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Número 15 - Noviembre 2022
Identidades congeladas ¿la familia como empresa?
Sobre el inconveniente de ir a la búsqueda de la proporción

Isaac Grijalva

¿Quién profiere los discursos verdaderos en el psicoanálisis? ¿Acaso
los niños pueden decir allí la verdad? ¿Se le preguntaría a un niño
la verdad respecto de sí? ¿Pueden los niños ser agentes de un discurso
verdadero? ¿Invitarían los analistas a unos niños a que les dijeran
de qué sufren los niños? ¿Alguien concibe, aunque más no sea durante
el instante furtivo en que vanamente intentase pensar otra cosa que
aquello que debemos pensar, la chance –para nosotros más que remota,
impensable, en esa alteridad absoluta que es el lugar de la diferencia-
de que un niño, en tanto que tal, alzase la voz para decir una verdad
incorporable al discurso psicoanalítico? (Vallejo 2006, pág.183)

Lo petrificado, lo inmóvil, lo que se cristaliza, lo congelado por efecto de un cambio en su condición, aquello que buscaría estar ausente del toque dinámico del tiempo-espacio produce consecuencias en la problemática de lo que es, de lo que parece y de lo que se intenta que aparezca. Como lo plantea Julián Serna Arango (2007) la metafísica es el intento por desalojar el problema del ser de la dinámica del tiempo, es suponerlo desarticulado. Quitarle la movilidad que el tiempo-espacio propone al problema del ser. ¿Esto que tiene que ver con la identidad?

Si bien el principio de identidad es un pilar fundante de la tradición de pensamiento en Occidente, desde hace varias décadas ha sido puesto en interrogación por lo que se conoce como lógicas desviantes, paraconsistentes (1). La identidad es una conjetura que se ha sostenido en el ámbito de la filosofía y la lógica, pero que al menos durante el establecimiento de las psicologías se ha visto extrapolado a dicho campos, mezcladas con la cuestión del ser, la personalidad y las diferentes formas de descripción de características del pensar, comportarse y actuar que han buscado proponer esencialidades que permitirían inferir una medida de lo que se prevé esa persona es, será o podría ser.

No es un momento para ingresar al árido problema del ser, la ontología o la metafísica, pues, rebasa lo que se pretende plantear en estas líneas (2). Pero, si se tomará una posición frente a la identidad y su uso político sobre la supuesta previsión, premonición o prevención de lo que las infancias (3) y los efectos que esto ha tenido en los cuidadores y la autorización sobre la transmisión del saber, y la historia que los atraviesa. De esta forma lo marca Eva Illouz:

“Parece casi una trivialidad sugerir que el lenguaje terapéutico es el lenguaje privilegiado para analizar la familia. El lenguaje terapéutico no sólo fue desde sus comienzos una narrativa familiar, es decir, una narrativa de la personalidad y la identidad que ancla el yo en la infancia y en las relaciones familiares primarias, sino también un lenguaje dispuesto a transformar la familia (tal vez sobre todo la familia de clase media)”(Illouz,2007,pág.62)

La hipótesis principal  que se buscará sostener a los largo de estas páginas será que los cuidadores y parientes (cualquiera que ocupe el lugar de lo familiar y el cuidado) se encuentran inscritos y suscritos a demandas planteadas hacia las infancias que reflejan una lógica empresarial; donde el funcionamiento del jugar, comer y aprender se restringen a categorías de productividad, optimización en el hacer y en la eliminación metódica y acuciante de posibles errores, contingencias y dudas que estos actos, pueden representar para las infancias. La paradoja es que estos ideales, que se plantean como demandas, inmovilizan a todos los actores que se encuentran en este entramado de lo familiar, haciéndoles suponer que no hay formas heterogéneas de hacer con la historia familiar, la estética del hacer con el mundo y de producir múltiples posibilidades de creación.
Se buscará desplegar dos puntos principales de lo que el confinamiento pudo develar.

1) La familia cada vez más sumida en una lógica de producción, rentabilidad y previsión empresarial. Se buscará interrogar sobre como estos ideales y la invitación por crear “altos estándares del ser” sobre las infancias, agobian y empobrecen la posibilidad de experiencia vital de los cuidadores con las infancias.

2)  El problema de suponer que existe la proporción adecuada en el acto del cuidado y de cómo los profesionales de la salud mental, durante la pandemia hemos sido atraídos por el canto de las sirenas- medios de comunicación - para servir como inspectores de la cotidianeidad y promotores de formas estandarizadas de cuidado, de transmisión y sobre todo de demandas de producción sobre las infancias, sus aprendizajes y sus dudas de la existencia.

