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Número 8 - Septiembre 2005
Religión en la institución hospitalaria
Stella Casanova

Si bien es cierto que todas y todos los que laboran en las instituciones hospitalarias están acostumbrados a escuchar manifestaciones de religiosidad por parte de los y las pacientes así como de sus familiares, y tales manifestaciones son reconocidas como mecanismos para amortiguar el reconocimiento de eventos catastróficos en la vida; con gran frecuencia suelen ser dejadas de lado, pues el ambiente que se vive en tales instituciones es de un constante estado de emergencia, que promueve la inmediata realización de diagnósticos basados en las clasificaciones médicas- psiquiátricas (DSM-IV, CIE-10), que universalizan el discurso en relación a lo que se padece, se siente y alivia.

Esta práctica se ajusta a un ambiente que exige rapidez, precisión frente a la intervención y manejo del padecer físico y psíquico, pero al mismo tiempo, facilita que en muchos casos no se considere el decir, pensar del y la que sufren, privilegiándose el razonamiento médico, dejándose por fuera otros discursos como el religioso, que en ocasiones puede ser más cónsono para acompañar al que padece.

Sin embargo es importante destacar que esta situación suele ser reforzada por la actitud que asume el/la paciente frente al hospital, pues de alguna forma entienden que para ser atendidos, tienen que despojarse de lo que les es más propio, como puede ser la actitud religiosa ante al enfermedad, lo cual puede limitar la compresión y elaboración que pudiesen hacer sobre su malestar y el modo de encontrar alivio para sí mismos, ya que no siempre el alivio es una responsabilidad exclusiva de la medicación.

A partir de dos casos clínicos se intentará ilustrar porque es importante considerar y respetar la actitud que cada paciente y sus familiares toman frente a la religiosidad como un camino para mitigar, tolerar y aceptar los acontecimientos que lo pueden llevar a un hospital.

Caso 1: Alejandro tiene tres años y medio, hace una semana fue diagnosticado con leucemia linfoblástica. Para el momento que la médica tratante decide solicitar evaluación y apoyo psicológico, han transcurrido dos semanas y media en que el menor se encuentra hospitalizado recibiendo tratamiento que suele ser invasivo y doloroso.

A pesar de ello, cuando se inicia la exploración psicológica, el niño se muestra vivaz, colaborador y comunicativo. Al proponerle algunas actividades ládicas elige pintar, toma un color y papel, dibuja una figura y dice que es él, posteriormente se le invita a dibujar todo cuanto quiera y en esta oportunidad dibuja una cruz justo encima del anterior dibujo. Al preguntarle que era la cruz dice: "Dios me cuida", inmediatamente levanta su almohada y muestra una estampita en donde aparece la figura de Jesás cargando la Cruz, la madre de Alejandro que se encuentra allí muy cerca dice "…al tercer día que se dio cuenta que todavía estábamos aquí me pidió que le trajera sus juguetes y esa estampita, en la casa somos muy creyentes del poder de Dios…. los médicos me han explicado que el pronostico de vida de Alejandro es reservado, pero él esta en manos de Dios, por eso va a salir pronto de esto …."

Caso 2: María tiene nueve años, ingresa a la emergencia del hospital por herida producto de un impacto de bala mientras dormía, la cual le ocasionó lesiones a nivel de columna lumbar generando sección medular con consecuente cuadraplejia irreversible. En vista de tal diagnóstico, la edad de la paciente y la percepción de los médicos sobre la dificultad por parte de los familiares de comprender la noticia, se decide solicitar la presencia de un psicólogo para abordar al grupo parental.

Una vez reunidos con el padre y la madre, el cirujano informa sobre la situación, inmediatamente en la cara del médico se dibuja un gesto de sorpresa cuando la madre dice "gracias por todo lo que han hecho, pero ella se recuperará, ella caminará, nosotros tenemos fe …", seguidamente el padre de la menor también intervienen "…nosotros creemos en díos y él no nos abandonará…"

La breve descripción antes narrada de la reacción de los grupos parentales, desde la psicología clínica se podría ajustar a una de las cinco fases de la elaboración del duelo descritas por Kubler-Ross (1969): la negación, pues al no poder aceptar los hechos, los representantes de estos infantes, niegan los resultados del diagnóstico como un medio de hacerle frente a los acontecimientos.

