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Número 1 - Abril 2000
Sobre los efectos de un lazo
Tomasa San Miguel

En la clínica con niños se presenta de manera recurrente una pregunta: ¿cuál es el lugar de los padres en el tratamiento con un niño?.

Diferentes posiciones plantean que es la ruptura de saber de los padres en relación a sus hijos, aquello que actúa como punto de partida posibilitando un pedido de ayuda. Algo del lado del niño se ha vuelto sintomático, abriendo un enigma al que ellos no pueden responder. Por esta vía es que se dirigen a alguien a quien le suponen un saber.

Varias cuestiones aparecen en este sentido: quién demanda?, cuál es el lugar del niño en la estructura familiar?, en qué punto aquello que "no anda’’ se entrama y denuncia lo reprimido en la historia familiar?.

Este cuadro de situación presupone varias coordenadas instaladas: transferencia, demanda, síntoma y también, aunque parezca obvio, padres y niños.

Intentaré recorrer aquí una experiencia en la cual las condiciones no se han dado de esta manera. Ella me ha permitido pensar que en algunos casos, se requiere de un trabajo previo para construir el marco posible de un tratamiento analítico.

Sara y su hijo, Gabriel, de seis años, acuden al Servicio de Psicopatología de nuestro Hospital envíados por el gabinete de la escuela ya que el niño presenta dificultades en el aprendizaje y conductas agresivas con sus compañeros. Además traen una nota de derivación del Servicio de Neurología que consigna que el niño fue tratado allí por un cuadro de hiperactividad y dispersión y medicado para tal fin. El pedido de atención es con carácter de urgencia, ya que se ha decidido suspender la medicación porque su madre no logra administrarla adecuadamente.

Lo que más nos llama la atención del caso, es la pobreza de recursos de esta señora. Quien realiza la primera entrevista, transmite su preocupación y duda sobre su diagnóstico: se tratará de una psicosis o de un debilidad mental?. Esto agrava la situación del niño, quien nos sorprende por su vitalidad y expresividad en comparación con la presentación de su mamá.

Sobre el episodio de la medicación, Sara nos cuenta que se equivocó de dosis y en vez de tres gotas, le dio a Gabriel una cucharada sopera. Agrega que esto hizo que el niño duerma durante todo el fin de semana, sin que ninguno de sus padres se alertara y lo trajera a la guardia del hospital.

Dirá que con su hijo no se puede hacer nada, "no quiere escribir, pega, patalea, el año pasado repitió de grado". "No es normal, a veces está quieto y a veces inquieto". Pregunta: "¿tendrá bichos en la panza?". Mi hipótesis es que esto no toma la forma de un interrogante para Sara, es una cosa más que ella no sabe, no entiende.

Gabriel la interrumpe en ese momento para decir que le molesta que su hermana le diga nena o Gabriela es por eso que, según él, la "caga a palos ".

Mientras dice esto, Sara se sonríe, le cuesta responder a las preguntas, parece desorientada.

 

No puede indicar cuántos hijos tiene, duda varias veces, no puede precisar si son tres o cuatro. Será Gabriel quien la corrige: "tenés tres hijos".

Es llamativa la actitud de la madre, parece abatida, asustada. En un momento, Gabriel la abraza y su posición no cambia, no puede responder.

Este abrazo coincide con el momento en que él comienza a contar que al único que le hace caso es a su papá, porque éste "le da con el cinto ". Preguntamos por esto y Sara dice: "él es muy nervioso, a veces pega". A quién?. Se sonríe y responde: "no sé".

Mientras, el niño ha dibujado algo, le preguntamos y dice que son víboras o bichos. Luego escribe algunas letras, las de su nombre y números.

La madre dice: "Gabriel lo quiere mucho al papá, quiere estar con él, solamente viene a la noche". Le decimos que quizás lo que le pasa a Gabriel tiene que ver con esto que sucede en su casa. Sara responde "puede ser que esté nervioso como el papá, él quiere ser igual al padre"

En los primeros encuentros con el niño, su mamá entra sin preguntar y se sienta en un rincón del consultorio. En una oportunidad, hago salir a Gabriel y le digo que tengo la sensación de que está asustada. A lo cual responde "¿qué es sensación?". Intento explicarle, me cuenta que su marido le pega a ella y a las nenas y que amenaza con matarla. Dice que tiene mucho miedo pero no quiere que él se vaya, que en "otras cosas" se llevan muy bien.

