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Número 14 - Noviembre 2020
El salto de Ferenczi
Alejandro Varela

Porque el simple hecho de lanzarse al vacío implica que no se puede volver sobre el impulso.
La precipitación, suprimiendo toda regresión física posible, suprime todo arrepentimiento interno.
Es por ello que no puede por más que llegar allá donde habría podido no ir.

Pascal Quignard. Butes.

          
Un raro fenómeno tiene lugar cuando nos conmovemos hasta las lágrimas en un concierto, pero permanecemos sentados, inmóviles, con las manos crispadas sobre los muslos, con los rostros desnudos llorando cara a la música.
Existe, sin embargo, una profunda diferencia entre el contenido de pensamiento articulado en un pedazo de lengua nacional y el contenido de pensamiento recibido en la audición de una pieza de música, tal como Pascal Quignard nos ha llevado a reconocer

Hay en este último algo de no contemporáneo, de desfasado, de anacrónico, de intransportable, que recuerda su origen arcaico hecho de baile antes que la música romana primero, y la cristiana después volviese a la música decididamente instrumental.
Los contenidos de pensamiento aludidos son, aunque se expresen directamente al oído humano, no propiamente contradictorios, sino anti – páticos entre sí.

Vamos a indagar, siguiendo a Quignard, cómo uno parte del puente de mando de un navío y otro de alta mar.
Son dos lenguas, o mejor, dos estados de la lengua que se instalan en un desgarramiento que nos representa: una vida acuática, de larva, de casi pez, y una vida de mariposa, de casi pájaro.
La historia de Butes y las Sirenas nos lo explicarán. Sándor Ferenczi nos ayudará a recorrer el camino.
Hasta los albores de los 20 la orquesta de los analistas ejecutaba sus compases en forma armónica y optimista avanzando a paso redoblado en la clínica de las enfermedades mentales a través del análisis de la histeria.

La rememoración como estandarte era enarbolada por el director de la Orquesta de modo ostensible hasta que el Hombre de los lobos comenzó a hacerle desafinar.
En 1918 tuvo lugar en Budapest el V Congreso Internacional y allí Freud sugirió a través de los Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica la necesidad de replantearse algunos problemas técnicos.
Las nuevas patologías surgidas tras la Gran Guerra habían hecho aparecer nuevas formas de asistencia, hecho que además indujo al Gran Director a introducir también sustanciales modificaciones en su primigenia teoría del aparato psíquico.
Más allá del principio del placer fue el comienzo de esa disonancia fundamental en la historia del movimiento psicoanalítico: la elaboración del concepto de la pulsión de muerte.
La clínica de El hombre de los lobos, a quien Freud hubo de proponerle un obligado fin de tratamiento, lo llevó a confiar en Ferenczi para desplegar las conocidas investigaciones en torno al psicoanálisis activo, consigna que el húngaro acató fielmente.
Tan fiel fue su acatamiento a la indicación freudiana, que, para el Congreso de Berlín en 1922, preparó junto a Rank Perspectivas del psicoanálisis.
 Leído el texto previamente en Viena, el Gran Director opinó favorablemente, pero, de todos modos, el anhelado premio instituido en Berlín para un trabajo que diera cuenta de las nuevas relaciones entre técnica y teoría, fue declarado desierto. Ferenczi comenzaba a desafinar en la Gran Orquesta.

En esencia el texto describía cómo los analistas tras los tempranos trabajos de Freud sobre técnica analítica, la habrían descuidado.
Ferenczi aclara que en ese descuido estarían excluidos sus propios trabajos, mal entendidos por la supuestamente falta de aclaración teórica de los alcances de la técnica activa, a cuya investigación hubo de abocarse tras la indicación freudiana.
Ferenczi destacará que, a partir de Recuerdo, repetición y elaboración (1914), Freud promueve la repetición como inconsciente verdadero.
En este famoso texto en el que el Maestro acuña su idea de neurosis de transferencia, Freud reconoce la compulsión a la repetición como un modo de recordar.
 La repetición en la transferencia no es entonces solamente una resistencia sino una particular forma de recuerdo.

