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Número 14 - Noviembre 2020
Un autista y su analista
Miguel Calvano

Cuando Alicia Hartman me invitó a participar en el Congreso en esta mesa en particular, me dijo que me invitaba en función de mi experiencia institucional con chicos autistas y psicóticos en el Hospital Tobar García.
Este es un momento en el que asistimos a algunos fenómenos contemporáneos, particularmente: la expansión indudable del diagnóstico de autismo y la aparición de autobiografías escritas por personas diagnosticadas en algún momento de su existencia como autistas.

La expansión, a su vez, se correlaciona con el accionar de los sucesivos DSM que han incluido a todas las variedades del autismo: primario, infantil precoz , Síndrome de Rett, trastorno desintegrativo de la infancia, TGD, Asperger, autistas de alto rendimiento, en una sola denominación: el trastorno del espectro autista.

En muchas de las publicaciones de este nuevo, por asi decirlo, reverdecer del autismo, he encontrado algunas insistencias: el saludable intento de probar nuevas maneras de trabajar con los autistas, no centradas en aprendizajes, sino en criterios ligados a la invención.  Intentos que se llevaron a cabo en distintos hp y centros de salud de la ciudad, no solo en el Tobar García. También me ha llamado la atención cierto desinterés por la historia familiar del autista. Muchos trabajos sobre clínica, pocas referencias históricas y estructurales.

En el hp. desde siempre distinguimos la psicosis infantil del autismo, ambas entidades mezcladas a su vez con la debilidad mental. Siempre predominó, entre nosotros, la idea del autismo por fuera de la psicosis: polo, estado, tiempo, estructura, posición subjetiva, en fin distintos modos de nombrar al autismo por fuera, el autismo como ex.
El abordaje psicoanalítico, al menos el lacaneano, de estos chicos ha partido de la consideración de la inclusión o no de estos pibes en el lenguaje. Inclusión donde corresponde discriminar el grito del lenguaje, lalangue del lenguaje, lenguaje y palabra.

Respecto de esta cuestión fundamental hay un cierto consenso en que los autistas están en el borde, dado el rechazo de la alienación, rechazaron el ingreso en la lengua. Ese rechazo al que Lacan llamó en un principio: insondable decisión del ser. Decisión que va suponer una particular configuración de las operaciones de armado de los juicios, tanto el de atribución como el de existencia. A esa decisión Lacan no la plantea como un déficit cognitivo, sino como una elección. Es una elección del ser. Los juicios, de atribución especialmente, implican una pérdida de goce, la ausstosung freudiana y la behajung, la afirmación del ste. primordial. Todos estos rechazos están matizados, corresponde estudiar en cada caso como se han presentado. Rechazo que implicará, a su vez, no ceder los objetos pulsionales: orales, anales y particularmente los objetos escópicos y vocales. La insondable decisión de rechazar la lengua, de negarse a la alienación fundamental, de rechazar al Otro como tal.

Para los que se resisten a la captura que produce la estructura del lenguaje, la vida es un errar, una errancia, un error, sostiene Lacan en el Sem. XXI, el seminario de los incautos. Marca a los sujetos que se quieren por fuera de la estructura, de la estructura del lenguaje, los no incautos no soportan que la vida no es más que un viaje. Es, dice Lacan, la función del extranjero, sentirse extranjeros en todos lados…quien si no los autistas para ejemplificar esta expresión. Lo dice Temple Grandin: siempre se siente como habiendo nacido en otro planeta. Fue teletransportada a un lugar, la tierra, del que nada entiende. Para no ser no incauto el niño debe aprender algo, dice también Lacan.

Cuestión central en el caso específico del autismo es la no existencia de desencadenamiento, ya que si no lo hay la clínica discontinuista propia de las psicosis se problematiza, la presencia o no de alucinaciones…el clásico aleteo, ausencia de lenguaje hablado, la no enfermedad orgánica de estos pibes, la dificultad para la transferencia…siempre fueron autistas, si bien en los relatos de las familias he encontrado una buena cantidad de situaciones de desencadenamientos, en general bajo el formato del susto. A partir de un susto en algún momento de la infancia, casi siempre situado alrededor de los dos años, o sea cuando se precipita el habla,  los niños cambiaban: se retraían, dejaban de hablar, comenzaban con conductas estereotipadas de las que no regresaban. Esta es una línea de investigación: reemplazar o no el concepto de desencadenamiento por el de corrimiento del borde en el que el chico se sitúa.

