Volver a la página principal
Número 14 - Noviembre 2020
Pesadilla - Sueño - Narrativa
Norma Manavella


                                                                                       
¿Cómo capitalizar esta cuarentena? Tan prolongada, aislante, aislada, interrogada. Tal vez poniendo en trabajo algunas inquietudes ¿Cuáles? Las de cada uno, las que se nos vayan suscitando ….haciendo camino al andar.
Tiempos pandémicos de pesadilla donde tal vez advenga algún sueño, alguna narración, tal vez

SUEÑO - PESADILLA

Un paciente (18a) contó un sueño.
“Voy caminando, hay un policía que me lleva con una soga. Voy atado. Todos se ríen de mí., yo estoy como avergonzado. Llego a una habitación toda naranja”
“Soy chico tengo como 10 años”.
“A los 10 años mi papá me dijo que si no practicaba más, dejase el piano”

2do sueño /Olvido (lo recuerda casi sobre el fin de la sesión)
“Me defiendo porque me atacan” “Es en la entrada de una casa (gris). Hay ruidos (pasos), después disparos hacia el final”.
Dimensión del sueño, pregnancia del significante. Trabajo del sueño y su elaboración en las que no me detendré por respeto a la privacidad del material clínico. Sólo quiero subrayar el valor de la dimensión significante señalada.

Dejándome llevar por derroteros de lectura, surgieron las siguientes.

Conjetural 63/  “El Sueño de Jacob” (Salvador Gargiulo).

Pesadillas no autorizan diálogos. Evidencias que lo soñado trasciende sus propios límites para invadir la realidad, lo convierten, ya despierto, en pesadilla. Quizá la pesadilla no sea otra cosa que la memoria expuesta a la angustiosa reconstrucción de una escena sólo compatible con las leyes del sueño.
Pequeño axioma … todo sueño hace del soñante un cautivo. Si no logramos despertar sobreviene esa angustiosa puja para desprendernos del velo del sueño. Cita de Borges:
“En aquel momento sentí el inconfundible sabor de las pesadillas y me desperté” ( “Una pesadilla” Atlas, Sudamericana, 1982)  .
Todo sueño hace del soñante un cautivo. La idea de un bello sueño incapaz de extinguirse es simplemente pesadillesca. Cuando advertimos que soñamos, no tardamos en despertar (se va precipitando la vigilia).

El autor citado compara los sueños de Jacob y de José ( Conjetural 63 pág 83/84). Jacob oye a Dios , invocándolo, y colige “sigue estando allí donde acechaba en el sueño”. No antes sino durante y después El sueño todo es asumido en su perplejidad germinal, sin que medie entre la visión y sus sentidos el alivio del intérprete. Para Jacob los sueños son hogueras de sentido que se abren, como un estuario, a la vigilia.
Coleridge, citado por Borges escribía que las imágenes de la vigilia inspiran sentimientos, mientras que en el sueño los sentimientos inspiran las imágenes.

La pesadilla no está urdida necesariamente de hechos insoportables: un gesto, una estridencia, un cuadro torcido, un utensilio a oscuras, bastarían para hacer de lo banal una experiencia aterradora.
Las pesadillas desdeñan los desenlaces. Antes de golpear la cabeza contra el suelo, antes de resbalar de la cornisa, antes de ser sorprendidos, o arrebatados o despeñados, despertamos. El horror está siempre en ciernes y el relato, trunco. Es el miedo angustioso a que estos hechos ocurran,  lo que nos empuja fuera del sueño.

Rara vez las pesadillas dejan tras de sí historias. Son, o simulan ser, fragmentos de una historia que se antoja mayor y que jamás termina de acontecer. No hay relato sino más bien un lento discurrir de detalles visuales que hacen al sueño más proclive a ser retratado que descripto.

Graham Greene dice que no existe género más íntimo que el de la pesadilla. Acaso tampoco más decepcionante.

La angustia de la pesadilla (Norberto Giarcovich / Conjetural 63)

La angustia de la pesadilla es experimentada hablando con propiedad, como la angustia del goce del Otro.
“Hace sentir todo su opaco peso de extraño goce sobre nuestro pecho que nos aplasta bajo su goce  (J Lacan/ Sem Angustia /Clase 12 Dic. 1962/ pág 159)
El deseo fundamental en el sueño, dice Freud, es el deseo de dormir, lo que implica entre otras cosas, no ser perturbado por el goce. Lacan hace referencia a la angustia de la pesadilla y la relaciona con el goce del Otro.