¿Se trata de hablar de lo nuevo, novedoso o de citar una vez más al importante contexto que Agamben da sobre: Qué es lo contemporáneo?, pues no, se trata de plantear interrogaciones y breves hipótesis sobre lo que ciertas perspectivas teóricas colaboran para elaborar, también soluciones particulares que han surgido a quienes he podido acompañar durante este acontecimiento global que ha implicado la pandemia por COVID’-19. ¿Se trata de suponer a las infancias como amos, a los que no se debería limitar o suponer un lugar con funciones en su ámbito familiar? No, se trata de señalar que tanto cuidadores como las infancias que son cuidadas por ellos, se encuentran en un atolladero de ideales de producción, de estándares rígidos que aplastan la posibilidad de transitar por la experiencia de construir y pintar un mundo posible de formas heterogéneas, sin pensar que existe la justa medida.

Las diferentes olas de contagios, las mutaciones del virus, el colapso de los servicios de salud y las respuestas de los planes de contingencia de cada país no son posibles de homologar, por lo que en estas páginas no se buscará realizar un análisis sociológico sobre cantidades representativas con parámetros, índices y variables sobre una casuística (personas que confían en comentar lo que han vivido) que exceda los millares. Pero, si se buscará habilitar una continuidad que traiga a debate el valor del decir de niños y niñas en consulta junto con sus cuidadores, así como ciertas elaboraciones teóricas, hipótesis y señalamientos que han aportado varias pensadoras desde sus diferentes campos de conocimiento. Sean ustedes lectoras quienes pongan en interrogación, tensión y crítica, si estas ideas son útiles, o hay que desecharlas para acompañar de mejor forma y con avidez las producciones inéditas de quienes hablan de la existencia con los otros.

¿Qué sucedió a nivel global al menos durante varias semanas? el confinamiento y la restricción de “movilidad”. Confinarse, palabra poco habitual hasta hace un par de años en el archivo sonoro de lo que se dice en la cotidianeidad, produjo que habitar los espacios, apropiarse o agobiarse estando en ellos, fueran respuestas variadas en los niños y niñas de lo que sería su primera pandemia globalizada. Parientes que idearon la transformación del algún lugar de la casa, llevando unas colchas, para hacer un picnic con sus hijos, o crear unas montañas de almohadas para poder jugar con sus hijos. Niñas que propusieron traer unas ollas para hacer una banda y tocar en la sala, “dar un concierto en casa”, decía una niña, talentosa y habida de la música y los sonidos que le permitieran sobrellevar lo que les explicaron a medias de ese “bichito que está en el aire y que me obliga a lavarme las manos a cada rato”.

Pero también la extrañeza de quedarse en un lugar llamado casa, para muchos cuidadores, que hace años no lo hacían, el volverse a encontrar con que sus hijos han crecido, y lamentarse “cómo me perdí de verlos crecer”, “construí un techo para que mi hija crezca, pero hoy veo que creció tanto que ese techo ya ni es útil a veces”, comentario que me dejó perplejo por la forma en la que esa madre sitúa el pasar del tiempo que solo pudo verlo cuando se detuvo a ver a su hija.

Lo complicado es que al pasar semanas en el confinamiento juntos, empezaban a percatarse (los cuidadores) que se les imponían preocupaciones sobre el futuro de sus hijos, ocasionando en momentos no poder disfrutar, acompañar, sostener y escuchar lo que estaban viviendo sus hijos, preocupaciones como “ al retorno de clases tendrán vacíos en su conocimiento”, sobre "por qué no agarra bien el lápiz como debe hacerlo" , “porque no puede quedarse quieto viendo a la pantalla y hacerle caso al docente”, “ya no se orinaba en la cama y otra vez lo está haciendo, es una niña grande ya no tiene que portarse así”. Muchas de aquellas demandas situadas en lo que sus hijos no logran llegar, hacer, actuar o imitar, lo que hacen de más o de menos, pero no la medida justa para estar tranquilos “por el bien de ellos”. ¿De quienes me pregunto?

Interesa situar que no se desconoce los variados escenarios y condiciones económicas que existen en la diversidad de lo que lo humano habita, por ello se suma estas líneas de autores chilenos, para dar inicio al texto en su propuesta como tal.

“Esta mañana, al abandonar los sueños nocturnos y despertar, podríamos no saber si somos portadores del coronavirus. Este no-saber produce efectos subjetivos. Ahora bien, la vivencia será, con certeza, muy distinta si luego de despertar he de verme obligado a salir al mundo a trabajar, o bien, puedo resguardarme en casa” (Asenjo & Miranda, 2021).

