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Número 8 - Septiembre 2005
Malestar, la infancia de la subjetividad contemporánea
Mercedes S. Minnicelli

Consideraciones preliminares

La tragedia de Cromagnon es un acontecimiento que no puede pasarnos inadvertida.

Este trabajo intenta poner a trabajar algunos conceptos, fundamentalmente la hipótesis que sugiero refiere al descuido de lo infantil (en el adulto) como fuente de malestar en la subjetividad contemporánea. Particularmente a los efectos de la desmentida.

La tragedia de Cromagnon viene a decirnos "Sres. Los reyes magos no existen". ¿No lo sabíamos antes? No nos habíamos dado cuenta?

Particularmente tomaré este concepto pivoteando entre los desarrollos freudianos sobre "lo infantil" y el análisis y conceptualización que formulan Lyotard y Agamben respecto la noción de infancia. Debe ser considerado una aproximación al tema y no una profundización detallada sobre el mismo.

Me interesa indagar en los efectos que produce este estado de infancia sostenido sobre la desmentidal en la subjetividad contemporánea como fuente inagotable productora de malestar.

I. El descuido de lo infantil o negligencia de lo infantil fue postulado por Freud en 1905. Lo infantil, sostenido en los efectos de la amnesia infantil (Freud), es fuente de malestar en la subjetividad contemporánea. Debemos esclarecer a qué nos referiremos con este enunciado.

La infancia, se ubica en ese tiempo y espacio (topológico) Otro en el cual transcurre la inscripción del infans en el campo de lo humano, en el lenguaje; ese tiempo donde las pulsiones evidencian su desorden, donde la heteronomía es contemporánea y solidaria de la dependencia del cachorro humano.

Ese tiempo que será – siendo para poder ser allí no más que pérdida, se hace presente y es presencia de lo infantil en la subjetividad contemporánea.

En su libro Lecturas de Infancia, Lyotard produce un giro en su recorrido intelectual y una ruptura con su reciente período de "condición posmoderna". Allí Infancia es lo que no se habla. "Una infancia que no es una edad de la vida y que no pasa. Ella puebla el discurso. Éste no cesa de alejarla, es su separación. Pero se obstina, con ello mismo, en constituirla como perdida. Sin saberlo, pues, la cobija. Ella es su resto. Si la infancia permanece en ella, es porque habita en el adulto, y no a pesar de ello" (Lyotard, 1997:13)

Lo infantil puebla el discurso, es fuente de inspiración para las artes, la música, el juego mismo. Es eso que escapa y cuyo resto es tanto fuente de vida y de producción cultural como fuente de malestar cuando escapa a su reconocimiento.

Eso que Lyotard llama infancia, nos atrevemos a considerar que refiere a lo que Freud llamó lo infantil, refiriéndose al descuido de lo infantil 1.

Seguimos en esta dirección los desarrollos freudianos respecto al descuido de lo infantil del sujeto. Diferencia sustantiva que formula Freud entre el infantil sujeto o sujeto infantil (aquel en tiempo de constitución subjetiva) y lo infantil del sujeto, aquello que – habiendo caído bajo represión - retorna en el adulto haciendo muy complejo su asimiento. Sobre todo porque su forma de presentación es lo olvidado.

Se nos plantea un problema epistemológico ¿Cómo dar cuenta de algo cuyo estatuto es el de olvido?.

Trataremos de aproximarnos a su análisis partiendo de un acontecimiento sucedido el último día del año 2004. La elección del caso, refiere a lo ilustrativo del "acontecimiento de Cromagnon" respecto al impacto con "lo intratable, lo que resiste a toda ley, es también una condición absoluta de la moral. Y, por fin, un poco de lo que significa esto en política" (Lyotard, 1997:41)

Nos enfrentamos con un problema que evidencia múltiples aristas para su análisis, al cual probablemente no lleguemos en este escrito más que como aproximación al considerar como hipótesis el descuido de lo infantil en la subjetividad contemporánea como fuente de male star.

II. El caso que nos ocupa es un acontecimiento que se hizo presente y trastocó el orden urbano y político acostumbrado.

El último día del año 2004, nos despertó con una noticia que parece infame. Niños y jóvenes - en su mayoría - habían quedado atrapados en un boliche porteño luego de un incendio producido por el estallido de una bengala. La puerta de seguridad estaba cerrada.

