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Número 4 Agosto 2001
El duelo en la infancia
Marcela Fernandez Amado

Trabajo presentado en las Jornadas "Temas cruciales del psicoanálisis con niños",
de la Asociación Psicoanálisis del Sur

Mi idea es presentar algunas puntuaciones en torno al tema del trabajo del duelo en la infancia. Este encuentro fue convocado bajo el nombre: " Problemas cruciales en el psicoanálisis con niños". Yo no se si la cuestión del duelo en los niños es un tema crucial en términos generales pero si lo fue para mi cuando hace un tiempo y por esas cuestiones que a veces sucede en la clínica y no son fáciles de precisar, comencé a recibir consultas por niñas y niños pequeños que habían sufrido la pérdida de alguno de sus padres en diferentes circunstancias.

Lo primero que quisiera situar es que voy a abordar este tema desde Freud partiendo de entender a la infancia como un modo de inscripción y funcionamiento de lo sexual. Podemos decir que lo infantil tiene un estatuto determinado por el anudamiento en tiempos primarios de la vida de una sexualidad destinada a la represión.

Cuando Freud habla de la infancia ubica dos tiempos. Un primer tiempo, el de la infancia temprana, que será relevado por el período de latencia (el cual como sabemos se desarrolla bajo los influjos de la amnesia infantil), seguido por un segundo tiempo constitutivo de la subjetividad que ubica en la pubertad.

Me detengo en este punto porque intento poner énfasis en que la tramitación del duelo en tiempos de la primera infancia tiene características específicas en tanto dicho trabajo está atravesado por operatorias psíquicas estructurantes previas al segundo tiempo constitutivo de la subjetividad.

Situándome en la primera infancia es que voy a abordar el trabajo de duelo ante la pérdida de un adulto significativo. Trabajo psíquico que no será necesariamente patológico pero que en todos los casos representa un aumento de exigencia de trabajo para el psiquismo del niño. Esta exigencia conmoverá de modo definitivo o transitorio factores, elementos y operaciones propias del momento estructural que el niño atraviesa.

Así, el niño del fort/da podrá contar con elementos estructurales para simbolizar la ausencia y por ende cierto tránsito por la experiencia del dolor psíquico, lo cual no es lo mismo que pensar al niño atravesado por la lógica del mito de Narciso, quien está en trabajo de responderse a la pregunta: ¿cómo llegar a ser alguien, siendo de origen nadie?.

Por su parte, el niño que se encuentra en la encrucijada estructural del tiempo del Edipo, estará en trabajo de descubrimiento de su alteridad y su propia capacidad interpretativa para otorgar sentidos. Esta búsqueda de sentidos, abrirá posibilidades para que pueda dar su versión del duelo que le tocó vivir. Esta búsqueda de sentido, está posibilitada por una pregunta que ya puede formular: ¿quién es ese que ya no estará nunca más? y ¿qué es la muerte?. Pero lo hará de un modo particular, en términos relacionales: dónde está el que se fue para siempre, si está solo o acompañado, por qué se retiraron fotos de la casa, por qué los seres queridos que si están junto a él lloran... .

 

A propósito de abordar el trabajo de duelo en este tiempo de la infancia, quiero presentarles algunas viñetas del tratamiento de una niña de 5 años, que vamos a llamar Victoria.

 

Hace un tiempo atrás, una mujer llama a mi consultorio solicitando una entrevista. Dice que es urgente. Le doy un horario para ese día. Se presenta desencajada, con los ojos hinchados. El llanto acompaña permanentemente su decir. Dos días antes había muerto su esposo, padre de su única hija de 5 años, a quien llamaremos Victoria. Falleció en un accidente automovilístico cuando regresaba de un viaje de trabajo.

Victoria, no participó del sepelio de su padre. Magdalena, como llamaremos a la madre, decidió ocultárselo. Decía no tener palabras para comunicar a su hija algo tan terrible. Sin embargo, sus lágrimas fueron visibles para Victoria. "Me agarré el dedo con la puerta"; fue la explicación materna. La ausencia del padre, también fue evidente para Victoria. "Está trabajando"; fueron las palabras de Magdalena. Victoria respondió con una gran rabieta y un reproche: "Eso es porque vos lo peleaste". Magdalena supone que su hija alude a una discusión doméstica por unas camisas sin planchar que había ocurrido horas antes de aquel viaje del padre. Luego de la rabieta, Victoria se fue a la casa de una vecina y se negó a volver con la madre. Tampoco quiere que ella se le acerque. Magdalena había decidido entonces hacer una consulta psicológica.

