sin la mirada de otro que lo sancione. Algo de esto parecía estar fallido en L., ante la sensación de caos y de enigma que L. me suscitaba, necesité anotar todo lo que hacía a fin de organizarme. De pronto me sorprendí haciendo lo mismo que esta madre que lo pierde de vista. Deje de anotar y comencé a notarlo; a permitirme perder algo del material y ofrecerle mi mirada y mi cuerpo, apostando a sacrificar mi organización en favor de la suya. Solo al final de cada sesión, apelando a mi memoria, fui registrando lo sucedido y pensaba cuán difícil para ésta madre en duelo por su padre debe haber sido tener que mirar a un hijo enfermo del corazón, para el cual ya no tenía ni tiempo ni ganas. Quizás era la primera vez que L. se encontraba ante "Una presencia humana que lo escucha" como dice Françoise Dolto.

FORT-DA: Los analistas de niños tenemos un indicador privilegiado en este concepto freudiano que nos permite ubicar en que momento de su constitución subjetiva esta un chiquito.

El Fort-da nos da la pauta para pensar si este niño puede simbolizar la ausencia de la madre y además, situar que grado de discriminación entre el y el otro materno tiene, si se ha podido separar del cuerpo de la madre o es aún parte de el, es decir si esta en una situación de alienación o ya ha pasado al momento lógico siguiente: la separación.

Mi impresión era que L. Estaba en un trabajo psíquico previo al fort-da. Un día, cansado de recoger los juguetes por el piso ( mis compañeros me cargaban diciendo que parecía el personaje de la película "The wall"), me sorprendo diciéndole a Leonardo que hoy la caja no estaba. Sostuve mi intervención a pesar de sus insistentes lloriqueos y reclamos. Esto comencé a repetirlo en diferentes sesiones: Así, había un día que la caja estaba y otro que no. L. me pregunta entonces: "¿Trajiste los juguetes?, ¿ Hoy se puede?". Las sesiones comienzan a tener un ritmo marcado por la diferencia que impone la presencia o la ausencia de los juguetes.

En su artículo "La negación", Freud trabaja el papel del "no" en la constitución del pensamiento, la posibilidad de la diferencia y de la clasificación están fundadas en esta operación lógica. (Al igual que las computadoras trabajan con el sistema binario, es decir un lenguaje enteramente basado en la diferencia entre ceros y unos). El " NO", en oposición al "Si" es la base que irá organizando las clases y las categorías del pensamiento de un sujeto, a la vez que es la primer oposición significante.

Así, L. fue pasando de la indiferencia y el caos a la organización y la clasificación. A partir de

este significante fálico que opera como ordenador. Comienza a diferenciar y nombrar los colores. Cada auto tiene un color y una función (Ej: el auto gris es el remise, el azul es el auto de policía, etc). Los autos circulan por puentes a los cuales los camiones no tienen acceso (otra diferencia: los chicos por un lado, los grandes por otro). El goce se acota: de arrojarse como un objeto al piso, pasa a tirárselos encima o a arrojar los juguetes y luego a sacar solo lo que le interesa y armar escenas de juego cad a vez menos precarias. Algo muy frecuente era que tomase dos autitos repitiendo, mientras reía tontamente "¡son iguales!", sostengo a lo largo de innumerables entrevistas la intervención "no, son distintos, este es rojo y este es azul" L. también empieza a preguntar por su mamá, a notar su ausencia y a interrumpir él las entrevistas. Su lenguaje se hace más claro y entendible, sus frases ganan en sentido. Su clasificación es cada vez más fina. Ej: "este auto es marrón claro", "estos no son iguales, son parecidos".

ARMADO DE UN CUERPO Si hay un cuerpo a ser constituido, creo que solo es posible si estas dos operaciones (constitución del narcisismo y Fort-da) fueron atravesadas. Desde el psicoanálisis entendemos al cuerpo como ese real atravesando por el lenguaje, cuerpo como cuerpo simbólico, la carne tomada por la palabra.

Leonardo me mostraba repetidamente muñecos sin cabeza, o un rompecabezas de una gallina al cual no conseguía armar o me lo enseñaba sin cabeza, acompañado de un "¡Uy!" , la visión de ese agujero me remitía quizás a la idea de que ese vacío era su propio vacío como sujeto y me provocaba una sensación de espanto. También despedazaba trozos de plastilina en innumerables pedacitos (¿su cuerpo desmembrado?). Tuve intervenciones que no hallaron eco como "hay que juntar los pedacitos para hacer uno"; y otras que tuvieron mayor efecto como mostrarle su cuerpo en el espejo o nombrar sus partes a medida que se las tocaba y me las tocaba ("Esta es tu oreja, ésta es mi oreja").