 

Sobre la transmisión y la constelación familiar

El título de este breve escrito parte de un lapsus de lectura que me sucedió al leer el libro “Intimidades congeladas” realizado por Eva Illouz (2007), donde habitan argumentos que serán de gran valor para esta propuesta. El lapsus de lectura da lugar a “Identidades”, reemplazando “intimidades”, pasaje que permite problematizar el supuesto borde o muro infranqueable entre lo privado y lo público, muestra de ellos es como los espacios “privados” del “hogar”, el slogan “quédate en casa” por ejemplo, son afectados inminentemente por modos de subjetivación y propuestas de producción que buscan generar identidades en los actores de lo que en este escrito llamaremos familia.
Nos aproximaremos a la cuestión de la familia en relación a la fórmula de la transmisión y la lógica de la constelación familiar, propuesta de Lacan que se sirve de, pero a la vez produce diferencias con, Durkheim y Levis Strauss.
Por medio de Levis Strauss, se permite sostener una relación de equivalencia entre constelación familiar y el síntoma (Lacan,1938). En Levis Strauss esto se encuentra presente en “La eficacia simbólica” (1949), donde compara la estructura de interpretación chamánica con la psicoanalítica, llegando a decir que ambas resultan eficaces porque comparten con el síntoma el mismo tejido simbólico. Será en “La estructura de los mitos” (1955) donde Lévis Strauss realizará un análisis sobre los com­ponentes de la saga edípica a partir del método es­tructural y definirá el concepto de mitema: haciendo que en esta saga se implica a varias generaciones –no es solamente la historia de Edipo, sino también la de su padre y su abuelo (4).

Sobre esto lo que Lacan retomará será, cómo esta transformación propuesta arroja un residuo irreductible, la transmisión. No se trata de antecedentes hereditarios, en términos de genética, se trata de transmisión generacional. En Freud se trata de la novela familiar con las consecuencias que esto ha implicado. Para Lacan dos conceptualizaciones que permitirán elaborar su perspectiva serán el mito individual y de constelación familiar.

“Entonces, ahí hay toda una teoría de lo que es el origen de los intercambios. Lévi-Strauss teorizó este asunto a partir de la noción de “vínculo avuncular”. Lo que Lacan plantea es que puesto que esta familia primitiva desconoce los vínculos biológicos del parentesco, el parentesco no es reconocido sino mediante ritos que legitiman lazos de sangre y, de ser necesario, crean vínculos ficticios. Y no hay ningún problema con esto. Es decir que, ya desde los sistemas más primitivos de agrupamiento familiar, el sistema simbólico crea los vínculos familiares. Así, el vínculo familiar es simbólico por excelencia. “(Peusner,1999, pág. 97)

Por otra parte, Durkheim (1892) trabajará el pasaje de la familia patriarcal hacia la paternal, en la cual los nuevos matrimonios (y sus hijos) pasaban a vivir con la familia del novio, en una dependencia perpetua” (5). Posteriormente señala que existe otro salto más, el de la familia conyugal, donde supone y conjetura que la familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal, donde se volvería un modelo de familia que “se autoriza por sí misma”. Es decir, la relevancia de las anteriores generaciones ya no estaría presente, ni su estatuto fuese decidor. Siendo la pareja el eje familiar, donde la dependencia de los padres cesaría al llegar a la mayoría de edad o con el matrimonio, suponiendo que todas las relaciones cesan, y la familia conyugal comprendería sólo al marido, su esposa y sus hijos menores y solteros. Llegando inclusive a plantear que: “No hay nada en la familia conyugal que recuerde aquel estado de dependencia perpetua que era la base de la familia paternal” (Peusner, 2019, pág. 46)

“Lacan afirma que la familia conyugal es un re­siduo de las anteriores (patriarcal, paternal, agná­tica, cognática, etc) en tanto que más allá de las variaciones de forma­to, es decir, más allá de lo que ha cambiado, hay algo que no ha variado, algo imposible de redu­cir –“irreductible” dice él–: la transmisión. Hay transmisión más allá del cambio de formato, del cambio de composición de la familia; la transmi­sión es irreductible. Y si dicha transmisión resul­ta imposible de reducir, podemos proponer que ese imposible, toma carácter de real –digo, en tan­to lo Real es lo imposible–. Tenemos entonces un nuevo matiz para pensar lo Real en la familia: la transmisión familiar” (Peusner,2010, pág.69)

Lo que interesa resaltar de la mano del extenso rastreo que Peusner ha realizado a lo largo de 15 años en sus distintas obras sobre las infancias. Será la relación entre Durkheim, Levis Strauss y los efectos de la lectura de Lacan y su propuesta de pensar la familia. Siendo estos los elementos del saber,  transmisión,  verdad,  síntoma y el deseo  un entramada sincrónico y diacrónico, que se inscribe en un espacio-tiempo determinado, pero que se re-escribe en el tiempo del futuro anterior, cuando se invita a historizar a las infancias y sus cuidadores, y se apertura a múltiples versiones que posibiliten un porvenir que los movilice de lo estático de los ideales, la culpa y las demandas sociales que aplastan la cotidianeidad de lo que se aprende, transmite y vive.

