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Número 9 - Diciembre 2006
Consideraciones sobre el retraso mental
Juan Carlos Matías

"Los antiguos griegos inventaron historias para ayudarse a entender
la naturaleza y para liberarse de sus temores hacia lo desconocido.
Cuando leemos cómo sus dioses, diosas y mortales retozaban por los
bosques y a través del mar y las montañas, comprendemos sus penas,
sus alegrías y sus cóleras.
Bienvenidos, pues, a este mundo que es tan vivo y apasionante hoy
en día como lo fuera hace mucho, mucho tiempo."
M.P.Osborne

Aunque el problema de la deficiencia mental se remonta a los tiempos más remotos, su abordaje por parte de la ciencia es más reciente. Lo notable y paradójico es que el estudio científico haya provocado una sistemática segregación en cuadros y denominaciones estáticas. Para confirmarlo solo bastaría recordar que el término deficiencia mental fue inventado para abarcar al grupo de los idiotas, imbéciles y débiles mentales y que oligofrenia se usa como sinónimo para definir todo defecto debido a una detención del desarrollo normal.

¿Qué sucede con el ser cuando no es más que un puro organismo o un cuerpo insuficiente en la madurez, el desarrollo o la conducta? ¿Lo deficiente no será el reconocimiento subjetivo?

La recurrencia constante al pasado y a los antiguos ritos de expulsión de los niños nacidos con algún tipo de retardo o malformación no siempre expresa el mismo significado. El mito de Moisés, por ejemplo, permite una interpretación distinta al acto de expulsar. En el nacimiento de Moisés, el profeta hebreo sobre quien pesaba una condena de muerte no a causa de una enfermedad sino por una orden de Faraón, su madre lo lanza al Nilo en una cesta para salvarlo de ser asesinado. Lo que demuestra que en ciertas circunstancias una mujer es capaz de separarse del niño que ha parido confesando con éste gesto, aparentemente negativo, que ella es madre del hijo del cual se desprende. (1)

El relato del mito del origen de Moisés revela el enorme trabajo que una mujer realiza en el transcurso del reconocimiento de su maternidad, incluido el acto psíquico necesario para que el cuerpo infantil se unifique en la matriz del yo ideal. Es fundamental para poder comprender la importancia de los primeros tiempos de la subjetividad profundizar la naturaleza de ese acto psíquico aportado por quien ejerce la función materna para la formación del yo originario. Cuando se habla del amor de los padres o personas que ejercen su función a veces se corre el riesgo de hacer superficialidad con la teoría. La posición freudiana con respecto al amor de los padres por el hijo abre un sinnúmero de interrogantes que aquí no alcanzaremos a desarrollar, aunque mencionamos que la índole de ese enamoramiento arrastra consigo la historia del deseo.

El acceso a una imagen unificada del cuerpo se logra a través de lo que el niño escucha en el discurso materno que habla de su cuerpo; para que exista una imagen del cuerpo se requiere que una madre nombre lo que el poder sensorial descubre, acompañando esta nominación con un placer que siente al reconocer lo que producen las funciones parciales del niño.(2)

Ocurre que una madre puede ocuparse del abrigo y de la alimentación de su hijo, incluso respetar las pautas médicas cuando es necesario, pero todo esto puede estar acompañado por una mirada que se evita en forma constante o una ausencia en la comunicación personal con el bebé. Por lo que existe la madre empírica que nutre y asiste entrelazada a la madre simbólica que en sus propios actos trasmite argumentos, tabúes y dudas que retornan del pasado. Lo que significa que el amor "a secas" no siempre se convierte en el alimento indispensable para mantener la vida de un niño, sino que deberá ser sostenido por un proyecto que inaugure en el nuevo ser una esperanza futura, un sueño, una dimensión metafórica que lo incluya en un lugar propio dentro de la genealogía familiar. Es en este sentido que los cuidados básicos indispensables para la conservación del bebé deben estar apuntalados en un amor que no sea extremo y que sobre todo esté dispuesto a perder, a ofrecer los gestos más pequeños aunque imprescindibles para favorecer la comunicación. Con ese material tan precioso como lo es la mirada y la voz de la madre y del padre el niño irá apropiándose de un lugar para vivir.