Agustín Genovés Candioti destaca el modo en que Freud diferencia recuerdos que en verdad deben ser considerados en forma diferente a aquellos que se distribuyen en términos de un sistema olvido – recuerdo. (1)
Puede ser recordado algo que nunca fue olvidado, porque nunca fue consciente. El psicoanálisis evidentemente, es algo más que una terapia de la memoria.
Retendremos este acorde como seductor y atrayente para la música que interpretaba Ferenczi.
De hecho, en Perspectivas habrá de explayarse alrededor de la intervención activa estimulando la repetición.
 Parece decir que la repetición más allá de las representaciones rememoradas cabe a los afectos.
 ¿Cómo se procede?: No se trata en absoluto de limitarse a dejar que los afectos se pierdan en una humareda de “vivencias”; esta repetición consiste,…en permitir primero estos afectos para liquidarlos luego progresivamente, o también en transformar los elementos repetidos en recuerdo actual. (2)

Ferenczi, desde ya, no tocaba solo en la Gran Orquesta: los analistas berlineses con Abraham y Sachs a la cabeza objetaron el énfasis de Ferenczi en la repetición y el abandono de una propuesta analítica efectuada bajo los compases de la rememoración.
A pesar de la aprobación inicial a sus ideas, Freud parece acordar con sus discípulos de Berlín y Ferenczi en una carta del 14 de febrero de 1924 expresa su malestar: la idea de repetición que comenzaba como un acople se transformaba en una disonancia.
Por otra parte, Ferenczi realizaba una descripción de aquello que denominó métodos técnicos erróneos.
En primer lugar, el análisis descriptivo de los síntomas que excluyese la acción del analista.
Critica también la colección de asociaciones que no se refieran a los motivos que su uso implica.

Hace referencia crítica a la interpretación considerada como traducción lexical que excluya su inclusión en el todo significativo del análisis. Este énfasis en una traducción permanente, es denominado fanatismo, y abre a disquisiciones interminables sobre la exactitud o inexactitud de las interpretaciones.

En el todo significativo pueden tener lugar los gestos, la mímica o las entonaciones, y se tiene en cuenta la situación analítica del paciente en tanto tal. Anticipemos que para el húngaro la situación analítica además de un recitativo contiene armónicos.
                …es siempre la comprensión del conjunto la que da la buena interpretación de detalle a las partes traducidas, en esta ocasión sin dificultad ninguna, mientras que el fanatismo de la traducción conduce a la sistematización y resulta estéril en el plano terapéutico. (3)

Destaca que el continuo análisis de los síntomas deviene paradójicamente en análisis interminable.
Podía uno “ser analizado” durante mucho tiempo sin mirar a la historia infantil arcaica cuya reconstrucción es necesaria para que pueda calificarse un tratamiento de verdadero análisis. (4)

Plantea como exigencia técnica el rechazo de la idea de complejo por dos motivos: el primero porque el análisis de complejo tras complejo hace del análisis un proceso interminable, y además porque da cuenta de la resistencia del analista.
Resultados de este tipo – se está refiriendo al redondeo que en forma de complejos hacen los pacientes de sus asociaciones haciéndose agradables al analista – iban a ser utilizados naturalmente tanto de forma subjetiva para justificar su propia técnica e interpretación, como de otra manera para servir a conclusiones y demostraciones teóricas. (5)

Cuando hace referencia al complejo de castración advierte también sobre al abuso de su consideración en el sentido de la descripción de los complejos anteriores, al igual que la descripción histórica de la evolución psicosexual.
El conocimiento de esa evolución sería superfluo, a menos que esos elementos se vinculen con fenómenos siempre nuevos y diferentes.
Estos obstáculos, tanto el tratamiento por la vía de los complejos como la excesiva consideración de la organización de la sexualidad, en verdad traducen lo que llama excesivo saber del analista.
Su preocupación técnica lleva a Ferenczi a destacar que las consecuencias de la exageración de este saber promueven ampliación en vez de profundidad, afirmando que subrayar exageradamente el factor de la evolución psicosexual en los análisis no es demasiado diferente a subrayar la herencia o la degeneración.
Lo que a él le importa es el valor actual de todo ello.

