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Número 12 - Diciembre 2017
La voz, la escansión
María Inés Cuba

Cuando recibimos niños con tropiezos en su constitución subjetiva, que no hablan, que apenas sonorizan expresiones, o niños autistas, estamos en las aguas del lenguaje.  Desde el llanto inicial, el bebé llega que al mundo recibe un baño de lenguaje, se hace lugar, dirige una demanda que interpela desde su desamparo.

Más adelante disfruta sus gorgojeos, laleos, protestas, quejidos, una suerte de pequeños diálogos que concitan el interés de los que lo rodean, demandas proferidas en un lenguaje expresivo, corporal y hasta silencioso (1). Los llantos y las primeras notas son una gama variada de tonos, amplia y disponible, más adelante se pierde esa calidad y diversidad de sonidos armoniosos y se produce una caída en una suerte de olvido extremo que anotamos como pérdida (2). Abandonan esa exquisita musicalidad, una especie de tiempo glosolálico y el corte anuncia la lengua materna.

El momento de asumir la lengua materna, implica una pérdida de goce o cesión de una parte de sí, que más adelante dispondrá al sujeto a tomar la palabra. Podríamos decir que algo sacrifica, que no es el acto de ofrendar, sino que de algún modo supone cierta captura del otro en la red del deseo

En los encuentros con los sonidos que emiten, disfrutan y se expresan, desde los balbuceos, arrullos, repeticiones, juegos de ecos, hasta los enojos, rabietas y llantos. Los que están cerca del bebé pueden sentirse convocados a un ida y vuelta cuya partitura y letra van encontrando. Esos diálogos suelen suponer deseos, interrogantes, preocupaciones y una cuota de fantasías nada desestimables.

A veces, ya más grandes escamotean su palabra pero se hacen entender, dibujan, hablan poco o nada,  hasta pueden escribir en la computadora y más tarde comenzar a hablar de un tirón.
Las primeras palabras, la media lengua,  llamados, nominaciones, pedidos, que tienen un carácter contingente, se expresan con ganas, fastidio o por el placer de la repetición, van variando, breves, condensadas, muchas veces desopilantes. No es infrecuente escucharlos utilizar conectores, adverbios, ciertas construcciones fonéticas que dan cuenta de lo constitutivo que es la resonancia de la palabra. Algunas parecen palabras de grandes, tal como advierte Freud considerando el deseo del niño, como “deseo ser grande¨. A veces los padres suelen referirse con cierto desencanto, al momento en que los chiquitos abandonan la “lengua bebé”.Observamos toda una gama de movimientos, cesiones, adquisiciones, incongruencias, desde el grito inicial a la palabra.

En estos modos se distinguen los negativismos, las denegaciones, y el autismo mismo. Ya que puede suceder que estos chiquitos se hallen inmersos en el mutismo, o el negativismo, distingan o no lo que se les dice, se las ingenien por ej valiéndose de la mano del que conocen para alcanzar algo, o griten y se crispen, en ocasión de sentirse interrumpidos, invadidos. A veces sumidos en un estado absorto o ensimismado que pareciera protegerlos. Aunque también observamos momentos de terror o vulnerabilidad donde se desesperan o lastiman.

Los efectos de las alucinaciones parecen más inmanentes que corroborables, insertos como están en un mundo donde se escuchan a sí mismos. El difícil acceso a la voz y a la palabra, los fraseos ininteligibles para otros, las construcciones sostenidas en sonsonetes, las ecolalias, una escasa imaginarización, el mutismo, o  los gritos o alaridos, son efectos de ese modo en que se hallan inmersos en lo real.
 La voz es puro real amenazante, y la respuesta del sujeto es esa lengua vacía, de frases desorganizadas, una lengua elusiva o muda. Permanecen verbosos, esquivos a la enunciación.
La pregunta por la relación de la sonoridad, el lenguaje y la palabra, requiere ahondar más allá de lo instrumental y de lo sensorial.

