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Número 7 - Abril 2004
Una aproximación a la angustia: certeza o juego
Alonso González Velarde

Una aclaración introductoria

No puedo comenzar de otra manera, sino señalando que hablamos de constructos abstractos cuando hacemos referencia a patologías mentales como la esquizofrenia, depresión, manía, etc. y por ello abstractos también sus componentes. Es decir el miedo, la ansiedad, angustia o tristeza sólo por mencionar algunos. Por esto debemos tener siempre presente que no vamos a poder hablar de ninguno de estos conceptos en su totalidad. Ya que por abstractos, no son aprehensibles en la realidad, como lo serían una mesa, una silla o un vaso e incluso el agua que éste pueda contener. Cuando hablamos del agua contenida en el vaso podemos decir muchas cosas sobre ella, la podemos tocar, oler, saborear, pesar, en fin, "medir" de diversas formas. Acto que en relación al concepto de la angustia aparece como muy difícil de realizar, debido a que nunca podremos llenar un vaso de angustia y probarla como lo hacemos con el agua.

Debemos entonces tomar en cuenta que los acercamientos que se pueden hacer sobre estos temas van a ser siempre tangenciales, siempre tocaremos por los lados a este gran círculo que es la construcción abstracta. En este caso representado por uno de los componentes de la enfermedad mental. La angustia.

La angustia

Cuando hablamos de la angustia en sus diversas acepciones, nos referimos básicamente al momento en que un individuo es presa de la experiencia física (sea ésta temor, excitación, ira o cualquier otra cosa) que él no puede evitar ni comprender; es decir el individuo no es consciente de las principales motivaciones de lo que está sucediendo. (Winnicott, 1958) Lo cual genera usualmente una intensa constricción en la zona del pecho, o en la zona gástrica, trayendo en algunos casos una dificultad respiratoria y una consecuente tristeza relacionada con la desesperanza. (Alarco, 1999)

En el momento en que decido hablar de la angustia, por más arbitrario que pueda ser, me veo en la necesidad de pensar en dos posibles causas.

La primera y la más fácil de observar tiene que ver con la que aparece frente a hechos de la vida diaria, propios de la realidad compartida objetivamente, y que pueden resultar amenazantes. Pienso en situaciones que impliquen un ataque directo sobre la integridad física del individuo. Situación que atenta sobre los valores y principios que ordenan y dan sentido a la existencia del hombre en comunidad y que por lo tanto se encuentran en alta estima. Al verse esto en riesgo la experiencia angustiante aparece.

Por otro lado tenemos la angustia que surge de la realidad psíquica de cada individuo, sobre la vida psíquica de éste. Me refiero a la motivada por un estilo propio de interpretar las emociones que dentro de uno aparecen, sin haber sido causadas por un evento de la realidad que sea contingente en el tiempo.

La sensación producida por la angustia paraliza al individuo llevándolo a experimentar una sensación que muchas veces parece desproporcionada frente a lo que esta viviendo o fantaseando, llevándonos a pensar que hay motivos mas poderosos, que escapan a lo evidente y que pueden ser los generadores de esta sensación tan intensa. Como menciona Freud (1996) en Más allá del principio del placer, Angst denota un cierto estado de expectativa de peligro y preparación, aún cuando se trate de un peligro desconocido. Personalmente me atrevería a decir, que este estado suele estar unido a una sensación que acostumbra ocultar la idea de que los próximos eventos de vida serán absolutamente nuevos, inciertos, intolerables y sobre todo insuperables.

En resumen tenemos que la angustia es el resultado de una amenaza, que se presenta tanto por elementos propios de la realidad compartida como por factores internos componentes de la realidad psíquica de cada individuo.

Lo insuperable y desconocido: la muerte

Al hacer mención a eventos insuperables, surge como inmediato referente la idea de la muerte/ la mortalidad.

Dentro de la existencia humana, el hombre en su incesante búsqueda por modificar la realidad en la que vive, ha pretendido conservar su auto existencia y preservarla a través del tiempo. La última frontera para la modificación del medio y el consecuente desarrollo humano ha sido el cese de su existencia en la realidad. Este cese del vivir esta íntimamente relacionado con la desaparición física, la muerte del cuerpo, la muerte del aparato orgánico.

