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Número 14 - Noviembre 2020
Políticamente incorrecto
Reflexiones en torno a la identidad de género en la infancia

Joseph Knobel Freud

RESUMEN

En  el curso de la historia individual y la constitución de la identidad, el género es anterior al sexo: el género no viene a simbolizar o a interpretar la realidad anatómica del sexo sino que, por el contrario, ésta última –la diferencia sexual anatómica- le sirve al niño para simbolizar après-coup la realidad cultural del género, que le es  transmitida y hasta impuesta desde el nacimiento en la relación con sus objetos significativos. Favorecer un discurso adultificado sobre la identidad de género en los niños puede provocar verdaderos colapsos en el proceso de constitución subjetiva; un proceso que debe estar en constante evolución y movimiento, y no cerrado a los cánones ideológicos de la época. El psicoanálisis debe, entonces, reivindicarse como una escucha subversiva.

PALABRAS CLAVE

Identidad sexual, identidad de género, infancia, escucha psicoanalítica

ABSTRACT

In the course of individual history and identity constitution, gender is prior to sex: gender does not come to symbolize or interpret the anatomical sex. On the contrary, anatomical sex - the anatomical sexual difference - serves the child to symbolize après-coup the cultural reality of the gender, which is transmitted to him, and even imposed, from his birth and through the relationship with his significant objects. Favoring an adultified discourse on gender identity in children can cause collapses in the process of subjective constitution; a process that must be in constant evolution and movement, and not closed to the ideological canons of the time. Psychoanalysis must, then, be claimed as a subversive listening.

KEYWORDS

Sexual identity, gender identity, childhood, psychoanalytic listening

Políticamente incorrecto
Reflexiones en torno a la identidad de género en la infancia.

El mundo actual va a un ritmo vertiginoso, nos encontramos con cambios en la sociedad que requieren de nuevas formulaciones y elaboraciones. Cada vez que un discurso adquiere un estatuto social y aparece cuestionando discursos anteriores, los psicoterapeutas tenemos que tener los oídos bien abiertos. ¿Qué reto plantea para el psicoanálisis un encuentro con los estudios de género? se plantea Laurie Laufer en un capítulo del libro “¿Qué es el género?” (Laufer, 2016).
Es evidente que las teorías de género subvierten un cierto orden establecido y comienzan a tener eco en el imaginario social.  Una de las ventajas sobre este hecho es que la incorporación de una nueva visión sobre determinadas posiciones o elecciones de género ha permitido despatologizar modos de vida que de otro modo estarían destinados a clasificaciones  psiquiátricas.

Ahora, gracias a las teorías de género y en gran parte debido a la incansable lucha de un colectivo que siempre se ha sentido al margen de la sociedad, la transexualidad ha dejado de considerarse una patología. Parece que no hay discusión. Hay sí, una enorme cantidad de posicionamientos diferentes respecto a la transexualidad  sobre los que sería interesante debatir. En todo caso hay un cierto apresuramiento a posicionar al psicoanálisis del lado de lo “políticamente correcto”. Por otro lado, hay un cierto deslizamiento hacia el discurso médico que intenta de un modo u otro “clasificar” a las personas trans, lo cual, a mi modo de entender, vuelve a caer en un atrapamiento a una psicopatología estadística y normativizada, frente a una clínica abierta al caso por caso.

Pero el caso es que lo que me propongo reflexionar es sobre la posibilidad de aceptar ciertas identidades genéricas como  propias de la infancia.

Bernini nos cuenta que en una guía divulgativa la SIPSIS (Sociedad Italiana para el estudio de las Identidades Sexuales) se introduce el tema con la presentación de tres pares de conceptos opuestos: el sexo, el género y la orientación sexual (1) (Bernini, 2018).
Son estos, de hecho, los tres criterios binarios de los que hoy por hoy hacen uso los psiquiatras, psicólogos, sexólogos y hasta juristas para definir las identidades sexuales.
El sexo remite al cuerpo sexuado; a los genitales, podríamos decir al macho y la hembra. Mientras que el género es una construcción cultural; es el equivalente socio-psico-cultural del sexo. Y la orientación sexual se refiere a la atracción emotiva, afectiva y erótica hacia los miembros del mismo sexo, del sexo opuesto o de ambos. La orientación sexual de un sujeto designa la dirección de sus deseos y no interfiere con la identidad de género.
Ahora bien, pensando en la infancia: ¿Qué se va a dar antes? ¿La noción de sexo o la identidad de género?
Esa identidad de género: ¿Cómo llega a ser del niño? ¿Cómo se apropia el niño de una identidad de género?

