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Número 9 - Diciembre 2006
La moral en los niños. Su desarrollo
Andrés Nelken

…habría que dejarles a los niños valores morales junto a los juguetes,
para que los puedan ir haciendo suyos.
D.W. Winnicott

 

Fernando, 2 años y 5 meses, se encuentra en la casa de amigos de sus padres. Llega a su fin, una visita sabatina de varias horas. Visita trascurrida entre juegos, canciones y un clima muy distendido. Están presentes: sus dos padres quienes acaban de llegar para llevarlo a su propia casa, junto a su hermana de 8 años y medio. Se encuentran los amigos, y la hija de estos, de 18 años.

En un momento en que todos hablaban de pie cerca de la puerta del departamento, despidiéndose, alguien pregunta por Fernando. No estaba en la sala. Pasados unos segundos, advirtieron que estaba en la cocina, solo, frente a un cajón abierto. De ese mismo cajón, la dueña de casa había sacado algunas horas antes, un par de caramelos para dárselos. La actividad de Fernando en ese instante, consistía en llenarse los bolsillos de las golosinas que encontraba en el cajón. No las estaba comiendo, sólo las guardaba, más bien las acaparaba con ansia, en su bolsillo. Al ser sorprendido en su accionar, y al escuchar un grito y la risa simultáneos de dos de las personas presentes, Fernando se pone sumamente serio, asustado y a punto de llorar. Se ha visto sorprendido, haciendo algo que no debía. Fernando sabía perfectamente que lo que estaba haciendo, no estaba bien. Su conducta aparentaba ser deliberada, aprovechando calculadamente que nadie lo vería cuando ejecutara su acto, y efectivamente sucedió así. Vio su oportunidad y no la desaprovechó. Cabe aclarar que lo relatado sucedió hace varios años y Fernando, a esa edad, hablaba muy poco, su capacidad de expresión verbal no estaba desarrollada del todo aunque obviamente, comprendía todo lo que se le decía. El adulto que se rió espontáneamente, tuvo esa reacción por suponer que se trataba de una travesura mezclada con un toque de picardía; en cambio el adulto que gritó, también espontáneamente, lo consideró una falta, más allá de la gravedad del hecho. Seguramente consideró que esas cosas no se deberían hacer, sin importar la edad.

La libertad nos permite elegir, pero no podemos elegir cualquier cosa. En realidad no deberíamos elegir cualquier cosa, ya que al elegir hacer algo, lo que sea, nunca podremos evitar las consecuencias de dicho acto. Por lo tanto, si elegimos hacer cosas buenas las consecuencias serán buenas, pero si elegimos hacer cosas malas o prohibidas, las consecuencias serán malas, por lo menos así funciona en la teoría. Fernando: ¿sabía que estaba eligiendo? En ese caso, ¿sabía el niño qué estaba eligiendo?, además, ¿tendría idea en ese momento de cuáles podrían ser las consecuencias? Pascal en su libro Pensamientos, dijo: "No pensamos casi nunca en el pasado y, cuando lo hacemos, es sólo para ver qué luz nos proyecta en los planes futuros". Esto implica que el presente pierde cierto valor, ya que estaríamos mirando hacia atrás pa ra ver qué consecuencias ese pasado tendrá en nuestro futuro. Pensando en un niño de 2 años y medio, me resulta difícil imaginar al pequeño niño pensando de este modo, por lo que deduzco que será más adelante cuando pueda hacerlo. Mientras tanto, creo que efectivamente el presente se hace fuerte, por así decirlo, ya que el principio del placer pareciera ser el que reina en estos momentos, por lo menos en el momento en que nuestro niño decide tomar (¿robar?) algunos caramelos. Significa también que el hecho de razonar, está ausente en este caso, sobre todo si postulamos que decidir es seleccionar una respuesta frente a una situación dada y que esta respuesta tiene que ser la mejor opción que tenemos. ¿Puede un niño de 2 años y medio conocer todas las opciones? ¿Es necesario que las conozca? ¿Puede conocer todas las implicancias de sus decisiones, sean estas próximas o futuras? Diría que no, sin embargo, la reacción del niño, primaria y visceral, hace suponer que sabe que algo estuvo mal, que su decisión fue incorrecta, o simplemente no debería haberlo hecho. "Los términos razonar y decidir también implican que quien decide posea alguna estrategia lógica para generar inferencias válidas en la que basar su selección de opción de respuesta ". 1 Dice Antonio Damasio, que se deben poseer los mecanismos de atención y memoria operativa para poder razonar, pero en este caso estamos frente a un compendio de sentimientos y emociones que son las que predominan en el pequeño. El mismo autor, sugiere la existencia de un "marcador somático" que sería una señal sentida en el cuerpo, sea favorable o negativa, que nos ayuda a decidir entre dos o varias alternativas, sobre todo en momentos de cierta tensión. Sin embargo, nuestro niño debe haber sentido este marcador, ya que podemos suponer, dada su reacción posterior, que algo estaba sintiendo y que no era bueno aquello que sentía. También se puede suponer que lo que sintió no necesariamente hubiera sido malo, sino que podría haberse dado algo así como esa excitación que implica la descarga de adrenalina. He aquí cómo el sentimiento de lo moral, el saber de alguna manera, qué es lo que está bien y lo que está mal, y qué se debe hacer y qué no, entra en juego en nuestra cuestión. Puedo postular que el niño fue en contra de su propia percepción y siguió adelante anteponiendo sus propios intereses, básicos, instintivos, de placer casi asegurado, dejando de lado lo recto que debería haber sido su conducta. En este momento del desarrollo, es evidente que no se ha consolidado todavía la idea de responsabilidad frente a ciertos actos como el que nos ocupa. Todavía es más fuerte el deseo de acaparar y poseer todos los caramelos que la idea más o menos vaga que tiene el niño respecto de lo que está haciendo y sus consecuencias. En este sentido podemos pensar que a esta edad, no postulamos una moral al estilo adulto o en alguna cuestión de tipo ética, pero sí creo que cabe suponer ciertos esbozos respecto a estas cuestiones.