La relevancia de la recherche (6) en referencia a la constelación familiar para quienes acompañamos a las infancias, deberá ser tratada con mucha precisión para no caer en un intromisión o exploración enjuiciante sobre las historias y las versiones de lo que se conformó y conjugó como familia. Será más pertinente situar el lugar de la lógica de la constelación familiar produciéndose en un acto de lectura por parte de quién acompaña a las infancias y a sus cuidadores y parientes, pues no se trata de suponer una única versión de la verdad familiar, tampoco situar el acto de rememoración como estático o posible de solicitarle una pureza. Apostar a la recherche de la constelación familiar implica poner en interrogación las concepciones que se tiene de la verdad y la memoria, quizás ubicar la verdad teniendo una estructura de ficción (Lacan,1959) con un saber por construirse, permitiría desplegar otra forma para acompañar a las infancias y a quienes han decidido cuidarlas de las formas posibles en los distintos tramos de la existencia de cada uno. Estar atentos a la lógica en la que circula, en cómo se transfiere el saber como función y las distintas posiciones de las infancias ante sus cuidadores.

“Solo que no conoce el código en el que está cifrado y por eso, hay que descifrarlo, leerlo, traducirlo. Ese texto en clave representa al sujeto como asunto, al asunto de todo su sistema, de toda su conste­lación familiar –más allá de sus límites sensibles y de sí mismo–. Claramente se nota que para La­can, si bien se trata de un criptograma, resulta le­gible, es descifrable, tiene una lógica y una cohe­rencia que lo constituye” (Peusner,2010, pàg 99)

Sobre lo desproporcionadamente idealizado de la proporción.

La posibilidad de concebir el equilibrio, el control permanente, la seguridad de que las contingencias o lo inesperado no aparecerá, se podría situar como un ideal de la hipermodernidad (7) ¿De qué forma puede esto ser leído bajos ciertos aportes que Freud y Lacan realizaron? Una hipótesis de trabajo propuesta por Peusner (2020), a la cual se considera pertinente, es pensar que la oposición instinto- pulsión, oposición tan famosa y rastreada desde los problemas de traducción, hasta sus implicaciones epistemológicas y técnicas, retomaría la formación binaria proporción sexual – desproporción sexual, efectos que se da por estar el hablante inmerso en el campo del lenguaje y la función de la palabra. El instinto sería la proporción lograda, donde un objeto específico sería la meta, donde no sería necesario dudar de lo que estaría programado hacer, para buscar la supervivencia de la especie. Frente a esto aparece el cuerpo como elemento importante, tocado por la desproporción que produce el lenguaje, efecto posible de ello será la hipótesis de la pulsión, la cual convertiría el ciclo biológico orgánico, en una corporalidad aperturada y cambiante a la demanda, deseo y gozo del Otro (Lacan,1960). Lo cual lleva al acto de aprendizaje, de comer y de jugar a un campo más allá de la lectura de la necesidad, pues se entrama entre la demanda del Otro, los ideales, las implicaciones históricas en referencia al deseo del Otro y la posibilidad o no de que la inmixión  que se produce entre sujeto y Otro, permita al hablante hacer, vivir, dar sentido y sensación, (sens: sentido y sensación), a lo que ocurre (Lacan 1966) . Es por el efecto del lenguaje que descompleta al campo del Otro, al Sujeto, y produce la conjetura del objeto “a”, que en dicha operación la proporcionalidad no sería posible, bajo ese presupuesto teórico al cual este escrito se adscribe, un resto irreductible que motoriza la función deseo no se sostiene en lo proporcionado.

“No hay proporción lograda entre nuestra voluntad de decir y lo que decimos. No hay proporción lograda entre enunciado y enunciación –y esto, más allá del talento oratorio o discursivo del hablante…. La maniobra de Freud y condición de la creación del psicoanálisis fue convertir el fenómeno estructural en un signo positivo de la existencia del inconsciente. Esa desproporción, esa diferencia, “quería decir algo”, en dos sentidos: 1) como si fuera un texto escrito en otra lengua que hay que traducir/interpretar y... 2) como una voluntad de querer decir, o sea, un texto motorizado por un deseo” (Peusner,2020, pág.29).

En la cotidianeidad, entendida como los productos culturales, lo que se escucha en el espacio clínico, de instituciones de acompañamiento a las infancias, existen y recorren ideas como “la madurez, el éxito en la vida, buen ciudadano, estudia para que seas alguien en la vida” características que delimitan e imponen un ritmo supuesto hacia lo que debería ser y hacerse. En el libro “El burgués: Entre la historia y la literatura” (2013), del autor Franco Moretti. Se interroga por qué “el burgués” ya no es una figura de la literatura hoy, cuando hace mucho tiempo, novelas del siglo XX, dicha noción era indispensable para el análisis social. Allí Moretti verifica que, existieron palabras claves como: “útil”, “eficiencia” y “confort” que permiten inferir el ascenso de la burguesía como clase. El autor propone dos registros para pensar lo que investiga, mediante la historización de las transformaciones en el estilo literario, y el del análisis de palabras clave, por medio de la recurrencia de las mismas en la literatura de los períodos estudiados y la carga semántica correspondiente.