El horror inunda la pantalla televisiva una vez más. Quizás podría haber quedado como otro episodio de esos que consumimos a diario. Las imágenes se consumen, horrorizan, pero se siguen mirando. Luego, desaparecen y ya no están. Lo efímero de la noticia promueve el olvido en una sustitución incontable de imágenes que no varían demasiado en su contenido – cuerpos mutilados, destrozados, atrapados en vehículos, quemados, asfixiados -. Nos hemos acostumbrado a ver cuerpos dañados en la tele.

El tema merece un análisis exhaustivo, ya que condensa al modo de la rosa de los motivos, diversidad de cuestiones y puntos de vista para su análisis.

Al modo de un acontecimiento, lo sucedido en el recinto de Cromagnon, alteró el orden urbano, trastocándolo y poniéndolo en tela de juicio, invadiéndolo le exige detenerse. A poco de andar, no es difícil darse cuenta que lo alterado es el desorden urbano que exige orden y seguridad donde lo suponía. ¿Suponía orden y seguridad?

No podemos analogar estrictamente este episodio al "estado de excepción" que analiza Giorgio Agamben (2004). Sin embargo, algo de lo excepcional se plantea ya que, la transgresión a la norma propia a la corrupción, se transforma en un estado de desmentida de la norma, que la tragedia anuda y pone en evidencia.

Vale la frase de Octave Mannoni para dar cuenta de la desmentida "ya sé que... pero aún así..." Lo olvidado no es inexistente, sólo inaccesible a la conciencia por la eficacia que ejerce la desmentida.

Un misil de bengala 2 atravesó la noche del 30 de diciembre ¿fue disparado por un niño? el impacto profundo3 fue en el corazón de la corrupción cotidiana. Metáfora de la prostitución del sistema, comprar y vender la suspensión de la ley es sinónimo de vender la muerte.

El gobierno decreta un estado de luto y la suspensión de las actividades en boliches bailables en principio por tres días al mismo tiempo que recibe las acusaciones por su responsabilidad en lo ocurrido.

El luto. El suspender las actividades festivas durante – justamente – los días de año nuevo donde el descontrol es parte de la festividad de los jóvenes ¿permitió el pasaje de lo que podía quedar como espectáculo (Gonzalez Requena, 1988) a otro orden de la experie ncia?.

La suspensión de las actividades bailables, nocturnas ¿sacó al voyeur del goce complacie nte del espectador para meterlo de lleno –en tanto protagonista posible- en el escenario de esa experiencia colectiva?.

La indolencia y reserva – propias de la socialización de las multitudes de las grandes urbes de acuerdo a Simmel 4 – ¿fueron alteradas por el luto?. Es necesario preguntarnos si el acontecimiento de Cromagnon puede entenderse siguiendo las conceptualizaciones sobre las multitudes.

Lo cierto es que la festividad del año nuevo fue alterada. Los otros jóvenes, los que no estaban en el recital, recibieron el impacto por la suspensión de su propia fiesta. Algo acontece con esa sanción del acontecimiento en su calidad de tragedia que va más allá de la imagen: la privación de la festividad en reconocimiento de lo sucedido a otros semejantes en otro sitio, le otorga un lugar en la cotidianeidad y ya nada puede ser lo mismo. Ingresa mediante la pantalla televisiva el decreto del luto nacional, la noticia de la muerte.

La muerte de un semejante no puede pasar inadvertida – se dice desde el Estado -. La noción de semejante sólo es posible si es instituida por la ley, la misma para todos. Es el segundo luto nacional del año por la muerte de jóvenes. El anterior fue decretado por el denominado mediáticamente como crimen de Patagones 5.

El decretar el estado de luto resulta contradictorio cuando es enunciado por quien es acusado de cómplice y verdugo: el Estado corrupto. Una frase en boca del jefe del gobierno resuena como una bomba "el incendio se produjo por un acto irresponsable de un chico que tiró una bengala" y "por la negligencia de un empresario... "

Nuevamente, ¿los niños son los responsables?