Una de las características más sobresalientes que nos distinguen de los animales es que los animales no eligen, hacen, ya que está establecido en su código genético. Nosotros los humanos, enfrentamos disyuntivas, opciones, elecciones, que resolvemos a veces con un si o con un no. Pero, ¿qué pasa en un niño de 2 años y medio que sabe que está haciendo algo que intuye, si no sabe, que está mal hacerlo? Savater dice que moral es el conjunto de normas y comportamientos que son aceptados como válidos por toda una sociedad, y ética, es la reflexión acerca del porqué la consideramos válidos. Entre uno y otro concepto están enmarcados todos los actos humanos. Pocas son las normas que se enseñan en la educación pre-escolar o en la escuela primaria. Sin embargo, al iniciar esa educación el niño ya tiene rudimentos respecto a lo que se puede o no hacer. Pero un niño de corta edad no está en condiciones de reflexionar acerca de las normas, no tiene la capacidad intelectual desarrollada para hacerlo. Las incorpora sin darse cuenta. Las lleva como símbolo de identidad de una sociedad a la que pertenece. Las respeta sin proponérselo y espera, sin conciencia de ello, que sea respetado él mismo. Sabe o intuye, que las normas no son algo que él decidió, sino que le vinieron de afuera, de su entorno más próximo. Ni siquiera se plantea si las puede cuestionar o no. Ahora bien, ¿qué pasaría si sus padres mostraran todo el tiempo conductas que estuvieran reñidas con la moral aceptada por la sociedad en su mayoría? ¿No le parecería al niño acaso natural una conducta de este tipo? Al ser descubierto por otros, acusa recibo de haber estado haciendo algo que no correspondía. Ha tenido perfecta noción y cierto grado de conciencia de que esta conducta fue realizada aprovechando la absoluta ausencia de otras personas, ya que de permanecer alguna de ellas, lo más probable es que todo esto no hubiera ocurrido. No puede dar cuenta intelectualmente de la conducta llevada a cabo y tampoco puede dar explicaciones del porqué, aunque a primera vista sea el de acaparar y eventualmente comer esas golosinas más tarde. Tener golosinas y comerlas no está considerado un delito, tampoco el no querer compartirlas ya que a esta edad no es esperable que lo haga. Más adelante, en otro estadio de su desarrollo sabrá que aquello que desea pero que no se debe hacer, deberá ser reprimido. El superyó del niño, heredero del Complejo de Edipo, hará su tarea de la forma más benigna posible hasta su completa instauración. ¿Qué transcurre y cómo, entre esos dos estadíos? ¿Cómo va logrando el niño aprender la diferencia entre lo que debe y lo que no debe?