El goce que irrumpe en el sueño en forma de pesadilla es experimentado como angustia y esto es lo que perturba el deseo de dormir. La causa de la angustia no parece corresponderse estrictamente con aquella de la pesadilla (percatación de algo horroroso)

La angustia es definida por Lacan como lo que de lo real se connota en el interior del campo simbólico, pero, ya sea como falta o como exceso, está connotado en el sueño nunca es explícito, es enigmático.   
Entonces, la causa de la angustia  o la angustia como causa se descubre bajo la forma del enigma que suele estar representado por la figura terrorífica de la Esfinge, una pura enunciación que interroga, que demanda y a la que Lacan vincula con un significante oscuro.

Por eso Freud no cree que la angustia pueda producir una neurosis traumática, y afirma que en la angustia hay algo que protege contra el terror .
Freud describió tres formas acerca de la manifestación clínica de la angustia: la 1ra ) vinculada a la tendencia a la espera de una desdicha, un apronte angustiado con un rasgo de carácter pesimista común a muchos individuos que, fuera de eso, no presentan ninguna enfermedad; la cataloga como una neurosis de angustia y la ubica dentro del cuadro de las neurosis actuales. 2) Aparece asociada a lo psíquico, ejemplo las fobias, o las histerias y obsesiones y 3) es la que plantea el enigma, porque se produce sin causa, resulta incomprensible y genera terror. La angustia aquí no es manifiesta y el cuerpo resulta directamente afectado. Temblores, vértigo, palpitaciones, opresión en el pecho y dificultad para respirar generan una sensación de muerte inminente.

En la 1ra de las tres formas la angustia se presenta como defensa frente a una hipotética irrupción sorpresiva de algo peligroso, que en definitiva falta, no termina de hacerse presente. La 2da es la más conocida porque la angustia queda articulada con lo psíquico. Allí el objeto inquietante es sustituído por significantes y se genera a la manera de un “oximorón”, un peligro tranquilizador, lo que Lacan denominaba un significante oscuro; mientras que en la 3ra) la defensa angustiante no aparece. Podríamos decir que allí el Yo (como una neurona intermedia reguladora de la intensidad de la carga) no interviene, no hay señal y el cuerpo es directamente afectado por el exceso de carga libidinal. Esta 3ra forma es la que está vinculada al terror y es la que tiende a denominarse pesadilla. Ella comenzaría entonces, a partir del fracaso de la censura, cuando la angustia ya no opera y el sueño se prolonga más allá del intento de despertar; allí podría establecerse una diferencia con respecto al sueño de angustia. 

La 1ra forma de angustia, ligada a la espera de una desdicha, es un intento de anticiparse y de prohibirla, de no quedar desprevenido ante una súbita irrupción de algo traumático. Un intento defensivo frente a la posibilidad de la ruptura protectora de la ley del principio del placer. Forma similar a la que encontramos en los sueños de angustia, donde la deformación de los pensamientos del sueño todavía cumple su función y cuando no lo logra, frente a la presencia de un deseo reprimido muy intenso, la angustia se hace presente y provoca el despertar; así, para Freud, los sueños de angustia  eran sueños de despertar .

No ocurre lo mismo en la pesadilla donde la angustia como censura ya no opera y la realización del deseo continúa; por eso cuando viene lo horroroso el despertar ya no se produce o en todo caso es posterior a ello/Sueño Inyección de Irma/Seminario2 pag223

En el sueño común habría una realización encubierta del deseo reprimido. En el sueño de angustia un cumplimiento no disfrazado de un deseo reprobado, cumplimiento franco de un deseo reprimido.
En este último la angustia fracasa como censura en tanto el deseo se ha mostrado más fuerte que la defensa y se ha realizado o está en vías de realización. Esta parte es lo que podría catalogarse como pesadilla.
Sensaciones clásicas de la pesadilla: opresión en el pecho, sofocación, imposibilidad de moverse, gritar, defenderse. Características relativas al cuerpo que remiten a la afirmación de Lacan: “la angustia de la pesadilla es experimentada como la del goce del Otro”

Comprobamos que el goce sólo se puede aprehender por lo que es el cuerpo,  por eso en la pesadilla el goce se pone de manifiesto de esa forma, al modo de cómo se vivencia lo que corrientemente se llama hipocondría o ataque de pánico. Un terror indescriptible vinculado al cuerpo, junto con la sensación de muerte inminente. Ahí el cuerpo queda siempre bajo sospecha. Lacan en el Seminario 13, va a caracterizar al “goce como una abertura de la que no se ve el límite y de la que no se ve tampoco la definición”.

