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Número 12 - Diciembre 2017
Juegos de guerra, lógica de la estructuración del fantasma
en el análisis de un niño

Sofia Elena Wilczycki


En el quehacer del Psicoanálisis, y más precisamente en el trabajo de análisis de niños, muchos han sido y todavía son, los planteos acerca de su pertinencia, de su legitimidad, de sus especificidades. La función del juego, en la actualidad recibe lecturas discordantes, que aún invitan a replantear, por qué el Psicoanálisis de niños, trabaja con el juego. Desde las terapias cognitivas, apoyadas por las Neurociencias, deslegitiman su eficacia.
Estos y otros interrogantes, me llevaron a proponerme trabajar acerca, de conceptos conocidos por todos.  Pero: ¿cómo lo entendemos a la hora de leer nuestra práctica, que un niño juegue? ¿Es natural que un niño juegue? ¿Por qué un niño repite un juego? ¿Qué anida en la estructura del viviente como ser hablante, que un niño quiera jugar?

Arrimo una respuesta, muy conocida también por ustedes: el niño disfruta, cuando se juega su existencia (existere) como Sujeto. Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones que permiten que exista un juego?
Los invito al material clínico, elegido para llevar adelante algunas reflexiones:

Hace 3 años, Martín de 9 años traído por su madre, Claudia. En aquel momento, consultaba por sus dificultades escolares, falta de atención en clase, no podía ordenar la escritura en su cuaderno, interrumpía en forma permanente, y por la gran dificultad en relacionarse con sus compañeros.

Luego de un tiempo de entrevistas con la mama esta pudo decir, con angustia su preocupación por su hijo, que venía con notas cotidianas de la Escuela, por peleas, gritos a compañeros y maestros. De sus dichos también se podía escuchar la falta de  delimitación del espacio propio y del otro, Martín basculaba en golpear a otro o golpearse a sí mismo al cruzar contra los marcos de las puertas, también se podría pensar que su cuerpo no hallaba lugar para quedarse.
Claudia se había separado de Gustavo, el padre de Martín, cuando el niño  tenía 3 años. Él tenía un matrimonio anterior  con dos hijos adolescentes quiénes vivían  con ellos. Ella se sentía llevada a atender, las urgencias  de estos adolescentes sobre todo de Juan (era un adolescente de 15 años), con intento de suicidio. Ante eso,  Vanesa corría para ayudarlo,  sin dejarse un lugar para sí misma y sus hijos. (Martín y Celeste de 14 años).
Retomando a Martín, Claudia no podía ofrecer un lugar de sostén narcisístico, para este hijo en ese momento. Esta última luego de separarse de Gustavo, vuelve a la casa de sus padres, y Martín queda al cuidado de sus abuelos maternos, la mayor parte del tiempo.

Fue necesario un primer momento de alojamiento en la transferencia, que se fue construyendo a partir de que encontró un lugar para decir acerca de su padecimiento, por los desajustes en la relación con el padre de Martín.
La primera intervención con Claudia, fue repensar sobre las visitas de Martín con su padre, ya que era mejor evitar escenas de rechazo abierto sobre él. Gustavo, pedía ver a Celeste, y no a Martín. Había que acotar escenas de maltrato de Gustavo hacia Martín que se repetían, sin que la madre pudiera por sí misma, percibirlas.

En este contexto, llega Martín, a  mi consultorio, dejando la puerta abierta entre la sala de espera, donde estaba su madre y el espacio que yo intentaba armar. Entra con una mirada fija, sobre mí, tomaba los objetos que le ofrecía para jugar pero los arrojaba a mi cuerpo, diciendo “soy un diablo”. Mi intervención apuntaba a ser ese personaje, que recibía en mi cuerpo ese golpe. Le decía, que me dolía!, “por favor no me pegues!!”, “yo tengo ganas de jugar con vos!”. Yo jugaba a ser esa, que era rechazada. En ese momento prevalecía una repetición de lo mismo, sin diferencias. Martín basculaba entre tirarme los objetos (algún cochecito) repitiendo él, ese sentido coagulado: “¡soy un diablo y te destruiré!”, o enojarse e irse del consultorio.
 Era difícil romper la elipse de ese signo que coagulaba su ser, la sala de espera se constituyó en un lugar transicional, e intervenía para interrumpir esa repetición que no admitía todavía diferencia: la marca del rechazo. Por la vía del amor, era la estrategia.
Luego de este primer tiempo, donde prevalecía el automatismo pulsional, en que Martín se dirigía a mi cuerpo, se puede conjeturar, que dicho automatismo estaba al servicio de expulsar, (quizás como Freud la llamó: ausstossung ) ese goce del maltrato, al que era expuesto en el vínculo con su padre.

