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Número 7 - Abril 2004
Tiempo de espera: del grito al canto
Lucila Lopez

Introducción:

Este trabajo tratará de dar cuenta, a partir de la articulación con un recorte de un caso clínico, de las vicisitudes del Acompañamiento Terapéutico con niños con patologías graves. Se tomará como eje para ello lo trabajado en relación al canto.

Presentación del caso:

A Santi lo conocí en mi período de observación al entrar al Hospital. Tenía apenas tres años pero por la fuerza de sus llantos, gritos y golpes parecía un hombre en la plenitud de su edad. No hablaba, solo gritaba y pegaba. Parecía imposible que un cuerpo tan chiquito tenga tanta fuerza dentro. Era prácticamente imposible armar algo con él. La media hora de acompañamiento transcurría en la puerta de ingreso al hospital y no había forma de correrlo de ese lugar, y si uno lo intentaba lo único que conseguía era recibir golpes o mordidas. Más aún situándome en el rol de observador, me preguntaba que movimiento de mi parte podría propiciar un corrimiento por parte de Santi de ese lugar en el que estaba ubicado. No había ahí un lugar para el juego y resultaba casi imposible poder sancionar ahí algo que haga las veces de juego.

Luego de mi periodo de observación, al retirarse del Hospital la Acompañante de Santi me hice cargo del acompañamiento.

Pasaron unos cuantos encuentros hasta que se pudo dar, justamente, "otro encuentro". Y el mismo se dio casi por casualidad, en el momento en que uno sentía ya no tener más recursos por utilizar. Y se dio a través del canto, de la música. Y así del llanto se pasó a la risa y a la alegría por el encuentro. El canto tenía una función de apaciguamiento en Santi, de marcarle un ritmo al desritmo que significaban sus golpes y sus gritos. Cantábamos en la hamaca y esta era una actividad que Santi "pedía" cada vez que íbamos al parque. Incluso, desde que ingresó al Tallerín Tallerón (Taller de Juego y Desayuno) el momento que Santi más disfrutaba era la ronda de canciones cuando culminaba el Taller.

Y el canto dio lugar al susurro para hablarle a Santi cada vez que llegaba desbordado y terriblemente angustiado al Hospital. En los momentos donde nada parecía calmarlo era sosteniéndolo a upa y hablándole suavemente al oído como lograba tranquilizarse, "rearmarse" y así comenzar a jugar, a correr y a cantar en el parque.

Yo le hablaba mucho, le contaba cosas, le cantaba, y él me miraba, me prestaba atención y por momentos gesticulaba con la boca como queriendo él también contarme cosas.

Y fue también a través del canto como se pudo acercar a su nueva acompañante cuando al año de trabajar juntos me retiré del Hospital. Al comienzo fue costoso y angustiante para Santi, no quería saber nada con que otra persona irrumpa en nuestra escena de juego. Pero incluyéndola a través del canto y en el momento en que cantábamos en la hamaca, fue aceptando y desfrutando también de la presencia de la nueva Acompañante.

El trabajo del Acompañante:

No siempre es sencillo dar cuenta de lo que el acompañante terapéutico realiza y ello lo revelan numerosos trabajos. Pero es quizás partiendo de ese desconcierto de donde trataré de situar mi trabajo. Y si se quiere justamente me encontraba desconcertada al inicio del mismo, desconcertada por la tarea que realizaría (la de acompañante) y desconcertada por cómo abordar a ese chiquito que se presentaba como inabordable. Pero el sancionar algo como inabordable ya plantea un obstáculo por parte de quien quiere tomar la iniciativa. Entonces uno propone, presente, ofrece, impone pero en la medida que no escucha lo propio de cada sujeto, de cada niño, en la medida que no se da tiempo para conocer al nene y para que el nene también lo conozca, se intenta quizás obturar de esta forma algo del orden de la espera la cual puede presentarse como angustiosa, para uno fundamentalmente. No siempre se trata de proponer, a veces es necesario también esperar. Y con Santi fue justamente en el momento en que creía agotar todos los recursos cuando de golpe, casi por casualidad (o no) aparece la vertiente del canto, y se ve, se escucha como a partir de aquí se pueden desplegar toda una gama de posibilidades que tanto el llanto como los gritos impedían desplegarse. Y quizás el trabajo de acompañamiento con estos nenes tenga algo que ver con el esperar que algo de lo propio de cada sujeto se despliegue. Y si de acompañamiento se trata, esa espera implicará un no dejar solo que dependiendo de la singularidad de cada nene ese no dejar solo se podrá manifestar a través del canto, del susurro, del sostener y hacer upa, o simplemente mirarlo cuando juega con una pelota o cuando los gritos ensordecen a todo el hospital. Tal como junto a otras compañeras lo he planteado en otro trabajo: "El acompañamiento se sostiene y se impulsa, por las ganas y el deseo de que el niño pueda logra algo, por mínimo que sea, en el sentido de dar lugar a su subjetividad. Hay que entender que cuando trabajamos con chicos, cada uno tiene su hablar propio, oculto, cifrado, que espera ser escuchado... es imprescindible que se escuche en el acompañante algo del deseo propio y del niño. Esto parece ser lo que sostiene todo acompañamiento, y posibilita una espera. Es la plasticidad lo que caracteriza la función en un quehacer flexible y móvil" 1. El acompañar entonces estará condicionado por la singularidad de cada paciente la cual marcará el sentido del no dejar solo.

Lic. Lucila López

Notas

1 Grispino, M. L., López, L. y otras, "No todo es color de rosa", inédito.

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