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Número 10 - Noviembre 2008
Lo femenino y la mujer en psicoanálisis
Diana Voronovsky

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..."pero ella desempeña un papel fijado por el destino, y esta en situación difícil"….
S.Freud, Análisis de la fobia de un niño de cinco años

Sexo débil-segundo sexo- segunda línea- detrás de un gran hombre-musa inspiradora-frases que acompañaron a la generación de mujeres a la que pertenezco y que hemos transmitido a nuestras hijas que pueden acceder al éxito social , por lo tanto deben luchar y crecer en su orientación profesional, que además no hay motivo para no ser bellas y cortejadas y, por supuesto, que ser madre es una posibilidad apasionante que es bueno no perderse. Es así que nos faltó quizá enseñarle el juego que hace femenina a una mujer.

El juego que menciono es el que está escrito en la carta de amor que escribió Lacan, quien aprendió de Freud, carta lacaniana, donde escribió que mujer no es igual a femenino, como hombre no quiere decir necesariamente, masculino.

El tema del que nos ocupamos es vasto, por el hecho de ser uno de los fundantes y fundadores de la doctrina , ya que sitúa un punto de inflexión , un giro y un avance por parte de los aportes de Lacan, a partir del cual ya no se conceptualiza lo femenino y lo masculino de la misma manera que lo hacía Freud, y ese hecho, marca por supuesto eficacias en nuestra clínica. La actualidad, por su lado, nos obliga en la dirección de tratar cuestiones que no han perdido vigencia en la medida que el anudamiento de amor, sexo y reproducción se encuentra muy amenazado en nuestra civilización actual.

Habida cuenta en nuestros días de las difundidas teorías acerca del género, vale también una distinción en esa dirección. La teoría del género se sostiene en una definición biológica del sexo, ajustada a la reproducción, responde a la lógica de la clase y del atributo, estableciendo una dualidad masculino/femenino, es la lógica de la identificación imaginaria con el sexo, que no basta para determinar la sexuación.

El sujeto en análisis se pregunta ¿soy una verdadera mujer?, no soy demasiado masculina?,…."la ropa que elijo es muy seria pero gusta cómo me queda, me siento muy femenina con ella…pero lo soy realmente ?"

Otra dice: una mujer llegada la madurez tiene que renunciar a seducir,… y en verdad a veces todo un análisis se centra en estas cuestiones ya que es el modo en que la clínica testimonia de las vacilaciones que encuentra la pregunta bajo las formas de la neurosis, la psicosis o la perversión.

La teoría de la castración conduce a Freud a un impasse en 1937: temor de castración para el hombre la envidia del pene para la mujer, deseo este que hace conjunto de las mujeres unificándolas.

Del recorrido por la temática freudiana en relación al tema de la femineidad hay varios polos , por ejemplo se puede tomar a nuestro entender, la noción de bisexualidad, el concepto de libido, la diferencia de los sexos y el devenir mujer como corolario. Por razones obvias nos centramos en este último dejando el hilo que sugerimos como una continuidad necesaria para una lectura minuciosa.

Para Freud la femineidad sólo puede ser concebida como un devenir que se abre a la niña a partir de su complejo de masculinidad. Esta es una articulación que se encuentra en germen a partir de tres ensayos, 1905, y en los artículos sobre las teorías sexuales infantiles. Es a partir del efecto del complejo, que la niña se reconciliará o no con su anatomía y la envidia del pene se convierte en el término indispensable del análisis de una mujer. Es así que el destino de la femineidad en la doctrina freudiana permanece problemático desde la perspectiva de que el todo es fálico, mientras que ella es no todo fálico, desde ahí entonces, nada se puede hacer para ayudarla ya que el análisis no puede aportarle lo que reclama.

Es comprensible la razón de las dificultades y contradicciones a las que Freud deberá enfrentar en los dos grandes artículos de 1931 y de 1932, sobre el final de su vida y de su obra, " La Femineidad" y "La Sexualidad Femenina" y es asombrosa la vigencia de las cuestiones en torno a la femineidad .

El psicoanálisis le debe a las histéricas que en el diván de Freud sostienen una pregunta que desborda ampliamente las razones de su novela familiar. El discurso de la histérica- que Lacan eleva a matema de discurso-, en la medida que da cuenta que el artificio analítico histeriza al analizante más allá de cualquier diagnóstico. Es sabido que la verdad del saber analítico se encuentra directamente ligado al modo en el cual la femineidad es tomada en cuenta. Dicho matema tiene por función demostrar que el mito edípico y la lógica fálica desconocen la existencia de la mujer en su dimensión de femenina.