Voy a comentar a un chiquito que atendí en el h. Me interesa situar a partir de este pibe tres temas: el lenguaje, su lugar en la estructura parental y la cura a partir de la institución de alguna transferencia.

Lo atendí en el servicio de hp. de día: no hablaba, gritaba continuamente, se autoagredía con ferocidad, golpéandose la cabeza contra el piso, paredes o personas, a veces interponía su brazo entre su cabeza y la superficie sobre la que se golpeaba como amortiguando el golpe, comía poquito y mal , estaba absolutamente aislado y con conductas muy estereotipadas, por ej. caminaba como la pantera rosa: casi en puntas de pie. De este pibe se decía que estaba así desde los dos años. Al momento de la consulta tenía 5 años.

Sucedió que el chico no aceptó ingresar en el hp. durante varios meses. Al llegar a la puerta comenzaba a golpearse y se lo tenían que llevar. Gradualmente comienza a poder ingresar, quedándose unos pocos minutos en el pasillo. Acepto ver a Manuel, ese era su nombre, en esas condiciones. En una oportunidad, la primera vez que lo veo, estaba golpeándose contra el suelo, me acerco, me presento, le digo que quiero jugar y hablar con él. Que lo espero tal día a tal hora. Llegado ese día, él estaba otra vez golpeándose. Al verme, deja de golpearse, se para, me da la mano y se va conmigo a un consultorio. Por esta razón acepté tomarlo en tratamiento. Si bien el rasgo que mencionaba Kanner: la inmutabilidad, la resistencia a los cambios también importaba para ese pibe, por lo cual se había construido una caparazón que lo protegía del Otro. La caparazón es entonces un borde que el autista construye para protegerse del Otro y su intrusión y para asegurarse de la persistencia de lo mismo. Sin embargo hubo, con el perdón de la palabra, una grieta en esa caparazón: Manuel escuchó, escuchó mi invitación.

Puede quedarse muy poquito tiempo en el consultorio. Prefiere darme la mano e ir a dar una vuelta por el hp., las instalaciones y el parque. Comienza a pronunciar una especie de letra que suena como la letra M. Con M. comienza su nombre, su apellido, mi nombre, el nombre de la madre, la palabra: madre. Esta actividad de intentar pronunciar una m. le resulta muy graciosa y divertida, cosa que sorprende a los padres, quienes afirman que Manuel nunca se ríe. Comienza a quedarse más tiempo en el consultorio. Cuando sale, la madre está fuera y quiere llevárselo. Le digo que no, que Manuel está conmigo y nos vamos a dar una vuelta, inclusive fuera del hp, del que sabe salir pero no sabe volver.
Cómo pensar esta m.? se hace necesaria la distinción entre lalangue y el lenguaje. Lalangue no es un sistema como el lenguaje, pero lo precede. La define Lacan, sem. XX, como una integral de equívocos, S1 que actúan sobre el cuerpo produciendo acontecimientos. Lalangua como núcleo y origen del lenguaje, primera forma de lo simbólico. La función de lalangue es agujerear lo real, lo que permite el anudamiento de los tres registros. A este agujerear Lacan lo llama: troumatisme: trou, agujero, trauma. El agujero permite pasar de lalangue al lenguaje. El asunto es que en el autismo esto no sucede, algo queda congelado (conf. Ginebra sobre el síntoma). No se produce el encadenamiento de los S1 y los S2 del lenguaje. El murmullo, el balbuceo de Manuel está en esta dirección. El niño queda encapsulado, sin mundo.