Distinguimos el sonido, de la voz como objeto a.  En tanto está presente, indica que lo está el percipiens (3). Respecto de la alucinación verbal podemos decir que es un percipiens desviado, y ésta sería una vía  para pensar la voz.
Lacan en la Conferencia de Ginebra, se refiere a las alucinaciones verbales presentes en estos niños que se escuchan a ellos mismos. Y eso que se impone, ¿irrumpe como voz?. ¿Qué serían las voces, en estos niños? La alucinación es ya respuesta en esa inmersión en lo real, el sujeto“es inmanente a su alucinación verbal” (4) nos dice. En la alucinación verbal, se trata de una suerte de eco interior del sujeto en relación a su discurso (5).  
La voz no surge en el interior y pasa al exterior así de simple, puede ser  tomado como interior desde que de fuera puede apelarse a un interior.

Es en la función del objeto a, como soporte de la articulación significante (6),que entre uno y otro significante hay un pasaje evanescente que se hace voz. Una articulación enigmática, la llama Lacan y en Freud la importancia de relevar esa palabra que se escucha, a veces a través o a pesar del sujeto. En tanto significante, no es una construcción del niño, él lo recibe, de hecho Lacan en relación a Dick aclara que no es necesario que sea una palabra suya, pudo ser la de M. Klein.
Resulta imprescindible recordar que lo que el llamado habilita en el campo de la palabra (7) es la posibilidad de la negativa que aunque no la implique, indica la presencia de las relaciones de dependencia. Incluida la posibilidad de negarse a proferir el llamado.

Habíamos dicho que se trata de una palabra a escuchar, que desde ya el sujeto no sabe que es significante. En la  Conferencia de Ginebra, alguien pregunta si otros medios de expresión son posibles, aludiendo a un lenguaje pre-verbal, o no verbal. Ya Lacan había señalado que no sólo con el verbo dice esa palabra (8) , sino con todas sus manifestaciones. Con su propio cuerpo el sujeto emite una palabra que, como tal, es palabra de verdad, una palabra que él ni siquiera sabe que emite como significante. Porque siempre dice más de lo que quiere decir, siempre dice más que lo que sabe que dice.” (9)

Cómo pensarlo en relación a los pequeños autistas que están en el lenguaje que no podemos confundir con la palabra. Cuando se tapan las orejas, ¿no es un modo de protegerse del verbo?¿no está ya en lo postverbal?, se pregunta.

D llega a la consulta luego de haber sido tratado por psicomotricistas y neurólogo, tiene 5años.  Al nacer su apgar fue de 4, y aunque es una evaluación que se hace en el momento del nacimiento, funcionó como antecedente de cierta dificultad en los primeros meses de vida debido a respuestas más bien escasas, tono laxo y poca expresividad. Al año comenzó con convulsiones febriles, momento en el cual consultan a un neurólogo. A los 3 años cuando inicia el jardín, en el encuentro con otros niños evidencia dificultades en el intercambio con ellos, prefiere jugar solo, o permanecer fuera de la sala deambulando. No respondía cuando lo llamaban, solía irritarse, sumirse en un agudo grito interminable, que también le conocí. Requería de una suerte de procedimientos exactos para ponerse una ropa, o tomar un vaso, cualquier mínimo cambio en esto o una pequeña demora desataba alaridos. Decía muy pocas palabras, en frases inconexas para los otros y permanecía en silencio la mayor parte del tiempo.
Los padres tenían alrededor de 40 años, los dos eran profesionales dedicados a la investigación. Parecían tener una buena relación entre ellos y se definían muy solitarios, poco afectos a socializar. El padre comentó que habían encarado la idea de un embarazo en parte pensando que podían arrepentirse más adelante. A ellos no les extrañaba el estilo solitario y absorto del pequeño ya que ambos coincidían en que era el estilo de ellos también. La mamá afirmaba: ¨él va a funcionar bien,  nosotros no somos un gran ejemplo de sociabilidad¨. Consideraba que la familia era armónica, que ¨cuando alguno escucha música el otro espera y o superpone otra música y o en otro lugar¨ comentó risueña. ¨Ninguno trata de genio o torpe a ninguno¨. Para ellos D era muy claro en requerir un espacio donde no ser molestado y así como tenía rituales exigentes para comer, vestirse etc les resultaba evidente al mismo tiempo ¨su capacidad para mapear distintos momentos y acciones a ejecutar¨. Era considerado un diamante en bruto, y había que esperar.