Estas palabras de transferencia de la responsabilidad desde el Estado hacia los niños – en primer lugar – nos hablan de cómo Cromagnon pone en el centro de la escena la cuestión de la consideración – o no – de las diferencias intergeneracionales y, de las diferentes responsabilidades que competen a unos y otros.

Por otro lado y al mismo tiempo, los otrora ciudadanos son ubicados como consumidores en el discurso de los representantes del Estado, y está sometidos a las leyes del mercado. Allí donde el Estado es socio de la transgresión, pierde su condición de "garante de la seguridad pública".

El acontecimiento impacta y culpabiliza, sobre todo porque se trata de la crónica de muertes anunciadas.

Este acontecimiento expone con estupor y crudeza lo ya sabido, lo conocido, lo acostumbra do, lo practicado por la mayoría en los procesos de "tranza" en los negocios sostenidos por el Estado (supuesto ejecutor del cumplimiento de la ley), donde se altera de hecho el estado de derecho creando un simulacro de estado de excepción (Agamben).

Así mientras la vida transcurre en la creencia (creencia en el sentido de ilusión) de contar con un Estado de Derecho, la tragedia evidencia la suspensión de la ley bajo una forma ilegal. La tragedia transparenta el consentimiento del Estado de la posibilidad de comprar y vender - de hecho - la suspensión de la ley.

La corrupción del sistema es impactada en su centro por la tragedia. Se hace visible quedando al desnudo. Lo público y lo privado queda atravesado. Lo individual y lo colectivo se yuxtaponen. Los modos de lazo intergeneracional quedan también en evidencia. Que el cumplimiento de la ley se puede comprar y vender pase a ser inadmisible ¿reestablece el Estado de Derecho – de hecho - vigente?.

El deslizamiento de la posición de ciudadano a la de consumidor es por demás evidente. También las leyes – y su suspensión- tienen precio. Este pasaje o deslizamiento presenta diversas aristas que lo hacen particularmente complejo, sobre todo, por los efectos sociales y subjetivos que conlleva.

Como decíamos antes, al modo de un acontecimiento, lo sucedido en el recinto de República de Cromagnon, altera el orden urbano. Lo trastoca. Lo pone en tela de juicio. Lo invade. Le exige detenerse. A poco de andar, no es difícil darse cuenta que lo alterado es el desorden urbano que exige orden y seguridad donde se la suponía. ¿Es posible el orden urbano? ¿Es posible que ese orden ofrezca seguridad en tiempos donde la incertidumbre es lo corriente? Resuelve el problema ordenar y hacer segura la ciudad? ¿Se trata del orden urbano o del orden del discurso? ¿es otro de los modos del Estado de excepción en el sentido que lo analiza Agamben?

Múltiples interrogantes se nos presentan. El decretar el luto nacional ¿es equiparable al ritual de honra a los muertos, con valor y efecto simbólico o es sólo un enunciado imaginario cuyo efecto es privar a los consumidores por unos días?. ¿Reaparece – a partir de la tragedia - el ciudadano que demanda su derecho a la protección y control del Estado a quien le ha delegado su soberanía y, al mismo tiempo, reaparece el control al Estado? O, siguiendo el análisis de Lewkowicz, la demanda de derechos (a secas) enuncia – al transformarse en consumidor – el borramiento de la ley en tanto delimitación de lo prohibido? ¿Puede subsistir una sociedad sin ley? ¿Hay algún tipo de tabú cuando de negocios y de consumidores se trata?

III. Nos interesa particularmente destacar cómo el lugar de niños y adultos se desliza en un vaivén de ida y vuelta quedando ambos ubicados en el discurso en la misma posición sin reconocimiento de la diferencia generacional.

Se nos impone una breve analogía. Decíamos antes que ese deslizamiento, también lo padece la noción de ciudadano y de consumidor. Como si fueran lo mismo – obviamente sin serlo – . "El ciudadano se forja en torno a la ley. La escuela, en tandem con la familia, produce ciudadanos del mañana en los Estados nacionales. Un ciudadano es un tipo subjetivo organizado por la suposición básica de que, real o potencialmente, la ley es la misma para todos. El ciudadano, como subjetividad, es reacio a la noción de privilegio o de ley privada. La ley es pareja; prohíbe por igual y permite por igual a todos." (Lewkowicz, I, 2004:77)

Movimiento de consumidor a ciudadano y de ciudadano a consumidor donde ambos se confunden en ciertos aspectos presentando un escenario etnográfico complejo.