Hace falta experiencia acumulada para que el niño tenga una buena idea acerca de qué es lo que debería haber hecho. El niño se ve envuelto en distintas ocasiones en las que deberá decidir qué hacer, de acuerdo a las expectativas de quienes lo rodean, es decir, que las expectativas sociales son las que lo van a ayudar a decidir qué se debe hacer. Demás está decir que lo social, al principio, equivale a decir familia primaria. Las repetidas experiencias en las que distintas conductas del niño reciben distintas respuestas por parte de sus cuidadores, son las que irán forjado las ideas, o los ideales de la ética y de la moral. Son estas respuestas las que se van sumando en el bagaje de experiencia, que tendrán seguramente como eje, los premios o castigos que irá recibiendo, y todo el "estudio y análisis" que el niño pueda ir haciendo de los resultados y consecuencias de sus actos. También se debe destacar que la existencia de los marcadores somáticos, no es algo que necesariamente acompañe en la vida adulta con el mismo valor que en la infancia. Se supone que esos marcadores se puedan incorporar a la vida a través de sus símbolos, es decir, que tanto los recuerdos como la información que se tienen, deben servir de referente al tener que decidir qué hacer en una u otra situación.

Winnicott sugiere que lo que está bien o lo que está mal, surge desde adentro de la persona. Para que esto suceda, deben darse ciertas condiciones que tienen que ver con los cuidados que desembocan en la continuidad del ser. Plantea que la base de la moral, entre otras cosas, no sólo es la experiencia del niño en poder seguir siendo, sino que la continuidad existencial no se vea interrumpida y necesitada de reacciones por parte del niño. Si el ambiente ha sido estable y confiable, provee al niño su capacidad innata para diferenciar lo que es bueno de lo que es malo y de lo que está bien y de lo que no lo está. Así, estamos frente a un niño cuya subjetividad ha sido respetada y valorada por otro humano que lo trata como humano, con sus diferencias, con sus buenas cualidades y los aspectos negativos que puedan emanar de su persona. Es la madre al principio quien reconoce todas estas diferencias, quien acepta que su hijo cumple con muchas de sus expectativas, pero otras no, y aún así lo ama, lo cuida y le ayuda a crecer.

Estos cuidados van desde los corporales, pasando por la conducta confiable de la madre hasta su adaptación plena a las necesidades del bebe. Hay, insiste Winnicott, una tendencia innata a la moralidad y a todo tipo de conductas que son valoradas en el entorno inmediato del niño. Es decir, en un hogar en el cual las conductas moralmente aceptables son las que rigen el desenvolvimiento de ese hogar, lo más probable es que no sea necesario enseñarle al niño qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. En este sentido, el niño está perfectamente capacitado para aprenderlo por sí solo. 2 Si por el contrario, la madre insistiera en inculcarle al niño la bondad o tratara de erradicarle cualquier atisbo de lo que ella considere una maldad, y el niño no estuviere preparado para ello, lo más probable es que el chico no lo pueda aprender por si solo, a la manera, por ejemplo, de lo que es el aprendizaje esfinteriano. Se puede insistir a un niño de 11 o 12 meses a que deje los pañales, y lo hará, pero lo seguro es que no estará preparado para ello y que deba más bien adaptarse a las necesidades de la madre. En este caso estamos frente a un adiestramiento. Con este tipo de conductas, la madre le priva al niño de mostrar no solo sus propias necesidades, sino que pierde la oportunidad de mostrarle a la madre cuándo y cuán preparado está para ciertas conductas y aprendizajes. Además le impide "echar firmes raíces" como dice Winnicott, a todo lo referente a su propia bondad y la disposición para las buenas conductas.

Si la madre está lo suficientemente atenta a las necesidades de su bebe, se dará cuenta de cada momento, sutil en general, en el que su bebe le muestra a su madre cómo ella debe adaptarse a sus necesidades. Es decir, que la moralidad y las buenas conductas también están emparentadas con lo espontáneo, con lo natural. Es decir, emanan del verdadero self. Es como un bulbo de tulipán, que contiene todo lo necesario para desarrollarse y convertirse en una flor. Si se le brindan los cuidados necesarios, florecerá. Si se lo inunda de agua o no se lo riega, se perderá todo su potencial.