Cuando nosotros hacemos entrevistas diagnósticas a un niño o niña, cuando le pedimos que dibuje una persona y luego, según su producción, le pedimos una persona del otro sexo, estamos intentando averiguar cómo tiene incorporado, integrado, asimilado, metabolizado vendrá a decir Laplanche,  la diferencia sexual, las identificaciones sexuales y posiblemente las identificaciones genéricas (Laplanche, 2006).

Unos padres embarazados en la visita donde se realiza la ecografía del 5º mes, el ecografista (ahora sería políticamente correcto decir “lo ecografiste”) les pregunta: ¿quieren saber el sexo?
Desde el psicoanálisis sabemos que mucho antes, seguramente desde su propia infancia, esos padres comenzaron a imaginar un hijo y a darle un valor a tener un hijo de uno u otro sexo. La pregunta ante la ecografía (ante su propia función materna y paterna) pone en marcha todas esas fantasías sobre la sexualidad de ese hijo por venir que, desde ese mismo momento, comienzan a ser proyectadas hacia ese futuro hijo.

En  el curso de la historia individual y la constitución de la identidad, el género es anterior al sexo: el género no viene a simbolizar o a interpretar la realidad anatómica del sexo sino que, por el contrario, ésta última –la diferencia sexual anatómica- le sirve al niño para simbolizar a posteriori la realidad cultural del género, que le es  transmitida y hasta impuesta desde el nacimiento en la relación con sus objetos significativos. La identidad de género comienza a constituirse antes de que se descubra la diferencia de sexos. El niño distingue entre individuos pertenecientes a los géneros femenino y masculino – por sus comportamientos, costumbres, tono de voz, etc.- y llega a considerarse como integrante de uno de esos dos grupos antes de percibir la diferencia anatómica de sexos.

Así, parece inevitable otorgar toda su importancia a la idea de «asignación»: para poder identificarse con algún género, antes el niño debe ser identificado (por los adultos cercanos) como perteneciente a ese género. Esta «identificación primaria»  es la asignación del género. Para Laplanche, el proceso de asignación de género se lleva a cabo a través de lo que llama mensajes enigmáticos: mensajes comprometidos -cargados de significaciones inconscientes- que el niño debe traducir o comprender après-coup pero que son enigmáticos también, y en primer lugar, para el adulto que los propone (Laplanche, 2006). De modo que el proceso está “interferido” por las fantasías inconscientes de sus protagonistas adultos, sobre todo las que están relacionadas con la constitución de su propia identidad de género. El sexo, la percepción del sexo y su interpretación, es lo que ayudará al niño a  traducir o a dar sentido a esos mensajes enigmáticos recibidos desde el origen, que difieren según cada caso particular.
Es el niño el que deberá realizar esta decodificación de los mensajes de los adultos. El género, de algún modo es implantado en el niño desde el exterior (Dejours, 2006).

En algunos países se está aplaudiendo como un signo de libertad sexual el hecho de que haya una tercera casilla en el Registro civil; la del género neutro. Hay un discurso que apoya esta iniciativa como la posibilidad de que más tarde será el neo nato quien decidirá sobre su género; pero no estamos considerando que al inscribirlo en la casilla de “neutro” los padres ya están depositando uno de esos “mensajes enigmáticos” que el niño (e) deberá traducir luego… ¿Acaso no podremos interpretar que colocar al niño en la casilla de lo neutro no va a tener significación a posteriori? Tanto peso como inscribirlo con el nombre del abuelo muerto, o el hermano desaparecido o cualquier otra inscripción que da cuenta más del deseo de los padres que del niño mismo.
En un coloquio realizado en la APM en 2010 presenté un trabajo que titulé “Cuando no se instala la latencia: niños hiperexcitados sexualmente”; allí hacía hincapié en que la imposibilidad de los padres actuales de poner límites a las pulsiones de los niños estaba creando una nueva generación de niños hipersexualizados, incapaces de entrar en la fase de latencia (Knobel, 2010). En todos estos años podemos seguir comprobando cómo las funciones parentales están en decadencia; y los adultos están empujando a los niños hacia una imparable adultificación, donde se está exigiendo a los niños que sean pequeños adultos. En mi libro “El reto de ser padres” señalo que, aunque parezca una obviedad, un niño es un niño; no es un adulto en miniatura, con las mismas neuras y angustias que este, y reivindico el derecho de todo niño a disfrutar de la infancia, entendida como un tiempo de construcción subjetiva (Knobel, 2013)