Suspendo todo juicio de valor y la escucho. Me cuenta que Gabriel se escapa, ella no sabe a dónde va, tiene miedo pero no sabe como cuidarlo. También me cuenta que lo trajo, porque en la escuela la amenazaron con sacárselo con un juez, si no lo traía al psicólogo.

A partir de esto sanciono lo que ella ya estaba haciendo, y le digo que cada vez que venga voy a trabajar también con ella.

En esa semana decido citar al padre de Gabriel, quien plantea que "Sara es una inútil, es demasiado tranquila, no sabe tener sujetos a los chicos". Me comenta que en estos días colocó rejas en la casa para impedir que Gaby se escape.

Reconoce que a veces asusta "un poquito" a su esposa para ver si reacciona, pero que no lo logra, "lo único que ella hace es mirar televisión". Dice: "Por ahí, la agarraba del cuello y le decía: te voy a ahorcar, para asustarla nomás".

Trato de decirle que quizás Sara no puede ocuparse de la casa y los chicos como él quisiera. Es muy difícil que pueda escuchar las intervenciones, finalmente dice que él no puede estar en todo, que trabaja todo el día, que teme perder el trabajo.

El papá de Gabriel es viudo. Sara dice que no sabe de qué murió la esposa anterior, pero sí asegura que "él la mataba a palos".

Escenas de violencia, riesgo, muerte que Gabriel denuncia de dos maneras: se escapa y pega.

Con respecto al "escaparse", su madre cuenta que en una oportunidad Gabriel se perdió, a lo cual él acota "yo me escapé". Le preguntó a Sara sobre esto y me dice: "estábamos en Luján, Gaby tenía tres años, no nos dimos cuenta, no lo vimos más... dimos parte a la policía, después apareció comiendo helado con un señor". Gabriel insiste con que lo encontró un tío, no ellos.

Mi pregunta en este punto es si el niño se escapa, o ellos lo pierden. Particular fort da que no se presenta a nivel de lo simbólico y que nadie sanciona como juego. No se trata de la pregunta ¿puedes perderme?, en pos de pesquisar el deseo de la madre, sino más bien de una respuesta anticipada: puedo escaparme.

Esta respuesta, por un lado, lo coloca en una situación de riesgo en tanto cruza las calles, se mete en casa de gente desconocida, anda sólo por el barrio y, por otro lado, lo salva de la situación que se presenta en su casa.

Por esta vía me pregunto, ¿hay padres?, ¿hay niño?. Aquella que ocuparía el lugar de madre está desprovista de un deseo, lo cual definiría su función. El padre no puede transmitir una ley, en tanto no se siente sometido a ella. Por otro lado, Gabriel no se presenta como un niño, se presenta como un "hombrecito". Ya en la primera entrevista dirá: "dáme chicles verdes, son picantes, pero yo me la banco’’. Luego aclara que no tiene miedo, que él pega, que maneja autos.

Su lugar es el de sostener a su madre, al mismo tiempo que repite las palabras de su padre. "Ella no sabe nada, no entiende, mi papá se enoja. Se olvida, es tonta, necesita que la ayuden, yo le dije que no se pelee con la tía, así ella la ayuda con nosotros y con la casa. Ahora la tienen que operar de una hernia pero no sabe cuando, nunca sabe ".

Creo que de esta manera él articula su demanda: "alguien que ayude a mi mamá", lo cual le permitiría no ser él quien queda atrapado en este lugar.

Esto comenzó a desplegarse en sus juegos. En una primera etapa, jugaba con autos, el más chiquito arrastraba al más grande y éste se caía, se rompía, no podía andar. En determinado momento carga al auto chiquito con distintos objetos mientras acarrea al otro. Le digo: "ése es chiquito, no puede con tanto, hay que ayudarlo". Incluye un teléfono que, apretando un botón, dice: hola, puedo ayudarle?. Pide que venga una grúa para ayudarlo ya que, según él, "el señor de la grúa, sabe".