Desconociendo la importancia del factor especulativo, reúne a anagogos y genetistas como descuidados por el presente. Desde su enfoque técnico, lo que interesa a Ferenczi es destacar la transferencia.
Los “anagogos” y mucho “genetistas” han descuidado el presente del paciente, además de su pasado y su futuro; y sin embargo todo el pasado y todo aquello a lo que el sujeto aspira inconscientemente, en la medida en que no es directamente consciente o no se acuerda de ello (lo contrario es extraordinariamente raro), se expresa en las reacciones actuales en relación con el médico o respecto al análisis, dicho de otro modo, en la transferencia sobre la situación analítica. (6) 
Descree de la catarsis. El verdadero inconsciente no puede ser rememorado.
Este inconsciente mismo, cuyo descubrimiento es la principal tarea del psicoanálisis, no puede ser “rememorado” – porque nunca ha sido “resentido” – y determinados signos obligan a dejarlos reproducirse. (7)

Dejarlos, en plural o sea que remite a esos mismos signos. Lo que a Ferenczi le interesa es que haya una dimensión afectiva que tenga efectos y eso es solamente en el presente de la situación analítica, único modo de acceder a la convicción de la existencia del inconsciente.

El énfasis que otorga al presente lo hace desestimar, inclusive, el valor de la filogénesis.
La consideración de la resistencia lo lleva a desestimar las explicaciones y en ese proceso critica el análisis didáctico tal como se lo practicaba, famoso por su brevedad.
No le concede demasiada importancia como obstáculo a la transferencia negativa como sí al narcicismo del analista.

La repetición asimilada a la resistencia sería estimulada por lo que llama actividad moderada.  Una no intervención puede paradójicamente favorecer el masoquismo moral de quien goza de flagelarse, como así también un ideal anagógico de algún soñador.
Crítica al saber del analista; impugnación del didáctico; rechazo a la evolución psicosexual, piedra de toque teórica en Abraham, asimilada a la determinación hereditaria; inclusión del analista…Ferenczi ya no solamente disonaba, comenzaba a hablar otra lengua.

El 26 de febrero de 1924 Abraham le escribe a Freud que la partitura de Ferenczi, en verdad, era una verdadera regresión científica.
¿Por qué la repetición en lugar de la rememoración? ¿Cuál era la lengua que hablaba la pura repetición? ¿Por qué el valor de lo traumático?
En la lengua de Ferenczi, escuchada en pacientes graves, estos que no nos permiten aliarnos con el yo de la persona objeto a fin de someter sectores no gobernados de su Ello (Freud: Análisis terminable e interminable), la represión y el retorno de lo reprimido son reemplazados por la escisión y la fragmentación.

En la lengua de Ferenczi la llamada de los pacientes fue irresistible al punto que desde 1924 parece haberse estado preparando para ese salto por fuera de la Orquesta que fue la presentación en el Congreso de Wiesbaden en 1932 y que marcó su ruptura con Freud, pero fundamentalmente con sus colegas: Jones catalogó la presentación de un delirio que sólo puede desacreditar al psicoanálisis y darle crédito a sus detractores. (8) Se opuso a su publicación.
Antes de hacerle lugar a Confusión de lenguas entre los adultos y el niño, la presentación de Ferenczi, afirmemos que el analista húngaro supo dar el salto de Butes.
El título original del texto era Las pasiones de los adultos y su influencia sobre el carácter y la sexualidad del niño.
En tono de disculpa comienza su exposición en Wiesbaden asumiendo el forzamiento que implicará en la comunidad de los analistas – esa gran Orquesta del momento – plantear el origen exterior de la formación del carácter y la neurosis.
El hecho de no profundizar lo suficiente en su origen externo – se refiere al factor traumático – supone un peligro, el de recurrir a explicaciones apresuradas relativas a la predisposición y la constitución.

