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Número 12 - Diciembre 2017
Los avatares de la clínica psicoanalítica
Manteniendo la mirada en el malestar actual

Daniela F. Medina

   “Afortunadamente siempre hay personas para las cuales
todo nuevo conocimiento posee un invencible atractivo,
 a pesar de los inconvenientes que su estudio pueda conllevar”
Sigmund Freud (1)

Mi abordaje en este texto tiene como objetivo crear interrogantes que nos permitan ir forjando una brecha que nos lleve hacia un sendero de mayor claridad, no apelando a por si misma dar las respuestas, sino por pasar de un interrogante a otra, movilizar el significante como decía Lacan, de un significante a otro (2), que permita producir un deseo que sea el motor de nuestro actuar cotidiano; explorar en la génesis del pensamiento para ir dando sentido a los sucesos que observamos hoy en día en nuestro contexto. ¿Qué me dicen de la mayor demanda que llega a nuestros consultorios? Refiriéndome a niños y jóvenes con problemas en los procesos de aprendizaje, de adaptación, de ansiedad, de manejo de ira y de frustración, de déficits o, mejor dicho, de exceso de atención. Hago este comentario último ya que la mayoría de las dificultades expresadas en los pacientes referidos como deficientes de atención, resultan que no lo son, sino todo lo contrario, ya que tienen un exceso de atención solo que nunca hacia lo que el contexto les solicita, creando problemas en los contextos escolares, familiares y de relaciones, dado que produce que estos sujetos estén fijados en una escena, capturados por la imagen, imposibilitados de insertarse al orden simbólico, a la palabra, a la creación y al deseo.

Regresando, como la marea que va y viene, arrastrando a todo lo que se encuentre en el camino, para luego regresar con el agua más limpia, pero no por ello menos turbia, es importante reflexionar acerca de los avatares de la infancia y la juventud en su relación con nuestro contexto, a través de la mirada psicoanalítica. Actualmente la realidad parece una realidad aparte respecto a tiempo atrás. Los síntomas, las enfermedades, la forma de relacionarnos y hasta la forma de sufrir ha cambiado. Donde lo que vemos no es otra cosa que solo el reflejo de la sociedad actual, del malestar actual, de lo que vivimos día con día, de eso que muchas veces no queremos voltear a ver para evitar pensar qué es lo que acontece y cuál es el papel que nos toca a cada uno de nosotros hacer respecto a estos acontecimientos.

¿Qué es el estilo, sino una voz que da cuerpo a los conceptos? (3)

Cuando alguien habla de algún tópico, hay una parte de sí mismo que se escapa siempre. Son sólo los restos de nosotros mismos los que nos hacen entrar en disyunciones exclusivas, por lo que en este breve texto intentare dar cuenta de lo que mi experiencia clínica me ha mostrado, que no es otra cosa que el malestar que nos aqueja en la actualidad, entonces pues, hagamos un pequeño análisis que nos lleve a ubicar una línea de partida para lo que mi deseo me lleva a intentar trasmitirles.
Hago del psicoanálisis mi vida cotidiana. Considero que es condición necesaria ser crítico de nuestro quehacer y producir un discurso que dé sentido al hacer analítico desde nuestro contexto y al mismo tiempo que se haga extensivo el discurso psicoanalítico; que el psicoanálisis sea una opción ante el sufrimiento cotidiano y las diversas expresiones del padecer.

Creo que, como decía Lacan (4), la palabra es el parásito que nos habita, pero en estos tiempos nos damos cuenta que los parásitos también son resistentes a los cambios, el orden simbólico es de la pata que cojeamos y lo vemos en los padecimientos actuales. Pienso en lo cotidiano que encuentro: los trastornos de lenguaje en la infancia, que no permiten a los niños aprender la palabra del Otro por la falla en la trasmisión, la ilusión de la completud por la inclusión al campo virtual, la imposibilidad de algunos niños de controlar un cuerpo que les es ajeno, pues la palabra no los ha podido nombrar. Los síntomas que aparecen en la actualidad apuntan hacia formas en las que la Ley ha modificado su presencia en la subjetividad, y la tendencia a agrupar los síntomas cuya posible causa es completamente diferente, responde más a una estandarización como forma de controlar el "malestar", sin atender a que cada uno revela la fuerza con la que se impone el goce al deseo en nuestro tiempo. En este sentido, referirse a los "nuevos síntomas" (5) designa la dificultad de encontrar en el sujeto mismo lo que le anude a la lógica del lazo social en los términos de cohesión y renuncia a gozar. 