Esta caracterización del goce como abertura donde no se ve el límite la podemos ubicar en el “Sueño de la inyección de Irma” donde se distinguen dos  instancias: la 1ra) desemboca en la imagen terrorífica en el fondo de la garganta de Irma, como una angustiante revelación de lo real, la 2da) es la imagen donde “la hidra ha perdido sus cabezas”, previo al surgimiento de la fórmula de la trimetilamina. Una descomposición espectral de la unidad imaginaria que el $ obtenía a partir estadío del espejo .
Hablamos del límite porque entendemos que lo que pone límite al goce es el falo. El hecho de que exista al menos uno que diga no a la función fálica, ahora si este al menos uno, es negado, si la excepción no opera, el “todo” que constituía el límite se disuelve.

Algo se desintegra, como un conjunto abierto, completo por inconsistente, siendo esto lo que produce pánico (remite al cuerpo como fragmentado).
En principio el origen de la sensación de angustia suele provenir del deseo del A e interviene con su señal, ya que si bien se produce en el Yo, es para el $; allí el $ nada puede hacer para modificar la situación; mientras que en la pesadilla la angustia no es experimentada por causa del deseo sino a partir del goce, “del goce del A” que, provenía del cuerpo. También aquí el “nada puedo hacer” afecta al $, con la diferencia de que en la angustia éste se detiene, en la pesadilla no.

Para Lacan, la señal de angustia se produce en el nivel del moi, imagen del otro, en el lugar tópicamente definido como i(a). Señal que no se agota en su función de advertencia sino que a su vez mantiene la relación con el objeto a causa de deseo. Lo interesante de su ubicación es que la angustia se va a generar en la casa, heim del $. El objeto causa va a irrumpir justo en el borde del agujero del jarrón (esquema óptico), de allí su vínculo con el deseo: ambos comparten esa banda, aunque en lugares opuestos, y lo heim puede transformarse en unheim sin tener que atravesar ningún plano, y es por eso que la señal suele estar siempre disponible.

El grito es previo al desprendimiento del objeto, él es lo que se cede sin saberlo, a partir de lo cual se constituye como metonimia en la cadena significante. En la pesadilla el grito es lo que no se termina de producir, pese a todo el empeño que se ponga, y el sueño continúa.

¿Por qué el grito no logra emitirse y despierta al durmiente liberándolo del padecimiento? ¿Qué diferencia encontramos entre la pesadilla y los sueños típicos, donde la inhibición se presenta y la movilidad se detiene? El deseo reprimido es más fuerte que la defensa, lo que merece una aclaración, porque la inhibición se encuentra muy cerca de la angustia.

En los sueños de inhibición (ej turbación por desnudez) vemos por un lado la corriente del deseo y por otro la censura, ambos opuestos entre sí. Son contrarias aunque no contradictorias, lo que produce una suerte de condensación; no se anulan, ninguna es más fuerte que la otra, lo que da por resultado la detención del movimiento, siendo allí que la angustia interviene desencadenando el despertar. En la pesadilla ocurre diferente, el deseo reprimido es más fuerte que el de la censura, por lo tanto el despertar no se produce y la escena continúa. Al mismo tiempo, la angustia, que fracasó como censura, se mantiene en forma latente y se manifiesta como desasosiego tiñendo toda la escena; señalando que lo que aquí ocurre le concierne al goce del A. Terror y angustia entonces, configuran un acceso y una anulación fallida de eso representado en la pesadilla, que el grito áfono de la angustia se encarga de denunciar. 

NARRATIVA:                                                  
A Mercedes, mi abuela Cuentacuentos.

Quiero cuentos historietas y relatos pero no las que hablan a botón/ yo las quiero de la mano de una abuela/que me las lea en camisón. /Osías/ M E Walsh

Narrativa no es un término psicoanalítico pero es el que encontré para referirme a la fluidez o no, con que surge algún relato. En el ámbito estrictamente psicoanalítico podríamos intentar ubicarlo, con algún forzamiento, del lado de la asociación libre/juego.
Me lo pregunto tanto en adultos como en niños; tal vez en ellos (los niños) cobra mayor relevancia por su relación más reciente a la fluidez del lenguaje. Están creo más expuestos a las pantallas, con lazos sociales precarios. 
En estos tiempos de tanta acción e imagen, exponenciados en las pantallas: “te quedan x vidas más”, “con éste rayo te mato … pero con este revivís y tenés más poderes que antes”, “ ahora mutaste y sos … entonces tenés ….” Etc. etc . Cómo pensar allí la relación a la castración, todo se anula, lo que mató fue por un instante, de la muerte se vuelve … y con más poderes.