“Puede decirse que el mayor logro simbólico de la burguesía en tanto clase social ha sido la creación de una cultura del trabajo, anota Moretti: lo útil, la división del trabajo, la ‘industria’, la eficiencia, el calling, la ‘seriedad’. todas estas cosas, sumadas a otras, dan fe de la enorme importancia adquirida por lo que antes solía ser apenas una necesidad severa o un deber brutal; el hecho de que Max Weber haya podido usar exactamente los mismos conceptos para describir el trabajo manual (en La ética protestante) y la gran ciencia (en ‘La ciencia como profesión’) es en sí otro signo indirecto del nuevo valor simbólico que había adquirido el trabajo burgués” (Sánchez, 2017)

La perspectiva de Moretti enriquece cierta posibilidad de pensar que esa misma postura ante la polis, la del burgués, se halla sustituida en otros significantes que podrían recorrer en la historia que se sigue construyendo. Ante esto se puede pensar que podrían señalarse algunos significantes como “exitoso”, “emprendedor” y “ser tu propio jefe” (8). Significantes que, ante ciertos contextos, relaciones significantes distintas pueden tornarse en ideales complicados y culpabilizantes de quienes no conseguirían llegar allí.
¿Nosotros los psicólogos haciendo qué?... Sobre las maniobras epistemológicas y políticas de homologar personalidad, con el ser y el producir ganancia.
En 1984 Susman Warren documentó el pasaje de una sociedad (la estadunidense) orientada al "carácter" a una cultura orientada a la personalidad. Rastreando que la "personalidad" tuvo orígenes empresariales y que la intervención de los psicólogos en el campo cultural hizo de la "personalidad" algo con lo que moldear y manipular. De acuerdo a Illouz :

“Los psicólogos actuaron como "especialistas en saber" que desarrollaban ideas y métodos para mejorar las relaciones humanas y que, por lo tanto, transformaban la "estructura del saber o la conciencia que conformaba el pensamiento de los adaptaba particularmente bien a los intereses de gerentes y empresarios: los psicólogos parecían prometer nada menos que aumentar las ganancias, combatir los conflictos laborales, organizar relaciones no confrontativas entre gerentes y trabajadores, así como neutralizar las luchas de clases mediante su incorporación al lenguaje benigno de la personalidad y las emociones.(Illouz, 2007,pág.46).

Frente a esto Illouz señalará que se impone un “ethos comunicativo”, una idea de transparencia que busca diluir las diferencias, que prometen armonía ante los conflictos, tensiones y contingencias que se pueden dar. Y que esto también se extrapola ya no únicamente al orden empresarial, sino a otros campos de acción de las relaciones humanas. Ante esto se piensa posible proponer que en el funcionamiento del tejido familiar esta lógica se puede pensar como actuando de forma permanente. Es preciso recordar que la cultura se sostiene desde los sistemas elaborados de pensamiento hasta los actos mínimos de la cotidianeidad que los reproduce y performa.

“Lo que se difunde en la actualidad es lo que hemos dado en llamar una ética empresarial, un conjunto internalizado de valores. (…) Todo parece indicar que la norma neoliberal pretende instalar a la empresa como modo único de subjetivación: punto de máxima economía de poder de un arte ya económico de gobernar en la racionalidad de los propios gobernados. Vale la pena preguntarse entonces: ¿qué márgenes quedan en el mundo contemporáneo para oponerse a esta forma de ejercicio del poder, a esta forma de gobierno? ¿Qué márgenes quedan para rechazar esta manera de ser” (López,2013, pág.26)

En consonancia con esta lectura Novalis y Dardot plantearán que “nos formamos mediante el funcionamiento del mercado en la disciplina de gobernarnos como empresas” (2015, pág.26).

Una vez situado ciertos argumentos que podrían permitir pensar que un ethos comunicativo, una ética empresarial puede verse inmiscuida en el tejido familiar, interesa plantear que la familia como empresa trae formulaciones de rentabilidad, producción, maximización de recursos cognitivos y afectivos para el éxito de sus hijos. No resulta extraño escuchar que inclusive después de lo que produjo el confinamiento, las complejidades escolares, cuidadores soliciten a sus hijos que estén en más cursos, que puedan estar preparándose para un futuro exitoso y competitivo, pulsar para que sus hijos de la escuela compitan y aprendan a ser mejores que los otros.
“#Quedate en casa”: comiendo, jugando y aprendiendo

La familia instaura una continuidad psíquica entre las generaciones cuya causalidad es de orden mental” Otros escritos, complejos familiares Lacan pag 35