La angustia actual denuncia un sujeto capturado en un goce no acotado. Esto da pie a que no emerja la dimensión social del síntoma y más bien aparezca un grito corporal. De esta manera, aparecen sujetos —des-sujetados para la lógica clásica del lazo social— que se manifiestan a través de su cuerpo sin poder decir nada sobre aquello. Los sujetos quedan fijados en ese punto, que sólo les permite responder con el cuerpo.
La estructura simbólica esta remplazada por los simulacros imaginarios con los que el sujeto se identifica y con los que trata de utilizar como escapatoria ante el rechazo radical de la creencia del gran Otro que predomina en nuestra sociedad actual. Así, el sujeto se convierte en el diseñador de su propia historia y donde el único material disponible es su propia piel.

Entonces, nos surge la siguiente pregunta: ¿Cómo engañar a lo Real por la vía imaginaria que nos permita elaborar un discurso que posibilite un sufrimiento menor? 

¿"Engañar a lo Real"?, Lo Real siempre está ahí, en el origen del padecimiento del sujeto, en la angustia desmedida que en algunos casos genera que los cuerpos de los niños no encuentren calma, por ejemplo, en el balanceo desmedido de niños ante cualquier circunstancia que les genere tensión, mostrando el desborde de lo Real, es decir, ante la imposibilidad del establecimiento de bordes que delimiten el cuerpo (no pueden poner coto a eso que intenta salir aún a pesar del cuerpo mismo). Lo Real está ahí en lo que vemos en la clínica de niños y jóvenes donde la chica diagnosticada como obsesiva compulsiva se muerde los labios hasta sacarse sangre, donde se rasca sus granos hasta hacerse ampollas, donde se corta las piernas o brazos con una navaja, donde con una pluma escribe su nombre en su piel con tal repetición que deja la herida de su nombre tatuada en ella; es ese intento de nombrar algo, entrar al orden simbólico desde los recursos que su historia le ha permitido tener a la mano, por un lado, la piel que requiere ser nombrada por una palabra que no ha llegado y, por otro, encontramos la virtualidad que nos ofrece ese campo imaginario para mantenerse en completud.

Pero vamos más allá, y analicemos dos conceptos: Engaño y lo Real. Lo Real es eso que no se puede simbolizar, es decir, que no existe palabra que pueda nombrar, pero que desde las entrañas del sujeto se empecina en salir, brotar desde lo más arcaico para mantener eclipsado al sujeto, estático, al borde de la muerte, capturado en un goce mortífero que lo ancla hacia su destrucción. Por otro lado, tenemos al engaño. Esa realidad neurótica que funciona como esa posibilidad, esa alternativa del sujeto de amar, de velar ese objeto perdido con capas que distorsionen lo ominoso de la verdad del sujeto, construyendo ficciones que le permitan vivir.

Actualmente acudimos con mayor frecuencia a distintos fenómenos en los niños y  jóvenes que antaño eran impensables aún para los adultos, ¿a qué debemos este importante cambio? Hay muchos factores sociales que han influido, podemos mencionar a este “empuje a la perversión” (6) del que habla la psicoanalista Susana Bercovich, refiriéndose a la tendencia actual en el lazo social por modificar las relaciones que se establecen entre los sujetos, de acuerdo a los intereses del actual sistema de producción capitalista mundial, donde el cuerpo ya solo es un producto de consumo.  Pero también el impacto psíquico que esto tiene a su vez sobre los sujetos, es lo que produce que hoy en día veamos cómo es usual que los niños sean remitidos a nuestros consultorios por supuestos diagnósticos de “trastornos de déficit de atención”, por ser muy “dispersos”, estar inmersos en problemas de “bullying”, presentar “cortes en el cuerpo”, tatuajes, piercings, tener adicciones, dígase ludopatías o relacionadas con el “cyberworld” (es decir, juegos de video, redes sociales, chats, paginas innumerables de prácticas que intentan dar respuesta al vacío actual como: asfixias, clubs clandestinos, cybersex, etc), también depresiones, bajo rendimiento y desinterés académico, bulimias, anorexias, entre un universo en expansión de síntomas que reflejan el malestar actual.

