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Número 10 - Noviembre 2008
¿Mamá, yo donde estaba?
Patricia Ramos

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Uno no anda atendiendo pacientes con la teoría en la cabeza. Uno se sienta (si puede, a veces en un hospital público eso es caminar) y escucha. Y si se me permite la forma coloquial en "rioplatense" del "uno no anda atendiendo…", me excuso de justificar que no pienso que un analista sea uno, y etc. A buen entendedor pocas palabras.

Un analista, lee en lo que se dice de lo que se escucha, para ser más rigurosos. Y lo que no se escucha se muestra, o sea que "uno" sigue leyendo en jeroglíficos. Y a veces, en el consultorio, aunque uno esté sentado en su sillón, trabaja caminando. Delicias de la estética de la artesanía de la práctica an alítica, deudora de Freud y de Lacan que supieron entrar el "encuadre" en la transferencia y no mantenerlo como algo independiente que derive en una teoría de la técnica.

Entonces sigo: Uno no anda atendiendo pacientes con la teoría en la cabeza, por suerte. Porque no sería más de una de las resistencias. Lo que no quiere decir que luego, la teoría no nos asista.

Y nos asiste a veces como una suerte de imaginario teórico que ponemos en marcha en algunas ocasiones. Cuándo y por qué.

Propongo al modo de hipótesis transitoria, que eso ocurre cuando nos encontramos en la praxis, con presentaciones que nos dejan en un sin sentido absoluto a nosotros ( 1): o por ejemplo, con situaciones de fobia en la transferencia.

¿Por qué aclaro que se trata de fobia en la transferencia? Porque entiendo que desde el psicoanálisis, no podemos pensar en lo que las disciplinas "psi" diversas (psiquiatría o demás terapias psicológicas) llaman diagnóstico sino en la transferencia. Al menos, a mi no me aporta absolutamente nada pensarlo de otro modo. Quiero decir: no me aporta nada pensarlo bajo el supuesto acuerdo sintomático, temático, fenoménico o bajo cualquier otro supuesto acuerdo que tendríamos.

Esta introducción me sirve para localizar que voy a referirme a la fobia en la transferencia.

Una paciente puede hablar mucho, poco o "maso"… pero se sienta en la punta del sillón allá lejos. O no se aleja demasiado de sus objetos (tapado, cartera, portafolios, etc), los mantiene cerquita casi pegado a su cuerpo. Puede incluso traer temas que sean de factura obsesiva o histérica; la ley, el padre, la diferencia de los sexos, etc.

A otro, no lo podemos encontrar ni en las cifras en las que se inscribe su historia: el analista se encuentra preguntando una y otra vez acerca de los datos de su filiación, los tiempos, etc. Se le pierde, no la encuentra.

A algún otro paciente, lo buscamos en la sala de espera del hospital y está ahí, pero no lo vemos.

Otra paciente hablaba y se iba una y otra vez de su discurrir, interrumpía el "relato" y saltaba a otra cosa. Lo anterior había caducado su sentido al decirlo a medias. Las frases quedaban interrumpidas, las ideas, el desarrollo de una oración sufría una interrupción.

Más allá de los circuitos pulsionales que estén en juego en esas complicaciones (escópicos, invocantes, por ejemplo)... más acá también está lo que estoy inventando en llamar "aproximación transferencial", simplemente a modo de convocar la atención del lector en la transferencia.

Ninguno de estos pacientes, tenían una transferencia psicótica, ni conmigo ni con los analistas con los que sostuvimos el trabajo de un análisis de control, aunque su presentación fenoménica hacia diagnosticar a algún psiquiatra de borderlaine, psicosis, bipolaridad o a lo sumo, ataque de pánico.

Y todos estos pacientes tenían en cambio sí, un tema con la muerte. De distintas maneras: desde tentaciones con el suicidio, como manera de salir del sufrimiento hasta las dificultades en aceptar el final de una sesión. ¿Cual muerte?

Hay más de una muerte.

Esta la biólogica, esa que pone fin al organismo.

Está la que se imbrinca con la vida, esa que vemos cuando muere la hoja de un árbol y nace la flor, esa que dice que un día termina y comienza la noche y luego, comienza un nuevo día. Se termina de cursar esa materia, se rinde el final y luego se anota en otra materia, etc.

Está también esa que se conjura con los árboles, los hijos o los libros. Esa que nos hace trascender un poco más, más allá de nuestra muerte biológica, salvo que seamos ramas filiares de algún Anchorena o San Martín, y entonces dura algo más. Porque por suerte no se incendia siempre Alejandría. Y Sócrates trascendió a su muerte biológica, tiendo a pensar que no solamente por las circunstancias de su deceso… Esa que conocemos habitualmente como segunda muerte. El olvido, el exilio.

Pero hay otra. Otra muerte. Esa que pone en escena de manera impecable la película "Volver al futuro". El adolescente, en un viaje al pasado, se encuentra con la posibilidad, con la contingencia de que sus padres podrían no haberse conocido. Y entonces, si ese encuentro contingente del amor no se produce, él comienza a desaparecer, de a poquito. Es admirable cómo el joven, intenta (como si dependiera de él) hacer que sus padres se conozcan y entonces, lo engendren. Y es interesante también que él está afuera de ese encuentro sexual, ni siquiera la película se ocupa de eso.

Cuando sus padres se conocen, su cuerpo, que amenazaba con desintegrarse, se hace consistente. Existe.

Es decir que hay otra muerte, aquella que toca el punto del antes del nacer. Porque después de morir … a la pregunta de qué soy yo después de morir: la respuesta puede ser nada. Sabemos que contra eso - que es bastante insoportable- se han erigido las religiones también. O las diversas teorías naturistas de las reencarnaciones, los carmas a pagar en la otra vida, etc.

