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Número 8 - Septiembre 2005
La teoría freudiana de la pulsión
pensada como modelo para un trabajo posible con niños
Diego Soubiate

La clínica con pacientes adultos y niños es un vasto mundo que nos obliga a pensar continuamente sobre modos de intervención posibles, siempre que nuestro deseo sea aliviar de su sufrimiento a quienes padecen.

Si bien es verdad que cada paciente es distinto, debiendo el analista pensar en el caso por caso y que siempre hay algo de artesanal en la dirección de la cura, también es verdad que el fundador del psicoanálisis, pensó un método basado en una serie de conceptos apoyados en el modelo termodinámico (De allí su carácter de transmisible y aplicable a la totalidad de los humanos neuróticos).

La pregunta que nos podemos hacer es la siguiente: Al atender un paciente nos enfrentamos a un hecho artístico único e irrepetible, o nos enfrentamos a un sistema o estructura dinámica que ha logrado un (a veces) precario equilibrio merced a un intento generalmente fallido de respuesta a las demandas interiores y exteriores (aunque llegado un punto podríamos decir que esta diferencia es innecesaria). Cuando esa fallida respuesta comienza a traer más problemas que soluciones, podríamos decir que ese "aparato" necesita ser "reparado" -si se me permite la metáfora- ya que "funciona mal" (en el sentido de ayudar al paciente a buscar otro modo de respuesta). Quizás allí, en ese punto de encontrar otro modo más eficaz de funcionamiento, se encuentre lo "artesanal" del caso por caso. Pero convengamos que una cosa es ser un artista y otra un artesano con oficio.

Si estamos a favor de esta segunda posibilidad, tiene que haber un concepto que sea ordenador y eje de la teoría y del método (así como en la termodinámica lo es el calor). Algo que ayude a pensar el aparato psíquico como tal, y que nos proponga hipótesis sobre su funcionamiento y sobre su constitución.

En la teoría psicoanalítica, ese concepto es la pulsión.

Sin pretender abarcar la totalidad del concepto, digamos algunas cosas sobre él

Es difícil de ubicar en su estado puro. Solo tenemos noticia de la pulsión a través de dos cosas: El afecto (angustia, ira, temor, etc.) y la representación que representa a la pulsión en el psiquismo (representante representativo).

La pulsión es caótica, pudiéndola pensar en principio como una cantidad de energía que busca mantener un nivel constante y que para ello fuerza al trabajo. Por caótica se quiere decir que no tiene una organización propia, sino que se va organizando en circuitos en torno a fuentes. Estas fuentes son siempre somáticas, es decir que están ubicadas en diferentes zonas del cuerpo, lo cual confiere una particular e intrincada relación entre lo mental y lo corporal (al punto que Freud dirá aquella famosa frase de "concepto límite entre lo psíquico y lo somático", marcando la dificultad de pensar a la pulsión solamente como lo uno o como lo otro).

Otra característica de la pulsión es ser siempre traumática. Esto quiere decir que la capacidad del aparato de elaborarla se ve continuamente excedida, quedando un resto que no entra en el sistema de representaciones. Est e resto es percibido como un incremento de tensión que genera en la incipiente estructura una sensación de malestar. Es precisamente para evitar ese malestar que se obliga al trabajo a lo que será el incipiente aparato psíquico. A este "hacer" del aparato psíquico con la pulsión podemos darle el nombre de exigencia de trabajo. La exigencia de trabajo es el motor de la constitución del aparato psíquico y el motor de su evolución y complejización.

Las vivencias primarias, van generando un circuito a partir de las ligaduras entre las representaciones que asegurarán un circuito primitivo que posibilite una descarga al incremento de la tensión. Cada vez que la tensión aumente, se intentará disminuirla por medio de una acción específica (porque es la adecuada; es esa y no otra) que seguirá la ruta que ha sido trazada por estas ligaduras entre las representaciones. Una vez que se encontró un circuito de satisfacción pulsional, ese circuito se tornará tiránico. Esa tiranía se debe a la perentoriedad que empuja a la pulsión hacia su meta, que es, precisamente, la satisfacción. Esa satisfacción es llamada vivencia primaria, no por ser la primera, sino porque es la que prima, porque a partir de ella (que es un supuesto teórico), se intentará repetir ese camino y no otro cada vez que la pulsión apremie.