Retomando a la Dra. Lidia Agazzi podemos decir que:

“Lo que se observa hoy en día es lo que no tiene nombre ni figura: el alfiler del gancho atravesando el pómulo de un sujeto, el intento de escritura en el cuerpo, las escrituras con el cuerpo. Por lo anterior es importante analizar aquello que no hace demanda analítica, sino performance. Acudimos a la aparición de nuevas zonas erógenas, trazos que no alcanzan el valor de significante, por ejemplo, algo que el sujeto no puede tramitar, lo manifiesta en su propia piel.” (7)

Volviendo al arriesgado "engaño de lo Real", que antes mencionaba, pienso en la matrix (8), como ese velamiento imaginario virtual de lo que existe en el mundo real para intentar establecer una forma de lazo que le permita al sujeto sobrevivir.

En la sesión analítica es el amor de trasferencia ese “engaño” que permite al sujeto neurotizarse, pero no por la dirección o mandato del analista sino por la condición estructural del sujeto, por un lado, y, por el otro, la función de objeto “a” que cumple el analista, figura que sirve como moneda de canje de los fantasmas que le aquejan al sujeto por nuevas ficciones que permitan el paso del sufrimiento hacia otra cosa por la vía creativa, pasar de la acción con la que el sujeto en ciernes intenta comunicarse de la manera que le es posible, con los recursos de los que su historia lo ha dotado hacia el acto creativo.

El psicoanalista está en el lugar del objeto ”a” que representa como imagen al no todo, la falta en la propuesta de la totalidad; es por eso que afirmamos está en un no-lugar, es decir, en el lugar del hueco, de lo que no hay, de la hiancia. Está para que con la palabra diga “no hay totalidad”. Está para que el sujeto ponga límites al universo de su goce.

Sabemos que de lo simbólico en la actualidad es de la pata que cojeamos, cotidianamente observamos el resultado de estas fallas, por un lado en la transmisión de la palabra, en donde la madre no otorga a su hijo(a) su palabra como  ser castrado y en cambio la sustituye por la completud virtual; pensemos en las madres que al momento de dar a luz toman primero una foto para subirla a fb (9) que mirar a los ojos a su hijo, así, por otro lado encontramos el mostramiento de la imposibilidad de generar fantasmagorías(10) (termino al que alude Néstor Braunstein, para nombrar a las explicaciones del origen por medios simbólicos) que permitan mediar la angustia que genera la cercanía con lo real del cuerpo, pues, antes estaban las abuelas que daban los remedios a los padres para los malestares de los hijos, ahora, ¿qué encontramos?, la ciencia que dice que el fármaco es el que tiene la respuesta de todo.
           
Retomando las redes sociales, creo que ofrecen un paliativo en ocasiones para no enloquecer, o mejor dicho, son un recurso imaginario, que ha funcionado para que el sujeto pueda seguir estableciendo lazo, aunque no por ello sin pagar un precio, que se refleja en el malestar de las sociedades que son la tendencia a la perfección, por eso el alto consumo de lo light, el alto índice de cirugías estéticas, la delgadez extrema a la orden del día (que esa es otra historia) ahí entran las tan observadas narcisopatías que como nos menciona el Dr. Alejandro Salamonivitz:

“Ponen de manifiesto el paradigma que sostiene a las enfermedades del silencio, habitando un mundo de espejos en movimiento, que a manera de caleidoscopio los hace percibir un universo hecho de los pedazos de su propia imagen” (11).

Recordando lo dicho en líneas anteriores, establezco mi posicionamiento clínico para fundamentalmente  reflexionar acerca de los avatares del sujeto en ciernes, dígase el goce y las respuestas de la sociedad posmoderna ante este, tomando sus enseñanzas y adaptándolas a nuestro contexto, no renunciando, generando alternativas para los padecimientos que a diario vemos en nuestros consultorios.

”Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podría hacer de su ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la dialéctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico? Que conozca bien la espiral a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes” (12).

Por tanto, es de gran relevancia abrir las interrogantes acerca del sujeto en ciernes en su época actual, permitiendo establecer un corte en el goce en el que esta capturado, por medio de construir puentes que permitan propiciar nuevas formas de producción simbólica, para posibilitar la existencia del sujeto deseante que pueda crear diversos caminos que le posibiliten producir un discurso que le haga menores sus males. A final de cuentas, es ir produciendo tesis que se ponen en juego cada sesión analítica.

“Muchos niños desean ser paridos por padres que los deseen locamente. Sí. Hasta la supervivencia de la especie depende de nuestros deseos”  Belén Galiotti (13)

Mucha es la demanda y poca la oferta en el tratamiento de niños y jóvenes por parte de los psicoanalistas, la mayoría de los pacientes que son remitidos a nuestros consultorios son niños, pero pocos son los psicoanalistas que deciden trabajar con ellos, dado a que quizá, es más complicado, requieren un trabajo interdisciplinario y  se tiene que lidiar con los padres, además el trabajo es más dinámico, flexible, creativo, apelando a la imaginación y a la construcción, no por ello menos serio o riguroso.
Pensar el psicoanálisis con niños y jóvenes nos ubica en otra posición, es decir con una mirada hacia los orígenes de la constitución  del psiquismo en el sujeto. Es difícil pensar en un psicoanálisis cuando el aparato psíquico se encuentra en construcción.
Recordando a Freud podemos notar que siempre tuvo interés por los diferentes aspectos de la vida del niño: su sexualidad, sus fantasmas, como reconstruye su pasado, como inicia su culpabilidad, angustia y los conflictos que todo esto genera.

Cito a Goya cuando dice que: "La fantasía, aislada de la razón, sólo produce monstruos imposibles. Unida a ella, en cambio, es la madre del arte y fuente de sus deseos” (14)

Mencioné esta frase ya que al escucharla me remitió a algunos recuerdos acerca del trabajo con niños y jóvenes, pero no podemos pensar que en el trabajo con niños vamos a acostarlo en el diván e interpretar el discurso que elabora sesión tras, sesión, es necesario ubicarnos en una posición diferente, ya que el  niño es traído a sesión por sus padres o a solicitud de ser el malestar de alguien más, dígase la escuela o la familia, por ende, la transferencia se pone en juego de diferente manera, además el aparato psíquico del niño está en construcción.

Pensemos en las variaciones del proceso analítico si el aparato psíquico no es innato, sino una construcción del sujeto a lo largo de la vida, es decir, el aparato psíquico podemos concebirlo en la forma más arcaica como  un receptáculo de estímulos exteriores e interiores a razón de los cuales van quedando registros. Es decir, un niño al nacer, es un ser vulnerable que se encuentra a merced de sus padres, una bola de carne arrojada al mundo en donde el deseo mismo de sus padres, la relación de apego con su madre y los cuidados primarios de la misma, es decir las zonas de contacto de la madre con el niño al momento de limpiarlo, amamantarlo, bañarlo y acariciarlo, el reconocimiento del niño en la mirada de la madre, como un ser deseante, es decir, la madre pensara y ¿qué quiere mi hijo de mí?, pregunta que dará paso a la separación de la madre-hijo, la llamada célula narcisista, pues hay que tener en cuenta que los cortes son los que va a ir permitiendo que ese pequeño monto de carne se convierta en una escultura, que pueda cobrar vida propia y se le permita vivir.

Claro, en un primer momento el niño requiere del aparato psíquico de la madre para luego construir el suyo propio. Pero qué pasa cuando solo hay vacío en la mirada de la madre, un no deseo de la existencia del  mismo, aniquilamiento, aplastamiento, con fallas en la represión en su proceso edipico o una imposibilidad de lectura de la demanda del niño, se producen niños hiperactivos, imposibilitados de insertarse en el orden simbólico quedándose en un mundo  imaginario de los videojuegos, internet o con tal angustia tras la cual solo encuentran la navaja para mutilarse ese cuerpo que no está reconocido.