Pero ¿antes de nacer? ¿Yo qué era? La respuesta es la misma. ¿Qué era yo antes de nacer? Nada.

¿Que le pasa al parlêtre con eso?

Es necesario tener una respuesta falsa a una pregunta verdadera. Es un mito. El mito de origen. Es necesario que lo imaginario de un mito recubra lo real de esa nada.

Esa nada que cada uno de nosotros fuimos, tiene que vestirse del deseo del Otro, de manera estructural y también con velos imaginarios. Recordemos que sin imaginario, no hay cuerpo, hay organismo. Por más "mala prensa" que tenga lo imaginario en el laconismo.

Nos vamos a encontrar entonces con problemas clínicos específicos cuando esa pregunta no encuentre una respuesta metafórica en el deseo del Otro. No me refiero a que no haya Deseo del Otro (en tanto tal, atravesado por la castración= psicosis). Me refiero a las circunstancias en donde hay Deseo del Otro/otro, pero con poca posibilidad de articular un imaginario que al modo del cuento infantil, transforme una calabaza en carroza. Porque entonces no hay ni príncipes ni princesas. Sólo trastos sucios.

La genialidad del realizador de "volver al futuro 1" permite pensar algo de orden estructural en el encuentro con un púber ( 2). Y ya que me siento cómoda con las metáforas y las alegorías diría…una escena posible es que un jovencito, viendo fotos del casamiento de los padres o de algo parecido que lo preexiste, dijera: "¿y yo dónde estaba acá?".

En rigor de verdad, la respuesta es nada. No estabas. Ahora bien, qué distinto es para un sujeto en tiempos de su efectuación, recibir alguna respuesta del orden de "estabas en mi corazón o en mi cabeza" o lo que sea… en tanto involucre el cuerpo del adulto al que se le confiere responder por esa pregunta.

Esa nada que todos somos antes de nacer, y que conviene al sujeto, que esté recubierta con los velos de la cultura del Deseo del Otro, es una de las muertes. La que entiendo está también genuinamente plasmada en la transferencia fóbica, articulada a las anteriormente descriptas. Esa articulación corre a cuenta del análisis.

Freud nunca abandonó sus dos angustias: angustia de castración (señal en el Yo de amenaza del retorno de lo reprimido), y angustia de muerte (no ligada a representación, ni siquiera asimilable por concatenación a la castración).

La transferencia bajo la modalidad de la fobia, sube a la escena del análisis, la angustia de muerte en todos esos matices que podemos leer.

En todo caso y volviendo al sujeto en tiempos de su efectuación, hay un momento en la vida en que el niño advierte que "hay de la muerte". Puede ser particularmente distinguido de otros momentos en donde la ausencia del otro sea más o menos complicada. No se confunde con esos momentos.

Cuando "hay de la muerte", las cosas cambian, en ese primer tramo del conflicto edípico. Y no suele resultar inocua, la manera en que el adulto a cargo (es decir ese otro que esté en las coordenadas témporo-espaciales específicas para su asistencia), pueda alojar o no la pregunta por la muerte.

Sin necesidad de caer en una nueva teoría del trauma (con lo complicado que sabemos que resulta eso, por la encerrona clínica a la que conduce), podemos advertir que no es lo mismo que esa pregunta sea alojada o expulsada por el otro, en tiempos instituyentes. ¿Por qué? Porque es que "el Otro no existe", que el otro, sí existe - del mismo modo que es porque No hay Relación Sexual, que existe el coito, por ejemplo.

Una analizante recordaba que de niña, llegó muy afectada a su casa por haber tenido la mala suerte de presenciar un accidente de tren, que aunque no catastrófico en sus dimensiones numéricas posibles, sí había arrojado a la muerte a una persona en las vías. Cuando quiso hablar de esto en la cena familiar, recuerda haber recibido por toda respuesta algo así como: "en la mesa no se habla de cosas feas".

Simplemente a modo de ejemplo, este recuerdo encubridor, permite escuetamente ilustrar, que es anclable en lo imaginario del RSI de la estructura, la posibilidad que el otro del niño tenga o no, de alojar la angustia de muerte.

Angustia de muerte que Freud genialmente tematizó bajo la modalidad de lo interruptus del goce fálico, con la casuística que la cultura de su época ofrecía como textura rugosa a desentrañar: coitus interruptus, eyaculación precoz, etc.

Hoy, los laboratorios médicos inventan una nomenclatura para acomodar un fármaco, en casi todos los "padecimientos mentales". Los médicos de raza, padecen estar descastados de elaborar diagnósticos. Hoy, un diagnóstico es lo que responde eficazmente a la implementación de tal o cual fármaco. Si anda bien con tal medicación es que es un…tal o cual.

Y la construcción social de la realidad no escapa a nuestra área. Se auto-diagnostican de "ataque de pánico" los pacientes luego de algún programa de Utilísima satelital… La década pasada era de anorexia o bulimia…

Si entonces, ese padecer encuentra alojamiento en una transferencia analítica, podrá la angustia de muerte articularse a lo que es propio: el tiempo, la muerte, la sexualidad, al amor. Para dar inicio a una historia que como sabemos articula todos estos conceptos.

Para lo cual es divisorio de aguas la posición que el analista tenga de su propio destino como mortal.

Patricia Ramos
patryramos@fibertel.com.ar

Notas

1 Tendría más de un ejemplo clínico de esto, pero no es la ocasión de esta reflexión en particular

2 Esto sería ocasión para otro trabajo

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