La progresiva armadura de una incipiente organización creada en función de intentar procesar y dar respuesta a los incrementos de tensión provocados por la presión de la pulsión (justamente la exigencia de trabajo), será llamado Yo. El Yo son justamente esos circuitos pulsionales admitidos: Son caminos selectos que aseguran la disminución de la tensión pulsional. Podemos decir entonces que el Yo son las ligaduras (eso explica por qué el Yo tiene tanto de inconsciente).

El Yo, esa organización primitiva, se valdrá de un objeto para garantizar el funcionamiento del circuito de descarga y la satisfacción de la pulsión que es el alivio de la tensión. Ese objeto siempre es en las fuentes d el propio cuerpo o a través del cuerpo del otro (que en realidad no deja de ser en el propio cuerpo, dado que el circuito debe cerrar sobre la zona erógena)1. El objeto se fija porque alivia la tensión que emana de las fuentes somáticas. A esa fijación la podremos llamar soldadura. Esa soldadura será dictatorial, será primaria, primará sobre otras por su carácter de satisfactoria. En este proceso, el cuerpo, las inervaciones somáticas son imprescindibles. La musculatura es lo que se pone en movimiento para tender a la satisfacción; eso produce una marca en el cuerpo, una sensación corporal que es la marca de la realidad: "El Yo es una capa separada del Ello, modificada por el contacto con la realidad"2 .

Resumiendo, el Yo es el resultado del recorrido de la pulsión, son los circuitos pulsionales, ligados a las acciones motoras que permiten su descarga. Por eso Freud dice que el Yo es, ante todo un Yo corporal. Pensemos entonces al Yo no como una superficie, sino como una organización que está siempre a favor de aliviar la tensión. El alivio es cuantitativo (en términos de percibir más o menos tensión), pero la captación consciente de ese alivio es cualitativa (ya que eso será percibido por la conciencia como más placer o más displacer). Ese movimiento de suba y baja de placer es llamado serie placer-displacer, la cual gobierna los movimientos del aparato psíquico.

Decíamos anteriormente que la pulsión hace un recorrido para buscar el alivio de la tensión: Sale del cuerpo en busca de un objeto sintónico con el narcisismo y debe volver a la fuente somática de donde partió para tratar de buscar una cantidad de tensión tolerable para el aparato. Justamente es ese retorno sobre el cuerpo propio y el consiguiente alivio lo que es captado por la conciencia como satisfactorio. Más primitivo y más corto es el circuito de la pulsión, más sólido, más rudimentario y más rígido es. Un Yo fuerte es aquel que soporta un recorrido más amplio, más flexible, aunque más lábil. En ese recorrido se va haciendo cultura3.

Este recorrido de la pulsión está conformado por tres elementos. Los tres son el recorrido de la pulsión: Primero se parte de la zona erógena; luego pasa por el yo; tercero, enlaza sobre el objeto (que es sintónico con el narcisismo) y por último, cierra sobre la zona erógena.

Veamos esto en un gráfico:

El sentido de las flecha muestran el circuito que recorre la pulsión, y su meta (en el regreso sobre la propia fuente somática). Ambos culminan en lo que podemos llamar satisfacciones pulsionales directas.

Necesitamos introducir aquí una diferencia que puede ser esclarecedora entre Deseo y Pulsión. Obviamente no son lo mismo. Freud no habla de "EL DESEO", habla de deseos. Ellos son estructuras locales de la pulsión porque están montados sobre las marcas de ella. Son anhelos que se juegan en representaciones. Una diferencia fundamental es que los deseos se realizan; en cambio la pulsión se satisface. Para que esto último suceda debe haber una acción muscular y una transformación efectiva en la realidad, cosa que no es imprescindible para realizar un deseo, ya que puede ser realizado alucinatoriamente; aunque debemos decir que cuando una pulsión se satisface, por su apoyatura en la pulsión, también se realiza un deseo.

En donde mejor podemos ver esta diferencia es en los sueños. Allí hacemos realidad deseos, pero como la motricidad está inhibida, no podemos tener acceso a una acción específica que permita la satisfacción. Entonces la tensión se calmará verdaderamente solo con la transformación de la realidad, es decir, cuando el cuerpo intervenga4.

Cuando surge la presión de la pulsión, aparece el anhelo por el objeto que satisface el deseo. Los deseos son un compuesto que engloba a los tres elementos del recorrido pulsional, pero como dijimos, pueden ser realizados sin la necesidad de la acción específica, es decir sin intervención de movimientos musculares:

Los deseos están organizados en fantasías o fantasmas que determinan cómo uno se vincula con el otro, objeto de deseo. Son escenas en las que estos tres elementos están contenidos. Lo propio de una escena es que haya un conflicto. Entonces podemos decir que una fantasía siempre es un hacer (tragar, retener, dominar, dar, vigilar, etc.) conflictivo entre dos personajes: uno que ocupa el rol activo o de sujeto y otro que ocupa el rol pasivo o de objeto.