El niño como objeto es sometido a situaciones muy diferentes. Y la idea del psicoanálisis es, recordando a Lidia Agazzi, rescatarlo como sujeto. El psicoanalista que trabaja con un niño tiene que vencer su propio pudor para intervenir con alguien que está en constitución, que viene con los padres, que se presenta a veces como un ser frágil o angustiado... Como si hubiese un punto ciego del analista en torno a lo infantil que debe trabajar primero en su propio análisis, para poder acceder al lenguaje del niño y a sus formas primarias de expresión, que a veces no pasan por la represión, que pasan por el desborde pulsional,  por  pasajes directos al cuerpo, a través de trastornos que tiene que ver con la alimentación, con el sueño, etc. Pero en la mayor parte de los casos descubrimos que, a medida que avanza el análisis de un niño, las acciones motoras desbordadas, los trastornos y los síntomas, van cediendo paso a expresiones discursivas, a posibilidades nuevas de simbolización y sublimación. Esta apuesta,  por así decir,  justifica que los psicoanalistas insistamos en el trabajo con los niños. Trabajo que compromete una ética personal. Ética que acota algo que en psicoanálisis se llama “goce”. Creo que el psicoanalista de niños tiene que poder renunciar al “goce del niño”, al  disfrute del niño como tal, para poder analizar.

 “No estoy buscando un cuerpo. No estoy buscando, porque mi cuerpo es normal, es un cuerpo que siente frio” (15)     

¿Qué escucha el psicoanalista en el malestar actual? Escucha voces que resuenan sin cuerpo, las voces del gran Otro que no logran inscribirse simbólicamente en los cuerpos, cuerpos que buscan ser nombrados e interpretados ante el fracaso del Gran Otro y que ante la imposibilidad se muestran sin bordes, tratando por medio de la repetición contornear lo desdibujado, utilizando objetos que coloquen la falta que no está inscrita.

“Hay algo que (el psicoanalista) tiene que hacer, que ha hecho siempre: escuchar. Pero escuchar significa también poder estar atento a las características de la subjetividad de la época. Que si bien en ciertos aspectos el concepto del sujeto dividido, el sujeto de lo inconsciente, los conceptos psicoanalíticos mantienen su vigencia, no hay un sujeto que se estructure de otra manera, (uno) en el que no existe el deseo, la pulsión, el goce, el fantasma, bueno, en algún sentido cambian algunos contenidos, pero no la forma, digamos así, la estructuración del sujeto. Sigue habiendo formaciones del Inconsciente independientemente del contenido con el que se llenen, entonces, yo creo que se trata sí de escuchar, y claro, no atenerse a tener que diagnosticar conforme a ciertas clasificaciones clínicas y demás, la clasificación y la estructura es (son) un referente teórico, que tiene un cierto valor, pero no para etiquetar a los sujetos, y claro, estar precisamente imbuido de las características de la cultura, de la época, si bien la práctica analítica aparece como muy aislada, marginal, en la intimidad del consultorio, (si bien) se aísla, necesariamente (lo hace) para poder escuchar del exterior, pero, si tomamos, justamente, la topología, como la maneja Lacan, ese interior del consultorio del psicoanalista está en continuidad con el exterior; hay que cerrar las puertas, incluso las ventanas para que el ruido externo no perturbe la escucha, pero no puede cerrarse al exterior, en la medida que tiene que… ya lo decía Lacan en Función y campo de la palabra…, (hay que) estar al tanto de la subjetividad de su época, del sujeto de esta época”

Volvamos entonces a la escucha analítica, Si, ese instrumento que como el bisturí es inherente al médico cirujano,  para nosotros  la escucha es esa que nos permite hacer cortes, remarcar los contornos, localizar los bordes, analizar las partes que componen y dan cuenta de la sintomatología que le es propia a cada sujeto, localizar el sufrimiento y por medio de la palabra, la creación, la invención,  dar cauce al sujeto del inconsciente, para que el analizante construya los elementos que le permitan tener una contención ante el desborde pulsional que le produce su sufrimiento especifico, y así pueda transitar hacia un camino que le permita sufrir menos.