Este slogan, sugerencia-mandato fue uno de los más populares y reproducidos durante varios meses a nivel global, la suposición de que en casa las cosas serían seguras era una constante que muchos interrogábamos, pues los niveles de violencia de género, denuncias de maltrato infantil, se acrecentaban, poniendo en interrogación la suposición de la casa siempre sería un lugar seguro. Existían condiciones mínimas para que la casa pueda ser un lugar de descanso, tranquilidad y de organización frente a lo que ocurría. No desconociendo los contextos variados, en este último apartado se intentará comentar alrededor de los actos del comer, jugar y aprender que las infancias transitan, y algunas interrogantes que el decir de algunas familias que me permitieron pensar, sabiendo y explicitando que esto no es susceptible a homologarlo para todos, pero ciertas ideas podrían ser útiles para dibujar ciertos ideales, obstáculos y problemáticas que los cuidadores viven y la forma en la que esto afecta a las infancias y su tránsito en la existencia.
Anudando con la desproporción y el cuerpo, el acto de comer es una de las más importantes y evidentes momentos en el que se ingiere de más o de menos, esos juegos de espacialidad, narración, puesta en juego de la sonoridad que se da al introducir a la niña a los sabores, a los códigos consensuados del ámbito social, llamado modales en la mesa, así como también las elecciones que cada uno empieza a vivir, sobre los sabores que no quisieran repetir y otros que no dejan de pedir y solicitar cada mañana, Aun cuando sus cuidadores ya estén hartos de prepararle el mismo pure, el mismo jugo o ese sanduche que “ya ni ganas me da de cocinarle eso, porque todo el día ese olor se me queda”.

El confinamiento estricto en Ecuador ya llegaba ya a sostenerse por 5 meses, las clases se pasaron a modalidad online, y la posibilidad de asistencia a clases en escuela no se veía cercana. Durante un tiempo en el espacio de terapia pude acompañar a un niño de 7 años, pondré un nombre que no le corresponde, por privacidad sobre su acompañamiento. Lo llamaré Julio, su madre lo trajo al espacio porque planteaba que desde hace más de 4 meses , “él dejo de comer con el apetito voraz que tenía”, y ahora “tengo que luchar para que pruebe la comida por más que le intento hacer su comida favorita, o le doy golosinas”, ella planteaba que “ya no es el comelón de casa, que  ya no le ve disfrutar, a pesar que ahora pueden compartir con la familia las horas de la comida”. La madre había acudido a un nutricionista, quién había situado una dieta apropiada para la edad de Julio, también a un médico pediatra quién descarto alguna complicación orgánica y le recomendó pudiera consultar con un psicólogo para que le ayude a “adaptarse a estos cambios que está viviendo”, ella plantea que asistió un tiempo donde un colega psicólogo, que le había planteado un programa de intervención, con objetivos para que comiera más, variado y que “volviera a ser el comelón de antes”.
Según comentaba la madre, durante el tiempo que intentaron hacer esta intervención Julio “se metía la comida a la boca, pero parecía que no la disfruta, saboreaba y ni siquiera diferenciaba lo que comía”, la madre atinadamente dirá “era como si entendió que tenía que abrir la boca para que no le molestemos tanto, pero no lo veo feliz y está muy flaco”. A partir de las sesiones preliminares y entrevistas con la madre de Julio, se pudo situar qué relevancia la comida tiene en la historia de la familia, por qué “el situarlo como el comelón era tan importante para ella”, en varios momentos ella pudo ubicar como durante su infancia el comer, era una forma de estar con sus cuidadores, de explorar sabores que le recordaban a la sazón de su abuela y también “la sensación de tener algo en la boca me tranquilizaba y era divertido”. En una ocasión la madre preguntó “a todo esto, qué tengo que ver yo y lo que me pasa con la comida. Si el paciente es mi hijo”.

Durante los meses de trabajo y acompañamiento con Julio, pudimos situar el valor fundamental de la exploración de los sabores y el intercambio de la comida que Julio tenía, esto se daba en lo que denominamos como “recreo”, esa hora del día de escuela, que muchos esperan desde que inicia la primera hora de clase. Julio contó que “hacemos con mis amigos una especie de sorteo, jugamos piedra, papel y tijera para ver quién se queda con el lunch más rico, yo casi siempre ganaba”. Lo que Julio había perdido y extrañado retomar, es el intercambio con sus compañeros, vía el juego y las implicaciones de ganar y perder, para poder comer con gusto y con otros. Julio ubicaba que comer en casa era difícil, porque “en momentos había que acabarse hasta el último arroz del plato”, o “no comer más de la porción que le dieron porque luego tiene pesadillas”. Saberes interesantes que a los cuidadores de Julio se le jugaban, pero que lo tomaban al pie de la letra, sin percatarse que comer, saborear y transitar por lo que implica ingerir algo por la boca es una experiencia que requiere de ritmos, palabras, dichos y sobre todo percatarse que la medida de lo que entra o sale no puede ser pesada como en una balanza, los agujeros del cuerpo están hechos de historia, de discurso que los habilita entre la sensación y el sentido, el afecto es efecto de discurso, y es en la recherche de la constelación familiar, de las hipótesis, creencias y saberes del tejido familiar, que las infancias se encuentran surgiendo, envueltas, obstaculizadas y también en constante metamorfosis.