La cura trata, en parte de hacer consciente esas fantasías para elaborarlas. Hacer consciente lo inconsciente no significa que una idea aparezca en la conciencia en un sentido cartesiano, sino que es que una idea vuelva a participar de la corriente general del proceso asociativo. Hacer consciente lo inconsciente significa , justamente, elaborar. No es agregar más saber a la conciencia, sino agregar ligaduras entre las huellas mnémicas5. Elaborar significa pues, tratar de regular lo que es más fuerte que Yo, es buscar la homeostasis que la tensión pulsional, en su límite entre lo psíquico y lo somático, ha desequilibrado.

Si llamamos código a todo aquello que organiza el caos, a la organización pulsional podríamos pensarla entonces como un código, en tanto acota el anárquico caos pulsional. Esas diferentes organizaciones derivaran en distintas pulsiones (orales, escópicas, anales, fálicas). Veamos ahora las pulsiones en sus distintos tipos o podemos decir, los distintos tipos de códigos. Están organizadas alrededor de cuatro zonas erógenas: La boca, el ojo, el esfínter anal, y los genitales. Por eso las llamaremos organizaciones pulsionales, ya que organizan distinto tipos de tensiones. Estas organizaciones siguen una secuencia inalterable que puede observarse al reverso con mucha nitidez en los procesos regresivos6. Esto es importante para calcular movimientos en algunos fenómenos clínicos como por ejemplo los intentos de organización luego de un episodio de angustia intensa).

Ordenémosla según el siguiente cuadro:

Organización pulsional oral

La pulsión Oral es la más primitiva. Organiza el Yo y lo Otro. Busca destruir al objeto porque es la única manera de incorporarlo. Devora al objeto para conservarlo. Cuando es activa es fragmentaria, es destruir y triturar en pedacitos, se muerden pedazos del objeto parcial. Pero cuando es pasiva, es total, es ser devorado o ser comido sobre todo el cuerpo (hay un corrimiento). Podríamos ubicar a la ansiedad y la angustia persecutoria como sus afectos más representativos. La pregunta típica es: "¿Soy yo o lo otro?"

Organización pulsional escópica

La pulsión escópica organiza el mundo y la escena. Busca vigilar al objeto, mantenerlo dentro del campo visual. Su afecto más común es la desconfianza, la pregunta típica es: "¿Qué hace?"; "¿Dónde está?"

Organización pulsional anal

La pulsión anal determina lo activo y lo pasivo. No busca destruir, busca dominar al objeto. Lo retiene o lo expulsa. El afecto más común es la duda. La pregunta típica es: "¿Lo largo o lo retengo?"

Organización pulsional fálica

La pulsión Fálica organiza las cosas en términos de fálico y castrado, del tener y el no tener. No subsume a las demás, sino que prima por sobre el resto. Tiene que ver con el intercambio de amor, con los dones, que se pueden dar o no, se pueden recibir o rechazar. Sus sentimientos más habituales son el amor, el odio, los celos, la culpa y la dadivosidad. La organización fálica es la más inestable y la más sutil. Con pocos elementos organiza grandes cosas, permitiendo mover grandes cantidades energéticas; pero a la vez es la más lábil. Es triangular, por eso el Edipo solo es posible en la organización fálica. Recién aquí aparece el amor y el odio; y por lo tanto, la ambivalencia, por lo tanto el vínculo con el objeto es ambivalente (hasta aquí siempre se trataba de objetos parciales). Lo fálico otorga las valoraciones, permitiendo que a partir de aquí el hombre puede valorar (antes solo se trataba de incorporar, devorar, controlar o vigilar. Las preguntas típicas son: "¿Lo amo o no lo amo? ¿Le doy o no le doy?"; "¿Quién vale más?"

Descriptos estos modos de organizar las pulsiones, hay algo más que debemos señalar: Nunca debemos perder de vista que la pulsión se satisface siempre. Puede hacerlo al modo de un síntoma, de una enfermedad psicosomática, de una sublimación o de una relación de objeto medianamente exitosa, pero lo importante es no olvidarnos que el fin de la pulsión es la satisfacción y esto se logra de alguna u otra manera. Frente a un síntoma, hay que tener permanentemente presente que se está ante un modo particular de una satisfacción pulsional.