Teníamos una caja de juegos que tenía diversos muñecos: la reina, el hombre con barba, otro hombre y distintos autos, lápices, papeles, pelota. La caja estaba forrada con un forro de papel que tenía imágenes de chicos, chicas y animales. Manuel, lo que hacía al principio era vaciar la caja, desparramar su contenido. Yo nombraba lo que él hacía. En una oportunidad quiso meterse él dentro de la caja. Le dije que de ahí no entraba ni salía nada. Me mira, intenta como balbucear algo y toma, por primera vez, la muñeca a la que llamo: la reina e intenta taparle los ojos y la boca. Luego se va.

Progresivamente comienza a trabajar con los tres muñecos e intenta sacarles algo de la cabeza, del cuero cabelludo, hundirles los ojos, la nariz, tapar o abrirles la boca. Casi siempre estoy en silencio o le digo: no sale, ya va a salir. Muchas veces ante la imposibilidad de lograr sus objetivos se golpea con rabia, sin violencia, pero muy enojado. En esas ocaciones yo tomo los muñecos con los que trabajó ese día y los tiro al suelo.
En una ocasión tomo el muñeco con el que trabajó ese día, la reina, él se sienta en mis piernas y yo le hablo al muñeco. Me mira muy atte. Y parece decir: mamá. Comienza a dar vueltas por el consultorio. Yo tomo a los muñecos y comento lo que Manuel quiso decir. Se ríe y salta y se lleva al muñeco con barba, por primera vez se lleva algo del consultorio. Al ver a la madre en el pasillo, lo suelta. En otra oportunidad, mientras yo comento con los muñecos las cosas que hace en el consultorio, él toma a la reina, la tira al suelo y dice: callate. Fue la primer palabra que dijo claramente.

Voy a comentar ahora la que siempre me pareció la sesión más importante de ese tratamiento: entra al consultorio, mira una figura del forro de la caja de juegos, abre la caja y toma al muñeco con barba, grita, lo saca de la caja. Se queda un largo rato mirando a ese muñeco. Hace todo esto dándome la espalda. Le digo que así no me deja ver. Sorpresivamente, se pone a gritar y a golpearse la cabeza con ambas manos. Le digo que no lo haga, trato de tomarlo de las manos. Forcejea para soltarse, lo logra y vuelve a golpearse. Tomo al muñeco con barba, lo golpeo contra el piso. Deja de golpearse. Le devuelvo el muñeco, me mira con expresión angustiada y vuelve a golpearse con inusitada violencia. Le digo: “qué cabeza dura”. Me mira, deja de golpearse, se sienta al lado mío y pone muy cuidadosamente la caja de juegos entre los dos. Toma otro muñeco y un lápiz y golpea a este muñeco. Hago lo mismo que él: tomo un lápiz y otro muñeco y lo golpeo, intentando agujerearle los ojos. Grita contento y parece decir: “caca, caca, caca”. Arroja la cabeza de un muñeco, la tomo e intento agujerear esa cabeza. Vuelve a gritar contento e intenta sacarme la camisa. Se ríe mucho. Toma los dos muñecos a los que intentamos agujerear y él intenta también agujerearlos. Termina la sesión, me siento muy, pero muy cansado.

Las consecuencias de esta sesión fueron muy importantes: deja de golpearse. Las autoagresiones solo vuelven en dos situaciones específicas: cuando se le dice que no a algo que él quiere hacer y cuando le duelen los oídos. El golpe queda referido al Otro, pasa a ser respuesta al Otro…ya hay un intercambio.

Intenta acercarse a otros cuerpos. Abandona paulatinamente a los muñecos y comienza a investigar a las imágenes de la tapa de la caja. Aumentan sus balbuceos y sus gritos dejan de tener el tono angustioso que los caracterizaba. En una oportunidad comienza a tamborilear sobre la figura de una nena que había en el forro de la caja. Le digo que la nena no lo deja hablar. Grita muy fuerte, se toma los genitales, se sienta encima de mí dándome la espalda. Al rato sale del consultorio, pasa al lado de la madre y se va a jugar con una nena.