Aparece entonces de esta estrecha relación entre la experiencia de lo insuperable y la muerte, una pregunta de base. ¿Con qué fantasías se relaciona esta desaparición del aparato orgánico?. Como primera opción está el enfrentamiento a lo desconocido/ lo incierto. A una realidad que no ha podido ser aprehendida por el genero humano y es la que tiene que ver con lo que sucede con uno después de morir. Hay varias explicaciones propuestas por distintas culturas -de allí las religiones - buscando dar una explicación a este incierto destino frente al que todos nos enfrentamos en algún momento. Pero a pesar de todas las explicaciones propuestas, el temor a lo desconocido y a la experiencia de la muerte/ lo incierto sigue siendo una constante en el hombre.

Otra parte de las fantasías asociadas a la muerte tiene que ver con la perdida de lo acostumbrado, de lo ya vivido y no a lo que vendrá.

Es el miedo frente al no poder tener nunca más la cercanía de aquellos o aquello que uno aprecia, quiere, valora. Y que por lo general retribuyen esa estima hacia uno.

Me refiero a las fuentes generadoras de la satisfacción de poder ser reconocido, de ser valorado por los demás y por lo tanto existir dentro de un sistema que te considera una pieza valiosa dentro de su estructura de funcionamiento. Dándole un sentido a tu existencia. Existes, en tanto eres reconocido. Al ser reconocido, eres querido. Al ser querido, apareces. Ya sobre esto nos habla Winnicott (1958) quien menciona que la madre sería una persona que recoge los pedacitos del niño con lo cual éste logra sentirse integrado. Se reconoce.

Siguiendo lo antes mencionado acerca de la muerte, creo que muchas de las experiencias de angustia que aparecen a lo largo de la vida provienen de ella, entendiendo por muerte no al cese del aparato orgánico, sino a las fantasías asociadas a la consecuencia que este cese trae.

De allí que considere como una de las madres de la angustia a la muerte, entendiendo por muerte a la sensación de desaparición, el no ser reconocido. El perder el sentido de la existencia. Lo cual explicaría cómo, frente a nuevas situaciones o eventos sorpresivos, frente a la desestructura, el hombre experimenta una incapacidad para mantener la sensación de que el desenlace de la nueva experiencia, no lo terminará llevando a su desaparición.

Aprovecho esta idea para tomar lo mencionado por Cecilia Sinay (1993), quien con su acostumbrada lucidez nos recuerda que: "…hablamos de la muerte como si fuera algo que va a suceder, cuando en realidad es algo que nos está sucediendo: la incertidumbre, la no certeza, la limitación humana para comprender lo que el mundo a su alrededor le presenta. Pretender dar una teoría acabada acerca de estos asuntos es no advertir que allí está la muerte (en cuanto a que así se la niega), pero además -como siempre que se hace caso omiso de ella- se mata la teoría". (Sinay, 1993). Es decir, se mata la posibilidad de entendimiento. De allí que la autora complemente: "Una teoría acabada trata de no reconocer lo que se ignora (qué es la muerte) e ignorar lo que se sabe: que Ella está allí".

Las primeras experiencias de lo incierto

De las reflexiones previas surge la necesidad de pensar en las fuentes generadoras de estas fantasías ansiógenas. Son muchos los trabajos que tratan acerca de las primeras relaciones objetales. (Freud, 1984) Los que nos ayudan a pensar en el neonato que se enfrenta a un desconocido mundo de estímulos: una serie de elementos que lo invaden, que producen emociones entrecruzadas, indescifrables y propias del enfrentamiento con lo nuevo. Greenacre (1941) menciona que la reacción angustiosa genéticamente determinada, probablemente se manifiesta primero en una correspondencia irritable del organismo a nivel reflejo; esto se hace aparente en la vida intrauterina en una serie de reflejos separados o flojamente reunidos que en el nacimiento pueden organizarse hasta dar la reacción angustiosa. No obstante y de acuerdo con Winnicott (1958) el individuo tiene que haber alcanzado cierto grado de madurez con capacidad para la represión, antes de que la palabra angustia le pueda ser aplicada y por eso sería exagerado encontrar al parto como la primera experiencia de angustia. Aunque sin embargo creo provechoso rescatar los componentes primitivos de la angustia, ya presentes en el nacimiento y de los que Greenacre hace mención. Quizás sea este uno de los primeros reconocimientos de la presencia de la muerte.