En el caso de niños que han nacido con algún tipo de alteración anatómica, madurativa o psíquica, la negación del problema puede desencadenar efectos irreparables en la constitución subjetiva siendo un hecho acostumbrado que sea ofrecido a otros: abuelos, auxiliares terapéuticos, docentes, instituciones, etc. Este acontecimiento guarda una importancia fundamental mientras no quede ocluida la demanda de los padres y estos se vean imposibilitados en el ejercicio de sus funciones. Como se ha podido confirmar en la experiencia, atender la demanda de los padres es uno de los puntos cruciales que intervienen en la marcha del proceso evolutivo infantil, sobre todo cuando el mismo se encuentra interferido por la angustia y las ideas de muerte.

 

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A través del paso del tiempo se ha producido un cambio en el en abordaje del retraso mental que ha dejado atrás la mera valoración cuantitativa y estadística para dar importancia a la personalidad y el aspecto relacional del sujeto. Nuestra experiencia ha advertido, sin embargo, la supervivencia de mitos y antiguas creencias en el imaginario individual y social que como restos dejados de lado por la ciencia continúan ejerciendo sus derechos ante quien los quiera escuchar. Al tomar seriamente en cuenta ese mundo íntimo de elaboraciones psíquicas que el sujeto a penas se atreve a confesar, la teoría y la práctica psicoanalítica han jerarquizado una escucha libre de ataduras y abierta a brindar "otra mirada" a la enfermedad. Freud se había iniciado en la neurología pero con el tiempo sus historias clínicas perdieron la rigidez científica presentando un aspecto literario. Este modo de investigar no se desprende del interés personal del analista sino de la naturaleza del objeto de estudio. El primer psicoanalista afirmará al final del caso Isabel de R que una detallada exposición de los procesos psíquicos junto a escasas formulaciones psicológicas permite llegar al conocimiento del origen de una histeria.(3) No se toma el cuadro de los síntomas aisladamente sino que éstos se vinculan a la historia del enfermo. El historial de Isabel figura como el primer análisis completo de una histeria llevado a cabo mediante un procedimiento penoso que se irá gestando hasta alcanzar la categoría de método. Dicho procedimiento jerarquiza el relato de la paciente y una especial atención a los enigmas y desconexiones que se desprenden de las asociaciones verbales. La tarea es comparada a la técnica empleada para excavar antiguas ciudades sepultadas.

Lo intelectual no surge en los casos freudianos con el peso de la deficiencia mental típica. En 1.904, durante una conferencia pronunciada en Viena, quedan diseñadas algunas contraindicaciones al tratamiento analítico.(4) Quien no posea un buen nivel cultural será rechazado como paciente por lo que la eficacia del análisis aumenta en relación directa al nivel intelectual y moral del individuo. A estos casos se agregarán como inanalizables las personas incapaces de un estado normal, la neurosis cuando es resultado de alguna "degeneración", las psicosis, los estados de confusión mental y los sujetos próximos a los cincuenta años. Queda aclarado que en algunos casos no sería imposible el tratamiento adecuando el método.

La selección de pacientes puede tener varias implicancias dentro de las cuales se incluye el deseo del analista, pero la marca de la selección inaugurada por Freud es retomada aquí ya que aún hoy continúa produciendo efectos adversos en el campo de la trasmisión cuando esos criterios dejan de ser interrogados. Es conveniente tener presente que ni la teoría ni la práctica del psicoanálisis están cerradas ni se sostienen en la repetición de pautas fijadas de antemano, lo que permite retornar sobre las ideas y experiencias inaugurales sin dejar de producir innovaciones en base a aquellos temas que han quedado abiertos a futuras investigaciones.