Partir de la constitución o la predisposición es identificar el tiempo social habitado por el statu quo ante. Es atisbar el deseo de la vida precedente desde la posición de la mujer de Lot.
Quignard nos instruye acerca de cómo en las sociedades democráticas todo valor es ancestral. En ellas predominan los vínculos que oscilan entre la identidad y el servilismo. Así es que la libertad y la aventura más que posesiones son ebriedades.
Instalarse en la contingencia de lo traumático es intentar dar cuenta de algo que exceda a la historia misma o a la repetición compulsiva de un pasado: una verdadera y libre aventura.
Hay una pulsación temporal propia al inconsciente que está en el límite del movimiento de la mar en el momento en que súbitamente se rompe el avance de su ola. (9)

Se podría identificar ese momento con el vuelo de las aves rapaces cuando están por abalanzarse sobre su presa planeando en el vacío del aire: retenidas, retraídas, hambrientas, pero al mismo tiempo dispuestas a partir.
Es una mezcla de ritmo y movimiento como cuando se retiene la respiración antes de la distensión muscular del salto.

Cuando Ferenczi en la clínica que describe en su texto impugna la hipocresía profesional quiere llevar a sus pacientes a ese lugar.
En la relación entre el médico y el enfermo existía falta de sinceridad, algo que no se había dicho y que al explicarlo liberaba la lengua del paciente.
¿De qué está hecha la lengua liberada?: La situación analítica, esa fría reserva, la hipocresía profesional y la antipatía respecto al paciente que se oculta tras ella y que el enfermo capta con todo su ser, no difiere demasiado de las cosas que anteriormente, es decir en la infancia, le hicieron enfermar.

Los pacientes de Ferenczi no rememoran un contenido reprimido. Se instalan en una situación capaz de repetir las condiciones para el trauma. Esa lengua no es la del pensamiento.

El pensamiento es una reunión: reúne a los ausentes, las palabras, los argumentos, las impresiones, los recuerdos o las imágenes.
Si hay una reunión es porque hubo una unión. Serán los vaivenes de esa unión el material de la lengua de Ferenczi.
Homologábamos la rememoración a un pensamiento reunificador que deviene recitativo. Al analista húngaro le interesa la música de la repetición: ese tiempo de decisión de las aves rapaces, o el momento de ruptura del avance de la ola.
Cicerón decía que había en el lenguaje una musicalidad latente que penetraba en el alma más allá de la significación. La llamaba brasmos: un viejo bramido de pura emotividad que transportaría a los hombres a partir de la parte más íntima de las lenguas.
Tal fue el estado de lengua que atrajo a Ferenczi al modo de un moderno Butes.

El texto de referencia presentado en Wiesbaden, hecho de advertencias, cuestionamientos a la neutralidad benevolente, atravesamiento del deseo del analista, era un texto imprudente.
Tan imprudente fue que hizo de bisagra para ese escándalo en la historia del movimiento analítico como fue el análisis mutuo desplegado en sus Diarios.
La Gran Orquesta de los analistas berlineses y su Director eran prudentes. Cinco siglos antes de Cristo, se promueve a Alcibíades como ejemplo de prudencia.
Afectado por la muerte de su padre en la batalla de Coronea solicita a Pericles que se anule la ejecución de la flauta y el canto en la escuela de gramática. Ambos deforman la armonía del rostro humano hinchando las mejillas.
El uso del plectro y la lira, por el contrario, permiten que se pueda hablar al mismo tiempo que se ejecutan los instrumentos.
El analista en su totalidad, con sus reacciones, su humor, su sufrimiento, está comprometido en la situación que promueve la repetición del trauma: es una imprudencia.