El acto de comer también implica volver a apropiarse de los espacios, sumergirse con los olores, sabores, temperaturas y sobre todo con quiénes acompañan a dar un bocado con ese cuerpo que se ha ido creando ante los otros. Ante la valiosa pregunta de la madre de Julio, lo que pude responder en ese momento es que “Quería conocer un “poquito” de lo que ella vive y vivió con la comida, porque quizá lo que le pasa a Julio sabe parecido o no”.

¿Qué le hace ir a las infancias al espacio escolar cada día? ¿Qué hace que le interese entrar a un aula de clases? ¿Cómo confían en que “su” profe les va a enseñar cosas que son las mejores y son verdaderas? Podrían parecer preguntas muy amplias que llevan jugadas marcas particulares respecto al saber, deseo, condiciones sociales, y en realidad lo son. Pero el traspaso del aula de clase en términos geográficos, hacia “home school”, de forma masiva trajo interrogaciones valiosas a los cuidadores, docentes y a las infancias que acuden a “sus” clases. Las siguientes frases o perspectiva parten de espacios de palabra en los que acompañe a cuidadores de diferentes partes del país sobre cómo han atravesado sus funciones parentales durante la pandemia. Muchas de las preocupaciones en referencia a la escolaridad de sus hijos, estaba centrada en lo que una frase podría representar “me preocupa que tengan vacíos” (9). La preocupación de muchos cuidadores radicaba en lo que se perdían sus hijos del “desarrollo y el conocimiento”, en muchas ocasiones planteaban que “esto será perjudicial porque no van a poder competir de igual a igual con otros niños que si tienen o ya adquirieron ese conocimiento”. Es importante ubicar estos dichos porque el contexto en el que se los planteaba era cuando en el país existía una incertidumbre profunda sobre lo que acontecía, el número de muertos por Covid-19 y también la inoperancia del estado para dar inicio a la vacunación. Acompañarlos en estos espacios a los cuidadores habilitándoles la posibilidad de que el aprendizaje que se juega al cocinar con sus hijos juntos, o al mirar un video, película o cantar una canción, tiene un valor igual de importante que la educación formal, les permitía sentir que podían experimentar y “relajarse un poco más de todo lo que hay que hacer”, muchas cuidadoras decían “me ha tocado ser mamá y profesora, ya no quiero esto”. Acompañarlos a situar que está bien poder contarles a sus hijos que también tienen miedo, que necesitan apoyo de ellos en casa o en algunas actividades, tenía un efecto que llamaba mucho la atención. ¿Desde cuándo cuidar a las infancias se volvió un imperativo tan fuerte que les hace olvidar a muchos cuidadores que pueden pedirles ayuda a sus hijos, que pueden contarles lo cansados que están y que pueden decirles que cuentan con sus hijos para poder sobrellevar lo que viven? Lo interesante de esto, es que cuando los cuidadores les daban un lugar de importancia a sus hijos en la familia, sus hijos habilitaban otras formas de estar en casa aprendiendo, “hacían los deberes con más gusto, sin que tenga que gritarle”, “jugábamos a que quién acaba primero sus “deberes” , sería quién decida que programa ver”. La posibilidad que los cuidadores hagan un pasaje del aprendizaje como acumulación bancaria de datos o de información, tal como atinadamente Paulo Freire señala, permitía situar que las infancias ante el aprendizaje están inmersas en la curiosidad, el aburrimiento, el temor y los errores.

También el valor importante de los espacios de fuga que las infancias tienen en el aula, es algo que cada niño y niña tenía que buscar la forma de hacerlo,  los espacios de fuga hacen alusión a aquellos momentos en el aula, donde las infancias juegan en silencio con un “papelito debajo del pupitre”, o cuando “le lanzan un pedazo de borrador a sus compañeros para llamarlos”, o cuando “construyen origamis y crean juegos con ello”, todo eso mientras “su” profe habla y explica, estos espacios de fuga se los plantea  como siendo los que permiten escribir e inscribir el aprendizaje, fuera del conocimiento como recepción lineal (10). Estos espacios de fuga se veían afectados, porque muchos cuidadores sentían la obligación o las ganas de “ver como mi hijo aprende”, y lo que pasaba es que “me espanté como se mueve, no ve a la pantalla, se distrae, es inquieto, no cogen bien el lápiz, no responde rápido”.

Cada una de esas impresiones son una increpación a la estética, el ritmo y la forma de hacer en el aprendizaje de las infancias. Es interesante cuando muchos cuidadores planteaban que “yo a su edad no hacía así las cosas, yo si le veía al profesor cuando hablaba”, hablan de su estética en el aprendizaje, acompañar a los cuidadores a que puedan situar que hay otras formas y que las que sus hijos tienen también son viables, permite desalojar un obstáculo que la clínica con niños es muy presente en quienes los cuidan y acompaña, una estética estática, donde suponen que hay una sola forma de agarrar el lápiz para pintar, que solo existe una forma de leer.