Es frente a esto que la madre empieza el proceso de sostén del niño, brindando la sensación de respaldado, para poco a poco ir contando con las herramientas que le ayuden a ordenar el mundo al que se enfrenta. Un orden que permite darle un sentido a su existencia.

Aparece entonces el núcleo primordial (madre/hijo) que Castoriadis (1999) decide llamar monada psíquica. Esta clausura primaria o monada psíquica se convierte para la psique en la matriz del sentido lo que implica un modo particular de entender algo, o juicio que se hace de ello.

Este sentido del que habla el autor es el que va a permitir al niño vivir una relación fusional, la tantas veces mencionada indiferenciación yo/ no-yo que en la díada existe. Indiferencia en donde deseo y satisfacción (placer) se dan en un continuo en donde representación, afecto y deseo son una sola cosa. Dando de este modo un primer y básico sentido a la existencia del niño, que en cierto modo le permite ordenar el mundo al que se enfrenta. (Castoriadis, 1999) Reconocemos en este periodo a la forma más omnipotente del pensamiento. Sin embargo esta ideal forma de desarrollo no siempre se da y es Winnicott (1958) quien nos lo recuerda al mencionar que la más precoz de las angustias es la que se asocia al sentirse sostenido de un modo inseguro.

Cuando nos enfrentamos a la angustia estaríamos entonces experimentando un proceso regresivo que nos lleva a reeditar éstas primeras emociones, en donde la posibilidad de no ser reconocido, de no ser querido, o sostenido, es decir la posibilidad de no existir, son revivenciadas.

La consecuencia es la mortífera experiencia de la angustia, que en términos de Kierkegaard (1960), es entendida como la sensación de muerte pero sin la facultad de matar.

Lo que busco aclarar es la estrecha relación que encuentro entre la angustia y la necesidad de sentido que muchas veces se expresa en la persecución de certezas. Y es que el hombre a lo largo de su existencia, se ha centrado en la búsqueda de verdades que signifiquen su existencia en el mundo. Recurrente satisfacción en la obtención de teorías acabadas. Que como menciona Sinay, "tratan de no reconocer lo que se ignora (qué es la muerte) e ignorar lo que se sabe: que Ella está ahí". Reconocemos entonces en el constante interés del hombre por el conocimiento y a partir de éste la generación de teorías que propugnen verdades, una suerte de defensa negadora de la vigencia de la muerte, motivada por la insostenibilidad de la angustia.

Angustia y creatividad

Desgraciadamente esta tradicional negación de lo ambivalente, nos ha llevado a poner en segundo plano las cualidades cuestionadoras que, junto con la angustia surgen de las experiencias inestructuradas. Ya Klein mencionaba que la angustia se encontraba a la base del motor del desarrollo psíquico. (Segal, 1981) Y es que al convivir con la muerte, la creatividad surge y la posibilidad de explorar nuevas realidades aparece.

Al llegar a este punto del trabajo es que la pregunta acerca de la posibilidad de convivir con la mortífera experiencia de la angustia cobra un especial protagonismo. Por ello considero fundamental tomar en cuenta elementos propios del juego y el jugar, con los que podemos reconocer la muchas veces olvidada capacidad humana para lidiar creativamente con las experiencias angustiantes.

Entendemos por juego al proceso en el que las actividades realizadas se dan por la actividad misma, es decir una actividad autotélica que no precisa de justificación. (Huizinga, 1972) Los actos comúnmente realizados por los hombres tienden a resultados, y su acción se orienta constantemente hacia un más allá que la justifica, presuponiendo un proyecto que uno debe seguir. En contraposición, el juego contiene siempre en sí mismo su fin y no tiene nada que esperar de la trascendencia.