El surgimiento de un relato no es neutro, creo que es digno de darle una bienvenida animosa. Cuando surge algo de la palabra en su dimensión narrativa, como intento de lazo social, ello es propiciatorio.
En el transcurso del mismo podrá surgir o no una formación del inconsciente, si se da en el ámbito de una sesión de análisis se intentará trabajar. Si así no fuese, me parece importante la historización, alguna cronología o secuencia; vale decir: el relato.
En tiempos actuales  con tanta tecnología de acción, no aparece muy privilegiado el estatuto del relato, más bien ha ido perdiendo valor. “Hablar es aburrido” dijo una niña de 6 años. ¿Escuchar también? Pareciera que sí. La acción contundente de la dinámica de los juegos en red (fort night, etcetc) irrumpe, invade espacio y tiempo. Se forman grupos de juego sin lazo previo alguno y si lo hay se evanesce ante la contundencia del aquí y ahora del juego, ante el fuego de la pura acción.
No hay relato sino un lento discurrir de detalles visuales, más proclives a ser “retratados” que “descriptos” ¿Dimensión pesadillesca?

¿Dónde quedó la narración de un cuento, de un hecho acontecido, de un “me hace acordar a …”   , “ me contó un amigo entonces yo me acordé …”
En supervisiones hay analistas de niños que incluyen  juegos en red: fortnight y esas variables, o arman dispositivos similares en sesión. Ante la pregunta del por qué, responden: “Si no, no producen”.
¿Será así?, es posible que imperen esas modalidades “de acción” en estos tiempos; pero me parece muy importante  estar atentos a la dinámica posible de la narración, la toma de la palabra.
En lo específico del trabajo psicoanalítico, la narración favorece la asociación libre, se aloja en transferencia y nos invita una y otra vez a seguir escuchando, jugando con las palabras, trabajando.
Se armará un texto que eventualmente alojará formaciones del inconsciente, texto a devenir en el curso de la transferencia.

Concluyo con un cuento que titulé : No lo puedo creer

- Por favor atalo al señor  así se queda un rato más  y puedo conocerlo. Estamos en la Panamericana.

Ella cortó el celular, sorbió con fuerza el mate tratando de serenarse. Le cebó el siguiente a su marido, atento al volante, era intenso el tránsito. Era día de Navidad, volvían de Rosario, hubo encuentro familiar por las fiestas. Ya pronto nacerá su nieta, la primera. No quiere alejarse, basta de viajes.   

No podía creer lo que le contaba su tío en el teléfono, quien almorzó ese 25 de diciembre en casa de su vecino, invitado al  festejo de Navidad.
Durante ese encuentro le presentaron a Carlos también convocado a la celebración. La charla había sido animada y fluida. De pronto surgió: Esperanza, pequeña ciudad  santafecina, su ciudad natal (cómo olvidarla) donde su tío vivió varios años.
Sorprendido Carlos exclama: ¡Esperanza! yo estuve allí muchos años, en el Asilo Evangelista, soy huérfano desde muy chico.
¿En el Asilo Evangelista? - pregunta el tío con asombro. Allí iba mi madre a contar cuentos.

Silencio todos se miran con asombro. Carlos tose, se atraganta, se sirve agua la toma con lentitud intentando recuperar la palabra. No puede, vuelve a toser. Se pone y saca los anteojos varias veces. Se incorpora de la silla y da algunos pasos hasta tomar su bastón. Nuevo silencio denso, espeso.
- ¿Era su mamá? No puedo creerlo. Ella llegaba en la mañana, la de algunos martes. Venía a contarnos cuentos. “Hoy viene la abuela”, nos anunciaban. Todo nuestro ritmo de ese día se aceleraba con alta eficacia. Lavado de cara, dientes, peinado ¡de maravillas!, desayuno ¡saetas! Recoger las tazas, cubiertos, lavarlos … en segundos y así nos disponíamos a esperarla sentados en ronda con un asiento preferencial vacío: el de ella, la abuela. La abuela cuenta cuentos, la abuela de los cuentos.