Luego comienza a armar cocheras para los autos, diciendo: "los chicos acá y los grandes allá".

En sus dibujos también comienza a aparecer algo de la diferencia. En una de las primeras entrevistas, dibuja una figura humana, dice que es su mamá, al lado de la figura coloca su nombre (el de él), luego toma otra hoja y la pega, en continuidad con la anterior. Quedan así dos hojas "pegadas", él, pegado a su madre y él pegado por su padre, al igual que su madre.

Más adelante, dibuja un nene y dice "soy yo", después le pinta el pelo, diciendo "no, no soy yo, es mi hermana, yo no tengo pelo tan largo, soy varón". Mi hipótesis es que algo de la diferencia sexual comienza a inscribirse en tanto él deja de ser aquello que sostiene a la madre.

En relación al padre este punto también es muy complicado. Por un lado, le pega a Gabriel, igual que a todas sus mujeres, lo cual lo deja en posición pasiva. En este sentido, ser pegado por el padre lo feminiza, ante lo cual él responde pegando, sin freno. Su cuerpo, igual que el de su madre, es ofrecido al goce del padre, esto es lo que Gabriel denuncia en la primera entrevista. Y por otro lado, dice: "es igual a mí, yo tampoco quería ir al colegio, me fui en segundo grado porque una maestra me retó. Este es un rebelde, un animal, es vivísimo, es una luz, un Satanás". Le digo: "es un chico".

Su lugar de niño comienza a construirse en el tratamiento, no sin antes haber trabajado esto con sus padres. En una oportunidad me dice "miráme, ¿no parezco un colegial?".

Introduce así el tema de la escuela, Gabriel sabe leer y escribir, sin embargo en la escuela no lo hace. Dice que la maestra de lenguaje lo trata mal, es mala, lo reta. Por este motivo repite primer grado, ya que en matemáticas tiene muy buenas notas. En una entrevista con el padre, en la que Gaby estaba presente, éste insiste con que el niño es igual a él y relata su fracaso escolar. El no sabe leer ni escribir. Se escucha la voz de Gabriel diciendo: "yo sí quiero estudiar".

Parece que su papá no puede escuchar esta diferencia. Este "es igual a mí" hace que no pueda progresar más allá de primer grado. También muestra sus efectos en la agresividad, la impostura de "hombrecito", y deja abierta una vía por la cual él podría acceder al cuerpo de la madre sin mediar la palabra del padre en tanto prohibición.

En una entrevista con Sara, Gabriel irrumpe en el consultorio, le exige dos pesos para ir al kiosco, le toma una mano, se la retuerce, la patea, se le tira encima, se le cuelga de la espalda como si la fuera a ahorcar.

Sara se queda paralizada, pasiva, se sonríe. Mientras hace todo esto, intento decirle que espere afuera, que después hablo con él. No lo registra. Me levanto, lo separo de la madre, sosteniéndolo de los brazos y le digo: "tu mamá no tiene, esperá afuera".

Le pregunto a Sara que siente cuando Gabriel hace estas cosas. Responde "mal, no sé cómo hacer". Construímos una intervención posible, inmediatamente Sara me cuenta que estaban en la cama y el marido la "pellizcaba", los chicos estaban también. Trato de decirle con firmeza pero sin resultar expulsiva que hay cosas que los chicos no deben presenciar.

En su discurso, Gabriel pasa de tener bichos, de ser raro, a estar nervioso. Le pregunto porque cosas le parece que su hijo se pone nervioso. Responde: " cuando lo tratan mal, no hace caso, hace peor, cuando le hablamos hace caso".

Gabriel me cuenta, muy sorprendido, "mi papá me habló, ahora algunas veces le hago caso a mi mamá".

La palabra se instala así, como posibilidad de ordenamiento entre ellos, en tanto su palabra fue alojada en el tratamiento.

Al final de esta entrevista, Sara me dirige una pregunta por primera vez: "¿cree que se adaptará al colegio?".