El niño desarrollará todas sus capacidades siempre y cuando haya experimentado la sensación de tener un ambiente facilitador en el cual desarrolla a su vez su propio sentido de self. Winnicott también advierte que una de las consecuencias posibles de que estas condiciones no se le presenten al niño, es el desarrollo de una tendencia antisocial. Esta no se cura enseñando valores morales, con reprimendas, etc., ya que no se puede imponer semejantes nociones, más bien se deben preparar las condiciones para que cada niño las cree por si mismo. Esta concepción, deriva del valor que para Winnicott tiene la creación del objeto. Es al niño a quien pertenece la tarea de construirlo, y es tarea de la madre presentárselo oportunamente. Del mismo modo con los valores morales. No hace falta decirle al chico qué es moral, ni qué significa. Basta con predicar con el ejemplo. Si se le educa y cría teniendo en cuenta las necesidades del niño, y en la creencia de las propias capacidades del niño, este, a su debido momento, sabrá qué debe y qué no debe hacer, y qué está bien y qué está mal. Si no llegara a tener las experiencias básicas necesarias, ningún sentido puede tener la enseñanza de lo que es moral o de lo que no lo es.

Winnicott dice que la moral más fiera, más extrema, es aquella de los primeros estadíos del desarrollo. 3 Aquella que está emparentada con el amor desconsiderado. En definitiva, la crianza debe contemplar la posibilidad de generar algo así como un habilitador para la creación propia de los valores, que en el mejor de los casos coincidirá con los de su entorno. De lo contrario tendríamos niños moldeados a imagen y semejanza de alguno de los padres. En este sentido, el infans no es arcilla a ser moldeada. Nadie le dice a una madre cómo criar y educar a sus hijos, simplemente se adapta a las necesidades de su hijo desde el principio, y comienza a fallar gradualmente en un momento en que las fallas no importan tanto y el niño está en condiciones de tolerar esas fallas. Uno de los soportes en el desarrollo del niño para la consecución de estos logros, es la capacidad de preocupación por el otro, el concern. Es el concern la fuente de la moral y de la ética en el adulto, ambos aspectos esenciales del desarrollo emocional y la salud. Si no pudiera alcanzar este puntal del desarrollo sano, uno de los caminos posibles para el niño es la conducta que subvierte los valores morales de su propio entorno y la sociedad toda. Lo único que se necesita para evitar esta tendencia antisocial, es un par de padres comunes preocupados y ocupados por su hijo que le permitan el natural desarrollo de las tendencias saludables.

Si el niño es cuidado de manera estable, si las condiciones del medio ambiente son las apropiadas para que el niño crezca a su ritmo y posibilidad, entonces, a partir de la confianza que ese medio ambiente le genera, aparecerá la idea de bondad de manera natural. A un niño que no viva experiencias suficientemente buenas en las primeras fases del desarrollo no se le puede inculcar la idea de lo bueno, o de un Dios personal que sustituirá al cuidado infantil. En este sentido cobra relevancia la etapa de omnipotencia mágica, donde no solo lo que piensa es, sino que él es el mismo creador, su propio Dios. Por lo tanto podemos pensar que la noción de bueno o malo, parte de lo que el propio niño es capaz de construir. Lo que construye necesariamente partirá de su propia experiencia. Aquello que le brinda placer será bueno, aquello que le provoca displacer no lo será. En las primeras etapas del desarrollo, en la fase preverbal, donde las palabras no tienen todo el sentido que tendrán más adelante, el mundo psíquico del pequeño se va poblando de experiencias que podrían ser catalogadas en elementos de apoyo, y elementos disruptivos, o elementos amistosos y elementos hostiles, o benignos y persecutorios. Estos dependerán de lo satisfactorio o insatisfactorio que es para el niño su experiencia vital. Es decir, que siguiendo este razonamiento, la moral no se hará realidad en el niño a través de la educación de la misma, sino del predicar con el ejemplo. Es decir, la moral no se enseña pero se aprende. Lo bueno tendrá que ver con el amor, y el amor tendrá que ver con los buenos cuidados, y los buenos cuidados provendrán de un ambiente facilitador que se adapte a las necesidades del niño. Winnicott postula que así como los padres dejan juguetes y peluches a los cuales el niño puede aficionarse, también deberían dejar "por ahí" , los valores morales.