A partir de ese momento intenta tener diálogos conmigo, dice cosas sin sentido, siempre le pido que me hable más claro, que voy entendiendo, pero no mucho. Diálogos a medio camino entre un balbuceo lúdico y una comunicación.
Con el tiempo, el tratamiento duró unos tres años, los logros de este pibe, pueden resumirse así: se levanta a la mañana, se lava los dientes, se lava la cara, tiene continencia urinaria permanente, se viste solo. Diversificó un poco sus comidas. Toma mucha agua. No hay control del esfínter anal. Los padres no insistieron en su aprendizaje. Hace caca antes o después de comer. Nunca habló. Estos logros sorprenden a los padres que no esperaban que este chico haga ningún tipo de lazo social, sino que esperaban mayor aislamiento.

Respecto del desencadenamiento: En una oportunidad, a los dos años, miraba con su abuelo materno un partido de futbol por tv, el abuelo gritó: goool. Este pibe se asustó, dejó de decir las poquitas palabras que estaba comenzando a usar, se encerró armando escenas repetitivas: se golpeaba ante determinados personajes que veía en la tv, bajaba las persianas y se quedaba quieto en la oscuridad. Comenzó a tener un miedo respecto de este abuelo que nunca se pudo resolver. Este abuelo, alcohólico, al decir de su hija: “no habla, grita”. La maltrataba especialmente: “granulosa, tuberculosa”, le decía. Era muy hiriente con ella. La madre de Manuel, María, tenía un hermano. Una especie de sujeto psicótico, el negrito le decían. En una sesión en la que Manuel hacía rayas en el pizarrón y gritaba y yo intentaba leer algo en esas rayas y en ese grito, empecé a decir: el nene grita, el grito del nene…de pronto me doy cuenta y digo: el negrito…me mira y deja de gritar.
La abuela materna era la que se encargaba de la crianza inicial de Manuel, dado que su hija trabajaba. Con esta abuela Manuel no hacía ningún tipo de crisis, las hacía cuando volvía su madre. Ella, la abuela, le enseñó a dejar la mamadera y a comer. Cuando Manuel quería comer, tomaba de la mano y llevaba a los padres o a la abuela hasta el alimento. Nunca podía comer solo. No tuvo enfermedades de la infancia. En algún momento la madre deja de trabajar y toma completamente a su cargo la crianza de su hijo.
Respecto del padre de Manuel, tenía un taller mecánico donde su cuñado solía estar. Su propio padre falleció cuando él tenía dos años y medio. Su madre, la abuela paterna, nunca habló de esta muerte. Decía el padre de Manuel que él en su casa no hablaba, pq la que hablaba todo el tiempo era su mujer. A veces con Manuel jugaban al oficio mudo.

Respecto del lenguaje resultó que Manuel solo decía algunos fonemas que no coincidían con las palabras que la lengua utiliza para nominar a las cosas a las que se refieren, por ej. güi era agua, su era azúcar. No decía ni mamá ni papá, tampoco decía: no. Cuando Lacan en el Sem. 24 se pregunta si el psicoanalisis no es un autismo de a dos, responde que para no serlo es necesario una lengua comun…no es el caso de este chico que usaba terminos que no eran los de la lengua materna. esto es esencial con el autismo: como constituir una lengua comun.

Casi no comía, y lo que comía era pobre y repetitivo, milanesas con papas fritas. Este fue el motivo de consulta, el trastorno alimentario. Cabe resaltar que los padres no habían registrado que había dejado de hablar. Lo hizo una cuñada, que dijo que Manuel tenía las características de una vecinita sorda.