Mientras que en las demás acciones humanas el tiempo se divide en tres momentos -presente, pasado y futuro- en el juego la actividad es rescatada del transcurso del tiempo y vive todo momento en un eterno presente. Con esto no digo que en el jugar no existen fines, ya que aunque existen, se funden con los medios. (Bally, 1973)

De este contraste se originan las críticas de Johan Huizinga (1972) y de Gustav Bally (1973) en torno a la ausencia de lo lúdico en el mundo contemporáneo donde la técnica (actividad dependiente de un fin trascendente) suprime el juego (actividad autónoma que posee su fin en sí), causando la perdida de la libertad creativa y la necesidad de control sobre el futuro. Éste, por ser imposible de obtener, vuelve intolerables los momentos de incertidumbre en donde la necesidad de certezas acerca de lo que uno esta realizando limita la capacidad de generar nuevas propuestas.

Según Gustav Bally (1973) "El mundo, carente de su carácter juguetón, se convierte en un mundo de trabajo, y éste sustituye al juego. La alegría se hace sospechosa, la seriedad sombría tiene el poder de marcar el juego como algo falto de seriedad. Adquiere mayor importancia el conocimiento especializado y múltiple, y la erudición cree que lo podemos saber todo, que ya nada se interpone en el camino que nos llevará a poner a nuestro servicio el mundo entero"

A modo de conclusión

La finalidad de este trabajo esta en una íntima necesidad de evidenciar como la idea de la muerte, entendida como la imposibilidad de ser reconocido, es madre y móvil de la angustia, encontrándola siempre presente en el actuar humano. No hay modo de escapar a la muerte, aunque los intentos para lograrlo son incontables.

Como menciona Sinay (1993): "Toda obra humana es exactamente eso - la necesidad de escapar a la muerte-. Y la ciencia es uno de los caminos más sofisticados que ha encontrado el hombre en su incesante búsqueda de la inmortalidad". Un ejemplo contundente de esto, nos lo ofrece los constantes esfuerzos de los alquimistas que a partir de la ciencia buscaban alcanzar la formula de la vida eterna.

La meta en esta línea de pensamiento que hemos compartido hasta ahora esta en la necesidad de rescatar en el juego su carácter autotélico, productor de goce y generador de creatividad. Así como el niño logra a través del juego elaborar sus miedos y preocupaciones, (Segal, 1981) el hombre que mantenga un cierto monto de este carácter lúdico en su diario accionar, podrá también mantener la frescura frente al tantas veces implacable rostro de la realidad. Por esto es importante reconocer y tomar conciencia de que la angustia y su carácter ambivalente no sólo son inherentes a la existencia humana, sino que son un motor de nuevas propuestas de vida.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

ALARCO VON PERFALL, Claudio (1999) Diccionario de Psicología Individual. Madrid: Síntesis.

BALLY, Gustav (1972) El juego como expresión de libertad. México: Fondo de Cultura Económica.

CASTORIADIS, Cornelius (1999) Figuras de lo Pensable. Madrid: Cátedra.

FREUD, Anna (1984) Normalidad y patología en la niñez: evaluación del desarrollo. Buenos Aires: Paidós.

FREUD, Sigmund (1996) Más allá del principio del Placer. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

GREENACRE, Phyllis (1941) Trauma, Growth and Personality. Londres: Hogarth Press.

HUIZINGA, Johan (1973) Homo Ludens. Madrid: Alianza Editorial.

KIERKEGAARD, Soren (1960) Tratado de la Desesperación. Buenos Aires: Santiago Rueda Editor.

SEGAL, Hanna (1981) Introducción a la obra de Melanie Klein. Barcelona: Paidós.

SINAY, Cecilia (1993) El psicoanálisis, esa conjetura: El humano suplicio de interpretar. Buenos Aires: Paidós.

WINNICOTT, Donald (1958) Escritos sobre Pediatría y Psicoanálisis. Londres: Tavistock publications.

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