A partir de cierto momento, que Winnicott sitúa entre los 6 meses y los dos años, el niño experimenta una mayor capacidad para experimentar un sentimiento de responsabilidad, que en el fondo es un sentimiento de culpabilidad auténtico. Hay todo un proceso por el cual el niño cae en la cuenta de que el objeto al que ha atacado, en sus momentos de excitación, como parte de su agresividad natural, es el mismo al que ama en momentos de sosiego. Llegar a esta fase implica haber integrado estos dos aspectos de su principal objeto de amor, su madre. Madre que no ha reaccionado retaliativamente, a pesar de haber acusado recibo de las conductas desconsideradas del bebe, por lo que el proceso natural no se ha visto interrumpido. Es decir que aparece la destrucción y la culpa por lo hecho, ya que se ha dado cuenta el niño que ha dañado al objeto que ama. Si la madre no acompañara todo este proceso, el niño no podría llegar a esta capacidad de sentir verdaderamente culpa, apareciendo en cambio un sentimiento de angustia., ya que la destrucción en lugar de permanecer virtual, se habría hecho realidad.

Hay que tener en cuenta de que es probable que el niño sienta todo tipo de temores del mundo, por ejemplo, ser atacado de la misma manera en que él atacó a sus objetos. Cuando la madre es estable y confiable, sobrevive a todos y cada uno de los ataques, y a partir de estas experiencias el niño toma confianza. Comienza a ser capaz de tolerar la angustia por la destructividad de sus instintos. A esa tolerancia es lo que se llama culpa. A partir de aquí puede sentir la diferencia entre lo que es bueno y lo que es malo. Cuando se ha dado cuenta de que atacó, puede reparar, sobre todo si la madre le ofrece la oportunidad para ello. Así van siendo cada vez más y más tolerables esos sentimientos. Esto forma parte de lo que Winnicott llamó el "Círculo Benigno".

Los chicos tienen que tomar los valores y hacerlos suyos, y para que los valores tengan cierto sentido, tienen que reposar sobre ciertas creencias básicas. Pero si las creencias no nacen del chico partiendo de lo que el medio le proporciona, o sea si el chico no recrea eso que no nace de él, la creencia, no tiene ningún valor. Se le debe dar la oportunidad al niño de poder procesar todo lo que le transmiten sus padres como para hacer cierta digestión de los valores transmitidos, pero también permitir al niño darle el color personal de esos mismos valores, porque será de esta manera que adquieran sentido para él, y será el primero que quiera defenderlos.

Epílogo:

Han pasado 4 años desde el episodio relatado al principio de este trabajo. Fernando cuenta con casi 7 años y en estos momentos es asistido psicoterapéuticamente. Sus padres así lo decidieron luego de un pedido concreto del colegio al que asiste el niño. Sus motivos giran alrededor de la poca tolerancia a la frustración que tiene frente a la tarea, y a las dificultades en la lecto-escritura. Su comportamiento es bastante adecuado en la escuela, aunque ha tenido episodios de violencia esporádicos, no así en el hogar, donde suele tener rabietas y gritos ni bien se lo contradice o frustra en algún pedido. Suele romper juguetes por el solo hecho de romperlos, habiendo dicho en alguna oportunidad que le place "destruir cosas". Rara vez comparte la mesa con su familia y come selectivamente, lo que implica casi siempre hacer alguna comida especial para el niño. Sus padres han hablado en alguna que otra oportunidad, de ciertos temas que giran en torno a lo que se conoce como la "picardía criolla", como faltar a sus trabajos y hacer firmar la planilla de los presentes por algún compañero, u obtener ciertos servicios hogareños sin pagar lo que corresponde. Esto ha llamado la atención, porque estas conversaciones han tenido lugar en presencia de sus hijos, sin tener el cuidado que uno supone para estas ocasiones, independientemente de lo censurable de la conducta.

Notas

1 Antonio Damasio. El Error de Descartes

2 Conozca a su Niño. Editorial Paidós.

3 D.W. Winnicott. Moral y Educación, en El Proceso de Maduración en el Niño.

 

Bibliografía:

Jan Abram.The Language of Winnicott. Editorial Aronson. London.

B. Russell: Historia de la Filosofía Occidental. Colección Austral

F. Savater: Ética para Amador.

D.W. Winnicott. El Proceso de Maduración en el Niño. Editorial Laia.

D. W. Winnicott. Conversando con los Padres.

D. W. Winnicott. Conozca a su Niño. Editorial Paidós.

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