Dolor y tiempo. Luego de aquella primer consulta, en la cual acordamos que vería a Victoria y continuaría realizando entrevistas con Magdalena, quedé conmovida y pensando, entre otras cosas, en el tiempo: el tiempo cronológico ( las 48 horas que separaron la muerte del esposo de la consulta), la urgencia de Magdalena y algo que me hacía cuestión: el tiempo de la infancia. Victoria tenía tan sólo 5 años.

Algunos de estos interrogantes comenzaron a desplegarse. Magdalena dice entender a Victoria en su bronca porque el padre no esté. Ella también había sido abandonada por su madre en la Casa Cuna. Tenía entonces 3 meses de edad y estuvo allí hasta los 9 meses. Luego volvió a buscarla y la llevó con ella quien ya estaba separada se su padre. Los relatos de su infancia eran profusos en anécdotas que muestran a su madre como una mujer distante, más preocupada por conservar a los hombres que se acercaban a su vida que a Magdalena. Cuando cumple 11años, su padre decide que viva con él y su nueva pareja. La convivencia se tornó difícil en el nuevo hogar y el padre decide dejar a su hija al cuidado de sus padres. Magdalena considera ese tiempo de convivencia con los abuelos paternos como el más feliz de su infancia. Esa armonía expira con el fallecimiento del abuelo. Ella cae en una depresión durante 10 meses. Hace un intento de suicidio: toma un frasco de barbitúricos. Una amiga la encuentra sin conocimiento y la asiste. Se recupera paulatinamente: comienza a trabajar, se va a vivir sola y conoce a quien en pocos meses de relación se convierte en su esposo. Al poco tiempo nació Victoria.

Magdalena describe la vida conyugal como plácida y con cuidados permanente del esposo hacia ellas: "El se preocupaba mucho por nosotras. Llamaba siempre por teléfono ( la actividad que desarrollaba lo mantenía varios días de la semana en otras ciudades)...preguntaba si la plata nos alcanzaba, cómo estaba Victoria. El tenía todo organizado para nosotras".

"...nosotras..."; "...entiendo la bronca de Victoria...". Palabras que muestran a una madre identificada como niña a su niña en duelo. Hecho que no carece de consecuencias para Victoria en tanto que la actualidad del posicionamiento simbólico de los adultos significativos impiden o no que la conmoción ( irrupción de lo real) barra con operaciones adquiridas o se detenga su tiempo de construcción.

 

Preguntas bastante obvias atravesaron las primeras entrevistas tanto con Victoria como con Magdalena: ¿quién es el paciente?; ¿cuál es la relación entre la pérdida y los trastornos de la niña?. Poco a poco las entrevistas con Magdalena se fueron espaciando y se hicieron mas frecuentes las entrevistas con Victoria, quien ya a esa altura "sabía" que su padre había muerto. También había comenzado a hacer más sonora su reacción.

A las rabietas cada vez mas frecuentes, se sumó la interrupción de la escolaridad en jardín de infantes ( la madre no pudo anteponer ningún recurso ante el rechazo de Victoria), terrores nocturnos, temor a quedarse sola y ...mentiras. Victoria había comenzado a dar su versión sintomática de la muerte del padre.

En Duelo Y Melancolía 1 Freud dice:

"...juzgamos inoportuno y aún dañino perturbar el duelo, lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad, pero la orden que esta imparte no se puede cumplir enseguida".

Vemos en esa frase que por un lado, no considera al duelo necesariamente patológico y por otro, hay una clara alusión al tiempo. En ese tiempo del trabajo con Victoria, entendí que se trataba de estar allí como testigo de cómo esa niña era trabajada por el duelo que le tocó vivir.

Victoria se mostraba verborrágica. Llegaba al consultorio, manipulaba juguetes pero no jugaba. Sus relatos eran interminables, confusos y sin puntuaciones. Sus palabras sonaban a palabras vacías.

