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Número 12 - Diciembre 2017
David Leavitt y la lengua secreta de las grúas
Natalia Neo Poblet


David Leavitt y la lengua secreta de las grúas“…Su juego no se parecía a nada de lo que pudieran haber visto antes. Miraba por la ventana y levantaba los brazos. Los movía dando sacudidas y se paraba. Se ponía de pie sobre sus flacas piernas y se caía, pero volvía a incorporarse. Emitía ruidos extraños con la garganta, una especie de chirrido. ¿Qué estaba haciendo?, se preguntaron los asistentes sociales. ¿A qué clase de juego está jugando? Entonces miraron por la ventana y descubrieron varias grúas que levantan vigas y agitaban con sus brazos únicos barras de hierro para su demolición. Cuando la grúa se levantaba, Michel se levantaba; cuando se inclinada, él se inclinaba. Cuando los frenos chirriaban y el motor zumbaba, él chirriaba con los dientes o zumbaba con la lengua (…) Se movía como una grúa, hacía ruidos como una grúa (…) Por ello recibió el nombre de ‘el niño grúa’ (…) Ese lenguaje pertenecía exclusivamente a Michel y, con él, se perdió para siempre (…) La ventana se convierte en espejo y, sea lo que sea aquello que amamos, en eso nos convertimos nosotros (…)” (1).

La lengua del ‘niño grúa’ se desliza en un horizonte que instala su familiaridad de un lenguaje ritual y no dirigido al otro. Es un lenguaje sin articulación a la binaridad propia de la demanda y de la significación. Su ritual muestra cómo el Espejo de la ventana no logró la función de la representación: lo otro de lo que se presenta. Esto hace que el ‘niño grúa’ no alcance la imitación porque para eso se necesita de la reproducción de una imagen (2). Si hay imitación, hay copia y esto implica representar lo que se presenta. En cambio, el ‘niño grúa’ deja ver lo mimético en su ritual al asemejarse a un objeto inanimado.  

El ‘niño grúa’ hundido en lo simbólico no alcanza la alternancia al no contar con algo que resista y detenga: lo imaginario.

Lacan refiere en uno de sus seminarios: “Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla…somos hablados…” (3). El ser hablante se construye a partir de los significantes del Otro, por eso, no hay Uno sin Otro y en esta construcción, hay alienación. 

Entonces, como el sujeto se construye en el campo del Otro, esto nos permite agregar el término ‘extimidad’. Si desmenuzamos la palabra: ‘Ex’ significa fuera, mientras que ‘timo’, significa replegar. Es como decir que no hay frontera entre afuera y adentro, entre el Otro y uno mismo.

La extimidad implica que la alteridad más radical habita lo más íntimo de un sujeto. En esta extimidad, hay continuidad entre interior y exterior. Emergemos de la extrañeza y mantenemos con ese Otro un interior compartido. Es decir: hay algo del Otro que está dentro de uno.

Lacan define al sujeto del siguiente modo: ‘un significante representa a un sujeto para otro significante’ (4). Quiere decir que el sujeto no queda capturado en ningún significante, está en el intervalo entre un significante y otro. Esto hace que esté siempre en la búsqueda de un significante que lo nombre.

Antes de nacer hablan de nosotros. Y este estar incluidos en el lenguaje produce en el ser hablante la división subjetiva. Esta división acontece por la operación significante entre el (S1), significante que ex – siste a la cadena y la sostiene y el (S2), significante que otorga sentido. El (S1) es el significante que representa al sujeto en el campo del Otro.

En ese intervalo entre el (S1) y el (S2), el sujeto se pregunta: ¿qué me quiere?, ¿qué quiere el otro de mí? Y de esta manera logra separarse de la alienación propia del lenguaje y de los significantes del Otro. En ese intervalo, se abre el deseo.
Surge, así mismo, el ‘No’ como acto. El ser hablante se afirma negando. El ‘No’ es el primer acto de afirmación frente al Otro y el que permite armar el campo binario del lenguaje. Entra en función la oposición propia del lenguaje.
El concepto de alienación varía en Lacan. Al comienzo de su obra, forma parte de la constitución del yo y está vinculada mediante la identificación con la imagen del semejante. Esto está claramente conceptualizado en el esquema del ‘Estadio del Espejo’ . Este esquema muestra cómo la alienación con el otro semejante se constituye en el campo imaginario. El sujeto, de entrada, está desposeído de sí mismo, es decir, alienado. Mientras que en el Seminario 11, Lacan plantea a la alienación como una operación lógica y simbólica articulada a la operación de separación. La alienación y la separación, constituyen una dialéctica.

Mientras que en el ‘niño grúa’ su encierro está en el afuera. Experimenta un dentro sin exterioridad. No cuenta con una superficie que separe la región de lo propio y la región de lo otro. Es tal la continuidad que hay, que lo de dentro y lo de fuera no funcionan como oposición ni binariamente. La lengua del ‘niño grúa’ está aglutinada porque no cuenta con el entreabierto. Está a espaladas del mundo.  

Hay una relación permanente de sujeción a ese Otro, estamos sujetos al Otro. Y este ‘niño grúa’ muestra claramente esa vinculación donde ‘lo otro’ no adviene como alteridad. Presenta un simbólico plegado sobre sí mismo y no enlazado a lo imaginario. La ventana del ‘niño grúa’ no llegó a operar como Espejo en su función de representar lo que se presenta para armar lo otro y la alternancia.

Como la lengua es del Otro y gravita a su alrededor, nuestro propósito será propiciar el éxodo de la lengua para salir de lo adhesivo y de los saberes normatizantes. Instalar la crisis del lenguaje. Impidiendo, de este modo, convertirnos en ‘adultos grúas’ mimetizados por la ventana/pantalla de los mass- media (medios de comunicación de masa) que intentan imponernos discursos normalizadores que, muchas veces, van en contra de nuestros intereses individuales y colectivos.
En cuando percibamos esa alienación a los discursos que nos vienen directamente del Otro, evitemos el conglomerado de la lengua y traduzcamos para poder advenir en la propia lengua que se habla, en otra lengua que no sea la del Otro. Habitar otra lengua como morada y que refleje lo que amamos: nuestro deseo, nuestra plomada.

Bibliografía

Notas

(1) LEAVITT, David, El lenguaje perdido de las grúas, Editorial Anagrama Compactos, Barcelona 1994, p. 216 y 217.

(2) LACAN, Jacques, Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, “La línea y la luz”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1984, p. 107.

(3) LACAN, Jacques, Seminario 23: El Sinthome, “Joyce el síntoma”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2013, p. 160.

(4) LACAN, Jacques, Seminario 17: El reverso del psicoanálisis, “Producción de los cuatro discursos”, Buenos Aires, 2006, p. 11.

(5) Estadio del espejo: entre los 6 y los 18 meses los niños se encuentran en un estado de pre-maturación e incoordinación motriz, pero se reconoce con júbilo en el espejo la forma total de su cuerpo. Produciéndose así una identificación imaginaria en la que el yo se constituye. Es así como el yo va a conservar una fuerte dimensión imaginaria.

 

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