Ni siquiera deberíamos caer en la trampa de decir que es un adulto en formación, los niños son niños, son psiquismo en formación,  tierra en barbecho diría Masud Khan, donde va a crecer aquello que siembra el deseo de los adultos y de la sociedad en donde los mismos crecen (Khan, 1991).

La sociedad actual está exigiendo a los niños a ser pequeños adultos factibles de perfeccionar; eso sí con un modo de goce que pertenece al mundo adulto…”Queremos que sean emprendedores, con una identidad clara y precoz, dominadores de varios idiomas, atrevidos y hasta con posiciones políticas” (Ubieto, Pérez Álvarez, 2018).

Así que cuando desde un discurso antropológico, sociológico, psicológico y hasta psicoanalítico se está permitiendo que un niño de corta edad despliegue una fantasmática  de tipo trans y no sólo se lo aplaude si no que se lo televisa y se difunde en las redes sociales, posiblemente se está haciendo cómplice de un verdadero ataque a la infancia. Un acto violento que el adulto está cometiendo sobre  el niño, al estilo de lo que Piera Aulagnier subraya con precisión en “La violencia de la interpretación” (Aulagnier, 1977), o lo que Ferenczi describía en “Confusión de lenguas…” (Ferenczi, 1932); lo que corre el riesgo de provocar en el niño un verdadero “colapso tópico” al estilo de lo que describe Claude Janin respecto a la imposibilidad de pasar por el juego un acontecimiento traumático (Janin, 1999) (podría extenderme sobre las teorizaciones del psicoanálisis contemporáneo sobre las huellas de lo negativo). Considero que favorecer ese discurso adultificado sobre la identidad de género en los niños no hace más que provocar verdaderos colapsos mentales en la futura identidad sexual y genérica que, si hacemos una lectura más profunda de las teorías de género más representativas, debería estar en constante evolución y movimiento y no atrapados en una única identidad que vuelve a ser binaria y no múltiple y que coloca sobre el cuerpo (y no sobre el inconsciente) su más pesada carga.

Voy a intentar ejemplificar todo esto con una pequeña viñeta clínica:

La madre de Pat llega a mi consulta derivada por el endocrinólogo ya que “desgraciadamente” se precisa de un estudio psicológico para comenzar a hormonar a un niño. La madre dice que Pat, de ocho años, se siente mujer desde pequeño y que ella le respeta ese deseo porque lo ve “lo más normal del mundo”.

El padre de Pat está preso y la última vez que Pat fue a visitarlo el padre se negó a recibirlo por la forma que Pat se comportaba. (exageradamente femenino)
Cuando quedo con Pat en una hora de juego, a la que asiste entusiasmado porque será su puerta de acceso a comenzar su tratamiento hormonal, el llega con una larga melena que se dedica a acariciar permanentemente.
“Yo quiero ser mujer lo antes posible” afirma Pat a modo de presentación, y yo le comento que eso sería adelantarse mucho en el tiempo…Sugiero que por ahora es tiempo de jugar, de hacer cosas que hacen niños y niñas, y Pat me dice desafiante “seguro que no tienes Barbies entre tus juguetes”. Le sugiero que compruebe lo que hay en la caja y se entusiasma con unas muñecas pequeñas, y me dice que quiere jugar a hacerle vestidos…Nuevamente desafiante me pregunta si voy a tener hilo y aguja para poder coser y si yo voy a saber hacerlo. A lo largo de esas horas diagnósticas pudimos hablar de lo que es jugar y la diferencia entre jugar como niña o niño y ser hombre o mujer. También pudimos empezar a tejer (coser) una trama que hablara de su propio deseo de ser para sí mismo y no para la madre. Algunas sesiones más tarde, comenzó a desplegar parte de su conflictiva edípica al contarme que él y su madre estaban enamoradas de la misma persona (un enfermero del hospital donde acudía a sus citas de endocrinología) La madre comentó más tarde que disfrutaba hablando con Pat de la belleza de los hombres.