Pasaron unas semanas, desde aquel encuentro con él.  Su mirada continuaba fijada más en mí, que por sobre los objetos, que le ofrecía para mediar e instalar un juego que todavía no se producía. Luego de las repetidas escenas, todavía no lúdicas, tomo una caja de juegos, que contenía soldados, indios, guerreros, y algunos superhéroes como Batman, y le propongo jugar a la guerra sobre la mesa, a lo cual Matías accede. Se produce, desde mi lectura, una primera sustitución de mi persona, hacia los juguetes. Una guerra como ficción, ya implica una distribución en el espacio del consultorio, recortado en la superficie de una mesa, a diferencia del tiempo previo en donde más bien, el Sujeto acéfalo de la pulsión, comandaba a pegarme con objetos en diferentes lugares del consultorio.

Esta apuesta en la intervención apuntó, una vez más a que una escena lúdica pueda producirse. Desde ese momento, comienza a haber juego, Martín elige a un personaje en especial, será Batman que tiene el poder de destruir a todos los demás. Intervengo en el juego, agregando bloques que dividen a su vez el espacio de la mesa en dos. Le digo (fuera del juego ficcional) que en las guerras hay estrategias para los ataques y defensas,  de a poco aceptaba, no sin protestas esta delimitación, acompañada cada vez en las sucesivas repeticiones, del recuento de soldados y guerreros que al comienzo eran elegidos en mayor cantidad por el niño, y algunos para mí, para luego en el juego mismo, armar defensas, situar lugares donde no podían llegar sus guerreros, y donde sí; que tipo de armas se usaban, espadas a veces, ametralladoras otras, bombas, granadas, etc.

Sería importante también, acercar una lectura sobre la insistencia del juego de la guerra. Allí se puede situar como la tensión agresiva –fruto de la identificación especular, imaginaria- era lo predominante a trabajar. El lugar del rival colocado en el semejante, puede estructuralmente, constituirse en alguien que hay que derribar, porque le anticipa la imagen completa, que él todavía no reconoce para sí.
De la tensión agresiva, se sale hacia la pacificación, mediada por el lenguaje, a través del juego que va armando la ficción entre el Sujeto y el otro pequeño, repetición de la escena lúdica que va dando un marco, que permite un acotamiento del exceso pulsional, que el juego transforma, dando lugar a escenas que van tejiendo una trama en ese agujero real, para bordear ese real pulsional.

Una vez instalada la escena del juego de la guerra como ficción, Martín ya me preguntaba algunas veces a mí, otras a su madre, como saber, sobre distintas armas. Google cooperó en esa búsqueda, y los juegos del celular también.
Un tiempo fructífero de producción simbólica se encuentra operando en ese momento del juego. La bella mecánica del significante (Seminario IX) trabaja a favor del Sujeto, la pulsión hace su tour, enlazado a la cadena significante y a la proliferación predominante del registro simbólico, que permite aplazar ese goce automático pulsional ejercido sobre el otro, por sentirlo cómo amenazante, para dar lugar a argumentos, reglas, tipos de armas permitidas y no, treguas, dependiendo del juego en sí mismo.
Retomando hasta aquí, una vez producida esa expulsión de goce fuera del cuerpo del Sujeto, pudo instalarse el juego, donde Martín tomado en su constitución subjetiva, pueda descoagular esa identificación al objeto “rechazado”, en otras palabras, pueda hacer juego la identidad a ese objeto de goce en un comienzo, para pasar a producir un guion que avance hacia la represión, promotora del armado del fantasma.

Esta conjetura de la cual me sirvo, para pensar cómo este paciente en sus inicios respondió como Sujeto ante la verdad de la pareja parental,  - citando las  reconocidas notas manuscritas  de Lacan en respuesta a Jenny Aubry- quizás pueda dar cuenta de lo que viene a continuación.

Volviendo al momento en que la producción simbólica, con las eficacias consecuentes en el armado del fantasma, produjo un avance más. Ya habría pasado un tiempo considerable, donde Martín se quedaba sentado o parado, pero siempre junto a la mesa donde jugamos. Me pide que le alcance la caja una vez más, también pide un marcador y escribe sobre el borde superior de ella su Nombre Propio: Martín. Es de vital importancia, poder situar la operación Nominante efectuada por el Sujeto en Transferencia, que efectúa un viraje en la posición del fantasma, que permite el pasaje de decirse “soy un diablo” a nombrarse como Martín. Dicho pasaje, conlleva la implicancia de la eficacia significante, pero aquí cobra otro valor, al producir la diferencia de lo que ya no es una significación fija como respuesta fantasmática, a la demanda del Otro. La Nominación, operación que Lacan cita en (Seminario XXII) así: “Nominando enlaza, ese real que un hijo presenta”, ese real en tanto el niño identificado a ese objeto de goce “el diablo”, allí efectuará un recorte de goce, subsidiaria de la prohibición del incesto desde Freud, produciendo una pérdida en su “ser”. Este real enlazado a lo Simbólico, por la vía del deseo promoverá un velo en lo Imaginario, que recubrirá ese real. Esta es una de sus eficacias, en el corrimiento de los hilos que el Sujeto teje en su nudo,  también será el apetito de saber, así motorizará la búsqueda del saber, que no es natural, sino estructural por su condición de parletre.