Hubo una escena conmovedora que a mi me gusto confirma esta intervención en la cual L. me arrojaba un osito y luego corría con júbilo a mis brazos como un bebé que comienza a caminar. Creo que retrospectivamente este juego de fort-da, en donde primero un objeto recorre la distancia que nos separaba para luego, él trasladar su cuerpo para reencontrarme en un abrazo, fue un momento fundante, posibilitador de comenzar a poder reconocer su cuerpo como propio y diferente al mío. Lo que antes era un vacío, ahora parece ser un espacio a ser recorrido, primero por un objeto, un juguete que mediatiza y reconoce éste espacio entre nosotros, para luego ser él, todo uno, con todo su cuerpo, el que recorre el espacio en búsqueda de mi abrazo. Actualmente estas son algunas frases de L. respecto de su cuerpo "tengo ojos marrón claro" , "cuando hago caca me miro el sorete".

LA INTERDICCIÓN: Lógicamente después del fort-da y de la posibilidad de empezar a constituir un cuerpo simbólico, la introducción de la interdicción, en tanto ley, también tuvo un efecto ordenador y de acotamiento del goce. Revisando el material creo que esto fue un proceso que fue desde la pura prohibición a la posibilidad de instauración de una ley. Esta última implica la condición de que todos , incluso el analista, estemos atravesados por esa ley.

En las primeras entrevistas, L. hacia correr enloquecidamente un autito. En un momento se me ocurre poner la mano como una barrera y digo "no se puede pasar" (primer momento: a pura prohibición). A pesar de su lloriqueo insisto, transformándome en una barrera que cuando está baja no se puede pasar; inaugurando así la posibilidad de un juego. Luego L. hará un semáforo con los ladrillos (momento interesante pues del si-no de la barrera pasamos a la introducción de un tercer elemento: el amarillo, y a la condición de la ley: sus autitos, así como los míos deben respetar el semáforo).

A mi me gusto la ausencia-presencia de la caja correspondiéndose con ciertos días fijos también puede leerse en este sentido. "Hoy no se puede mañana si..." Otro limite estuvo dado en relación al "poner el cuerpo". Al ofrecer mi cuerpo para luchas o blanco de juguetes u objetos que L. arrojaba, el límite aunque reiterado era claro y respetado "si me lastimas, no jugamos más, si me pegás que sea "de jugando".

En las ultimas sesiones, la ley es el tema central. Quisiera contarles una: L. me muestra un libro para colorear con un dinosaurio que tiene su cara tapada por el color verde. Repentinamente se me ocurre jugar a que soy un monstruo verde y el lucha y me mata repetidas veces hasta que se cansa y se pone a jugar abstraído, a la lucha entre dos muñequitos (otro momento interesante, puede pasar de poner el cuerpo a tercerizar y proyectar su cuerpo y el mío en unos muñecos). Digo: "parece que cuando matás al monstruo podes jugar" e interrumpo la sesión. L. se resiste a dejar el consultorio me sorprendo diciéndole que el jefe del hospital necesita que dejemos el consultorio. Inmediatamente obedece y asiente compenetrado. En la sesión siguiente pregunta si el jefe del hospital está con la máquina (quizás en un alusión a su padre haciendo "clic-click" con la computadora). digo que si ( sin estar del todo seguro) L. dice "El jefe del hospital está en su "sisitorio" (consultorio) y quiere que nosotros estemos en este"

Luego jugamos a matar al monstruo. L. me pide que haga de distintos animales "hacé el mono malo", "hacé el león malo" etc. y me mata. Esto le provoca especial regocijo. Me pregunto si en ese juego, L. juega a matar algo de ese vacío monstruoso que encuentra en su madre, la cual parece haberlo perdido de vista desde que nació, incluso en la sala de espera de los consultorios ¿con la cara tapada?, que no sabe responderme dónde está su hijo cuando debe comenzar su sesión. "Estaba acá, no sé a dónde pudo haber ido..."

VICISITUDES DE LA TRANSFERENCIA: Desde el principio las cosas fueron claras para mi; me era muy difícil tener entrevistas con la madre, casi imposible convocar al padre, pero con L. se me jugaba poderosamente mi deseo de analista, creo que este último fue el motor de la cura y la posibilidad de establecimiento de la transferencia. Pero fue una transferencia en donde no hubo posibilidad de grises ni de crípticas interpretaciones dichas desde la comodidad de un sillón, sino que hubo que estar cuerpo a cuerpo con Leo, en el piso, en el contacto físico, siendo su juguete, su masa de plastilina, su autito, su sorete. Mi pregunta siempre fue si siendo yo su objeto , el podría abandonar su posición de objeto en la madre.