Decidieron consultar más a instancias de una abuela que del jardín. Esa abuela había criado al padre ¨sin ser su madre¨, quien había muerto cuando tenía cuatro años en un accidente. Les había dicho: ¨no quieren para D un horizonte distinto al de uds¨ y eso funcionó.  Me comunicaron que la consulta la definían como una experiencia en un campo distinto al de ellos pero atendible ya que sólo consistía en jugar. Agregué que me parecía por lo que había escuchado que ellos eran propiciatorios de los experimentos así que esperaba que se comprometieran, apoyaran y permitieran que D tuviera un espacio de juego donde hacer sus propias movidas. La madre acotó que la sociedad era prejuiciosa con respecto a las personalidades autísticas, que tanto ella como su propia madre lo eran y no por ello habían tenido algún sufrimiento.

En los primeros encuentros con D ubiqué que seguramente eran para mí esas palabras sobre él y la elección de sus pasos y movidas. En el primer encuentro permaneció en la entrada al edificio, podía andar, quedarse mirando impertérrito alguna cosa, sentarse, tomar distraídamente una mano, un papel, refractario a recibir algún comentario. Mientras, la madre comentaba que era muy observador, súper atento, cosas por el estilo. Cuando intuí una pulseada con la mamá, le dije que no sabíamos en qué andaba, pero si él quería volver otro día estaba invitado.  La siguiente vez lo esperé con la puerta abierta. Algunos recorridos, los momentos absorto, los sonsonetes con que se acompañaba, algún alarido intenso, largas pausas empezaron a transcurrir en el hall. Cualquier intento de invitarlo a entrar lo estresaba. Sin proponérnoslo el hall se convirtió en un tablero, donde a punta de gritos agudos delimitaba espacios, toda una hoja de ruta para transitar ´sin ocupar el espacio del otro¨ , pero no sin otro. Esto implicó que las movidas tuvieran que ser calculadas, especialmente por mí, no a punta de alaridos pero sí vía interjecciones ¨uh, no, ay¨.

Le interesó esa dinámica, un espacio y un tiempo de conocernos, gestó una confianza, al menos en las reglas establecidas tácitamente en ese juego. ¿Un encuentro también con eso que afirma Lacan sileo no es taceo? (también de tácito).
Pensé incluirme disfrazada de fastidiada yo también por si sus miradas fueran una invitación. De a poco mi lugar imposible al rescatar los juguetes comenzó a divertirlo. Un juego que si bien lo concitaba se  desleía cuando la repetición cedía paso a una escena más gozosa. Entonces le  dije: -¨yo ahora me enojaba y no quería jugar¨- (se lo comenté de costado imaginando un socio del juego). A continuación  anuncié ceñuda: ¨así no juego más¨ y me senté en el piso. Aunque pareció seguír en la diáspora de juguetes, comenzó a empujarlos hacia mí, -¨dale¨- respondí a la que consideré una ¨invitación¨ y recomenzamos.

No juego más pasó a nombrar una división en el juego: entre la que pactaban los jugadores y lo que jugaban, un borde que contenía y posibilitaba el juego. En una ocasión tomé prestado su lenguaje de señas y pasé a indicar con mano y gestos que no iba a seguir. Otra vez él me preguntó: ¨¿qué tenés?¨ Busqué  en el bolsillo donde tenía unos pequeños juguetes que había recogido, arriesgué deslizar por la baranda de a uno, algunos de ellos, dando un tiempo al recorrido. Entonces se armó un juego donde él esperaba que bajaran y de allí los ubicaba a un costado. Los juguetes se terminaban y le avisé que bajaría a buscar algunos para lanzarlos. Le dije lanzarlos una palabra que llegó a mi boca de sorpresa, y que después ubiqué en boca del padre que lo usó como descripción de su hijo como un ¨pibe lanzado¨. Cuando bajé se interpuso, entonces le pregunté: ¨¿y cómo hago para agarrar algunos?¨, se corrió y me dejó espacio para que agarrara algunos pocos. Subí y comencé a deslizarlos de a uno, él ya los esperaba. ¿Podemos decir que en el momento que parecía que el juego de las órdenes y los enojos se establecía y que las palabras eran requeridas en él ¿D las aceptaba como jugador?, ¿no remeda esa escena un saber dividido observable entre bambalinas? Difícil distinguir.