 

Retomemos ahora la propuesta inicial. Hemos hecho un breve y sucinto recorrido por lo que entendemos es el concepto más importante de la teoría psicoanalítica a partir del cual se piensa el origen del aparato psíquico en tanto mecanismo creado para dar respuestas a la tensión pulsional, y cuáles son las consecuencias a partir de los modos en que ese aparato se constituyó.

Vimos que las pulsiones son captadas por sus afectos y por sus representaciones, las cuales están organizadas en escenas en las cuales existe un conflicto entre uno que suele ocupar la posición subjetiva o activa y otro que suele ocupar la posición pasiva o de objeto. Esas escenas son las fantasías que están detrás de los síntomas, si es que estamos en presencia de un paciente neurótico. Si la constitución yoica es más débil, la desproporción de fuerzas entre la pulsión y el Yo, hará necesarios mecanismos más primitivos y rústicos que la represión como la escisión (en el caso de las patologías del narcisismo o borders), la renegación (en el caso de la perversión) o el rechazo o forclusión (en el caso de las psicosis), lo cual nos irá dando formas clínicas cada vez más graves y endebles.

Pensando en el trabajo con niños, estas fantasías o fantasmas se presentan muy pocas veces en los relatos (a excepción de los niños con fobias). Generalmente aparecen por la vía de los dibujos y los juegos creados en transferencia por nuestros pacientitos. Con una técnica similar a la que Freud nos ha enseñado en "La interpretación de los sueños"7 podemos interpretar o construir cuales son las escenas que sostienen desde lo inconsciente el malestar provocado por un determinado tipo de funcionamiento o un modo de dar satisfacción a las pulsiones.

Cuando los niños captan nuestras intervenciones, (ya sean traducciones de lo que creemos nos han querido contar, ya sean comentarios hechos al dibujo o al juguete o personaje dentro de un juego), los niños comienzan paulatinamente a elaborar; es decir a encontrar formas alternativas de ligar representaciones. Al hacerlo dejan de estar atados a una única forma de entender o procesar las cosas, su yo se fortalece, (en el sentido anteriormente descrito, diferenciándolo del agregar más saber a la conciencia) o sea que es más plástico y posee más capacidad para dar respuestas a las exigencias pulsionales; a la vez que liberan una cantidad de energía que estaba retenida y destinada a sostener el síntoma, recuperándola para usos más saludables como aprender, jugar o estar con pares. Si gracias a ello, un niño y su familia, pueden retomar el decurso natural de sus vidas, quizás podamos darnos por satisfechos en nuestra tarea.

DIEGO SOUBIATE

Octubre de 2005

Notas

1 Por ejemplo la tensión en la mucosa bucal se calmará en la propia boca al besar los labios del objeto amado

2 S. Freud "El Yo y el Ello"

3 Por ejemplo nos bañamos, nos vestimos, nos perfumamos, hablamos con el vendedor de flores, compramos un ramo de rosas con la plata ganada trabajando, quizás escribimos un poema, lo entregamos a la persona amada y entonces puede ser que tengamos un beso que satisfaga la pulsión oral. Un recorrido corto de la pulsión oral sería, quizás, comprar un kilo de helado para comérselo solito en casa.

4 Podemos tener el más perfecto sueño erótico, pero es probable que al despertar, la excitación, lejos de haberse reducido, se haya incrementado.

5 Recordemos que en el "Proyecto de una psicología para neurólogos" el aparato psíquico freudiano, Cc y Yo son sistemas diferentes. La conciencia es S (el sistema omega) y el Yo es R (el sistema psi).

6 Por ejemplo, frente a un episodio de angustia, si la organización fálica fracasa, se intentará organizarse analmente controlando, si no, escópicamente vigilando y si ello fracasa podemos entrar en procesos típicamente orales como la melancolización.

7 Véase mi seminario "El grafismo y su relación con lo inconsciente" las clases 1º y 15º en http://edupsi.com/grafismo.htm

BIBLIOGRAFÍA

FREUD, S. "Proyecto de una psicología para neurólogos",(1895) Biblioteca Nueva

FREUD, S. "Las pulsiones y sus destinos", (1900) Biblioteca Nueva

FREUD, S. "El Yo y el Ello", (1923) Biblioteca Nueva

FREUD, S. "Introducción del Narcisismo", (1914) Biblioteca Nueva

FREUD, S. "Inhibición, síntoma y angustia", (1926) Biblioteca Nueva

FREUD, S. "La interpretación de los sueños", (1900) Biblioteca Nueva

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