Y aquí el tema se nos abre ya que de qué Estado hablamos, es parte de la cuestión. La noción de ciudadanía queda comprometida, en tanto tal siente interrogada su responsabilidad en este hecho innecesario e irremediable. Para sumarle a lo macabro, el cuerpo de un niño fue enterrado por otro. Cuerpos intercambiables, vivos o muertos.

Debemos ser cautos para no caer en un deslizamiento de la responsabilidad, diferenciando entre responsabilidad subjetiva y responsabilidad penal (Degano, J. 2004).

En tanto padres, madres, docentes, profesionales, no podemos dejar de leer cómo los ni ños son enviados a la primera línea, como se suele decir mandados al frente, en el campo de batalla. 6

Una frase escrita en un afiche ubicado en la especie de santuario que fueron organizando en torno al lugar de la tragedia me estremece "aquí no hay caídos sino ángeles dormidos". ¿Caídos? La analogía con la guerra no es azarosa. ¿Se trata de una guerra silenciosamente desplegada entre generaciones?

Los jóvenes que asistían al recital, intentaban crear su propia ficción, ubicarse en otro lugar respecto a la ideología del desarrollo y del consumo. Ilusión que les alentaban las letras del conjun to de rock. Sin embargo, presentándose ligados a un movimiento contracultural, han quedado atrapados y asfixiados en las mismas redes que pretendían desatar. El cuestionamiento dirigido hacia las formas de cotidianeidad contemporánea los dejó envueltos. Y cayeron como moscas en la telaraña y fueron devorados. La araña sigue viva, esperando nuevas moscas.

Las formas de difusión de las actividades rockeras (los rollingas como les llaman los cumbieros para diferenciarse) no sigue en la mayoría de los casos la lógica mediática.

Transita por otro circuito al cual en estos tiempos desestimamos, cual es el viejo modo de transmisión de "boca en boca ". Los interesados saben cómo enterarse. Ayudados a su vez por Internet y la amplia difusión que permite el correo electrónico y el chat muy utilizado por los niños y jóvenes, el acontecimiento sorprendió a la prensa que dijo "no saber" que estos eventos se producían y, mucho menos que podían concurrir tantos jóvenes. No todo está en la tele. El enunciado que sólo existe lo que se presenta en la tele, fue alterado aunque resiste a que esa alteración se perpetúe.

La red comunicacional de los jóvenes transita por otro circuito que por todos los medios intentaba dejar por fuera la publicidad mediática. Sin embargo, lo totalitario reaparece bajo una forma poco esperada. El acontecimiento ¿necesariamente? tuvo que ser puesto en el centro de la escena televisiva. El espectáculo que se pretendía se mantuviera por fuera de la escena fantasma, se instaló otorgándole presencia en el horror de la imagen de los cuerpos asfixiados; repetida una y otra vez cual si eso fuera lo que allí los protagonistas padecían.

El enlace de redes puede leerse también, por la voz de los testigos, quienes hicieron alusión a lo que podemos leer a pres coup como sentencia: "No queremos que suceda lo del supermercado de Paraguay que fue una masacre" y allí mismo, al finalizar el anuncio, estalla la bengala que cumple el mandato, encierra los cuerpos, los asfixia, los aplasta. Estampida, asfixia, muerte asociada previamente con un hecho del cual se tuvo noticia mediática.

Un testigo relataba que cuando escuchó decir esa frase, se miraron con sus amigos y dijeron ¡salgamos ya! Su registro fue muy otro, pescaron el enlace de redes? ¿Impactó la frase cual sentencia oracular? Crónica de una masacre anunciada. Una semana antes ya había sucedió un incendio que no fue tenido en cuenta, como si se dijera "vamos por más", el desafío a los límites y el goce concomitante fueron desenfrenados. Un goce "total" – como decía una canción de Seru Giran-.

"El sistema contemporáneo, conserva del totalitarismo el principio de la multiplicación de interfases, pero hoy en red y no en cebolla" (Lyotard, 1997:84) Asistimos a un tiempo en el cual las formas del totalitarismo se han transformado.