Ella, la abuela, llegaba. Así continúa contando Carlos. Traía siempre un collar de perlas naranja suave, el cabello azulado sostenido por alguna peineta que le despejaba la cara amplia, invitante al encuentro.  Caminaba lento, con un cierto balanceo del cuerpo a ritmo ¿de què? ¿De una música que sólo ella escuchaba, del cuento que venía eligiendo contarnos, de las palabras secretas de algún mensajero mágico?
Nos saludaba con un: ¿cómo les va a mis escucha cuentos? (a nosotros, sus nietos, nos decía “mis tesoros”).  Así llegaba y así empezaba a contar, el aire se impregnaba de colores. Nosotros preguntábamos por los personajes, las calles de esa ciudad del cuento, los animales que conversaban entre ellos jugando …. a tantos y tantos juegos.
Tomábamos con ella un mate cocido con algunas galletas que nos traía de regalo. Luego  se iba … hasta la próxima. Quedaban los cuentos  flotando en cada rincón, escondiéndose tras los almohadones, trepando a las alacenas, riéndose en cada carcajada con pecas y sin ellas.

Tránsito, colas lentas en los peajes, bocinazos. Parece que el tiempo vuela y nosotros vamos tan lento, como carretas. Acceso Norte algo más ágil, por suerte. Oh no otro embotellamiento  parecía liberado pero acá estamos otra vez detenidos, a paso de hombre, a pasos de tortugas aunque nos soñemos correcaminos.

Ella se ve pequeña, rodeada de sus hermanos, primos y vecinos sentados en círculo en la vereda de Esperanza mientras la abuela contaba cuentos ¡Hoy vienen los nietos! decían los amigos del barrio ¡Hoy la abuela cuenta cuentos! Así se armaba el encuentro en las noches de verano, el círculo de escuchacuentos, la brisa del atardecer se demoraba en los cabellos, las risas, los ¿y entonces qué pasó? ¿Atraparon al escarabajo o se fue navegando en su bote de remolachas? ¿Siempre gana el tercero? yo quiero que sea el segundo quien mata al monstruo de los pantanos.

Donado, Olazábal, Forest, Corrientes, Avenida La Plata, Aranguren. Llegamos.
Ella toca el portero con alas, el tío baja a abrirle. Qué rápido camina, casi vuela con su artrosis.
Esperan el ascensor. Puerta que se abre en planta baja.
¡Justo! dice el tío, ¿usted ya se estaba yendo? Nosotros subíamos para encontrarlo. Ella es mi sobrina, él su esposo. Acaban de llegar estaba muy cargada la entrada a la ciudad, vienen de Rosario.  Ella quería tanto conocerlo, desde que le conté nuestro encuentro.
- También yo, dice Carlos tomando las manos de ella, cómo nos lo íbamos a perder. Lamentaba tener que irme, quería que nos encontrásemos.
- A mí tu abuela con sus cuentos, me salvó la vida.
- A mí también, murmura ella, con la voz entrecortada
El ascensor quedó abierto;

Norma Manavella/ Julio2020


NOTAS

  1. Material Supervisión (autorizado por Lic.Natalia Congiusta) Una joven de 15 años sueña que algo la tira de los pies, le oprime el pecho, la mira, la juzga. Le dice “hacete responsable”. Siente su cuerpo paralizado con imposibilidad de defenderse ( moverse).
  2. Carácter vívido de la pesadilla. Memoria expuesta a la angustia.
  3. Las pesadillas no autorizan diálogos. A Jehová se lo adora, se lo atiende, se lo acata.
  4. Doménico Fetti ( El Sueño de Jacob / Museo del Arte, Viena) a diferencia de Murillo y Ribera quienes lo representan plácido a Jacob, él lo sabe inquietante: Jacob se toma la cabeza apesadumbrado, como quien sufre el acoso de una pesadilla.
  5. En la tradición griega o en el Antiguo Testamento, por expresa advertencia de Jehová , nadie puede ver su rostro y permanecer con vida (Éxodo. 33,20)
  6. La angustia designa cierto estado de expectativa frente al peligro y preparación para el mismo aunque se trate de un peligro desconocido, mientras el terror es un estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado. Freud por eso no cree que la angustia pueda producir una neurosis traumática y afirma que en la angustia hay algo que protege contra el terror.
  7. No hay voz para la pesadilla.  En la pesadilla se figuraría el goce del A (extranjero dice Lacan) del cual el $ soporta su peso, pero al revés de lo que sucede con la demanda, no podría llegar a formular ninguna pregunta acerca de ese goce.

                                       
Bibliografía

Freud S – Interpretación de los Sueños
Lacan, J – Seminario X- La Angustia
Lacan, J – El Sueño de la Inyección de Irma – Seminario II
Giarcovich, N -  La Angustia de la Pesadilla – Conjetural 63
Gargiulo, S - El sueño de Jacob -  Conjetural 63
Gusman , L – Demonios de la Pesadilla – Conjetural 63

Volver al sumario de Fort-Da 13

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet