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Número 10 - Noviembre 2008
Obstáculos en la clínica con adolescentes.
Volver a despertar
Adelfa Jozami

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Agradezco la invitación, que me permite volver una vez más sobre esta cuestión que me interroga y apasiona desde el inicio de mi práctica clínica. Estela Gurman es testigo de esto pues ella fue de las primeras personas a las que acudí para encuadrar éste interrogante, esto es, viajaba de Rosario para supervisar con ella allá en los años 71, 72.

Cada vez que avanzamos en la teoría, volvemos a pasar por nuestras formulaciones, lo que va dejando un resto en la clínica que practicamos, lo que a su vez nos provee de los interrogantes que nos permitirán avanzar. Esto sería un perfecto movimiento dialéctico si no fuera porque está impulsado por el deseo de x o deseo del analista, un deseo que se ofrece como deseo de Otro, sin velarlo con un objeto.

Que me permite volver una vez mas, no es solo una frase, en esto reside una de las cuestiones fundamentales que quiero trasmitirles respecto del tema que nos convoca. Sabemos que el adolescente está pasando por un momento fundacional de su vida, que se basa fundamentalmente, y de esto hablaré un poco mas extensamente luego, en volver a pasar por el origen, para lo que el espacio que propicie este pasaje es fundamental. Allí es donde reside especialmente la eficacia del psicoanálisis, propiciando el marco adecuado para éste segundo despertar.

En primer lugar voy a plantear en qué punto de su constitución subjetiva se halla el adolescente. Derivado de esto, cuáles pueden ser las demandas en el momento de acudir al análisis, cuándo se llama al analista, quién lo llama, los padres?, el adolescente? Y las diferencias que esto conlleva. Los obstáculos que provienen de allí. Por último, lo que enunciaba como el marco que provee el análisis para el atravesamiento que está realizando el adolescente y donde insisto, reside especialmente su eficacia.

Cuando hablamos de adolescentes, no estamos haciendo un juicio de existencia, ya que no se trata de un estado del ser, sino que nos estamos haciendo una pregunta por la insistencia, aquello que insiste en ser dicho, en la primera vuelta se trata de ser dicho como sujeto diferente de la madre, y en esta segunda, ser dicho como del sexo propio. Siempre se trata de la castración, en primer término la de la madre, que da lugar al deseo del hijo como falo, y en segundo lugar, la propia, que da lugar al deseo del otro sexo.

El hecho de que los signos que se presentan en la pubertad, que han dado origen en nuestro medio al término acuñado por Mauricio Knobel "síndrome normal de la adolescencia" sean repetidos, deriva obviamente, de que mas allá de las singularidades en la constitución subjetiva, el adolescente se enfrenta a un real que debe articular.

En las sociedades como la nuestra, en la que éste pasaje se diluye, pues las responsabilidades derivadas de la posición tanto social como sexual se extienden, ésta crisis se extiende también; mientras que en aquellas culturas en las que el pasaje está ritualizado, la "crisis" se reduce a un punto. Se trata en todos los casos, que el cuerpo reciba la marca de la diferencia. En el modo en el que el cuerpo recibe ésta marca, la cultura cumple un importante papel, el rito, repitiendo incesantemente lo mismo, intenta cada vez, inscribir algo de lo real que resulta imposible de ser escrito: la diferencia de los sexos.

El caso de la fobia a las gallinas, nos permite leer con mucha claridad tres cuestiones fundamentales. La constitución en dos tiempos de la sexualidad. Los lugares en los que, cuando éste proceso es fallido pueden promover un tipo de neurosis, o mas aún una psicosis, y el marco que el análisis provee para tramitar esto.

Con respecto a la constitución en dos tiempos, tenemos dos citas de Freud que balizan el camino. "Esta constitución en dos tiempos de la sexualidad, tiene gran relación con la génesis de las enfermedades nerviosas y parece privativa del hombre, siendo quizás uno de los determinantes del privilegio humano de enfermar de neurosis" Análisis Profano.