IV. Lo infantil (del adulto) retorna, no permitiendo a los niños el tiempo de infancia, forcluyendo la inquietud del nacimiento y la muerte como enigma ontológico (Lyotard, 1997:69).

Matar la muerte (Adorno) es un síntoma del malestar en la subjetividad contemporánea, tanto como matar la experiencia. La muerte se encarga de decir que existe.

Los límites esos que debemos enfrentar los seres humanos, puntualmente enunciados por Freud en el Malestar en la cultura siguen vigentes en estos tiempos a pesar de que cada vez podamos construir ilusiones de placebos: la amenaza de los cambios del cuerpo, su deterioro (la cirugía plástica ofrece el placebo para encubrirlo). La amenaza de las fuerzas naturales (hace no más de un mes el tsunami expresó la fuerza de la naturaleza), la amenaza narcisista del lazo social (la comunicación por internet lo facilita, no hay cuerpo más que virtual, hasta el sexo puede ser sólo virtual, es decir sexo sin sexo).

La búsqueda de una fiesta de bengalas en un ámbito cerrado no puede no ser interrogada. Toda arquitectura es psicofísica antes que funcional (Ferrer).

La fiesta de las bengalas estaba anunciada. Cual extraña conjunción entre el espectáculo y la calle, ingresó en el espacio concéntrico aquello reservado al espacio excéntrico. Aquel divorcio entre el espectáculo y la calle que instalara el modelo de la escena circense y de teatro italiana a diferencia del modelo carnavalesco - como podemos interpretar a partir del trabajo de Gonzalez Requena (1988: 66-68) - se hizo "mala junta" o matrimonio mal-avenido donde lo reservado a la fiesta popular callejera, quedó encerrado en la modalidad de espectáculos "cultos".

La paradoja es una conjunción patética. La gratuidad y la expansión por las calles para las callejeras concentrada en un lugar cerrado para su contralor y lograr la venta de entradas. Sin pagar nadie entraría. Para ello cerrar la puerta de seguridad garantizaría que no hubiera "colados". Trampa mortal. Fascinación de la fiesta que los jóvenes protagonistas gozaban recital tras recital.

Esta paradoja festiva es digna de resaltar, tanto como el hecho también digno de destacar que el destello de la bengala que estalló en el núcleo de la corrupción del sistema se adjudique a la mano de un niño. Si fuera así, por un lado, no podemos dejar de preguntarnos ¿quién puso una bengala en un lugar cerrado en manos de un niño? ¿habrá pensado que no pasaba nada, que el juego le daba otra vida tal como sucede en los jueguitos del play station? Sólo en la pantalla es posible recuperar vidas, cargarlas de energías, matar y ser matado sin más consecuencias que tener que comprar más tiempo de internet en el ciber o, a la telefónica de ocasión si la PC es propia.

Por otro lado y al mismo tiempo, el hecho tiene valor de metáfora que testimonia un problema poco considerado en nuestros tiempos y de mayor complejidad: el lugar de entrega de los niños y jóvenes al goce mercantil, la precipitación en la cual caen los niños enviados al frente; la ominipotencia humana que encubre el matar la muerte, ubica en un mismo acto al niño como víctima y verdugo.

"Las "instituciones" donde la infancia cobijaba en seguridad su inseguridad, sus preguntas sin respuesta, al mismo tiempo que conocía las respuestas de los adultos y su exigüidad, esas instituciones que eran la escuela y la familia, donde se jugaba la suerte de la tradición frente a la angustia, el sistema contemporáneo las destruye (le basta con pervertir su finalidad) al poner al niño en contacto inmediato con sus exigencias, que son sus respuestas a la angustia. La infancia debe instalarse lo más rápido posible en las redes comunicacionales que sustituyeron las capas de la cebolla, para funcionar con la mayor eficacia posible, es decir, para convertirse en el vehículo de los mensajes que pasan y, en el mejor de los casos, optimizar su información. No hay tiempo que perder preguntando a los antiguos, a la tradición. (Lyotard, 1997:84)

No hay tiempo ni espacio para la transmisión de experiencias.

La subjetividad contemporánea padece de lo infantil que retorna en el más estricto sentido freudiano.

La diferencia entre adulto – niño que instituyera la modernidad se desdibuja. Niños y adultos, hijos y padres jóvenes – muy jóvenes –; hijos de hijos juntos; enfrentando y viviendo el rock y, la pasión desenfrenada. El Estado ausente en su función. Presente en su ausencia.

El plebeyo emancipado reclamaba una dosis de festividad corporal. El niño emancipado reclama una dosis de festividad corporal. Contradicción en la enunciación ya que emancipado se contradice con niño. El emancipado deja de ser jurídicamente menor. Si los niños están emancipados – de hecho aunque no de derecho – dejan de estar bajo dependencia responsable de los padres – en primer lugar – y también del Estado – habilitándose a que pueda enunciarse su responsabilidad en el desenlace de la tragedia-.

Un efecto es importante destacar. A partir del crimen de Patagones y de la masacre de Cromagnon, los niños se han hecho visibles. Los jóvenes salieron del anonimato. Antes de esto, no se hablaba en los medios ni de niños ni de jóvenes sino de menores delincuentes en tanto tema instalado.

Es de destacar que nos encontramos ante una aporía: padres y madres muy jóvenes que llevaron a sus hijos iniciándolos en una tradición cuando son hijos de una generación bastante poco proclive a cualquier tipo de tradición. Efecto de ello, el producto es patético, enfrentándonos a una especie de filicidio social – en lo real – sustituyendo y evitando el parricidio – simbólico -.

Pareciera que ya no se trata de la muerte del padre (simbólico) sino de matar la muerte. En ausencia de la metáfora, lo real se hace carne. Y no hay imaginario que pueda darle sustento salvo bajo la forma de lo obsceno.

¿Qué es lo que ha muerto en Cromagnon además de los 192 jóvenes? ¿Es posible que este hecho opere afectando la posición de los adultos ante los niños?. ¿Afecta a lo infantil de los adultos el registro de la muerte de los hijos? O bien el efecto – en la sociedad y especialmente en lo político- es narcisístico es decir es una señal del poder de sobrevivir a los hijos, alterando la línea témporo-generacional?

En ese caso, tendríamos que hablar de melancolía de infancia en la cual, los adultos que no dan por muerta la propia, dejando de ella sólo un resto; que no dan por perdida aquella infancia que ya no es – aunque sigue siendo -; que no pueden establecer esa diferencia generacional, pueden precipitar a los hijos a un lugar desde el cual y en el cual, aún no están listos para responder, dejándolos solos en el frente de batalla, librando la lucha propia a la vida desamparados.

Y los niños no están en condiciones de advertirse que más que saber hacer con la vida, se trata de una guerra generacional encubierta. ¿Qué niño no desea en lugar de la escuela, asistir y estar en el país de los juguetes que Collodi supo crear en Pinocho?

"La mercancía argentina mejor producida y distribuida desde hace años es la irresponsabiliad pública" – afirma Christian Ferrer en su escrito "Vaca flaca y minotaruro".

La corrupción del sistema no la han gestado ellos. Sin embargo, no se les advierte y allí fueron ilusionados a una fiesta de bengalas, sin saber que se trataba de la fiesta del nunca jamás. ¿Es posible una operación colectiva que interfiera al propio sistema – ¿cómo hacerlo si de él se obtiene usufructo? – y restituya el lugar de cumplimiento neces ario de la ley?. ¿Es posible que se plantee una interferencia certera a la compra y venta de la suspensión de la ley?

Algunas reflexiones finales

El tiempo inalterado de lo infantil se expresa en las acciones de niños y jóvenes quienes quedan alienados a la demanda del Otro, demanda de muerte. Los niños y jóvenes, sólo por su propia existencia de generación en advenimiento, van expresando lo irreversible del propio encuentro que cada uno tendrá con la muerte.

Si ellos crecen, nosotros envejecemos. Deuda que ellos mismos también deberán asumir y pagar con las nuevas generaciones venideras. Deuda que se les transfiere para no asumirla, donde la tecnología científica se convierte en aliada al promover la ilusión de poseer un cuerpo inalterado por el paso del tiempo. Claro que también, alterado por las cicatrices de las operaciones que el paso del tiempo se encarga de hacer notar. Ellas testimonian los esfuerzos por la negación del mismo.

Verdad que la muerte misma ha muerto (Adorno). Matar la muerte es parte del transcurrir urbano de nuestros días. Cual si el límite no existiera diferentes dispositivos hacen a que ese transcurrir se edifique en un matar la muerte permanente. Los cuerpos se mueven excediendo de sus límites. Los cuerpos expresan excesos en malestares que no pueden metabolizarse y demandan freno. Fernando Ulloa (2004) habla del malestar hecho cultura.

¿Se trata de transcurrir o de hacer, tener experiencias en el vivir cotidiano? ¿Cuál es el reproche a la juventud?

El filósofo italiano Giorgio Agamben plantea que no son sólo los jóvenes quienes rechazan la experiencia sino que incluye a la generación contemporánea de adultos occidentales.

Su tesis es contundente, la citaré completa "... nunca se vio un espectáculo más repugnante de una generación de adultos que tras haber destruido hasta la última posibilidad de una experiencia auténtica, le reprocha su miseria a una juventud que ya no es capaz de experiencia...."

El reproche se dirige hacia la juventud, hacia los niños quienes manifiestan su movilidad permanente y son diagnosticados como hiperkinéticos y sedados con ritalina. El reproche se dirige hacia la delincuencia juvenil, como si fuera la única delincuencia. El reproche se dirige hacia la generación venidera sin adver tirse que ellos están inmersos en el mundo que les preparamos, del cual, no pareciera que estemos en condiciones de hacernos responsables. Hacerse responsable implica hacer propia la experiencia.

En este sentido, Agamben interpreta el rechazo juvenil a la experiencia como un modo de no aceptar la manipulación ni el ser ingresados en un laberinto de ratas. Queda pendiente responder si el modo de salir del laberinto o, ni siquiera ingresar, pueda ser el rechazo de la experiencia y no su análisis.

"En un momento en que se le quisiera imponer a una humanidad a la que de hecho le ha sido expropiada la experiencia una experiencia manipulada y guiada como en un laberinto para ratas, cuando la única experiencia posible es horror o mentira, el rechazo a la experiencia puede enton ces constituir –provisoriamente- una defensa legítima" (Agamben, G [1997 y 2001]:2003:12).

Giorgio Agamben, pone en cuestión la posibilidad del hombre contemporáneo de transmitir experiencia cuando ella misma parece hoy día en sí misma irrealizable.

La destrucción de la experiencia encuentra sus signos claros en la posguerra ¿qué transmitir de lo vivido cuando el horror es en sí mismo incompartible?. Para Agamben, "la experiencia no tiene su correlato necesario en el conocimiento, sino en la autoridad, es decir, en la palabra y el relato" Agrega que "ya nadie parece disponer de autoridad suficiente para garantizar una experiencia y, si dispone de ella, ni siquiera es rozado por la idea de basar en una experiencia el fundamento de su propia autoridad" (1978 y 2001:9).

La experiencia carece de legitimidad. El rechazo de los movimientos juveniles puede ser considerado una prueba de ello aunque también merece ser interrogado ya que, de qué experiencia hablamos sería la pregunta. La máxima y el proverbio fueron autoridad, hoy casi desaparecidas. ¿Es posible restituir la experiencia al campo de la subjetividad en lugar de que siga por fuera de ella, cual film del cual el sujeto es mero espectador?

De lo que se trata, es de desembarazarse de toda experiencia, cuya expropiación estaba implícita en el decir de Agamben en el proyecto fundamental de la ciencia moderna. "La experiencia, si se encuentra espontáneamente, se llama caso, si es expresamente buscada, se toma el nombre de experimento" (1978 y 2001:13)

Nada más complejo que poder convenir en qué decimos cuando decimos experiencia. ¿Nada más difícil que restituir el lugar de la palabra y del relato?.

La tensión necesaria a la filiación, la tensión intergeneracional no puede resolverse con la muerte de los niños.

La tragedia de República de Cromagnon pudo haber sido cualquier otro espacio habitado por jóvenes. Ni qué decir de los modos de tratamiento establecidos en los llamados institutos de menores.