Comenzó a manifestar dolencias físicas: dolores de cabeza, de estómago y algunos picos de fiebre. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud situó un isomorfismo entre el dolor físico y el dolor psíquico. Afirma que la investidura de añoranza del objeto ausente crea las mismas condiciones económicas que la investidura del lugar lastimado del cuerpo. Es decir, la añoranza provee de estímulos al dolor psíquico como los estímulos físicos lo proveen al dolor corporal.

Ahora bien: una de las características diferenciales del trabajo del duelo en niños es que el dolor psíquico encuentra una vía privilegiada de expresión en el cuerpo. En Proyecto de psicología para neurólogos, Freud afirma que la necesidad aporta investidura a las representaciones de objeto. El niño , tal como lo pensamos desde el psicoanálisis presenta una estructural necesidad de otro significativo. Esta necesidad, aporta un plus investidura a las representaciones del objeto de amor perdido. Este exceso de excitación btura la tarea de enlace. Cuanto más pequeño el niño, mayor es esta estructural necesidad y mayor entonces la dificultad de enlace ante el vacío de la pérdida y de modo mas predominante tienen lugar las expresiones corporales del dolor psíquico.

Respecto del trabajo de Victoria en sesión, paulatinamente los berrinches comenzaron a aparecer ante algunas puntuaciones : al finalizar de nuestro tiempo de trabajo, se enojaba y ofendía: "...ahora no te quiero mas...", eran sus palabras. Y salía corriendo por los pasillos a esconderse en otro consultorio. Frente a la madre, me acusaba: "Ella me pelea". Entendí que la separación hasta el próximo encuentro le sonaba a pelea y la pelea a muerte.( recuerdan esa escena de la pelea de los padres por las camisas que da consistencia a la primer versión de Victoria respecto de la muerte del padre). La enunciación "ahora no te quiero mas...no vengo mas acá..." era efecto de hacer activo lo pasivo (agieren) "jugado" en la transferencia: te puedo perder como él me perdió.

Paulatinamente, las sesiones comenzaron a poblarse de "historias raras". Para ese tiempo ya la madre me había puesto sobre aviso de que Victoria mentía y eso a ella la preocupaba mucho. Estando en sesión, un día tropieza subiendo las escaleras. Se ríe y asocia: "...ayer subí a mi pieza y casi me caigo. Papá y mamá me ayudaron y se reían". Luego de unas vacaciones, me cuenta que estuvo en la playa con el papá, quien había bajado "un ratito" del cielo.

Mentiras que no solo dan cuenta de su verdad sino que también muestran movimientos defensivos anteriores a la represión. En "El Fetichismo" Freud señala que en ocasiones el Yo desmiente un fragmento de la realidad intolerable, tal como el fetichista lo hace en relación a la castración en la mujer. Se trata de dos actitudes psíquicas diferentes que coexisten: una acorde al deseo de vida del padre ( papá estuvo en la playa) y la otra con la realidad ( un ratito, lo cual es: ya no está).

La madre se preocupa. Significa oscilantemente las historias de Victoria pasando de la sanción moral: "se está haciendo mentirosa" a la locura: "¿se está volviendo loca?". Mas bien, la operatoria de renegación le permitía a la niña en duelo una moratoria en lo que Freud llamaba "tarea de acatamiento de la realidad".

Lacan señala en el seminario VI que el duelo es el revés de la forclusión: es un agujero en lo real que convoca la reconstrucción en imágenes comandada desde lo simbólico. Al igual que el sueño ,vía condensación, desplazamiento y figurabilidad el duelo irá haciendo un trabajo de recubrimiento que mediará en la exposición del sujeto frente a lo real. Trabajo que tendrá tope, en tanto no hay todo simbólico. En mas de un sentido, de velar se trata y de ese modo modificar el lazo con quien ya no está.

Victoria, comenzó a interrogarse e interrogar a su madre acerca del padre. Del pasado y del "presente " del padre. Le preguntó por aquella pelea previa a la muerte, le pidió ir al Cementerio. Magdalena pudo comenzar a ser interlocutora de su hija, respondiendo y recorriendo los recuerdos de su esposo y su padre. Comenzó a poner a salvo del olvido marcas significantes que la conectaban con su dolor pero también con la posibilidad de sentir, imaginar, y pensar por ella misma: sus pedidos "urgentes" de entrevistas para preguntarme qué hacer con su hija y como responder a sus preguntas fueron cediendo.

Victoria visitó el Cementerio y comenzó a incluir "otro espacio" en sus relatos, lo cual tuvo un efecto ordenador y pacificador. En sesión, hace un dibujo con acuarelas (Fig) y dice: "papá ahora está viejito en el cielo...". Pregunto: ¿Antes no era viejito? ". Responde: "No!! Era joven; pero antes también era gordo. Ahora...no sé. Si se que está viejito. Debe estar con Francisco, no?" ( Francisco era un perro que había muerto antes que su padre). Victoria continúa: "Yo rezo: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...".

La imagen que su dibujo muestra en este trabajo de recubrimiento tiene ( quizá desde mi imaginario) señales de tristeza: sol con gesto adusto, lluvia, colores fríos. Tristeza decible y figurable que también nos muestra la puesta en marcha de operaciones simbólicas. Así, vemos categorias de espacio: cielo/acá; tiempo: viejo/joven; atributos de objetos: gordo/flaco, vivo/muerto que abonan el ordenamiento simbólico ante la conmoción pulsional.

La lluvia del dibujo pasa al juego. Arma con pequeños muñecos una escena en la que hay chicos y una mamá en la playa. Aparece el guarda-vidas, quien toca el silbato y dice: "afuera todos del agua, va a llover...". Todos salen y entra en escena un policía que quiere matar a todos. Pero llega un inspector y dice: "...acá no se muere nadie...". Efecto de puntuación que hace tope: no todos mueren, no todo se pierde, ella no se pierde para todos, no todos dejan que se pierda, no es ella para todos prescindible, quizá ni siquiera para el padre.

Los relatos comienzan a girar de las "mentiras" a los recuerdos encubridores. Pareciera querer reinventar al padre dirigiéndose en una segunda vuelta al objeto de amor. Recordamos que el duelo no es solo separación sino también asujetamiento. Este retorno necesario, no es el retorno de lo mismo. Se modifica el lazo con el muerto y el sujeto es modificado en este trabajo.

El duelo es entonces efecto de la privación, falta en lo real que convoca a un trabajo de recubrimiento y permita reubicarse en el mundo de los vivos. Es en este sentido que Victoria se interroga a su manera acerca de la muerte y en especial qué lugar ocupa ella para el muerto. Lo formula en términos relacionales: ¿dónde está?, ¿por qué está en el Cementerio y también en el cielo?, ¿va a volver?, ¿Por qué se fue?, ¿Por qué mamá lo peleó?, ¿Por qué la abuela y mamá lloran?, ¿El abuelo José está con él?, ¿El perro Francisco también?, ¿Cuándo va a ir ella allá, donde hay tanta gente conocida y querida?. Saber qué lugar ocupa para el que ya no está abonará la pregunta acerca de qué lugar ocupa para los otros que sí están: madre, abuela, amiguitos. Esto es, le permitirá seguir adelante en su historia libidinal con el muerto y con sus otros significativos del presente.

En un primer momento, el posicionamiento de Magdalena obturó el trabajo de duelo de Victoria. No le era posible sostener las operaciones escenificadas de la renegación, desplazamiento, identificación, sustitución, y enmarcar por la vía significante las alteraciones de conducta. Su propio trabajo de duelo en relación a su historia libidinal, obstaculizaban su capacidad de sostén.

Creo que el posicionamiento de los adultos ante un niño en duelo puede facilitar u obstruir el trabajo que el niño debe realizar. Siguiendo las reflexiones de un grupo de psicoanalistas argentinos que investigan el tema del duelo en la infancia 2, y sin pretender una taxonomía exhaustiva, podemos pensar que:

Si el adulto fracasa en la tarea de libidinización del niño en duelo, algunos efectos posibles serán el retraimiento, trastornos psicosomáticos, dificultades de aprendizaje, depresión.

Si el adulto asume por el contrario una actitud de excesiva protección e invasión del espacio psíquico del niño, se obstaculizará la circulación del dolor y el necesario despliegue de los impulsos hostiles.

Si el adulto reacciona colocando al niño en el lugar del sobreviviente y lo induce a ocupar el lugar vacío, o el de víctima, promoverá la constitución de tendencias masoquistas o resistencias del Yo que Freud llamó beneficio secundario.

Victoria, luego de algunos tambaleos, pudo dar su versión de la muerte del padre, habilitada por Magdalena quien lentamente abandonó las urgencias de los duelos suspendidos de su infancia y pudo dar a Victoria el tiempo de moratoria para el acatamiento a la realidad. En ese tiempo ganado a la urgencia, la niña operó una tramitación que tuvo en la operatoria defensiva (al servicio del trabajo de simbolización) elementos privilegiados para poner velos a la falta jugada en lo real. Esto es, desde Lacan, el duelo como revés de la forclusión.

Para finalizar y retomando la cuestión que nos convocó: los problemas cruciales, en el trabajo del duelo podemos situar un cruce que es un problema. El punto de intersección de dicho cruce es el tiempo. El tiempo social y el tiempo subjetivo. En nuestro tiempo social, las voces del discurso de conjunto3 dicen de una temporalidad acelerada e imparten mandatos de adaptación eficiente y resolución rápida a los conflictos. Así, el duelo es un trabajo difícil en el marco de este coro de voces en tanto reclama una temporalidad que está a contramano. La sociedad no tiene ya pausas, la desaparición de un individuo no afecta su continuidad. El imperativo de consuelo rápido y retorno a la rutina cotidiana es moneda corriente. En la ciudad todo sigue como si nadie muriese. Por otro lado, en todas partes se dice del carácter mortífero del lazo social actual. Citando a Phillipe Aries, expulsada de la sociedad, la muerte entra por la ventana.

Así como a principios del siglo XX el psicoanálisis hizo un descubrimiento en relación a la sexualidad en el niño desde una dimensión que le dio especificidad como disciplina, en los inicios de este nuevo siglo quizá el psicoanálisis aún tenga mucho por decir en relación al niño y la muerte. Tema que no es rápido, estético ni alegre; que incomoda y del cual menos se ha escrito. Quizá sea esto también consecuencia de los efectos del discurso de conjunto sobre nuestra práctica.

Notas

1 Freud, S: Duelo y Melancolía. Pg. 242. Ed. Amorrortu Vol XIV.

2 Pelento, M; Casanova, E; Merea,A; Popiloff,T;Morici,S;Wainer,A: Algunas consideraciones sobre los duelos en la infancia. Constituye parte de un trabajo de investigación llevado a cabo en Referencia Buenos Aires. Leído en el primer encuentro Psicoanalítico Interdisciplinario Pensar la Niñez, 1992 y publicado en Diarios Clínicos Nro 6, Lugar Editorial, 1993.

3 Concepto acuñado por Piera Castoriadis Aulagnier: enunciados provenientes de la cultura que ejercen una función de fundamento y certeza sobre los sujetos y están en concordancia con los ideales establecidos ( La violencia de la interpretación. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1988).

 

BIBLIOGRAFIA:

Alizalde, Alcira: CLÍNICA CON LA MUERTE. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1996.

Aulagnier, P.C: LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1988.

Bleichmar, S: EN LOS ORIGENES DEL SUJETO PSÍQUICO. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1986.

Casanova,E; Merea, A et al : ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS DUELOS EN LA INFANCIA. En Duelo y Trauma. Diarios Clínicos Nro 6. Ed. Lugar. Buenos Aires, 1993.

Hornstein, L; Aulagnier, P et al; DUELO Y TRASTORNOS PSICOSOMATICOS. REPETICION E HISTORIA. En: Cuerpo, historia, interpretación Ed. Paidos. Buenos Aires, 1991.

Nasio, J-D: EL LIBRO DEL DOLOR Y DEL AMOR. Ed. Gedisa. Barcelona, 1998.

Raimbault, G: EL NINO Y LA MUERTE. Ed. Saltés. Toulouse, 1995.

Scalozub, L: EL DUELO Y LA NIÑEZ. En Abordajes en psicoanálisis de niños. Revista APdeBA Nro 2 Vol XX. Ed. Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Buenos Aires, 1999.

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