El niño y la estructura

Lacan indicó las distintas posiciones del niño respecto de los padres: el niño síntoma de la pareja de los padres o de uno de ellos. Este es un niño que representa al Otro parental. Otra posición es la del niño objeto: el niño como objeto del fantasma de la madre. Aca se ubican las diversas posiciones psicóticas del niño. Los Lefort agregan a los autistas como objetos del autoerotismo materno. Niño no ligado al fantasma materno, sino al autoerotismo materno.
Manuel puede ser pensado en ese lugar: durante el viaje de bodas en MDP, la madre queda copada con un pibe que conoce en la playa. Un pibe que hablaba, hablaba y hablaba.. Este pibe le hablaba, entre otros temas, de la pantera rosa. Ella queda embarazada. En el 7º mes el chico nace, solo vive unas pocas horas. Ella queda embarazada nuevamente, ahora de Manuel, pero estaba de duelo. No festejaba los cumpleaños de M. pq estaba de duelo. Una de las actividades que hacíamos con él en el hp. fue festejarle sus cumples. El estaba muy contento con esos festejos.

Cuando nace su hijo Manuel, su madre le pone a su hijo el nombre de este chico de la playa. No era para nada una madre depresiva, pero no había superado la pérdida. Entonces, se puede pensar que lo primero que tiene que hacer Manuel es producir esa pérdida, pérdida que no estaba producida aún en su madre. El agujero que se genera en la madre a partir del hijo perdido. En ese agujero Manuel no tiene lugar, él no va a ocupar ese espacio faltante en la madre. Por lo tanto quedará por fuera de ella, como un objeto sin uso. El lugar de objeto que todo niño tiene para su madre está totalmente rechazado en este caso. Manuel es un objeto fuera del discurso. Siempre que se habla de él…se habla de otro: el Manuel de la playa, la vecinita sorda, la sorpresa ante los logros de este chico puesto en tratamiento, ningún festejo para él, no percibir los cambios en su conducta a los dos años.

Como pensar este agujero? En RSI, Lacan menciona a la nominación como lo que agujerea a lo simbólico. No tarda en referir la nominación a los tres registros: nominación en lo imaginario, la inhibición. Nominación en lo S., el síntoma y nominación en lo real, la angustia. Este pasaje de la nominación en cada dimensión, permite pasar del agujero a los agujeros. En Literaturre, en la respuesta a Marcel Ritter va a plantear dos reales, por lo tanto dos agujeros: el real pulsional ligado a las zonas erógenas freudianas, similar al tour pulsional del Sem. XI, agujero corporal delimitado por el ida y vuelta de la pulsión…F1. Este es un agujero ubicado entre lo Imaginario y lo Real.

El otro agujero, en verdad el primero conceptualizado por Lacan, es el agujero del Ics., lo reprimido primario, ubicado en el nudo entre S y R: lo real de lo Simbólico. Esta falla tiene un nombre en la teoría: S(A) tachado el A. Este es un sgte. que no representa al sujeto, está solo, no hace cadena, es más letra que ste.

A nuestro entender, es este Real el está en el inicio del autismo, el autista parte de allí, parte del troumatisme que significa aprender una lengua. La falla que supone el ste. de la falta en el Otro no agujerea. Así es pensable que en el autista no haya agujero. Ahora bien, no lo hay pq no lo hay en la madre para él. No lo recibe de su madre.

Si el niño no ocupa el lugar de objeto para el Otro, no causa el deseo del Otro. Este chico no es el objeto a de la madre. Es un niño extraño para la madre. A un niño así es a lo que se puede llamar: niño como objeto del autoerotismo materno. Tal vez, no lo sé, la madre tuvo un objeto peluche tipo la pantera rosa y a ese objeto queda su autoerotismo enganchado.

Una gran pregunta que estos casos provocan es: como puede vivir un niño excluido del deseo de la madre? en este caso no hay nada, ni siquiera pulsión de muerte. Lo que sí hay son manifestaciones de vida. Sus gritos lo eran. Si bien no eran lenguaje, participan de él. Los balbuceos…daba siempre la impresión de estar a punto de hablar…alguna vez lo agarré del brazo y le dije: hablame, hablame…no es sin nuestra angustia este tipo de tratamientos. Esos balbuceos nos indican ya un esbozo de lenguaje. Las otitits, este pibe comienza a enfermarse. Iniciado el tratamiento comienza a tener las enfermedades que aún no había tenido, todo un índice de histerización. No hay cura que no pase por el cuerpo. Manuel que no fue objeto para su madre, ya que el fantasma materno no lo alcanza. Si el objeto del fantasma se ubica entre el niño y el Otro, en el caso del autoerotismo lo que vemos es que el objeto está sobre el niño. Su trabajo consistirá en perder ese objeto. Objeto que no hace lazo, no puede ser equivocado al entrar en la dialéctica significante…pq no entra en esa dialéctica. La madre de este pibe no es una madre psicótica, es una madre que no sabe a quien darle ese objeto, que es un objeto de su propio cuerpo. Pero para perder ese objeto necesita primero construir el lugar de la pérdida, el lugar donde pueda alojar lo perdido. Tiene que concluir el duelo por ese objeto que perdió, su primer embarazo y que no se logró hacer.