"…los recuerdos infantiles de los hombres, sólo en una edad posterior (casi siempre en la pubertad) quedan precisamente determinados, siendo entonces sometidos a un complicado proceso de elaboración totalmente análogo al que da nacimiento a las leyendas de los pueblos sobre su historia … procediendo así como un auténtico historiador que contempla el pasado a la luz del presente…" . Análisis de un caso de neurosis obsesiva.

Así como el infans es arrojado a un mundo en el que deberá afirmarse como sujeto, en donde el amor de la madre es fundamental como refugio y la función deseo de la madre, la que implica en sí la función paterna, son cruciales, el adolescente también se ve arrojado, por la irrupción de lo real del cuerpo, porque no hay lugar en su cuerpo de niño para las nuevas sensaciones, y porque indefectiblemente, para ingresar de pleno en el mundo simbólico deberá renunciar a su objeto, esto es, hacer acto de la prohibición del incesto y abandonar a la madre como objeto. Es arrojado del marco que lo sostenía; en el campo de la imagen, el crecimiento y la aparición de los caracteres sexuales secundarios, surgen de fuera del cuadro, poniendo en riesgo la integridad corporal, es por esto, que al actualizar la amenaza de castración, funciona simultáneamente como desamparo y como corte o puntuación, relanzando la historización. Aquí nos preguntamos por el marco que hará posible este tránsito, con los efectos de pérdida que tiene todo pasaje pero sin que esta pérdida sea la del sujeto mismo. Ya no será suficiente el amor ni el deseo de la madre, éste es el momento en el que rizando el rizo, el sujeto deberá cortarse de éste deseo, promoviendo una nueva vuelta en su constitución fantasmática . Sabemos que el fantasma es la realidad que habita cada sujeto, realidad que permite velar lo traumático de la falta de objeto que satisfaga. La realidad del niño, absolutamente intrincada a la realidad de los padres se hace en este momento totalmente insuficiente. Podríamos asegurar entonces que es en la pubertad cuando el fantasma verifica su eficacia. Esto es, con los significantes que tiene a disposición, tejerá una nueva trama para dar lugar a su renovado objeto, el que a partir de ahora derivará de la afirmación sexual que asuma.

En el caso de la fobia a las gallinas, tenemos en primer lugar una fobia infantil, frente al ataque de angustia, la fobia configura el imaginario de un modo transitable.

Podemos comprobar en éste caso que la triangularidad edípica se conformaba por la madre, el hermano mayor y el paciente. Es recién a partir de la intervención del hermano que una cuestión entre él y la madre se transforma en la asunción de un lugar entre los sexos. Si el hermano viene a operar ligando el goce infantil, apagado por la latencia, es porque había una operación paterna, respecto a la afirmación del propio sexo, faltante. Aquí el hermano funciona como proveyendo aquél significante que metaforiza el goce materno. Divide al sujeto del objeto de su goce, provocando angustia. La fobia consigue poner afuera, aquello que, ya escindido del sujeto, aún no está velado. En la medida en que el objeto es identificable, no podríamos hablar de objeto de deseo, sino de objeto de goce, no haría falta el fantasma pues no hay pérdida.

"Yo no quiero ser una gallina" sería su primer afirmación respecto a su sexualidad, lo que volverá a plantearse en la pubertad, dando la posibilidad de una nueva resolución. En el caso de H. Deutch toma la forma de una conducta homosexual. Podríamos conjeturar que, cuando niño, frente al vértigo y desorientación producto de la angustia que le provocaba el goce materno, la fobia lo orienta. Agrego dos cosas para que esto se haga comprensible. Como decía mas arriba, la acción del hermano era imprescindible para la formación de la fobia, pues antes de esto la relación con la madre no lo llevaba a tener que definir su posición como sujeto; con solo seguirla todo el tiempo se resguardaba de perderse; pero simultáneamente era una situación de la que no saldría, ya que el goce detectado en la madre respecto al borde y el objeto que se desprendía eran muy claros, no se aplicaba a él, le regañaba cuando él ponía esos objetos, lo que lo desorientaba. Si no hubiera sido así, si el goce vislumbrado en la madre se aplicara a él tendríamos posiblemente una perversión, ya que su madre, su Otro, no castrada, en tanto portadora de un objeto satisfactorio, sabía de él. Aquí obviamente no habría angustia, el sujeto orientado por éste objeto, a falta de él constituiría su fetiche. Pero no sucedió así, el hermano interviene como tercero, hay lugar para esto pues la madre, que no se prohibe tocarlo a él, si le prohibe que deje sus "huevos" por la casa. Por esto, su homosexualidad no deriva de una estructura perversa, parece mas bien un intento vacilante de asumir su sexualidad al modo de su hermano.