 Acompañar a los padres para que se muevan de suponer que, si no se hace las cosas de cierta forma, “mi hijo tendrá un fracaso en toda su escolaridad”. Esa determinación de la ausencia del éxito, es una constante y un temor muy grande en los cuidadores, suponer que los pasos en la escolaridad deben ser tan precisos para prevenir que sus hijos “sean” exitosos.
Respecto al juego durante este tiempo han existido interrogantes variadas por parte de los padres y madres sobre ¿Cómo se debería jugar bien con sus hijos?, es sumamente confrontativa esta pregunta, porque se emplea una pregunta por una técnica sobre el jugar, y una interrogación por formas estandarizadas de un bien jugar. Otra opción es escuchar estas interrogaciones y disponerse a unir el concepto de lo lúdico, el juego y su potencia, para permitir que los cuidadores establezcan una experiencia con lo que sus hijos vive,  se piensa habilitaría un que se muevan de esos estándares exitosos y productivos que incluso buscan en el juego, un juego correcto, útil y productivo.

“En la clínica analítica con niños tampoco hay proporción sexual. Y Lacan nos enseñó a ubicar esa desproporción en las manifestaciones de los niños que están estructuradas como un lenguaje: me refiero al juego y al dibujo, pilares –junto al lenguaje– de nuestro quehacer. Y como al momento de jugar siempre se juega algo más, menos o distinto de lo que está en juego, podemos intervenir. Y como al dibujar siempre se dibuja algo más, menos o distinto que lo que se puso en un gráfico es que nuestra interpretación encuentra lugar (Peusner,2021, pág.30).

Durante el confinamiento las infancias y sus cuidadores, sus parientes y quienes están involucrados en el tejido que hace parte de la familia, se han expuesto a interrogaciones importantes sobre lo que ha cambiado de la imagen del otro. El pasar semanas e incluso meses sin salir, estar junto las 24 horas del día en muchas ocasiones ha repercutido para interrogarse por la sensación de desconocimiento que tienen de cada uno, sobre cómo el tiempo les ha cambiado y en momentos no se reconocen. Sin embargo, ciertos ideales sobre una demanda proporcionada del actuar de las infancias, en momentos impide que se puedan re-conocer, que se vuelvan a entramar espacios de transmisión y sitúen el lugar que ocupan en lo familiar. El cuerpo que se forma y deforma constantemente a partir del deseo, gozo y en inmixión del Otro, tiene repercusiones ante un ethos empresarial en el que quienes conforman la familia atraviesan practicas e ideales que no son beneficios, ni placenteros, y que producen culpabilidad, dolor y desesperanza por no “ser” esos padres completos y por no “tener” esos hijos inigualables.

Notas

(1) (Para una propuesta sobre la hipótesis de los inconsciente y el principio de no contradicción,  se recomienda la obra de Juan Ignacio Pla, La alternativa significante a la contradicción del inconsciente: Hacia una clínica paraconsistente”.
(2) (Para ello se recomienda el libro de Julian Serna Arango: Ontologías Alternativas (2007), Markus Gabriel: Sentido y Existencia(2017)
(3) (Para situar el valor de usar la categoría de infancias, véase los textos de Liora stavchansky,  y Gisela Untoiglich: Infancias (2021); Esteban Levin: Las infancias y el tiempo: Diagnóstico y Clínica en el País del nunca jamás (2020)
 (4) (Para mayor desarrollo del tema véase :El dispositivo de presencia para padres y pariente- Pablo Peusner).
(5) (Durkheim citado en El sufrimiento de los niños: Pablo Peusner 1999).
(6) (Siendo esta entendida como búsqueda e investigación)
(7) (Categoría que Lipovetsky utiliza a lo largo de su elaboración, y a la cual este breve texto adhiere, al considerar pertinentes las descripciones y señalamientos que da.Vease: Metamorfósis de la cultura liberal, Los tiempos hipermoderno 2004, ).
(8). (Para mayor profundización del tema véase el paper: “Teorías sobre la figura del emprendedor” de Ignaci Brunet y Amado Alarcón 2004)
(9) (Véase un breve escrito en la web de Noticiero Médico, en el que se aborda esto: “Me preocupa que tenga vacíos”- Isaac Grijalva. Página web de la que se puede extraer: https://www.noticieromedico.com/post/me-preocupa-que-tenga-vac%C3%ADos).
(10) (Véase para mayor contexto sobre los espacios de fuga en el aula de clase “Más allá de la tablet, ¿una zona intermedia de aprendizaje?- Miranda y Grijalva,(2020), Página web de la que se puede extraer: https://www.researchgate.net/publication/338591861_Mas_alla_de_la_tablet_una_zona_intermedia_de_aprendizaje

Bibliografía

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