A veces quedábamos ahí  atascados, en otros momentos el juego se iba deshilachando. Probaba suerte con el cansino así no juego. Le pregunté entonces: ¨¿Yahora Me ubiqué a su lado y me senté en el piso cuando él lo hizo. El juego cambió con la posición, había que lanzarlos como bochas o pelotas al ras del piso, una especie de ¨a ver cual llega más lejos¨. Cada vez que mis lances no llegaban muy lejos o sus lances superaban los míos, lo festejaba a su modo. Me pareció que de a poco advertía la conveniencia de esperar y no ser el primero en lanzar. Entrar al juego lo convocaba, ¿tendría que decir que habitaba el juego?  ¿jugando producía una suerte de división?.
Así llegaba y se iba, un día, al rato de estar jugando, sorpresivamente quedó enojado, prontamente quieto y abstraído delante del ventanal. No encontré algún indicio de algo que hubiera  causado la interrupción del juego, le hice dos preguntas tanteando e insinué movimientos retomando el juego, pero parecía ya no estar disponible. Le pregunté si quería irse y se acercó a la puerta. Llamé a la madre y para mi sorpresa veo que baja de un auto muy cerca de la puerta. Cuando lo busca me pregunta qué pasó que tan pronto se iba. Le dije: ¨no vale espiar¨. Se sonrió y comentó que en el jardín decían que jugaba más suelto con los juegos del patio, le acerqué: ¨tampoco vale aprovechar para hablar¨. Se habla y se goza, y también se interrumpe. El seguía medio en el aire, o lo parecía, cuando llegan al auto le da un empujón a la madre que no se veía intencional.  Lo despedí desde la puerta en el tono con que me había habilitado para jugar: ¨D, nos vemos otro día¨. Se dio vuelta y me pareció que esbozaba un saludo con la mano. De ahí en más aceptó la invitación a entrar al consultorio.

 Aunque suene un poco literal entrar y salir de un lugar implicaba unos pasos, decisiones que fueron sosteniéndose y relegando esos momentos donde estaba ido. La entrada al juego, en el juego, el pasaje a los juguetes le había abierto una vía digamos menos hostil para habitar, como el pequeño que descubre gorgojeando que entra en un ida y vuelta con el otro que lo mira y le ratifica una suerte de charla o de musiquitas repetidas.

Quisiera ubicar otro momento de juego que tuvo lugar más adelante. Fue una construcción más próxima a la repetición mientras le ganaba territorio a las estereotipias. También ubicó dos espacios que no alcanzaban a definirse como adentro o afuera ya que podían intercambiar dicha función según el acento puesto en esas situaciones y la ubicación de D en cada una de ellas, bien podía semejarse al juego del carretel.
Estableció dos escenarios separados, el trayecto entre uno y otro (que había sido escenario elegido en los comienzos en el hall), pasó a estrecharse, podría decir que el pasaje se restringió a una pequeña alfombra, ¿acortó distancias?, ¿distinguía un adentro y un afuera de él y en él mismo? Ubicarse en un polo no diluía la referencia a otro lugar ¿se encontraba en el juego de establecer la existencia de un adentro y un afuera?
En la escuela abandonó el deambular por los pasillos, solo o con la maestra integradora, su permanencia en la sala se prolongó tanto como su permanencia en el patio mientras estaban sus compañeritos, que de a poco empezaban a dirigirse a él como si les contestara.