No obstante es gracias a este déficit puesto en juego en la conducción del análisis de Dora que el psicoanálisis aprovecha con beneficio de inventario para la praxis al tomar en cuenta el enigma que representa "la otra mujer"

Es por ello que el descubrimiento de los objetos parciales de la pulsión se hizo gracias a las histéricas en análisis ya que va a buscar el objeto en el campo del otro. Esos son los inicios del psicoanálisis que le debemos a Freud y a sus siempre renovados historiales clínicos.

Ahora bien, recordemos que es la función del fantasma como lugarteniente de una relación imposible de significar como tal constituye el hilo de lectura de las elaboraciones de Lacan con Freud y toman su punto de partida hacia 1908.

En el artículo de Freud sobre "Los fantasmas histéricos y su relación con la bisexualidad ", Freud establece que todo síntoma histérico tiene siempre dos fantasmas sexuales en los cuales uno tiene un carácter masculino y el otro un carácter femenino. Freud va a retomar esta tesis en el año siguiente en sus "Consideraciones generales sobre el ataque histérico", y es esta bisexualidad que toma la trama del fantasma histérico la que jugará un rol central a lo largo de la obra freudiana y ofrecerá el camino para los desarrollos de Lacan quien en su iluminadora descripción del ensayo "Sobre la sexualidad femenina" da cuenta de la complejidad de esa relación con lo "activo y con lo pasivo".

Lacan entonces ahonda esta afinación conceptual con la noción del "hacerse de la pulsión que soslaya toda noción de pasividad –actividad, campo pulsional donde la cuestión pasa por hacerse objeto de la pulsión del otro. Es así que hacerse poseer sexualmente, es una forma de pasivación pulsional a la que la mujer sólo podría acceder luego de haber hecho el duelo de una posición puramente fálica, es decir necesariamente narcísica, como la que escuchamos de las mujeres anorgasmicas.

Cuando Lacan se pregunta sobre cómo puede la mujer superar el penisneid, se encuentra con la función de la mascarada, ella la cumple ofreciéndose al deseo del hombre como objeto fálico, un falo no detumescente que la erige en deseo de él. Ahora bien es un juego que supone , que ella sepa , que el poseedor del falo es sin duda el compañero. No es lo mismo el alarde en el plano imaginario, ostentación que tiene su eficacia para la frigidez en la mujer, no es lo mismo entonces que una mujer capaz de sostener su femineidad en tanto mascarada ya que al dar en el plano simbólico, su falta al compañero de otro sexo, le da la posibilidad a este de ocupar un lugar masculino.

Al retomar en el seminario del objeto la cuestión de la mascarada, le da a ese "encanto erótico difuso" el nombre de objeto a en tanto objeto causa de deseo y que continua en los seminarios "…Ou pire", "Encore" y el escrito L’etourdit.

Profunda continuidad y comunidad que va de Freud a Lacan en un hilo conductor como elaboraciones de obras en curso y en ningún caso obras cerradas .

Es a partir de las tesis freudianas sobre la femineidad que Lacan llega a sus famosas fórmulas "la mujer no existe" y "no hay relación sexual". Fórmulas que leemos como puntos de partida de la doctrina freudiana y que encuentran sus forma axiomática en Lacan.

Del penis-neid al dolor de existir.

Lejos de la división entre dos sexos y en las variaciones del goce Lacan se autoriza a la modificación de la pregunta de ¿Qué quiere la mujer? a ¿Qué desea una mujer? y, finalmente, a establecer la condición y estatuto del goce femenino.

La lógica de la elaboración freudiana conduce a un impasse, por lo que Lacan pondrá el énfasis menos sobre la identidad, femenina o masculina, que sobre el goce, y, menos sobre la castración y la reivindicación que conlleva , que sobre la división que la primacía del falo introduce en la niña.

Es a lo largo de un desarrollo de la doctrina, y que pasa por trabajos tales como, "Propuestas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina", -1958-, "La significación del falo", trabajos que van de los años 60, hasta llegar al seminario 20,- Encore- donde va trazando el terreno en el cual los límites de la femineidad son interrogados bajo otra luz.

Con respecto a la femineidad, es en la intersección de estos dos campos, que se coloca dicha cuestión y en la medida que ella se revela en tanto que estos dos campos bien se recubren, bien se disjuntan.