Ya desde los primeros tratamientos y las primeras elaboraciones teóricas es posible pesquisar un lugar asignado a la falta de memoria y a las lagunas del psiquismo. En las primeras pacientes histéricas a una capacidad intelectual normal se agregan estados patológicos de la conciencia. Emmy de N sufre de abulias y parálisis psíquica: "Una tempestad en el cerebro", como ella la llamaba.(5) Mientras para la psiquiatría francesa y en particular para Pierre Janet estos fenómenos obedecían a una incapacidad funcional de la mente producto de una degeneración hereditaria, Freud propone la hipótesis de la ignorancia histérica.

La parálisis psíquica histérica obedecía a la determinación de representaciones intolerables que se han vuelto inaccesibles a la conciencia debido a un trauma psíquico.(6) En adelante innumerables manifestaciones serán producto de una ignorancia a medias sapiente: Olvidos, ocurrencias nimias, imágenes incomprensibles, recuerdos fragmentarios, etc. Un saber no sabido se produce como efecto de la represión. La dimensión de la ignorancia o de lo incomprendido por el pensamiento consciente pasa a ser soporte de un rendimiento inconsciente, éste desarrolla las más complicadas funciones intelectuales sin intervención alguna por parte de la conciencia. Semejante modificación teórica referida a los fenómenos de la insuficiencia en la memoria consciente, cambiará la posición ética del profesional en tanto éste se mantendrá fuera del prejuicio de estar frente a cerebros anormales, degenerados o desequilibrados.

De los postulados psiquiátricos que fundaban la imbecilidad en criterios puramente organicistas a la parálisis histérica freudiana se produce una ruptura en el conocimiento científico que abre nuevas perspectivas diagnosticas y pronosticas. Un cuerpo diferente al anatómico revolucionará las concepciones tradicionales. Lo esencial de la conversión somática es que el histérico habla tanto por la parálisis de un miembro como por intermedio de su memoria debilitada y de las amnesias. El histérico es capaz de ignorar una idea de su cuerpo o parte del mismo la que queda abolida de la memoria consciente por un enlace con contenidos traumáticos reprimidos. La lesión es entendida como una inaccesibilidad de la concepción del órgano o de la función para las asociaciones del yo consciente, no es orgánica sino que se gesta en el camino de la constitución subjetiva, lo que permitirá comenzar a hablar de heridas simbólicas que dejarán huellas en la superficie del cuerpo o inhibiciones en la actividad intelectual.

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En esta perspectiva el retraso madurativo y del desarrollo infantil pasa a estar entramado en los avatares del narcisismo y del Edipo, en el registro de una memoria envuelta en la paradoja de olvidar lo importante y recordar lo nimio. En cuanto al intelecto, éste no queda reducido al campo de la conciencia sino que pasa a formar parte del enigma inconsciente que constituye el psiquismo humano.

De acuerdo a lo desarrollado hasta el momento la relación que establece el neurótico con el saber es otro de los puntos que merece un detenido examen, incluida la posición de quien recibe el pedido de ayuda. Cuando nos referimos al salto que el psicoanálisis produce con respecto a la enfermedad y al síntoma, aludimos precisamente a una técnica que comienza a distanciarse de las respuestas inmediatas y de las recetas de adoctrinamiento. En la problemática del retraso mental con el peso que muchas veces acompaña el cuadro desde lo imaginario (no solo por lo orgánico sino por la posición del sujeto resistiéndose a saber), se torna imprescindible diferenciar en qué medida se trata de una conflictiva determinada por lo psíquico. Para ir despejando esta cuestión aludimos al síntoma como algo consumado que soporta el peso de una palabra amordazada hace tiempo, lo que nos ubica no ya como maestros sino como alumnos dispuestos a reencontrar un saber que en el presente se ignora.