Dentro del consultorio en una sala donde habían juguetes, hojas, lápices, almohadones, empezó a contactar con ellos, los ponía en filas o secuencias conservando un orden difícil de distinguir, después fue armando agrupamientos combinando elementos, de a poco se hizo claro que eran sistemas y no una lógica interna a los grupos que había constituido, me lo comunicó un día que tomé un juguete de la caja y lo tuve conmigo, no pertenecía a los grupos que el armaba. Al rato se dio cuenta y me sacó el juguete de la mano y lo arrojó nuevamente a la caja, protesté un poco y sin gritar se da vuelta mira alrededor agarra una lapicera que no estaba entre los juegos disponibles sino que era claramente una especial de escritorio y la pone en mi mano con una semi sonrisa, y sigue su juego.

Un día se enredó con evidente malestar, un fastidio en aumento, empezó a revolear algún juguete contra la pared, le sugerí: ¨me parece que están aburriéndose¨. Respondió con un contundente ¨No!¨. Le digo; ¨dejalos jugar un poco a ver qué quieren¨, volvió el ¨no!¨ insistí ya que sostenía la parada ¨y si quieren jugar a otra cosa?¨ ¨No!¨.  Le pregunto: ¨¿cómo sabes?¨ Silencio. Empezó a tirar en orden indistinto almohadón, vaca, auto, hoja hacia mí. ¨No” insistió. ¨Ah¨, ¨jugaban a tu juego, con vos¨, y escucho; ¨claro¨,  me despertó una risa y un encuentro, el sonrió también. Había separado dos escenas, la de jugando y la de los jugadores. A partir de allí las escenas donde se rompía el juego disminuyeron, algunas veces me preguntaba ¨¿y ahora?¨, algunas otras me llevaba al otro espacio. Claro, como otras palabras. tuvo sus circulaciones, algunas conexiones difíciles de dilucidar pero con aspectos de diálogos o declaraciones con finalidades insondables, a veces también podía deshilacharse en una nada en medio de frases enigmáticas.

En paralelo, la otra sala no tenía juguetes ni juegos. El pasaje de uno a otro parecía tener como requisito una escala corta en la alfombra, pisarla, estar ahí como en la rayuela observando a dónde irán los saltos o pasos aunque resulte esperable que al siguiente. Al comienzo en éste espacio deambulaba con sonsonetes, se sentaba en el piso, un poco absorto. Algunas veces me senté a su lado o enfrente, él parecía ensimismado en su mundo, como quien escucha con auriculares su música. Podía fijar su mirada en un punto o en sus manos, una mirada perdida. A veces se acompañaba con sonsonetes, o aceptaba mi presencia a su lado, solía preguntarle: ¨¿te puedo acompañar?¨, ¨¿qué hacemos aquí?¨. De a poco se hizo un lugar para ese proyecto de diálogo que le proponía, arrancamos con una oportunidad que le dio a una pregunta un poco tediosa que le hice: ¨¿qué está pasando?¨ Contestó ¨pensando¨.  ¿Fue un modo de deshacerse de preguntas molestas? ¿No era acaso una palabra máscara que podía proteger su intimidad? Y sin embargo más que una respuesta añorable se materializó como un puente. ¨Pensando¨ se asemejaba a un saber no sabido, a poner una palabra prestada, a prestarla él también. A partir de ahí, ese espacio bastante silente, comenzó a poblarse lentamente de otros dichos, el ensimismamiento fue cediendo terreno.

Los padres me contaron que desde pequeño dormían a D en distintos lugares, donde caía, y que era sumamente difícil conseguir que durmiera o moverlo de donde estaba.  Luego él también lo elegía y por unos días no aceptaba que irrumpieran en ese lugar.
Después sucede como en los juegos de los niños, donde un carretel que va y viene en su alternancia abre a una posibilidad de juegos, intercambios, palabras que dicen más de lo que quieren, y más de lo que saben que dice

Que resulte difícil que nos escuchen en lo que tendríamos para decirle, pone el acento en la escucha del analista, en su tropiezo. Observamos en el trabajo con estos niños, y no sólo con ellos,  que es con eso y no a pesar de, que algo se vuelve posible. Entonces: “No es cuando mejor escucha —como se dice en el sentido en que se cree que escuchar es escuchar con las orejas— cuando más lo alcanzan” (10).