Cuando decimos que en la pubertad, el sujeto hecha mano a los significantes con los que cuenta para retramar su realidad fantasmática, lo que incluye ubicar allí al objeto, el paciente de H.D. no cuenta con los significantes que le permitan asumir su propio sexo y tener al otro sexo como objeto, sin embargo, ella plantea que su paciente se curó, con lo que podemos inferir que la transferencia analítica pudo facilitar el advenimiento de los significantes que se lo permitieron.

Cuando nos referimos a los significantes que le permitirán al sujeto, hacer su historia, como decía Freud, nos referimos a significantes paternos que hagan posible ubicar los nuevos significantes que desde lo real interpelan al sujeto y llaman para ser incluidos en una historia, masculina o femenina. Es por esto que, en el campo de las identificaciones, cada uno se identifica a los atributos de su propio sexo, quedando el otro en un lugar inaccesible y por lo tanto, carnada, haciendo de objeto.

El pasaje de la realidad de los padres, la que coincide con la realidad infantil, a una realidad nueva, tiene la complicación, si los padres no son flexibles, esto es, se dejan barrar, puedan, manteniendo sus principios, dejar en suspenso sus realidades fantasmáticas, de que el adolescente, para poder desprenderse, lo haga como objeto, o en su defecto, objetalice a sus padres, con lo que renegará de las leyes que provengan de allí.

Con respecto al lugar de los padres, siguiendo lo que planteaba anteriormente en relación a la función del padre metaforizando el goce de la madre y dando lugar a un deseo, deseo de la madre, si bien esto es imprescindible en la afirmación del sujeto, tenemos que, niños, absolutamente obedientes, buenos niños que no presentaban problemas, en la pubertad se encuentran aún mas desolados y desorientados que otros. Un niño que ha crecido "bien ubicado" en el fantasma de los padres, al tener que habitar una nueva realidad, puede no contar con los elementos para ampliar su horizonte. Cuando digo fantasma de los padres me refiero a la trama que se teje entre el fantasma del padre y de la madre para alojar a cada hijo.

En la medida en que un adolescente rompe la endogamia y precisa escribir su propia historia, el deseo de los padres, puede ser sentido como goce, esto es que es gozado, manipulado por sus padres, por lo que la preponderancia de los deseos paternos debe mitigarse, esfumarse un poco, manteniendo el marco, para dar lugar a que el joven constituya su propia realidad.

Un ejemplo muy interesante de esto, que todos conocerán, pero que vale la pena recordarlo en este momento, es el que proviene de la obra de Teatro de Wedekind, Despertar de primavera.

El título se continuaba, "una tragedia de niños", el que fue sustraído. La tragedia, evidentemente residía en que despertaban a un renovado desencuentro con el objeto, pero éste desencuentro era elaborado, en cada uno, según sus relaciones con la sexualidad , con el saber y con la muerte, en la que los padres tenían un papel esencial.

La obra trata del destino que para cada uno de los miembros de un grupo de púberes, tiene su despertar a la sexualidad.

Wendla muere cuando se le intenta hacer abortar un embarazo, resultado de su ignorancia. Tiene relaciones sexuales con Melchor sin saber lo que hace. Mauricio, duramente controlado por sus padres, se suicida al no poder enfrentar su fracaso escolar. Su falta de interés por los estudios se reitera en relación a lo sexual, de lo que no quiere saber nada.