JUEGO SIMBÓLICO: En el curso de este tratamiento, el juego fue sufriendo notables cambios: de pura descarga pudo ir transformándose en el montaje de alguna escena (esto supone que el trabajo de la pulsión se hace cada vez más elevado; por tanto eso supone un avance en la constitución de su psiquismo, ya que el aparato psíquico se constituye, siguiendo a Freud, evolucionando al compás de la elaboración, cada vez más elevada de las pulsiones ordenadas lógicamente en los estadíos oral, anal, fálico y genital) . Finalmente fue surgiendo un primer y precario juego simbólico. Hubo a mi entender una intervención clave que creo inauguró la posibilidad de un "como sí": en un momento en que L. saca la lengua al tiempo me dice "son iguales" mostrándome dos autos (hacía varias sesiones que yo venía interviniendo diciéndole "son diferentes", por lo cual esto me pareció una actitud de otro orden), entonces le digo "no te hagas el tonto, cuando te haces el tonto no te entiendo" , apuntando a establecer una discriminación entre "ser" el tonto para su madre (quizás única condición de existencia para con ella: el tonto, el muertito, la desilusión, el "caso perdido") y "hacerse el tonto", lo cual lógicamente hablando implica, en tanto "como sí", una terceridad, es decir salirse de un esquema dual en donde solo hay lugar para él EN la madre. Uno de los últimos juegos que aparecen en sesión es uno en donde L. es un panadero que me vende facturas detrás de un mostrador y yo le pago haciendo el gesto.

Hace poco por fin el papá viene por primera vez a una entrevista y dice con lágrimas en los ojos "nunca lo pude aceptar, me dolió mucho que fuera diferente, ahora lo veo cada vez más cercano de lo que es un chico normal, últimamente juego mucho con él, salimos a pasear, pero ¡Ojo! que le pongo límites".

Respecto de las estrategias que implementé, casi las podría resumir en una sola: permitirme darle un lugar a la sorpresa, dejándome tomar por el juego en una posición que podríamos llamar de "juego flotante" y ofreciéndome como objeto, apostando a relevarlo a él de un lugar de objeto tirado en el piso. A veces como plastilina, a veces como un monstruo poniéndole el cuerpo en cada sesión. Freud decía en uno de sus escritos técnicos, en referencia a la atención flotante y la asociación libre, que la comunicación entre paciente y analista es de inconsciente a inconsciente. Creo que precisamente las mejores intervenciones son las que sorprenden al analista, las que no están planeadas concientemente. Esto no es sinónimo de trabajar intuitivamente por ensayo y error, sino que significa poder permitirnos, a veces, confiar en nuestras intuiciones (que están cimentados en nuestra formación como analistas) frente a nuestros pacientes y luego, a poder ir pensando y conceptualizando lo producido en esas intervenciones. En general comprobé que las intervenciones demasiado calculadas de antemano no provocaban mayor efecto. Mi posición en la clínica no es ir a buscar comprobar en ella cómo los conceptos teóricos se cumplen, sino que es la misma clínica precisamente la que nos jaquea constantemente y nos hace pensar, interrogamos y tratar de formalizar o teorizar lo que en un análisis de un sujeto hay ahí en juego. Quiero aclarar que si tengo una posición tomada, es al escribir este trabajo que me sorprendo en ella. En la dirección de esta cura no hubo una estrategia planeada a priori e implementada estructurada y rígidamente, sino que fue necesario poder primero " aprender a bailar" al ritmo del paciente para luego ir entendiendo de qué se trataba éste baile y para qué cosa podría serle útil a él. En este sentido creo que aquí fui coherente con la lógica freudiana del aprés-coup. En general me encontré (y me encuentro aún) frente a L. totalmente desconcertado, atento y expectante y hasta muchas veces improvisando, permitiéndome no saber que pasa ahí; teniendo la plasticidad necesaria como para "dejarme amasar" por este chiquito. Los músicos llaman a esto "zapar". Lo interesante es que una zapada no es un libre devenir de notas sin sentido, sino que hay ciertas pautas (es decir la teoría musical, rigurosa y arduamente estudiada), que condicionan y guían la improvisación: escalas, acordes, tonalidades, así como la teoría psicoanalítica nos guía a los analistas y hace que nuestras intervenciones tengan una lógica y una ética. Por eso pienso que en un primer momento, en el contacto cuerpo a cuerpo con éste niño me dejé llevar por él, siendo su juguete, su masa de modelado y recién en un segundo tiempo, puede constatar lo eficaz de alguna de mis intervenciones, no sin sorpresa y casi hasta por arte de magia, pero ¿Qué sería de este arte del psicoanálisis, y de la vida misma sin un poco de sorpresa y otro tanto de magia?

Lic. Diego Soubiate

Agradecimientos

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