Así comienza Manuel, me lleva por las instalaciones del hp., necesita producir una pérdida ahí, en una superficie completamente compacta al inicio. Como tiene que hacer un agujero en el Otro y un agujero para él y no puede, comienza a hacer, a intentar hacer un agujero en los muñecos. Inclusive, antes que eso, él comienza el tratamiento cuando le puedo decir que él es alguien: ofrecerle un encuentro en día y hora lo hace a él alguien. El no era nadie, si no es alguien, solo le queda destruirse para desaparecer. Manuel oye eso desde la primera vez. Qué escucha? Escucha una palabra que le está dirijida. En este sentido, el analista poniendo tiempo y espacio fijos para recibir a este chico, instituye un espacio, al instituir un lugar a través mío donde este chico sea reconocido como niño. Y lo hace hablándole a él.

En lo sucesivo, la cuestión del objeto se va a plantear entre el niño y el analista. Objeto oral, cuando me saca la camisa o me muerde el hombro u objeto escópico, el “no me dejas ver”. Este objeto está presente en la transferencia como objeto que enceguece, pero está en el relato de los padres: en el seudo desencadenamiento, donde el énfasis estuvo puesto en el objeto voz, voz del Otro, también podemos ubicar al objeto escópico en ese cerrar las persianas y quedar en la oscuridad. En la gran sesión, la aparición de la mirada del analista también tuvo que ser barrada. En esta gran sesión…solo duró 15 minutos, tenemos diversos asuntos más: el rechazo no es solo a mi demanda de ver, sino a mi presencia. No me da la espalda, exactamente, sino que borra mi presencia. Al hablarle, provoco un forzamiento. El “cabeza dura”, interpretación que funda un S1 para este chico, deriva en ese juego con los muñecos. No solo funda un S1, sino que hace caer un objeto, el objeto mirada. Y en cierto sentido también el objeto voz, ya que me obliga a callar. Recordemos que la madre habla todo el tiempo, habla, pero no dice. La dificultad mayor con estos chicos es la producción del S2, producción que queda a cargo del niño mismo. El estatuto del Otro en el autismo nos indica un camino para entender porque no hay posibilidad que Manuel lo haya constituido: si en el psicótico infantil el niño no cesa de colmar al Otro para salvaguardarlo, el autista tiene una relación de destrucción con el Otro pq necesita hacer un agujero en el Otro. Queda entonces congelado en ese S1 que hace de él un puro sgte.,  pero un sgte. real. Sgte. que es también un objeto, pero objeto del Otro que para el niño es intrusivo bajo las dos especies de la mirada y la voz. Recordando que aún así los autistas…escuchan, en principio a sí mismos.

El tratamiento se interrumpe pq la madre queda embarazada, de una nena ahora. El ver a su madre atender a otro bebé, ver que alguien exterior a él hace pis, caca y que recibe los brazos maternos serán todos aspectos muy importantes para Manuel. Ver que la madre le habla a su nuevo bebé.

Años después el padre viene a verme preocupado por por esa nena, que también tenía trastornos alimentarios, se la diagnostica como anorexia. Me cuenta que Manuel está muy bien. Es un muchacho muy tranquilo y callado que trabaja con él en el taller mecánico.

Notas

(*) -Trabajo presentado en el IX Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología – UBA 2017-.

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