Veamos ahora que se diría desde el psicoanálisis. Freud en su obra, El provenir de un ilusión (1927), considera el singular valor de las ideas religiosas, para ello describe como los Dioses han sido creados por la cultura para cumplir tres tareas: protegernos contra las fuerzas de la naturaleza (interna y externa); protegernos contra la crueldad del destino, especialmente contra la presencia de la muerte; y como compensaciones a las privaciones y sufrimientos que nos ofrece la vida.

De modo que para Freud la religión cumple una función de protección la cual se realizará a través de lo que denomina "las ilusiones", acerca de las cuales precisa: "las ilusiones no son necesariamente errores; tampoco son, porque sí falsas (…) son realizaciones de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la Humanidad. El secreto de su fuerza esta en estos deseo que crean representaciones, nacida de la necesidad de hacer tolerable la indefensión humana" (Ibidem: 2976)

En este sentido para Freud la religiosidad a través de las ilusiones, permite que los seres humanos se representen y puedan darse respuestas sobre aquellos acontecimientos que le son incompresibles, al mismo tiempo que marca y regula la conducta social, pues ordena, dirige los sentimientos y evita que se retorne al caos, lo cual logra por medio de prescripciones sobre lo que hay que hacer, imponiendo así un ideal de vida, una norma la cual exige un tipo de comportamiento para ser reconocido por Dios.

La religión promueve una práctica que ilusoria o no, produce ideas, representaciones, creencias que al ser compartidas por el grupo se convierten en conductas que controlan al individuo en sus relaciones con los demás y que al mismo tiempo le dan sentido de pertenencia, fe, confianza, elementos que posiblemente para lo que les toca afrontar a estas familias, puede contribuir a que mantengan los lazos, reafirmen y consoliden sus sentimientos de solidaridad, con los que deberán contar tanto Alejandro como María para enfrentar la nueva vida que les espera.

De lo que se trata aquí, no es proponer la religión como una práctica terapéutica, pero si reconocer la religiosidad como un mecanismo psicológico que promueve la adaptación ante la enfermedad y el sufrimiento, que promueve la esperanza, el sentido de trascendencia o continuidad entre la vida y la muerte. Sabemos que la esperanza es un sentimiento esencial en el ser humano, pues alimenta el deseo de vivir, mientras que la desesperanza se asocia con la ruptura de los vínculos sociales que puede conllevar a la muerte.

Si las y los psicólogos y demás profesionales que laboran en las instituciones hospitalarias comprendemos la importancia que puede significar para los pacientes la religiosidad, podríamos escucharlos desde otro lugar; de tal modo que los enfermos o sus acompañantes religiosos, puedan sentir que se les oye en su ritual o en su comunicación personal con Dios, y de este modo damos lugar para que la religión actué como el soporte emocional y social que no puede brindar en ciertos casos otro tipo de intervención.

En este sentido es necesario abordar y conocer los aspectos históricos, sociológicos y antropológicos que enmarca la práctica religiosa, a fin de ponerla al servicio del malestar y padecer de las mujeres, hombres, niños y niñas que lo demande, permitiendo que sea el paciente quien ordenen su cura alrededor de los medios con que cuentan a partir de su historia de vida. De tal forma no nos limitaremos en identificar entidades clínicas dejando de lado que somos producto de una red social, lo cual le da un sentido particular a la historia de cada uno y cada una, más allá de las explicaciones que nos ofrecen los manuales diagnósticos.

Referencias

Freud, Sigmund (1927) El porvenir de una ilusión, Obras Completas, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva.

Radcliffe-Brown Estructura y función en la sociedad primitiva, Historia/Ciencia/Sociedad, Ediciones Península.

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