Cuando Lacan ubica la continuidad de lo real como discontinuidad en lo simbólico (11), lo que se presenta como discontinuidad, es el significante en el cuerpo, su presentación vocal.  Entonces si la interrupción está incluida en la estructura,  nos permitiría pensar la discontinuidad con lo esencial del significante: la diferencia (12).

Si la adquisición de la palabra requiere ceder el goce vocal, ante el deseo del Otro que aparece como pedido, es lo que los pequeños autistas rechazan o llevan adelante al precio de un estrago. Cuando Lacan se refiere a eso que parece congelado en el autista, apunta no sólo a las cosas que articulan, si no dónde las escucharon.

El sujeto es un hecho de lenguaje y se le atribuye la función de la palabra y el acto de callar así lo expresa.  Pero taceo no es sileo, dice Lacan. Hablamos del silencio como una puesta en juego de la temporalidad, lo hacemos en términos de la pausa que propone, la escansión, o la espera. Así mismo la temporalidad lógica puede relanzar, o precipitar en el momento de concluir, y en la prisa.Cuando nos referimos al oír y al hablar, no sólo consideramos a dos, sino al propio sujeto que se escucha. Es en cuanto al significante y no en lo fenoménico que hablar y oír son como el derecho y el revés. La estructura de la voz como objeto a (13)es temporal. En la emisión de las palabras, el corte, la pausa hacen posible escucharlas. En ese sentido “la voz puede ser estrictamente la escansión” (14).

En tanto que el inconsciente es el discurso del Otro es que se trata de la palabra del Otro, allí ubicamos una posible respuesta, que tanto hace a nuestra demanda como a la opacidad del deseo del Otro. Un momento de apertura habilitará un tiempo de intercambios, sustituciones, equivalencia de objetos. Se distinguen Real e Imaginario, se abre una posibilidad en la palabra,  una palabra verdadera, que no requiere ser nombrada cuando la voz habita lejos de la sonoridad, en la escansión misma de lo que decimos.

Notas

(1) Cuando un niñito está en silencio suele despertar desde curiosidad a preocupación en los que lo cuidan que van a ver qué sucede como si advirtieran algo en ese silencio.

(2) Algunos lo llaman “amnesia lingüística¨ Daniel-Heller Roazen, Ecolalias. “Sobre el olvido de las lenguas”.Kratz Editores. Bs.As. 2008.

(3) J. Lacan, Seminario 11.17 junio 1964. Ed. Paidós. BS.as. 1987

(4) J. Lacan. Seminario 11.17 junio 1964. Op.cit.

(5) J. Lacan, Seminario 3. 14 febrero 1956. Op. Cit.

(6) J. Lacan, Seminario 16. 26 de marzo de 1969.Ed. Paidós. Bs.As. 2008

(7) J. Lacan, Seminario 1. 24 de febrero de 1954. Ed. Paidós. Bs.As: 1981

(8) J. Lacan, Seminario 1 30 de junio de 1954. Ed. Paidós. Bs,As. 1981

(9) J. Lacan, Seminario 1.”Los escritos técnicos”. Op.cit.

(10) J. Lacan, Seminario 3. 25 de enero de 1956. Op.Cit

(11) J. Lacan, Seminario 4. 22 de mayo de 1957. Ed: Paidós. Bs.As. 1985

(12) J. Lacan Seminario 9, 16 de mayo de 1962. Inédito

(13) J. Lacan, Seminario 21 9 de abril de 1974

(14) J. Lacan, Seminario 21. 9 de abril de 1974. Op. cit. Especialmente a partir del trabajo sobre el delirio en Schreber, Lacan intenta buscar en qué, la voz en el delirio, puede alcanzar la función de corte, en eso las frases interrumpidas lo expresan.

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