Un problema a tener en cuenta para situar lo fem enino lo encontramos en el hecho siguiente: aunque sea real decir que hay dos sexos, no se puede afirmar que el segundo sexo existe para entrar en relación con el primero, y que esa adecuación de ser posible define lo masculino y lo f emenino. Los hombres y las mujeres como seres sexuados no son identificables. Es un tema articulador de cuestiones fundamentales al psicoanálisis las variaciones de las que Freud se sirve al modo de un resorte para ir desplegando la doctrina. No se trata entonces del sexo sino de una cuestión central el único complejo: femenino y masculino dependientes de la eficacia de este problema común-

Freud tuvo que elaborar un mito para dar cuenta de una imposibili dad que Lacan sitúa como la ausencia de relación sexual. La relación al otro sexo se instala por caminos complejos, pero no sólo por la condición y característica propia de la femineidad. Es en tanto que sexuados que habitamos este mundo pero el enigma de la diferencia de lo masculino y lo femenino en su dimensión inconsciente es irreductible tanto al discurso social como al saber biológico.

Diferencia de lenguaje ya que es el pasaje de lo sustantivo a lo adjetivo que abre toda una problemática . Ni todo lo masculino está en el hombre, así como lo femenino no es predicado exclusivo de la mujer. Entendemos que es esta dirección que Lacan se ve llevado a elaborar la lógica de la sexuación que es preciso distinguir de la sexualidad, ya que se trata del decirse, femenino o masculino, de un hecho de lenguaje.

En una pequeña notación de Lacan en Létourdit, evoca lo que llama el escándalo del discurso analítico, el escándalo en cuestión es precisamente el hecho de que en el mismo discurso analítico, desde Freud se elide la diferencia que hay entre los sexos, le imputa ese escándalo a Freud y señala en qué consiste: Freud trasladó a las mujeres lo que había señalado en los hombres: les había aplicado la misma vara, la vara fálica y su consecuencia, vale decir, no haber logrado pensar y situar en la estructura la diferencia hombre-mujer de manera satisfactoria.

Debemos tomar en cuenta una dimensión que no es reductible a las oposiciones significantes ni a la lógica del atributo, sino que exige una construcción singular en cada uno de los momentos: tal como lo entendemos la del goce y sus modalidades en relación al otro sexo.

El concepto de Otro, que Lacan introduce, es otro que uno, por lo tanto no se lo puede identificar. Al caer la barra sobre la completud imaginaria del Otro nos encontramos con la escritura del goce femenino.

Es de este modo que lo femenino con sus conocidas evocaciones de enigmático, desconocido, inaccesible, encuentra su apoyo en el uno de la diferencia, en la alteridad de lo que es absolutamente otro, no se lo puede identificar, y se sutrae a lo clasificatorio : ni el deseo ni la pulsión dan acceso al Otro.

No es en absoluto la diferencia sexual anatómica de los sexos la que otorga prevalencia al falo ya que no se trata del hecho de que habría algo por un lado , mientras que por el otro no habría nada. Recordemos una vez más, la concepción freudiana, concierne a la prevalencia que la doctrina otorga al falo para los dos sexos, sin considerar lo que sería propio de lo femenino, siendo la posibilidad, tal como lo escribe en la organización genital infantil, órgano genital macho o castrado.

Ahora bien, falo designa el punto de imposibilidad donde un significante no puede nombrarse. Freud se limitaba, a diferencia de Lacan, a una diferencia anatómica de la mujer, considerando que de hecho, ella estaba marcada por un menos en otras palabras: que su castración era efectiva. ¿Qué consecuencias subjetivas, qué sentido adquiere para el sujeto no tener? Freud lo llamó penis neid, es el nombre freudiano para la subjetivización del no tener. Demandante crónica de un don que nunca le llegará, la mujer freudiana, con tal de obtener lo que demanda nada la detendrá para ofrecerse sacrificialmente al altar del padre que sí lo tiene .

Cuando se dice que la obra de Lacan es un retorno a Freud, se quiere significar que Lacan lee y avanza allí donde la teoría freudiana encuentra un impasse. La versión del padre de Lacan difiere y cambia la doctrina freudiana hasta el punto de dar las claves para una clínica lacaniana, así por ejemplo para la histérica, el amor al padre es fundamental, en la medida que le atribuye un saber sobre la mujer que no existe.

La posición femenina no se reduce a aceptar no tener el falo, sino a una relación sutil con "ser el falo". Es interesante notar que también el hombre puede ser histérico y por eso Lacan nos dice "Sócrates, perfecto histérico".., debido a que "está todo" en la función fálica, en cambio de una mujer es difícil decir "perfecta histérica" porque participa del Otro. Es no toda histérica, lo sepa o no.

La Otra mujer le interesa en la medida en que supuest amente ésta se realiza como síntoma del hombre. Eso es lo que le interesa a la mujer histérica.

Son las modalidades en que se establece la relación con el único símbolo de la castración, el falo, que al elevar al órgano a ser un significante, se instituye una función, la función fálica.

A partir de 1932 en adelante, Lacan no dejó de enseñarnos la eficacia que desempeñan las relaciones entre el hombre y la mujer, su papel mayor en los síntomas, y allí no hace más que proseguir el camino freudiano, la función fálica hace irrealizable la relación sexual, ya no proviene de la castración en el tener. Sino de cómo el sujeto se inscriba en la función fálica, obtendrá de este modo valor sexual hombre o valor sexual mujer.

La sexuación , más allá de las identificaciones- una identificación sexuada no es lo que determina su sexo, mujer o varón, la identificación con un rasgo tomado del padre, no significa que el sujeto se halla sexuado como hombre, una niña puede tomar de su madre un rasgo femenino lo cual no significa, soy una chica y menos aún soy una mujer femenina.

Estar del lado femenino no quiere decir que se acepte la castración ya que no se trata de resolver el enigma de la femineidad excluyendo la referencia fálica. En este sentido se equivoca el rumbo cuando se toma a la maternidad como lo que hace existir a una mujer, en tanto tiene un hijo. Siendo un hecho de nuestra experiencia clínica que la maternidad misma puede ser considerada como formando parte de la patología femenina., ya que transformarse en madre, en Otro de la demanda, es transformarse en la que tiene por excelencia. Así lo escuchamos en el caso en el cual el hijo decía que su madre no le pedía nada, "sólo que existiera"…, o sea no le otorgaba ningún tipo de existencia ya que lo vaciaba de cualquier posibilidad de dar algo.

Es precisamente lo que muchas mujeres creen que les sucede cuando llegan a ser madres tal como lo ilustra la madre de Hans. Es aquí donde la letra lacaniana abre otra dimensión para la intelección de la femineidad y de la función materna.

Transformarse en madres, ser exitosas socialmente, alcanzar lugares de poder político,etc; puede llegar a ser una solución del lado del tener, mujeres que no ceden el falo.

Consideramos, por otro lado, que la verdadera dimensión de la femineidad es de alguna manera, la metáfora privilegiada de la posición del analista, permite medir la distancia y la proximidad del saber analítico con respecto a la verdad que está explorando y se le niega en tanto totalidad.

A nuestro entender reconsideramos el aporte freudiano ya que hay que situarlo en ese lugar contradictorio en que al tiempo que interpela a la femineidad no deja de marcar lo que allí es irreductible

En la famosa conclusión de la "Nueva Aportación", consagrada a la femineidad, Freud nos proporciona tal vez un medio de situar la función de la aproximación analítica a la misma. No dice de manera evasiva que debe mirarse en otros lugares, indica claramente otros tres discursos sobre la femineidad, tres vías para acceder al misterio:… "si quereís saber más sobre la femineidad-aconseja Freud a los lectores-podeís consultar a vuestra propia experiencia de la vida, o preguntar a los poetas, o esperar a que la ciencia pueda procuraros informes más profundo y coherentes"…

Para finalizar entonces decimos, experiencia de la vida no sin experiencia del análisis, preguntar a los poetas que saben decir las palabras con las que se nombra la infinitud del goce y esperar de la ciencia bajo los nuevos paradigmas de las ciencias de los fractales y del caos que no dan cuenta sino de un objeto siempre suceptible a modificación.

Es por eso que consideramos que la posición de Freud sobrevive incluso a su insuficiencia. Y con Lacan entendemos que lo femenino-lo masculino, se enlaza a la posición del analista sea hombre o mujer, en tanto el psicoanalista es un sinthoma, por su identificación al mismo sabrá hacer con lo que dió lugar a su síntoma. Y si es mujer en tanto se encontrará dividida entre sus obras, más no en su obra, cada vez con cada una de ellas, sean hijos, labores, manjares, poemas o el amor que también es un saber hacer.

Diana Voronovsky

Notas

Trabajo presentado en Mayéutica Institución Psicoanalítica, el 10 de Diciembre de 2005 en el-Coloquio de Verano: Periodización de lo femenino en Freud-

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