Un interrogante sigue abierto. ¿Podrá afectar la subjetividad de los jóvenes el acontecimiento de Cromagnon? ¿Podrá ingresar como una experiencia cuando hoy, como generación, tienen sus propios muertos? ¿Podrá afectar la nuestra si, como generación, nos sentimos afectados y no nos mantenemos como espectadores de la muerte de niños y jóvenes?

Mercedes Minnicelli
Mar del Plata, enero de 2005

Notas

1 En la edición de Ballesteros dice "negligencia" de lo infantil.

2 Nos excede en este escrito el análisis del lugar que ocupa la fascinación de las luces de bengalas, la pirotecnia y el fuego. Tema que merecería un análisis en profundidad.

3 Resuena la convocatoria al festín "fiesta de bengalas". Luces de colores, fuego en los techos y no en los cielos. Naves espaciales fugaces. La NASA envía un misil para destruir un meteorito y así poder estudiarlo, el nombre de la misión es "impacto profundo".

4 citado por Horacio González en Población, disciplina y ciudad. Prólogo

5 En una escuela de Carmen de Patagones, un alumno de 15 años, ingresa y expresa al portero que "hoy será un gran día". A los pocos minutos, ya en el aula, comienza a disparar a quemarropa matando a varios de sus compañeros. Excede los propósitos de este escrito el análisis del caso, pero una de las diferencias sustantivas a señalar entre un acontecimiento y otro, es que en el caso de Patagones, el crimen fue dirigido a los pares. La masacre de Cromagnon no tuvo destinatario identificable hasta donde podemos conocer.

6 Los viajes de egresados – que merecen un capítulo aparte – también son testimonio de esta posición cuando las mismas empresas no cumplen con ninguna de las regulaciones mínimas para prestar un servicio medianamente seguro y subsisten y renacen año a año siendo los padres de esos adolescentes quienes pagan los viajes aunque no se cumplan ni con las medidas de seguridad mínimas para los medios de transporte. Los adultos que contratan los viajes ¿aceptarían las condiciones de prestación de servicio que las empresas administran para los hijos? ¿Viajarían a Bariloche para alo jarse en un hotel con agua fria? (Sic)
Para ciertos grupos, el viaje de egresados ¿puede ser equiparable a una festividad ritual de pasaje? Se presenta una discordancia básica entre la oferta del mercado y las significaciones que les otorgan los jóvenes. Producto de esta ecuación, quedan desprotegidos y ubicados como objeto de goce y no son más que mercancía.

 

Bibliografía de referencia

Agamben, Giorgio Infancia e Historia. Adriana Hidalgo Editora, 1978 y 2001. Bs. As, 2001

Agamben, Giorgio Estado de excepción Adriana Hidalgo Editora, Bs. As, 2004

Ferrer, Christian "Cosmos mítico y técnica cosmética en los cuerpos porteños" y "Vaca flaca y minotaruro" Material de cátedra del seminario "Malestar de la subjetividad contemporánea" Maestría en Filosofía contemporánea, Facultad de Humanidades, UNMDP, 2004

Freud, Sigmund Obras Completas. Amorrortu editores.

Fukuyama, Francia El último hombre en una botella

González, Horacio Población, disciplina y ciudad. Prólogo.

Gonzáles Requena, Jesús El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad. Cap. Elementos para una teoría del espectáculo. Edit Cátedra, Madrid 1988

Jay, Martín "Regímenes escópicos de la modernidad" en Vision and Visuality, 2. editado por Hal Foster, Bay Press, Seatle 1988

Lewkowicz, Ignacio Pensar sin Estado, Edit. Paidós, Bs As – Barcelona - México, 2004

Lyotard, J-F Lecturas de Infancia Edit. EUDEBA, Bs As, 1997.

Mannoni, Octave [1969] La otra escena. Claves de lo imaginario. Amorrortu editores, Bs As, 1997.

Mattelart, Armand Comunicación-Mundo. Historia de las ideas y de las estrategias. Edit. Siglo XXI editores. Cap. 2 "La era de las multitudes".

Schmucler, Héctor La industria de lo humano

Ulloa, Fernando Inédito. Conferencia dictada en la Facultad de Psicología UNMDP, noviembre de 2004.

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