El analista escucha lo que viene de afuera y se muestra dentro de cada sesión analítica, el malestar que le aqueja a cada época, ¿Cuál es el malestar que escucha el analista actualmente?
Los niños y jóvenes, que son diagnosticados y callados en la frecuente administración de fármacos, la que se produce al estar inmersos en el mundo virtual de las redes sociales. Del Uno encapsulado, del colapso del sujeto capturado en el campo imaginario, de la falla en el campo de la palabra, negando el gran Otro, del no lazo.

Se está solo con su propio cuerpo, solo para responder ante otro que no cuestiona. El sujeto está solo, tras las dificultades para establecer un lazo, por la imposibilidad del orden simbólico y la captura de la imagen. Se está solo con el síntoma, soledad para enfrentar su sufrimiento o el dolor de existir.

Ante el predominio de la imagen y el sujeto centrado en su narcisismo, se da la puesta en acto del sujeto de la imposibilidad. Se actúa lo que no se puede simbolizar, repitiéndose, repitiéndose cada vez con más fuerza para dejar una marca, que termina siendo una herida en el cuerpo que pueda representar lo que no tiene nombre.

Actualmente acudimos a diversos fenómenos que establecen modificaciones en los padecimientos de los sujetos, por un lado la violencia, que nos enfrenta a escenas que son innombrables, por otro lado los mercados que nos exigen un modelo de vida preestablecido y la universalización en la salud, la educación y la forma de conducirnos. También tenemos a la tecnología que apela a la construcción de imágenes perfectas que nos representan modificaciones en las relaciones, la clasificación desmesurada y la sobre medicación de los niños. Todo esto nos atañe, pues es nuestro contexto el que está influyendo en la constitución de la subjetividad que llega a nuestros consultorios padeciente de la realidad que nos ha tocado vivir.
El analista no cuenta más que con su escucha, escucha que permite dar voz a ese enjambre de voces que componen al Otro, para así crear diques al goce, que vayan hacia el encuentro de un discurso que tenga un cauce alternativo que le permita establecer un lazo del que se sirva el sujeto para sobrevivir.

Notas

(1) Freud, S. Lecciones de introducción al psicoanálisis. Obras Completas de Sigmund Freud. Edición Estándar.  Volumen 15 (1915-16). Conferencias de introducción al psicoanálisis (Partes I) conferencia de Introducción.

(2) Lacan, J. El Seminario. Del deseo y su interpretación, Clase 1 (1958).

(3) Gómez, A M, La voz, ese instrumento (Prologo de Juan David Nasio).  

(4) Lacan, J. Seminario24 Le Sinthome, 1976.  

(5) Las comillas designan al adjetivo nuevo como algo en relación a lo histórico del término, pues estructuralmente es igual que los viejos conceptos, es una organización  de compromiso dentro del aparato psíquico, una formación del inconsciente, pero su sentido tiene una mutación respecto a los conceptos de antaño, por el contexto en el que se muestran y su relación propia con el goce del que da cuenta.   

(6) Bercovich, S. Nuevas formas de subjetivación. Revista virtual Carta Psicoanalítica, 2010.  

(7) Agazzi, L. El psicoanálisis en el cambio de siglo, publicaciones del CPM, 2000.  

(8) Me refiero al film de los hermanos Wachowski, estrenado en 1999.

(9) Siglas de la red social llamada Facebook creada por Mark Zuckerberg, 2004.

(10) Braunstein, N. El discurso del psicoanálisis, Siglo XXI editores, 1986.  

(11) Salamonovitz, A. Del silencio a la palabra. CPM, 2006.  

(12) Lacan, J. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Escritos 1, 1966.

( 13)   Galiotti, B. Cuando el agotamiento funciona como anestesia, Revista virtual El Gran Otro, 2017

(14) De Goya, F. Frase célebre del artista, pintor y grabador francés  del s. XVII

(15) Lucia: una niña de 7 años remitida a mi consulta, por un diagnóstico de Síndrome de Asperger.

 

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