En la obra, Mauricio antes de suicidarse, recrea la escena de su velorio. Esto, que podemos escuchar en muchos adolescentes como el deseo de saber qué harán los otros en el momento de su muerte, se vincula con la imposibilidad de mantenerse en la escena por el fracaso. Se quiere ver la escena del otro lado, del lado imposible, del lado del Otro portador de la verdad, como único modo de saber.

Por último, Melchor, el protagonista principal, cuyos padres eran liberales y comprensivos, pasó al final de la obra a ser recluido en un reformatorio, debido a que se encontró en el bolsillo de Mauricio (el suicida) un escrito de Melchor con información sobre el acto sexual y la anatomía femenina y por haber embarazado a Wendla. Melchor escapa del internado, pasando por el cementerio; allí se desarrolla la última escena, donde Wedekind plantea lo que se pone en jugo para poder mantenerse en la escena de la vida.

En el cementerio Melchor se encuentra con el fantasma de Mauricio, éste lo seduce para que atraviese el marco, que se deje caer del otro lado de la escena, ya que desde allí se puede saber todo, en tanto son invisibles nada se les oculta, ni siquiera él mismo. Dice Mauricio:…"Si me tiendes la mano reventarás de risa al darte cuenta de tu estado de ánimo". En éste momento aparece el Enmascarado. Este le propone ampliar su horizonte haciendo que conozca "todo lo interesante que el mundo encierra". El precio para mantenerse en la escena es el desconocimiento del lugar desde el que cada uno llega a conocer lo que el mundo encierra. Esto es lo que el suicida no soporta, no poder ver-se. Teniendo en cuenta que esto alude a la castración.

Mauricio le propone saber todo, hasta el lugar que ocupa en la cuenta. Le propone un encuentro logrado, es decir, la muerte. Mientras el Enmascarado promete que le proporcionará la ocasión de ampliar su horizonte; lo que sólo puede conseguir con las palabras. Frente al vacío en el lugar de La Madre, un nombre del padre, el Enmascarado, ocupa su lugar nombrando.

Con relación al caso que nos convoca, podríamos decir que el niño crece en la casi certeza de saber dónde residía el goce, pero sin haberlo localizado en su constitución subjetiva, miraba el goce en la mirada de la madre a sus gallinas, pero no lo miraba a él. Esto es, no lo confirmaba en ningún lugar diferente de su objeto de goce.

Cuando éste goce habita su cuerpo, lo hace de un modo autoerótico.

El accionar de su hermano precipita la intrincación pulsional y define posiciones :"Yo soy el gallo tú eres la gallina". En primer término, la fobia, como toda fobia infantil, funciona como restricción, surge en el lugar de una función paterna fallida,(la madre no se prohibió manipularlo por ej., cuando él se lo pedía), separa espacialmente el objeto de goce, sitúo objeto de goce, pues el objeto de deseo lleva implícita su prohibición, la función allí ya habría operado. DE ÉSTE MODO SE ALEJA DE TODO POSIBLE EJERCICIO DE GOCE, EL SABER AQUÍ LIGADO AL GOCE, QUEDA ABSOLUTAMENTE DEL LADO DEL Otro, o lo tiene la gallina o lo tiene su hermano. No le queda otra salida, en tanto la operación en relación a la falta de saber, la castración, en él fue fallida, que identificarse masivamente al hermano, que resultó ser homosexual, posición que coincidía con la gallina. Se pasa del lado donde hay un saber sobre el goce.

En tanto en el análisis consiguió transferir el lugar del supuesto saber a la analista, operación ineludible en el proceso de la cura, luego de producir la restricción cuando se va del análisis, la llama desesperadamente, buscando un lugar allí para alojarse. Habiendo oradado H.D. una fisura en su certeza narcisista, impulsa en su paciente la búsqueda de saber, motor del análisis.

ADELFA JOZAMI

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