A continuación, Martín traerá como guion prestado de otros juegos del celular, por ejemplo. “juegos de supervivencia”, “juegos de mundo abierto, con pueblos abandonados”, “sombras de guerra” este ultimo ambientado en tiempos medievales, y por último contándome su particular interés, sobre la saga “del hombre de los anillos”, quien posea el anillo tendrá el poder. Al escribirlo, podría darse la lectura donde esos personajes del comienzo, que ostentaban tener todo el poder de arrasar, matar, hacer pedazos al otro (sus rivales), están dando lugar a un niño que piensa en un hombre, ya no monstruos, ni guerreros, etc., es la primera vez que nombre a un “hombre”, haciendo hincapié en que el anillo no es de nadie, el poder está en el anillo, en tenerlo.
Sería oportuno, citar a Lacan en su seminario V (clase XXV), cuando trabajando el concepto de fantasías, que pueden leerse como fantasma dice: “cada vez que hablamos de fantasías no debemos desconocer el lado guion, en el costado libreto, que es una forma de sus dimensiones esenciales”, y agrega más abajo: “No es localmente algo que el sujeto articula en un guion, sino algo donde el sujeto se pone asimismo en el juego en este guion”.

Los distintos momentos del juego en este tratamiento que aún continua, han permitido en un comienzo la sustitución propia de la operatoria significante, desplazando, enlazando algunos significantes, como “guerrero”, “soldados”, “superhéroes”, “villanos malvados”, permitiendo bordear esa impulsividad pulsional con la que se presentó el niño , que se reeditan en el encuentro con el analista, en la escena lúdica que no siempre está garantida de producirse, sólo será posible si el Otro donó el intervalo, sin equivocar el estatuto de la demanda, -es decir que deje un resto- así la Metáfora paterna, pondrá a trabajar la eficacia de la significación fálica . Así, habrá juego, metáfora, metonimia, habrá presencia de la ausencia a través de los juguetes, y la presencia del analista ofrecido a hacer juego del objeto de la pulsión prevalente, para cada sujeto.

Entonces las sustituciones que implican pérdida de goce, se fueron desplegando desde mi propio cuerpo hacia los juguetes, de ahí a los personajes recreados en las escenas de guerra, mientras surgían las preguntas al Otro. A su madre, sería preguntarle: ¿por qué el padre no lo quiere? En transferencia, serían acerca de los goces del analista, gustos, edad, y si tiene hijos, entre otras preguntas.

En el último encuentro con Martín, el juego de la guerra ha cumplido su función de velar, algo de lo real del goce incestuoso. Se inicia, una sustitución en la ficción desplegada y sostenida en Transferencia.
El me propone jugar a construir un castillo, y sugiere elementos que tienen otra consistencia, cómo cartones, cinta adhesiva, plasticolas, diciendo: "¡hagamos algo totalmente diferente de lo que hicimos!". Será la apuesta, que nos espera!! – Continuará..
A modo de  conclusión de este trabajo, les propongo tomar una cita de Lacan del Seminario XII- Problemas Cruciales- donde cita la “apuesta de Pascal”, para ofrecer una equivalencia entre la apuesta –que como tal, implica una pérdida en sí misma- y la que busca el jugador en todo juego, es realizar la verdadera apuesta como Sujeto dividido, podría decirse: “juega su división”, juega el lugar que ha tenido en el Deseo del Otro, juega para pasar de ser “ese juguete erótico de los padres”, a jugarse como dividido, haciendo una lectura del Deseo y del Goce del Otro, y así poder responder a esa lectura en el fantasma.

Más abajo, en la misma cita de la clase del 19 de mayo/65, Lacan dirá: “lo propio del juego, es que antes que se juegue, nadie sabe lo que va a salir de ahí. Allí está la relación del juego al fantasma”, continua, “el juego es un fantasma tornado inofensivo y conservado en su estructura”.

La eficacia de la escena construida bajo la egida del fantasma, hará de velo que prepara la pantalla del mundo, cubriendo ese real inicial, esa “a”. Habrá que jugarse sin saber de antemano cuál es el guion, propiciador de la producción inconsciente, pero no será sin éste, para que la estructuración subjetiva continúe con sus  lógicas de anticipación y retroacciones,  intrínsecas a los tiempos de la infancia.

Sofía Elena Wilczycki.-

Bibliografía:

Jacques Lacan: Escritos 1. “La agresividad en Psicoanálisis”. Tesis IV.(Mayo/1948).-
Jacques Lacan: Intervenciones y textos 2. “Dos notas sobre el niño”. Respuesta a Jenny Aubry.
S. Freud: “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”. (1910).
Jacques Lacan: Seminario XII. “Problemas cruciales”, Capitulo 16. Clase 19/5/1965.-

 

 

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