De una consulta para aprobar un tratamiento con hormonas femeninas se propuso continuar con un tratamiento psicoterapéutico que pudiera ayudar a Pat a entender mejor lo que le estaba pasando.
Aquí la propuesta se topó con la roca de las tribus urbanas armadas de ideología, según las madres del grupo de apoyo a los niños trans los psicoanalistas todavía pensábamos en la envidia del pene, lo que por supuesto, debía entenderse como radicalmente opuesto a una identidad de género libre y liberadora.
Y así, esta madre encuentra en la militancia progresista y avanzada un aliado para desplegar los destinos de su proyecciones sin cuestionarlas…

Sin embargo, desde las propias filas del pensamiento y activismo trans encontramos otro discurso; escuchemos los que nos dice el sociólogo trans Miquel Missé en una entrevista por la presentación de su último libro: “A la conquista del cuerpo equivocado”: …“parecería que hemos encontrado unas reivindicaciones que son muy transformadoras, y lo que ocurre es que en ellas también se encuentran discursos profundamente esencialistas y conservadores.” (Missé, 2018) Y cuando la  periodista le pregunta en que sentido, Missé responde: “Por ejemplo, en muchos discursos sobre la infancia trans. Con este tema, me gustaría hacer un apunte, y es que cada vez es más difícil hablar de la infancia trans sin ser tachado de tránsfobo y eso me parece súper peligroso. No tengo ningún problema con que la gente haga transiciones de género, sino que creo que el discurso hegemónico acerca del género en la infancia que asocia automáticamente la transexualidad a los menores que repiten una y otra vez que son de otro género, es un problema. Ahí es donde tengo conflictos de posiciones. Yo sencillamente es que no creo que exista gente con cerebros de hombre y de mujer, no creo que exista una identidad innata preestablecida. A los discursos que dicen que la identidad de género se fija en torno a los dos o tres años, creo que les faltan complejidad y matices porque tú puedes no tener en la infancia una identidad definida o tener una identidad que no es la que se te ha asignado al nacer porque estás explorando y tratando de entender. En la infancia hay muchos momentos en los que, mientras están aprendiendo que el mundo es binario, hay mucha fluidez y yo creo que la fluidez hay que cultivarla. (2)

De esa fluidez, tan específica de lo infantil, nos ocupamos los psicoanalistas de niños. De hecho, desde los inicios del psicoanálisis se consideró a esa escucha analítica como subversiva.
Se trata de seguir siendo políticamente incorrectos.

BIBLIOGRAFÍA

Auglanier, P. (1977). La violencia de la interpretación. Buenos Aires: Amorrortu.

Bernini, L. (2018). Las teorías queer. Barcelona: Egales.

Dejours, C. (2006). Por una teoría psicoanalítica de la diferencia de sexos. Introducción al artículo de Jean Laplanche.  Alter Revista de psicoanálisis.

Ferenczi, S. (1932). Confusión de lenguas entre el niño y los adultos. Conferencia pronunciada en el XII Congreso Internacional de Psicoanálisis en Wiesbaden.

Janin, C. (1999). Figures et destins du traumatisme. París: PUF

Khan, M. (1991). Locura y soledad. Entre la teoría y la práctica psicoanalítica. Buenos Aires: Lugar Editorial.

Knobel, J. (2010). Cuando no se instala la latencia: niños hiperexcitados sexualmente. En Blinder, c:, Knobel, J , Siquier M.L.: “Nuevas aportaciones a la clínica psicoanalítica de niños” (2017) Madrid. Ed. Síntesis

Knobel, J. (2013). El reto de ser padres. Barcelona: Ediciones B.

Laplanche, J. (2006). El género, el sexo, lo sexual. Alter Revista de psicoanálisis, 14/19

Laufer, L. y Rochefort, F. (2016). ¿Qué es el género? Barcelona: Icaria

Missé, M. (2018). A la conquista del cuerpo equivocado. Barcelona: Egales

Ubieto, J. R. y Pérez Álvarez, M. (2018). Niñ@s híper. Barcelona: NED

Borraz, M. (2019). Entrevista a Miquel Missé. Recuperado de www.eldiario.es

Notas

(1) Lo interesante es que de esta manera quedan excluídas el intersexo y la identidad transgénero

(2) Entrevista realizada a Miquel Missé por Marta Borraz para El diario.es del día 12/1/19

 

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