Si hay algo que se opone a la prudencia de Alcibíades será la imprudencia de Butes.
La imprudencia irresistible del anonadamiento no finito, a – crítico, a – mórfico, a – orístico, in – humana, in – finita.(10)

Estamos acostumbrados a situar de un modo innegable la fascinación del canto de las Sirenas al modo de Homero.
La civilización occidental realizada en la Ilustración como recuerda Adorno es la civilización del viaje de Ulises.

Blanchot o Foucault nos han legado valiosas interpretaciones acerca de las vicisitudes de Odiseo atado al mástil. Tiene que hacerse sordo para continuar viviendo y así empezar a cantar.
Para que nazca el relato que no morirá hay que estar a la escucha, pero hay que permanecer al pie del mástil, atados los pies y las manos, y vencer todo deseo por medio de una astucia que se hace violencia a sí misma, sufrir todo sufrimiento permaneciendo en el umbral del abismo atrayente, y reencontrarse finalmente más allá del canto, como si se hubiese atravesado la muerte, pero para restituirla en un lenguaje segundo.
No debe existir glosa más adecuada para dar cuenta del trabajo de la rememoración. Esta es la lengua que intranquilizaba a Ferenczi.
Es por ello que vamos a referir otra historia de las Sirenas. Será no la de Homero, sino la de Apolonio de Rodas, escrita varios siglos después, pero ubicada mucho antes del mundo aqueo, en el viaje de la nave Argos con Jasón tras el vellocino de oro.
Si la leyenda de Homero destacaba que las Sirenas llenaban el alma con un peligroso deseo de escuchar en estado puro, la de Apolonio describirá a las Sirenas con un propósito peor aún: la de aproximarse en estado puro. Esta habrá de ser la lengua que

Ferenczi no reprimió atender.
Cuando el navío se aproxima a la isla de los pájaros con cabeza de mujer – las Sirenas – escuchan el canto fatal que podría conducirlos a los abismos.
Orfeo entonces, con la ayuda del plectro tañe un contra – canto extremadamente rápido y eficaz que hace retroceder a las Sirenas y con sus compañeros vuelven a empuñar sus remos para continuar el viaje.
Es en ese momento que Butes, con su corazón que arde por escuchar, abandona los remos y se precipita a nado hasta la peligrosa isla.
Afrodita, Cipris cuando está sobre el océano, lo rescata y emprende un vuelo mientras Butes la penetra para arrojarlo en las costas de Sicilia. Del esperma de Butes nacerá Érice.
Butes es aquel que, atraído por el canto de las Sirenas se ahoga en la espuma de Afrodita.

El castigo de Afrodita es porque Butes no cree en la relación sexual. Su deseo es más vasto que la reproducción social, nos dice Quignard, se olvida de Venus. Su búsqueda es periférica y claramente solitaria: se trataba del encuentro con un pájaro del mar.

La palabra análisis está en la lengua por primera vez en la Odisea cuando los marineros desatan a Ulises después de resistirse al canto de las Sirenas.
El primer análisis catalogado representa el instante en el que son desatados los nudos que atan a Ulises, una vez que ha pasado sin morir el Lazo de las atadoras. (11)
Butes y Ferenczi no vacilan en afrontar el nudo de las atadoras.

Ante el canto de las Sirenas Orfeo se sienta con su lira y su plectro instrumentando un contra canto que obstaculiza la voz anonadante del canto animal. Apolonio caracteriza esta voz como aguda: efectivamente es la voz soprano femenina que se caracteriza por un desarrollo continuo de la vida a diferencia de la voz masculina que exige una muda.
La voz femenina, connatural, primigenia, arrebata el retorno. La voz masculina, órfica, ordenada, ordena el regreso.

Ferenczi quería saber de ese orden primigenio; por ello no solamente se dedicó a indagar sobre el trauma real, sino que dedicó páginas enteras al ocultismo y la magia.
Quignard también destaca que analista y analizante están como Orfeo sentados; no abandonan el barco; no saltan fuera de él; a lo sumo descienden hasta la cala, pero no abandonan el navío.
Como Butes, Ferenczi efectivizó un salto: subió al puente, pero no compartió el miedo de Orfeo. Quería saber de ese estado de lengua que es musical.
No quiso permanecer sentado. Sedes – sentado. En verdad Ferenczi hubo de ser un di – sidente.

Los analistas se han interesado por esa dimensión pulsional que el húngaro exploró: Francois Roustang ha descrito que durante las entrevistas hay un progreso desde las notas iniciales agudas y evasivas a un escenario hecho de tonos más graves, esenciales.
Sin embargo, indica la vigencia de esa dimensión acrítica que hace lugar a lo que emerge del fondo del cuerpo.
Bajo el pensamiento social, superyoico, expresado en la lengua nacional que se hace bucle en el interior del cráneo individual bajo la forma de conciencia, es decir bajo la lengua de trapo de la nación, bajo el lamento obsesivo de la familia, bajo el desatino del sujeto, regresa el pensamiento vivo.

Hacia esa música se arrojó Butes. Hacia esa dimensión se orientó Ferenczi: hacia lo que no re – presenta nada, sino hacia lo que re – siente.
Esos sonidos los experimentamos todos cuando la lengua no es todavía un lenguaje que como en Orfeo se ha apoderado por la fuerza del alma antes de que se la aprenda (Chomsky).
Cuando la madre significa el balbuceo introduce para el sujeto significado la posibilidad de una deuda que habrá de pagar adquiriendo el lenguaje.
Sin embargo, serán estos sonidos inaugurales los que nos hagan levantar y saltar como a Butes. Aun cuando solamente nos crispemos sentados en el concierto.
Esa música nos llama más que por el nombre por el pálpito del corazón. Así es como Butes abandona la fila de los remeros, renuncia a la sociedad de los que hablan, salta por la borda y se arroja al mar.
Esa dimensión de la lengua era lo que impulsó el salto de Ferenczi. Salto cuyo impulso inicial habrá de localizarse en Confusión de lenguas y cuyo epílogo tendrá lugar en su Diario clínico, en cuyas páginas finales hará constar que elige morir orgánicamente en lugar de enfermarse, enfermarse de ser alguien más entre los remeros de la Gran Orquesta de los analistas de la época.
Una vez que saltó no podrá retroceder: sólo podrá llegar hasta donde podría no haber ido, como anticipábamos en el exergo, nunca arrepentirse.
Por un instante le hemos abierto la puerta a uno de esos fantasmas de la vida histórica que han sido abandonados – de hecho, es reciente su inclusión en la galería de los presidentes de la IPA –.
El abandono ha sido efecto o bien por ser un ejemplo contrario a la reproducción social, o bien porque su proeza despreciaba la elección más cómoda y popular dentro de su esfera.
Butes abandonó la fila de los remeros. No tuvo miedo del canto original. No se ató a ningún mástil.

Ferenczi también dijo sí a la música del origen. Supo responder imprevisiblemente a la llamada más antigua que a quien dirige la voz.

Notas

(1) Genovés Candioti, Agustín. Confusión de lenguas entre adultos y niños. El lenguaje de la ternura y de la pasión. En Aperturas psicoanalíticas 62. http://aperturas.org/articulo.php?articulo=0001087.

(2) Ferenczi, Sándor. Perspectivas del psicoanálisis. En Obras completas. Tomo III. Espasa Calpe. Madrid. 1981. Página 270.

(3) Ferenczi, Sándor. Op. Cit. Página 272.

(4) Ferenczi, Sándor. Op. Cit. Página 273.

(5) Ferenczi, Sándor. Op. Cit. Página 274.

(6) Ferenczi, Sándor. Op. Cit. Página 277.

(7) Ferenczi, Sándor. Op. Cit. Página 277.

(8) Citado en Genovés Candioti, Agustín. Op. Cit.

(9) Quignard, Pascal. Butes. Editorial Sexto Piso. España. 2011. Página 56.

(10) Quignard, Pascal. Op. Cit. Página 23.

(11) Quignard, Pascal. Op. Cit. Página 13.


 

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