Se trata de un saber hecho añicos, torturado, retorcido por la deformación y la acción de la represión. Es por eso que no es fácil ubicarse ante una deformación que no se ve a simple vista, que no es la que puede proporcionar la patología orgánica o la alteración genética. El camino a la palabra amordazada lo construye el propio dispositivo analítico sin focalizar la mirada en la espesura de la carencia de saber para otorgarle un saber académico sino al contrario, manchando ese cuerpo ideal y desnudo del retraso para vestirlo de enigmas. Muchas veces hay que iniciar un trabajo de rastreo que no se limita al ideal social y cultural sino en base a los ideales familiares, sobre todo en pacientes muy pequeños o con una estructura comprometida en trastornos narcisistas donde el sujeto no es más que un fantasma mudo adherido a alguna imagen absoluta imposible de destronar. Entonces suele ocurrir que la demanda o el pedido de ayuda no se formule, o se dirija a la medicina, la curandería o a la religión, menos al psicoanalista. Como decía una madre: "Dios es el único psicólogo de mi hija".

En consecuencia trabajamos con el saber pero no con el conocimiento. El síntoma es un saber construido por encima de todo conocimiento que el sujeto tenga de sí, y el cuerpo un espacio discursivo atravesado por el fantasma con zonas que pueden estar destruidas, malogradas. En el débil mental el mostrado del cuerpo constituye para algunos autores una obscenidad particular (7), pensamos que más bien puede quedar preso del cuerpo o no tendrá cuerpo si no se articula al lenguaje; este puede ser uno de los factores de fascinación y parálisis que provoca en la mirada. Cuando la mirada queda fascinada u horrorizada nada se puede escuchar y el sujeto es relegado a permanecer sin cuerpo, sin historia y sin la posibilidad de hacer memoria.

La subjetividad nombrada desde el retardo exhibe en el cuerpo una marca consagrada a suturar la categoría de lo diferente o extraño; marca que en el peor de los casos se encarna en una imagen monstruosa y persecutoria. Un fallo en la investidura libidinal del yo entorpece la relación entre el sujeto y el cuerpo, mecanismo psicológico devenido de la estructura vincular originaria que la teoría denomina falización temprana. A través de la falización temprana el bebé va a asirse de algo para vivir. Así lo dice una madre: "Mi hijo se agarra de eso, de mis cuidados, de la papilla que le tengo que dar porque por su problema en el paladar no puede comer sólidos y además, se agarra de ser siempre el único". Así Esteban, niño de siete años permanece asido a la condición de único a pesar de haber otros hermanos en la familia, inmovilizado en el lugar de recién nacido. El propio discurso materno queda impregnado maníacamente de la demanda médica: "Tengo que cuidarlo como me dijo el pediatra". Mientras el cuerpo del niño se reduce al cuidado del paladar abierto como porción desgajada del cuerpo entero, es formateado por los consejos de la medicina que inhiben la libre circulación deseante en el vinculo madre-hijo porque los cuidados están regidos por el miedo a la muerte.

Un niño extrañamente concebido es el tejido fantasmático extraído del decir de una madre que mientras ejerce los primeros cuidados concibe un cuerpo infantil en permanente riesgo de resquebrajarse, de mutilarse en lo real. El peligro constante ante la falta de recursos para vivir y para ser es una de las pasiones inherentes a la subjetividad consagrada al retraso mental, a lo que se agrega la posibilidad de que quede siniestramente fijada a modelos despóticos y deshumanizantes. La inminente destrucción del yo y del cuerpo sitúa a la castración en un punto extremo, en la posibilidad de su materialización.-

Juan Carlos Matías

 

BIBLIOGRAFÍA

1 - Sigmund Freud: "Sobre un tipo de elección de objeto en el hombre" Obras Completas tomo I.

2 - Hornstein Luis: "Cura psicoanalítica y sublimación" Cap.II- Nueva Visión.

3 - Sigmund Freud: "Estudios sobre la histeria" E) Historiales clínicos-4) Señorita Isabel de R.

4- Sigmund Freud: "Sobre psicoterapia" O.C. tomo I.

5 - Sigmund Freud: "Estudios..." E) Historiales... 1) Emmy de N. Epicrisis.

6 - Sigmund Freud: "Estudios..." G) Psicoterapia de la histeria.

7- Eric Laurent "El goce del débil" en "Niños en psicoanálisis" Manantial.

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