Le digo que pienso que ella está preocupada por esto y que tiene mucho interés en que su hijo estudie, que es importante que se lo pueda transmitir.

Paralelamente, Gabriel comienza a traer el tema de la escuela como una cuestión conflictiva. En uno de los encuentros me muestra su mochila y, ante mi asombro, adentro sólo se encuentra el monedero de su mamá. Le pregunto por su cuaderno, sus útiles. A lo cual responde "no sé, lo perdí, no lo encuentro ".

Le digo que le comente a su mamá que necesita un cuaderno para poder escribir, que como a su mamá le interesa que él aprenda, quizás le pueda conseguir alguno.

Ante la posibilidad de que Gabriel repita nuevamente primer grado, su mamá me pregunta si me parece bueno mandarlo a una maestra particular, que ella ha estado averiguando donde podría ser.

También demuestra interés en que hable con las maestras y se ocupa de conseguir el teléfono de la escuela.

Alojar su palabra, intentando producir un ordenamiento, abre una vía posible para que, aunque con dificultades, aparezca un deseo en Sara. Esto hace que Gabriel pueda ocupar su lugar de niño abandonando esta escena de goce entre los padres que lo necesitaba como sostén.

En tanto, alguien ayuda a su mamá él puede ocuparse de sus cosas.

En las sesiones comienza a escribir: su nombre, su apellido, distintas frases. Le pregunto si tiene segundo nombre y me dice "le voy a preguntar a mi mamá, ella debe saber" . Esta le contesta que se llama Roberto, como su papá.

Escribe y decide llevárselo a su casa para mostrárselo al padre. Luego me cuenta que el padre dijo que eso era una porquería y que no pudo hacer los deberes de la escuela porque tenía que hacer "cosas" en la casa. Pregunto sobre esto y me dice que tuvo que subir al techo con su papá porque había goteras.

Me cuenta que su papá anda "medio loco" por la plata que debe. Le pregunto sobre esto y me dice: "no sé, yo me fui a dormir, estaba cansado". Parece que él comienza a no saber todo lo que sucede entre sus padres, al mismo tiempo que puede instalarse un versión diferente en relación a su madre: algo sabe.

Cito al padre, me cuenta que lo habían llamado del colegio porque Gabriel le había pegado a unos chicos. Me dice que él lo ve más tranquilo, que en la escuela lo "tomaron de punto" y que lo quieren echar.

Le digo que para Gabriel esto sería una pérdida importante. Se compromete a asistir a la escuela. Termina diciendo "quiero que estudie así maneja el camión". Me cuenta que en su familia nadie ha estudiado. "Todos somos de poca escuela, el otro varón mío tampoco quiso, ahora trabaja conmigo en el corralón ". Dice que cuando lo lleva a Gabriel al trabajo "hace un desastre".

Las escenas de violencia en el colegio se van ubicando como respuesta a las palabras de sus compañeros que le dicen "puto", "maricón". Ya no se trata de "inquietud", "bichos", "hiperactividad". Gaby dirá que lo que lo pone nervioso es que lo confundan con una nena.

La pregunta por la diferencia sexual comienza a desplegarse en el tratamiento, en sus juegos y dibujos a partir de que alguien "ayuda" a su mamá, como él lo había planteado. Esto le permite des-pegarse del cuerpo de su madre. Esto le permitiría entrar en la dialéctica edípica, como tu padre deberás ser, pero también, como tu padre no deberás ser.

En relación a esto, últimamente aparece un nuevo juego: "las bolitas". Me cuenta que se las regaló el padre y también le enseñó las reglas de este juego. Aclara que, cuando juega con él, él también tiene que cumplir las reglas. Lo mismo ocurre en la sesión, se ocupa de establecer las reglas y sancionar las faltas.

El tratamiento con Gaby continúa y son muchas las cuestiones que quedan en suspenso. Este trabajo intenta, en todo caso, pensar los efectos de un lazo, lazo que se constituye cada vez que uno decide alojar una palabra, guiado por una ética, por aquello que como analistas nos causa.

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